La escena ballroom uruguaya surgió en 2018, el mismo año en que se aprobó la Ley Integral para Personas Trans. Esta escena o cultura, que originalmente nació desde las maricas, las identidades transfemeninas y afro de los barrios marginados de la Nueva York de las décadas del 60 y 70, migró al sur de América con mucha fuerza. La población LGBTI+ de los países latinos la adoptaron como propia y, aunque respetan sus nombres y categorías, la redefinen permanentemente según sus necesidades y urgencias.
En Uruguay llegó de la mano de profesionales y escuelas de danza que encontraron en el voguing o vogue (una de las danzas que conforma la cultura ballroom) una forma de expresión muy particular. Funk Up es una de las escuelas de danzas sociales con perspectiva queer que dio las primeras clases de voguing en Montevideo, y Josué Araya, migrante de origen chileno y referente de la cultura, aportó los conocimientos que traía de su país, donde el fenómeno está ampliamente desarrollado. Luego la tomaron las maricas, las drags, las identidades trans, travas, queer, gays, y se pusieron en el centro de esta cultura que las celebra, las apaña y las aplaude. Así se fueron multiplicando las casas o houses, los balls y las familias elegidas.
Para una población que históricamente fue negada e invisibilizada, expulsada del hogar, del sistema educativo y del mercado laboral, con una esperanza de vida bastante por debajo de la media, tener un espacio donde caminar y bailar sin ser juzgada, donde elegir una familia, donde celebrar la vida, es una reparación histórica. “A nosotres no nos celebran en la calle, al contrario, nos humillan y nos violentan. Cuando estamos ahí [en la pista] nos queremos sentir celebrades y aplaudides”, explica Andy Falcone (aka Hechicera 007), artista y referenta de la cultura ballroom uruguaya, en diálogo con la diaria.
El ballroom y sus reglas
Vene 007 camina lento y suave por la pista, se dirige hacia el jurado mientras se agarra la cabeza y muestra cada parte de su cara. Lleva un top amarillo, pantalones negros holgados de tiro bajo, lentes negros. Esta chica trans de no más de 25 años conoce la escena ballroom, pero es la primera vez que participa en una Kiki Session.
En el centro del Espacio Modelo -la plaza pública techada del gran Mercado Modelo-, a Vene 007 la rodean cuatro tarimas anaranjadas donde se sienta el público, luces y banderas de todos los colores, un escenario y un jurado compuesto por tres personas. La sigue de cerca Lucifer Infernal -de pelo bien corto y colorado, un ojo rojo y vestimenta negra de pies a cabeza-, que es quien conduce (maestre de ceremonias o MC) este evento organizado por la Mesa de Diversidad del Municipio D y el colectivo Uruguay Kiki Ballroom, con el apoyo de la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo.
Son pasadas las 19.00 del 12 de setiembre cuando Vene 007 elige su nombre de ballroom, y decide caminar la pista y participar en la batalla. “Vengo del interior, de criarme en estancia, en el campo, y no me animaba a ocupar este lugar. Fue llegar acá, súper hermoso y ver a todes mis amigues participando y dije ‘hoy es mi día’. Hice lo que pude porque no me sabía las reglas, pero sentir el aliento de las personas que están ahí es muy lindo, el amor se siente”, cuenta a la diaria.
Es que la cultura ballroom tiene ciertas reglas y tecnicismos que hay que seguir y respetar si se quiere formar parte. Lo primero es entender la diferencia entre les 007 y les integrantes de las casas. Les primeres son personas que no pertenecen a ninguna casa, pero integran la cultura de forma activa; les segundes se identifican usando el nombre de la casa como apellido (por ejemplo, Lucifer Infernal de House of Infernal).
Los espacios de encuentro, al menos en Uruguay, son las Kiki Sessions y las Kiki Balls. Las primeras se organizan de forma más espontánea y frecuente que las segundas, sirven para entrenar, aprender y para que personas que nunca han “caminado”, como Vene 007, se animen a hacerlo. Por eso, en esta Kiki Session en el Espacio Modelo le MC explica qué es el ballroom, cuáles son sus categorías y cómo funcionan. Incluso el jurado toma el micrófono para hacer alguna explicación sobre el evento o indicarle a une participante cómo mejorar su caminata.
Si no se conoce la escena, desde afuera se ve a personas que caminan la pista, se contornean, saltan sobre botas con tacos finos, bailan, forman figuras geométricas con sus brazos y manos, se tiran de espaldas al piso como si fuera una caída de muerte, se arrastran moviendo el culo, piden aplausos y gritos del público, y posan, posan para las cámaras como si lo hubieran ensayado miles de veces frente al espejo.
Pero, en ballroom, existen categorías que ordenan estos movimientos y los elementos que las componen. La mayoría viene de los orígenes de la cultura neoyorquina y responde a las vivencias de las maricas y las identidades transfemeninas de la época. Algunas implican caminar de cierta forma, otras “venderle” al jurado alguna parte del cuerpo y otras bailar o performar. Las categorías más comunes en la escena ballroom uruguaya son: Face, Body, Realness, Posing, Runway (caminata estilo europeo o estilo americano) y Sex Siren. También está la categoría Best Kiss, creada en el cono sur de América Latina, donde dos participantes se besan y gana el mejor beso.
En un ball tampoco pueden faltar las categorías de danza, que son tres: Old Way, New Way y Vogue Femme. Este último es un estilo de danza creado por las identidades transfemeninas (o femme queens, como se les llama en la cultura), que contiene cinco elementos: catwalk, duck-walk, hand performance, floor performance y dips. Un Vogue Femme exitoso en un ball debe contener al menos tres de estos elementos.
En cada categoría les participantes caminan de a une; si el jurado les da tens (ambas manos extendidas), significa que pasan a la batalla, si les da chops (manos cruzadas), quedan eliminades de la competencia, como una invitación a mejorar la técnica. Para la batalla pasan de a dos y el jurado va descartando hasta dar con le elegide, a quien se le entrega un premio por categoría. El final de cada batalla se cierra con un abrazo de les caminantes.
En general, los balls se conforman por les participantes que caminan y batallan, un jurado (que debe ser número impar), une maestre de ceremonias, une commentator (persona que construye con su voz la performance de quienes caminan), une DJ (que musicaliza cada categoría) y el público. Este último es imprescindible y muy activo: grita los nombres de quienes caminan y las casas a las que pertenecen, agita las muñecas y chasquea los dedos, y acompaña con brazos y manos cada caída de les participantes. Es decir, “sin ruido no hay ballroom”, como repite Lucifer Infernal en la Kiki Session del Espacio Modelo.
Si bien el ballroom ha llegado a lugares institucionalizados de Montevideo, como el Espacio Modelo o el teatro Solís, generalmente se practica en espacios underground de forma autogestionada o en la calle. Uno de los lugares más habitados para las Kiki Sessions es la glorieta del edificio de Ancap, sobre la avenida Libertador. “Es un lindo espacio por la acústica, la luz, tiene un piso cómodo y escaleras para sentarse. Siempre vamos de noche con un parlante y entrenamos ahí. Las primeras veces nos mandaban a la Policía, pero lo fuimos resistiendo hasta que lo habitamos”, explica Falcone.
Las houses y la familia elegida
Sabrina González (aka Madre Diprina Glama) integra el jurado en la Kiki Session del Espacio Modelo y es una referenta indiscutida de la escena ballroom. “Hace años tuve una situación de abuso con una expareja y a través del ballroom pude volver a conectar con mi cuerpo. Para mí, más que una pasión, es una necesidad”, explica a la diaria. Ella también da clases de vogue y es madre de House of Glama, una de las casas pioneras en Uruguay.
Originalmente, las houses eran casas donde la población LGBTI+ expulsada del hogar familiar no sólo encontraba una vivienda, sino una familia elegida. En Uruguay, hasta el momento, las houses no implican una vivienda compartida, pero sí una familia elegida, que de alguna forma le disputa el sentido a la familia de sangre o de origen.
“En House of Glama nos vemos siempre y tenemos energía de apañe. Hay 100% de confianza, sabemos que le pasa a le otre, organizamos eventos, promovemos la cultura”, explica González. Para ella, una familia elegida implica que sus integrantes se puedan sentir tal cual son, que puedan ser elles mismes.
Hace falta al menos dos integrantes para formar una house y pueden tener una madre, un padre (en algunos casos, xadres, que no se identifican con el masculino ni el femenino), un príncipe, una princesa e hijes. Según González, ser madre implica maternar a les integrantes de la casa, conseguirles oportunidades, guiarles. Quienes lideran las houses, en general, se encargan de organizar los eventos y de adoptar a nuevos integrantes.
Cada house tiene su forma de organización y su identidad. House of Polenta y House of Glama, en ese orden, son las pioneras en Uruguay. Actualmente, también activan la escena ballroom House of Kilombo (Maldonado), House of Catbaret, House of Quimera y House of Infernal. Otras houses que existieron, pero ya no están activas son House of Culo, House of Hecate, House of Astros, House of Mafiosas, House of Miler y House of Poseidón.
Para entender el sentido de pertenecer a una casa y a la cultura, González dice: “Hay gente que era marginada en todos los espacios y que encontró su lugar dentro del ballroom. Lo necesitamos para sanar y fortalecernos por las experiencias que hemos pasado”.
Más allá del show y de la performance, les integrantes consideran la cultura ballroom como una herencia de resistencia y reivindican a “las maricas y travestis” que arriesgaron su vida para que la población LGBTI+ de hoy goce de ciertos derechos. “El ballroom tiene una carga política muy grande en cuanto a la reparación de nuestras identidades, emociones, cuerpos y vivencias. Es el espacio de lucha y de resistencia donde construimos voz, identidad, legado, y una contra cultura a lo cisheteropatriarcal que gobierna”, dice Falcone. Ella asegura que intentan expandir la escena para que otres “sepan que tienen una cultura, un lugar que intentamos que sea seguro”.