“Sos brava”, le dijo un camionero, en una escena que quedó retratada en el film Pupila de mujer, mirada de la tierra (2012). “En realidad, no soy tan brava”, contestó ella. Con ojos que saben ir más allá de su tierra, con el alma ancestral en la Patagonia, con el vuelo de una inteligencia lúcida y la bravura sensible que se hereda en las raíces a las que se aferra y la magia de su propia inventiva, Moira es brava, incluso para no serlo tanto, una brava originaria, que hoy nombra las cosas por su nombre. Que reconoce su historia. Y que tiene un discurso para que el colapso ambiental no se lleve puesto el futuro. Ella habla, escribe, conmueve, mueve y lucha contra el terricidio.

Ella es Moira Millán, una de las mujeres indígenas más imponentes de América Latina y la voz más resonante de Argentina, aunque ella vaya más allá de las fronteras y sea una voz que defiende la tierra y marcha –aun cuando se tenga que marchar– por el buen vivir. Ella es mapuche. Se reivindica mapuche. Se descubrió mapuche.

Argentina es un país que escondió, diluyó y quitó a los pueblos originarios su identidad, su lengua y su tierra. “Yo no sabía que era mapuche. Me crie en una villa miseria y nos enseñaron que simplemente éramos villeros y pobres. La escuela me mintió. No me dijeron que habían matado a todos nuestros antepasados y que yo era mapuche”, contó en el reconocimiento de su historia, que pasó de la ciudad de Bahía Blanca a la provincia de Neuquén.

Moira hoy recorre el mundo. Es un símbolo de la denuncia contra las políticas que arrasan la tierra, ponen en riesgo el agua y criminalizan a quienes la defienden. Ella está escribiendo un libro sobre el terricidio ambiental para Ediciones Des Femmes - Antoinette Fouque, de Francia, que va a ser acompañado de un trabajo documental. Además, su libro El tren del olvido (2019) va a ser llevado al cine.

Su voz fuerte, su inteligencia precisa, su valentía indomable, su liderazgo generoso con la construcción colectiva, su vitalidad encauzada con la ancestralidad, su mundo multiplicado en la potencia de su palabra la vuelven un símbolo. Por eso, es perseguida; por eso, es importante escucharla. En el contexto del gobierno de ultraderecha de Javier Milei en Argentina, Moira Millán “es creada como nuevo enemigo”, señaló una nota del diario Tiempo Argentino. El incendio al Parque Nacional Los Alerces, en Chubut, disparó las acusaciones de terrorismo. Moira es una weychafe (guerrera) mapuche que desmantela las mentiras y no se esconde, sino que busca la manera de expandir su mensaje.

Hace unos días, en Reino Unido, Moira se juntó, en el encuentro And Still We Rise, con Greta Thunberg, quien, en 2018, hizo una huelga escolar, en Suecia, por el clima. Dos mujeres, dos generaciones, dos formas que multiplican las formas de vivir, luchar y escapar de la criminalización por pelear contra el calentamiento global.

¿Cómo fue el encuentro con la activista ambiental sueca Greta Thunberg?

Ella está posicionándose de manera distinta a cuando era niña (ahora tiene 21 años). Recibí mucha agresión cibernética, con maltratos, insultos, diciéndome que soy traidora por estar con Greta. La verdad es que condenan a una niña. Ella cuando empezó era muy chica y ahora tampoco es súper adulta. Pudimos conversar porque está muy conmovida por lo que está pasando en Palestina y tiene una posición de solidaridad. Le pudimos contar lo que pasa en el territorio mapuche, a donde quiere llegar. Ella no viaja en avión, así que está evaluando las posibilidades de viaje en barco, ya que iría a Brasil, a la Conferencia Anual de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 30), que se va a realizar en la ciudad amazónica de Belém do Pará, en 2025, y podría bajar a la Patagonia.

¿Por qué es importante que puedas llevar tu voz a Reino Unido y la Unión Europea?

Estuve en un gran encuentro, en el que aprendí muchísimo, con activistas ambientales de todas partes del planeta que fijaron su posición en solidaridad con Palestina. Me parece un tremendo gran paso. Además, se empieza a fijar el concepto de terricidio y que todas las vidas importan. No se puede luchar contra la crisis climática si no se plantea la crisis humanitaria y civilizatoria que estamos atravesando como humanidad.

¿Cuál es tu concepto de terricidio?

Terricidio es un concepto que viene a poner en la mesa de debate de la crisis ambiental las otras formas de vida. Hoy estamos frente a la idea, que se va expandiendo cada vez más, de que se habla sólo del cambio climático como si fuese un fenómeno que es natural. Es cierto que la tierra cambia y que hay cambios en el clima, pero estamos ante una tremenda crisis provocada por un sistema capitalista depredador. Y, de pronto, el capitalismo –que nunca ha repartido nada– ahora quiere repartir la culpa y decir que todos somos responsables.

¿Cuál es el lugar de los pueblos originarios frente al terricidio?

Hay pueblos que milenariamente hemos vivido en relación armónica con la tierra y que estamos llevando adelante una lucha que se encarna, sobre todo, en el cuerpo de las mujeres indígenas por la defensa de los territorios y la recuperación de espacios sagrados.

¿Por qué terricidio no es igual a ecocidio?

El ecocidio es sólo el asesinato de los espacios ambientales tangibles, pero no de los espacios culturales y espirituales que nos vinculan a la tierra. Todas las vidas son importantes y cada vez que se asesina un elemento de la naturaleza se asesina un elemento de la cultura. El concepto de terricidio viene a proponer una lectura distinta, más amplificada, más íntegra, y, a partir de esa lectura, pensar en las posibles soluciones.

¿Cuáles son las acciones contra el terricidio?

Es una lucha espiritual y hay que recuperar la espiritualidad. Las religiones colonizadoras nos han llevado a la idea de que no importa que se destruya el mundo, total, vamos a heredar el paraíso, y que todo sucede por voluntad divina. Los pueblos indígenas teníamos la idea de que estamos en el paraíso, somos el paraíso y tenemos que resguardar ese paraíso. Y que no hay una cuestión de suerte, sino que hay una cuestión de responsabilidad en esa relación con la tierra. Entonces creemos en la recuperación de nuestra espiritualidad, de nuestra fortaleza, de nuestra alimentación ancestral y de los territorios.

¿Por qué te acusan de terrorista en Argentina?

Me acusan de liderar una célula terrorista, la RAM [Resistencia Ancestral Mapuche], y de que soy la mentora y la ideóloga que llevaría adelante las acciones de esta supuesta célula, que no existe. Yo no fui notificada de absolutamente nada formalmente. Pero, como el gobierno está atropellando todos los derechos, podrían darse detenciones arbitrarias, sin justificación, y que se lleve adelante el debido proceso.

¿Es un atropello a los derechos de las mujeres originarias?

Las acusaciones son graves y mentirosas. Necesitan extranjerizarnos y decir que somos terroristas para instalar una base de Estados Unidos e Israel en la Patagonia. No hay consenso social para esa instalación y van a construir las condiciones para que suceda, como cuando dijeron que Irak tenía armas químicas. Miente, miente, que algo quedará.

¿Cómo se puede dar vuelta esta situación de retroceso autoritario?

Fortaleciéndonos espiritualmente. La tierra es nuestro principal aliado, y consensuando con los demás sectores no indígenas para que se entienda que la lucha es una lucha por la vida.

¿Cuál es el rol de las mujeres?

Lo que veo, en Argentina en particular, es que este movimiento ha despertado a mujeres con fortaleza. Las mujeres nos sentimos guardianas de la vida y de la tierra. No hay grietas. Las mujeres que están tomando conciencia están poniendo el cuerpo.

¿Qué pasa con la crisis de la representación política frente a mujeres que ponen el cuerpo?

Hay una crisis muy grande dentro de estos modelos democráticos que ya resultan obsoletos de representación. Me parece muy importante generar una profundización de la democracia participativa, horizontal, directa, democratizando la representación electoral. No tenemos que estar atrapadas en partidos políticos para poder llegar con nuestra agenda, para ser representados en la administración del Estado, sino que deberíamos poder salir de los distintos colectivos organizados para emplazar nuestra agenda. ¿Se va a tener que reformular? Por supuesto que se tiene que reformular. Nada es estanco y, a lo largo de la historia, todo el tiempo los pueblos hemos tenido la capacidad de construir modelos de sociedades que respondan a nuestras necesidades.

¿Cómo ves a las generaciones jóvenes?

Hemos dejado unas hijas maravillosamente increíbles, con una capacidad de análisis, de autocrítica y de fortaleza muy grandes. Hay jovencitas y niñas, de 13 o 14 años, interpelando a sus padres y a los patriarcas. Fuimos muy cuidadosas en una maternidad responsable e identitaria. Estoy muy orgullosa. Hemos parido unas mujeres que pueden honrar y ser merecedoras de todo lo que la tierra nos ofrenda. Y vamos a tener que trabajar un poquito más con la maternidad hacia los varones.

¿Cómo se cruza el feminismo con el rol de las mujeres indígenas en Argentina?

La particularidad que tiene Argentina es que hay un liderazgo y una forma de autodeterminación de las mujeres indígenas que no se ve en otros territorios en donde el liderazgo de los varones continúa. Hay mucho patriarcado en los pueblos indígenas: maltrato, violencia de género, violaciones, abusos. En Argentina hay una articulación del feminismo y una unidad con las mujeres indígenas; en otras partes las mujeres blancas no se unen a las mujeres indígenas y, por más feministas que sean, siguen siendo las patronas. En cambio, en Argentina hay más horizontalidad. Es muy bonito lo que logramos, ojalá lo podamos expandir al mundo.

¿Por qué es importante denunciar los abusos y las violencias cuando se dan en las comunidades y por qué es importante denunciar cuando se dan también entre hombres de izquierda y académicos?

La violencia de género, los abusos y violaciones intracomunitarios son un problema que, lamentablemente, la mayoría de los líderes indígenas no toma como una agenda a sanar. Claro, por ahí el modo de resolverlo y de ponerlo en evidencia va a ser diferente porque hay un protocolo indígena y hay que conocerlo y charlarlo para que tenga más efectividad y no termine simplemente en una denuncia en las redes y la situación no cambie.

¿Cómo inciden el machismo, el colonialismo y el racismo en la mirada académica sobre las mujeres indígenas?

La academia no se ha interpelado a sí misma en la construcción de un modelo no patriarcal y de la violencia de su poderío, del macho frente a las mujeres y a las diversidades, y también del extractivismo académico que hace el intelectual de las mujeres y del mundo indígena a través de las mujeres. Y, de repente, surgen personajes de la academia que parecen redentores de nosotras, de los pueblos indígenas, de la naturaleza, que parece que con sus conocimientos académicos vienen a decirnos por dónde caminar y sus prácticas son coloniales, patriarcales y racistas.

¿Cómo fue la denuncia al sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos?

Sousa Santos está acusado de abusar de más de 30 mujeres. Yo lo denuncié porque fui víctima de él. Me mandó una carta personal intimidándome y amenazándome. No tiene cara. No puede tener poder sobre mí. No me puede hacer callar una verdad que he vivido. Él lo sabe. Pero contó con mucha complicidad, a pesar de que se presentaron diez denuncias formales. En Portugal hay una ley sobre abuso en la que la violencia sexual prescribe a los seis años de ser cometida. Tenemos que terminar con que el patriarcado le ponga límite a nuestro dolor. ¿La temporalidad de nuestro dolor va a estar bajo la administración patriarcal? ¿El patriarcado va a decir cuánto tiene que durar mi duelo y mi búsqueda de justicia frente a esa violencia? Es indignante. Y, sin embargo, lo estamos permitiendo. Sin embargo, el caso de Sousa Santos es una oportunidad de decir “basta”. Ni la academia se va a salvar de nuestra búsqueda de justicia.

¿Cómo se puede recuperar la esperanza con propuestas del mundo que queremos?

El terricidio tiene que ser una puerta que nos abra a un mundo de propuestas esperanzadoras. La lucha tiene que focalizarse sobre lo que queremos. Ya sabemos, estamos en contra. ¿Pero qué proponemos? ¿A qué le decimos sí? Estar en contra no es suficiente. Siempre va a aparecer algo que nos movilice a decir no. ¿Pero qué nos moviliza a decir sí? Vamos por eso que nos moviliza a decir sí. ¿Queremos una representación por fuera de los partidos políticos? Vamos por eso.

Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.