Un rincón de la plaza de Las Pioneras se vistió de celebración en la tardecita del jueves pasado con decenas de sillas de colores dispuestas, una pantalla grande, un parlante con luces que tintineaban al ritmo de la música y, en el fondo, una mesa servida. En esa mesa había bocaditos de copetín, vasos, hielo y whisky. Sobre todo, había whisky. Porque la consigna era hacer un homenaje “a lo Elenota”, y ninguna de las presentes creía posible hacer algo a lo Elenota sin que hubiera whisky.

La comunicadora y activista feminista Elena Fonseca falleció el 29 de diciembre, dos semanas después de cumplir los 94 años, y desde entonces sus personas queridas venían planeando un encuentro (público pero íntimo) para recordarla, celebrarla y despedirla. “La gran vida: una celebración al modo Elenota” era el título de la convocatoria que circuló en redes y que invitaba a “charlar y brindar por su vida, su amistad y todo lo que nos dejó”.

El homenaje tuvo lugar en una plaza que bien podría haber sido nombrada en su honor. La enorme mayoría de quienes se acercaron eran mujeres y mayores de 50 años, aunque también había más jóvenes, por eso de que Elenota tenía una facilidad inigualable para crear y sostener lazos intergeneracionales, como recordaron muchas un ratito después.

Verlas llegar, de a una o en grupo, era en muchos casos como seguir un ritual: primero, en el encuentro con otras, repartían los saludos y los abrazos; después, fijaban los ojos en la pantalla, que proyectaba fotos de la homenajeada en instancias diversas, como comidas con amigas o cumbres internacionales; por último, se servían un vaso de whisky, que muchas, antes de tomarlo, lo alzaban en dirección al cielo.

Media hora después del horario anunciado para el inicio del encuentro, habían llegado cerca de 100 personas, entre amigas, compañeras, familiares y admiradoras.

Cuando las sillas ya no alcanzaron, se apagó la música y por la pantalla se transmitió un compilado de entrevistas y otros materiales audiovisuales de Elenota “para animarnos a hacerla presente”, introdujo Lilián Celiberti, amiga, compañera de militancia y cofundadora de Cotidiano Mujer junto con la comunicadora. En pocos minutos, el video dejó plasmada su trayectoria, su mirada feminista sobre el mundo, su sentido del humor, su entusiasmo y muchas otras características que más adelante fueron destacadas por quienes la querían.

Después del video, Celiberti invitó a que “cada quien aporte miradas, experiencias, anécdotas, historias que nos devuelvan justamente a esta gran mujer en todas sus múltiples facetas, que seguramente vamos a completar entre todas”. “Creo que acá están quienes más se han sentido cercanas y cercanos de Elenota con todo lo que ella supo hacer de la amistad una acción política, construir esa relación, ese lazo, ese vínculo con cada quien”, agregó la coordinadora de Cotidiano Mujer, y entonces el micrófono empezó a circular.

Una vez que terminó la ronda, las organizadoras invitaron a trasladarse unos metros en la plaza para participar de un “ritual”: con parte de las cenizas de su amiga, sembraron una Santa Rita, para tenerla ahí siempre cerquita. Mientras removían la tierra, sonaba la versión de Cuco Sánchez de “Fallaste corazón”, una ranchera mexicana que sus compañeras bautizaron como el “himno de Elenota”.

Foto del artículo 'Celebrar la “gran vida”: amigas, compañeras y familiares de Elena Fonseca le rindieron homenaje en Las Pioneras'

Foto: Martín Varela Umpiérrez

Irreverente, entusiasta y feminista “sin dar cátedra”

La invitación de micro abierto era a compartir cualquier cosa que les evocara el recuerdo de Elenota. Algunas relataron anécdotas concretas, otras, reflexiones más generales, en algunos casos se dirigieron directamente a ella –que “seguro está por acá sobrevolando”– y muchas se centraron en cómo haberla tenido cerca les cambió la vida. Prácticamente todas le dieron las gracias. Hubo lágrimas, pero fueron muchas más las risas.

“Gracias, Elenota, hoy y siempre. Enérgica, alegre, perspicaz, elocuente, creativa. Ella supo usar sus privilegios al servicio de la justicia feminista y tuvo la humildad de las grandes”, dijo la primera de sus compañeras que se animó a hablar.

Otra de ellas, por su parte, dijo que lo que le “encantaba” de Elenota era que con ella “se hablaba de feminismo sin hablar de feminismo, de cultura sin hablar de cultura, tenía esa gracia única de poner los temas sin darte cátedra”. “Eso es un aprendizaje que tenemos que hacer todas, todo el tiempo, porque eso nos acerca a gente que a veces no nos quiere escuchar, y Elena lo hacía magníficamente bien, entre otras cosas porque su elegancia se lo permitía”, expresó.

Una de sus sobrinas fue por la misma línea: “Extraño a todas las Elenotas y agradezco a quien sea por haberla tenido como tía y amiga, y que además fuera una maestra y no por dictar cátedra, sino por ser tan auténtica”.

“Todos los grupos necesitan entusiasmo, necesitan entusiastas y necesitan personas que se entusiasmen, que abran la cabeza y digan ‘sí, eso lo podemos hacer, eso lo queremos hacer’. Eso es lo que yo reivindico y siento de los 40 años que compartí con Elenota: que ella siempre tenía la disponibilidad para pensar y decía ‘esto lo tengo que saber y esto tiene que servir para hacer otras cosas’”, dijo Celiberti cuando fue su turno. “Lo que más retengo es la importancia de las personas que no ponen todos los contras que hay para hacer cosas, que ya sabemos que existen en el mundo, sino que ella decía ‘sí, claro, vamos a pensar cómo lo hacemos’, eso me parece que es lo más importante, y ojalá haya en todos los colectivos, en todos los grupos, en todos los movimientos, personas que se entusiasmen, que tengan el deseo de asumir la palabra, pero también de transformarla en acción”, afirmó.

“Elenota era tan pero tan zurda que le aburría profundamente la obsecuencia y le encantaba cualquier conversación en la que pudiera sentir que se desafiaba lo que pensaba y que podía desafiar a quien estaba conversando”, recordó otra de sus amigas. “Por eso quizás fue parte de una generación que tuvo bien claro que el movimiento social en su total diversidad y en sus discrepancias y con sus discusiones era fundamental, pero lo militó con una fuerza que hace que una sienta que lo que le debe es continuar eso hasta el final, no aceptar las unidades simples, sin discrepancias, sin divisiones, no aceptar los feminismos únicos, no aceptar los discursos fetiche que donde discrepes no sos feminista, no aceptar las reglas per se; es re difícil, pero se lo debemos porque fueron 94 años de eso”, aportó.

A unos metros, la siguiente en pedir el micrófono dijo que a ella Elenota le “enseñó la irreverencia”. “Es decir, a ella le divertía hacerlo distinto. Le divertía provocar”, señaló, y contó historias compartidas donde hubo mucho de eso.

Lucy Garrido, amiga y también compañera de Cotidiano Mujer, dijo que una de las cosas que más recuerda de ella es que “cerraban bares” juntas. “Salíamos de Cotidiano, de ver si escribíamos o no, a tomar whisky y discutir. […] Nos divertimos mucho. Yo creo que eso es lo que más voy a extrañar de Elenota. Eso y las discusiones al santo botón, porque siempre estaba en contra de lo que yo decía, ella siempre tenía que ir más al extremo”.

“A pesar de que no soy ninguna nena, Elena siempre me provocó la sensación de ‘cuando sea grande quiero ser como ella’”, afirmó otra de sus amistades; “una mujer inteligente, rápida, elegante –llegaba y no pasaba desapercibida–, con sentido del humor y con una forma de hablar que cuando empezaba parecía que no iba a decir mucho, y decía de forma sencilla cosas impresionantes”.

La casa de todas

“Tu casa también puede ser otra persona, y hay amigos muy casa. Elena, por ejemplo, es la casa de mucha gente”, dijo quien la acompañó durante ocho años en su emblemático programa radial Nunca en domingo, que Elenota condujo durante más de dos décadas.

La imagen de la casa volvió a aparecer otras veces. Por ejemplo, en las palabras de Laura, que contó los entretelones de la convocatoria a este encuentro: “Lucy me dijo ‘nos vamos a reunir para recordar a Elenota. ¿Cómo podemos pensar la convocatoria?’. Bueno, pongámosle ‘la gran vida’. ‘La gran vida’ porque ella no se llamaba Elena, le decíamos Elenota. Creo que todo, de algún modo, le hizo honor a lo que ella significó para nosotras en nuestra vida. Celebro a Elenota en su enorme dimensión, a la gran vida de Elenota, y a su casa en todas nosotras”, expresó.

Sentada en las sillas de colores también estaba Estela Peri, que recordó el apoyo de Elenota a los familiares de desaparecidos en la dictadura. “Además de su militancia feminista, ella militaba por todas las causas, porque también militó por esta causa con mucha fuerza y en un momento que todavía tenía un poco de riesgo porque la dictadura no había terminado”, enfatizó la fotógrafa. “La vamos a extrañar mucho, era una mujer excepcional, adorable, adorada por todos; la casa de todos nosotros”, agregó, haciendo referencia otra vez a esta figura de Elena como casa, hogar, refugio.

Ana Cristina González Vélez, otra de las amigas organizadoras del evento, le dedicó a Elenota un extenso texto que leyó de manera pausada y, por momentos, con la voz quebrada. “Creo que mi relación seria fue el resultado de quien soy, pero mucho más de quien fui contigo y de quien fuiste conmigo. Sólo así se explica que alguien de quien me separaban casi 40 años se hubiera convertido en una íntima amiga. Porque, además de entrañable, eras especialmente hábil para construir esferas de intimidad con las personas, aun sabiendo que este ejercicio con los años te resultaba difícil, porque cuidar y cultivar afectos toma mucho tiempo. Más aún porque lo que hacías no era sólo escuchar y arropar, que también, sino desafiar, enfrentar. El tuyo no era el típico amor de ese que se reparte en la sociedad del mutuo elogio. Era un amor crítico que te obligaba a confrontarte, a pensarte y en ese proceso, quizá, con suerte, a intentar ser mejor”, pronunció ante una audiencia silenciosa.

La alcaldesa del Municipio B, Silvana Pissano, recordó visiblemente emocionada que cuando la Intendencia de Montevideo empezó a pensar en el espacio de Las Pioneras fue Elenota la que propuso el nombre. En ese gesto simbólico, nombró un lugar físico que hoy, para unas cuantas, también es la casa de todas.