“Te conozco: sos la abogada de la peli. Tengo las re ganas de ir a verte al cine”. Soledad Deza agradece a la parejita que la saluda en un bar y sonríe con toda la cara. Sabe que ahora es “la abogada de la peli” sin necesidad de más aclaración, porque la película argentina de la que habla el mundo se llama Belén.

Producida por K&S Films, basada en un libro de la escritora Ana Correa, y dirigida y protagonizada por Dolores Fonzi, Belén acaba de ganar el premio del público en el Festival de Biarritz y de ser seleccionada para competir en la categoría mejor película internacional en los premios Oscar y en los Goya 2026. El 14 de noviembre se estrena en Prime Video.

La película cuenta un caso real que a Soledad Deza le cambió la vida: “Había defendido a otras mujeres, pero nunca a alguien que estuviera privada de libertad. Es intransmisible cuando la libertad de una persona depende de una. A mí me encanta como liturgia cuando dicen que a Belén 'la liberó la calle', pero en los hechos quiero incentivar a que los abogados y las abogadas se comprometan con las defensas que hacen, más allá de la comunicación y de la movilización legal. Porque para que exista una comunicación feminista y una movilización legal, tiene que haber abogados y abogadas que hayan hecho bien la defensa técnica. Entonces, también cambió mi vida poder transparentar que la defensa técnica feminista es central y que la puede hacer un varón o una mujer”, cuenta a la diaria.

En 2016, Deza fue la abogada que liberó a una joven –rebautizada Belén para respetar su derecho al anonimato– acusada de provocarse un aborto. Todavía faltaban años para que el Congreso argentino despenalizara y legalizara el aborto con la sanción de la Ley 27.610.

Belén había llegado a la guardia del hospital Avellaneda, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, con fuertes dolores abdominales. La acompañaba su mamá. Ella no sabía que estaba embarazada cuando sufrió un aborto espontáneo. Pese a su angustia y sorpresa, el personal de salud la insultó, la trató de asesina y le endilgó un feto. Al rato la Policía la sacó esposada del hospital directo a la cárcel.

Casi 900 días después, Belén fue culpada de homicidio agravado por el vínculo y condenada a ocho años de prisión.

En ese momento, Deza entró en escena para cambiarlo todo, en la realidad y en el cine: “No me enteré del encarcelamiento de Belén como se muestra en la película. A mí me llamó una psicóloga que tenía que atestiguar en el juicio y quería saber jurídicamente cuáles eran sus límites. La psicóloga fue un actor estratégico y estaba conmovida por la historia de Belén. Aunque, lamentablemente, 24 meses tarde. Salí desesperada a buscar a Belén. Pero no es fácil entrar a una cárcel cuando no sos abogada o familiar de la persona privada de libertad. Le dejé un papelito en la cárcel: 'Hola, soy Soledad Deza, soy abogada, te quiero ayudar. Mi teléfono es tal’. Me llamó la madre. Y tres días después, un sábado, la pude ver. Hablamos tres horas. No me lo voy a olvidar nunca. Belén estaba resistente, como distante. Lógico. Propio de quien ha sido maltratado, culpabilizado. Tal cual se ve en la película, le dije: 'Vos no deberías estar acá. Vos sos una víctima'. Y le dejé un libro que yo escribí sobre un caso similar. A partir de ese encuentro ocurrió el primer cambio en la posición de ella. Ella conociendo un derecho, teniendo una herramienta por la experiencia de otra y usándola para sí”.

Camila Plaate es la actriz tucumana que interpreta a Belén. Su actuación ganó el premio a mejor interpretación de reparto del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. A través de su magia, el público acompaña una notoria y pausada transformación de Belén. Las miradas de reojo, retraídas, mudan a unos ojos firmes que sostienen la vista; y el cuerpo minúsculo que se endereza comienza a ocupar espacio.

Deza relaciona el cambio con la vivencia de un proceso personal de libertad: “A Belén le conseguimos la libertad ambulatoria. Pero hay otra libertad que se la proporcionó ella misma al correrse del lugar de acusada, pero no elegir tampoco habitar el lugar de la víctima. Encontró el punto medio para poder seguir adelante desde un lugar diferente. En paralelo pasaron cosas. Por ejemplo, íbamos a verla hasta dos veces por semana. Enseguida las presas quisieron saber por qué a ellas no las visitaban tan seguido. Belén empezó a explicarles que podían exigir ver a sus abogados, o preguntar por las estrategias, o pedir leer antes de firmar los escritos para saber si estaban de acuerdo. Ella generó dentro de su propio entorno su propia rebelión. La 'rebelión en la granja'”.

El 16 de octubre, la película Belén recibió un diploma de honor en el Senado argentino “por visibilizar, a través de una historia real, la lucha por la dignidad y los derechos de las mujeres”. Deza viajó a Buenos Aires a participar en el acto de ceremonia y aprovechó la estadía relámpago para responder preguntas en los canales de streaming más vistos y en los medios más pequeñitos.

Eligió recibir a la diaria en el patio del icónico edificio de la Biblioteca Ricardo Güiraldes, en el barrio de Recoleta. Durante las casi dos horas de charla pidió disculpas para atender un llamado: era un colega de Tucumán que le preguntaba qué decir en el escrito de un caso. Ella le explicó despacio, dio ejemplos de situaciones similares y le insistió para que la llamara de nuevo si surgían más dudas. Soledad Deza es entrevistada, docente y premiada en un mismo rato.

¿Cómo se definió la estrategia legal y de incidencia para liberar a Belén?

Primero hubo una defensa legal con dos recursos: uno, para cuestionar y anular la prórroga de la prisión preventiva; y otro recurso para revertir la condena. Ambos los tenía que resolver la Corte Suprema de Justicia de Tucumán. Detrás de la estrategia legal se armó la movilización social. Por eso se llama “movilización legal”, porque es una estrategia social para acompañar una defensa legal.

¿Cuál creés que fue la clave?

La presencia de muchos sectores: sindicatos, organizaciones feministas, organizaciones de derechos humanos, territoriales, agrupaciones estudiantiles, espacios de género de partidos políticos. Acordamos reunirnos, una representante por espacio, los lunes de 18.00 a 21.00 en el marco de lo que llamamos la “Mesa por la Libertad de Belén”, para hacer lo que se ve en la película: contar, explicar a las compañeras, por ejemplo, qué significaba la arbitrariedad en la valoración, por qué se violó el secreto profesional, por qué no era verdad tal frase de la sentencia… Ejercitamos la democratización del derecho.

¿Con qué objetivo?

Para desarticular a la mala víctima que habían instalado y que impedía que la sociedad nos acompañara. Las compañeras pudieron desenmascarar lo que el derecho ocultaba en la sentencia que había condenado a Belén a ocho años de prisión con una apariencia de legitimidad. Desde la defensa técnica tradujimos los argumentos de un recurso contra una sentencia injusta a las organizaciones de base, a compañeras que no compartían la herramienta del derecho como saber propio, para que ellas replicaran en sus espacios la injusticia de esa condena. Así crecieron las marchas.

Sabemos que hay muchas Belén en Argentina. Ahora mismo, aun con la ley de interrupción voluntaria del embarazo. ¿Por qué esta historia generó tan enorme movimiento nacional?

En la provincia de Tucumán no existía la despenalización social del aborto, como sí existía en Buenos Aires. El pañuelo verde no nos lo recibían. Entonces, con Belén creo que la clave para generar empatía y ampliación de las bases de legitimidad de esa demanda de justicia reproductiva en nuestro territorio fue que se trató de un aborto espontáneo. Porque un aborto espontáneo le pasa a cualquiera. De ahí la frase “Belén somos todas”, porque realmente Belén podía ser tu hija, tu madre, la vecina, la compañera del colegio, la de la facultad, la tía. Eso nos permitió sacar del clóset el aborto, como una injusticia reproductiva que junto con el género tiene a la pobreza y a la clase como variables de criminalización. Pudimos poner en agenda la injusticia social estructural que provocaba que un montón de mujeres tuvieran abortos espontáneos, pero que la sospecha de crimen recayera siempre sobre la pobre diabla que va al hospital público y se encuentra con la maquinaria del horror.

Lograron a la vez nacionalizar el reclamo.

Fue histórico que desde una provincia conservadora del norte, la más chiquita, hayamos logrado nacionalizar una demanda de justicia reproductiva para un caso concreto. En un país donde lo que no pasa en Buenos Aires no existe.

¿Cómo se tomaron otras decisiones como, por ejemplo, el seudónimo Belén?

Cuando tomé la defensa les escribí un correo a las compañeras de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito contándoles que había una presa por aborto, y la nombré Belén. Podría haber dicho cualquier nombre, pero evidentemente los 14 años en colegio de monjas me traicionaron. Aunque me parece que incluso tiene que ver con una identidad norteña muy religiosa.

¿Y la utilización de máscaras?

Dos días antes de la decisión de la Corte salió el dictamen del ministro fiscal aconsejando la libertad y los jueces olieron que les iban a revertir la decisión. ¿Qué hicieron estos despechados judiciales? Se fueron al diario La Gaceta y dijeron el nombre real de Belén. Inmediatamente se desató una persecución periodística, porque ya no sólo querían el nombre, sino la cara de Belén. Fue cuando decidimos usar máscaras. La organización feminista Mumalá ya marchaba con máscaras. Como se ve en la película, cuando la liberaron salimos todas con máscaras para que no pudieran reconocernos.

Hablás en términos de despecho. ¿Por qué te parece que los jueces expusieron a Belén en los medios?

Hablo de despecho porque es un estereotipo que usan siempre para referirse a las minas. Yo creo que fue el despecho de dos tipos, que tuvieron el poder de prorrogar ilegalmente una prisión preventiva y de condenar sin pruebas a una mujer, que se sienten descubiertos nada más y nada menos que por la abogacía feminista y el movimiento de mujeres. Y creo que utilizaron esa última cuota de poder que les quedaba para provocar el último de los daños que eran capaces de provocar: violar su intimidad.

En cinco meses lograste la libertad de Belén con el mismo expediente que habían tenido las defensas anteriores. ¿Qué explicación le das?

Me encantaría decirte que soy brillante, pero de ninguna manera. Yo creo que se mezcló la inercia judicial con los prejuicios, y eso provoca un cóctel molotov que lleva a que nadie investigue. Entonces, porque coincidieron en un hospital un feto y una mujer que tuvo un aborto los vamos a vincular. No vamos a hacer ADN. Y como estamos frente a una mujer que tuvo una emergencia obstétrica, vamos a presumir su culpabilidad.

¿Qué significa?

Decir que ella sabía que estaba embarazada. Vamos a presumir que conocía la edad gestacional, vamos a presumir que el evento obstétrico fue provocado por su voluntad. En esa inercia tenemos un Poder Judicial que no investiga, que no mira las evidencias. Porque en la historia clínica decía “aborto espontáneo sin complicaciones” en la hoja 1. No es que yo inventé el diagnóstico médico. En el ínterin la arrumbaron 24 meses en una cárcel. Total, ¿quién se va a acordar de ella?

¿Cómo se responde desde la abogacía feminista?

Una abogacía feminista entiende que hay personas detrás de los casos. Personas que actúan según una ideología, de un lado y del otro lado del mostrador judicial. Luego se analizan los conflictos en un contexto que tiene ideología. La abogacía feminista comprende también que las experiencias de las mujeres han estado fuera del razonamiento judicial. El Poder Judicial da por sentado que nosotras conocemos nuestro proceso fisiológico. Y después están los prejuicios morales, que convierten en condenas judiciales nuestras intuiciones morales. Eso creo que pasa: prejuicios, ignorancia e inercia.

Que Belén tuviera una defensora mujer cuando la condenaron devuelve un gran interrogante para los feminismos.

¿Ser feminista es ser mujer? ¿Ser mujer es tener una vagina? Lo que la película muestra es que la perspectiva de género no sale del útero ni la asegura un cuerpo de mujer. La perspectiva de género es un enfoque de derechos humanos. Lo tenés o no lo tenés. Si no lo tenés, lo incorporás. Es el compromiso de mirar la realidad asumiendo que el poder se ha distribuido inequitativamente entre mujeres y varones; y que las mujeres cargamos con estigmas, con prejuicios y con sospechas que los varones no. La perspectiva de género nos permite darnos cuenta de que en algunos procesos estamos condenadas desde el inicio, y hacer todo lo que tenemos a nuestro alcance para revertir esa situación. Lo puede hacer un abogado varón o una abogada mujer. Lo deben hacer ambos porque es una obligación.

¿Qué deuda sigue teniendo la Justicia argentina con Belén?

Hace nueve años que estamos detrás de la reparación y en los últimos dos meses se reactivó el tema. Por supuesto que la película ha incidido. Siempre la mirada de afuera condiciona un poquito. Especialmente cuando la injusticia fue tan inocultable. En términos más generales, si tomamos en serio que “Belén somos todas”, creo que la Justicia nos debe saldar la obligación de quitar las emergencias obstétricas del campo judicial. Una emergencia obstétrica es un proceso fisiológico que les duele más a las mujeres que a la sociedad. Entonces, si tomamos el proceso penal como la herramienta para castigar aquellas conductas que dañan a la sociedad, la Justicia les debe a todas las Belén sacarlas de los procesos penales. Saquen el ojo judicial de las emergencias obstétricas.