En Europa la avidez está en ir lejos a mostrar el dolor o en captar el dolor de los que llegan desde lejos. Conmover al mundo con el horror ajeno para conformarse con el hogar propio. Judith Prat viajó a África, Medio Oriente y América Latina. Pero ahora fotografía lo que nadie quiere decir, convierte en imágenes la raíz de la desigualdad y retrata la cara del monstruo que el odio pone en los demás, al que ella quiere quitarle la máscara. La esclavitud no fue algo que hicieron otros europeos con otros africanos que llevaron a otra América. Los que ganaron dinero tienen carreteras, energía y centros de salud. Los que perdieron su vida no tienen ni la posibilidad de buscar una nueva vida. La esclavitud es el origen de la desigualdad. Pero Europa mira para otro lado.
Prat nació en España, en 1973. Hoy pone el foco en donde hay que ponerlo: en el continente que se hizo rico gracias a la esclavitud y ahora sobrevive gracias a la migración, a la que juzga, deja sin papeles o no le pide perdón. Ella se recibió de licenciada en Derecho especializada en derechos humanos, pero su forma no es el papeleo sino la cámara. Es fotógrafa y documentalista.
En 2023 recibió el premio Imagen de la Sociedad Geográfica Española, en 2021 el premio Sabina de plata y en 2017 el premio Artes&Letras. Fue reconocida en el festival Photographie de París; en el Julia Margaret Cameron Award de Reino Unido, en el Photofest Awards de México y en el International Photography Awards de Estados Unidos. Sus fotos se expusieron en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Círculo de Bellas Artes y en el festival internacional PhotoESPAÑA. Sus imágenes llegaron a La Habana, París, Moscú, Quebec y Montreal. Y publicó en The New York Times, Al Jazeera y The Guardian.
La historia de la tortura a las mujeres y de la esclavitud a las personas robadas de África no sólo muestra con claridad lo que fue, sino también lo que es: el poder de los hombres existe porque mataron a mujeres para que no les disputaran el poder; el poder de Europa existe porque vendieron a las personas de África para hacerse ricos y volverlas pobres; se llevaron el oro de América Latina y comerciaron con personas negras para desangrar la riqueza y perpetuar la miseria. Lo que podría haber sido deja de ser una hipótesis cuando las fotos rebelan el robo de piernas, de brazos, de úteros y de pechos sacados de raíz y vendidos como mercancía.
También se ve lo que hoy no podemos ver: Europa no hubiera sido tan rica, África no hubiera sido tan pobre y América no hubiera sido tan violentada. “La esclavitud ha sido silenciada en la historia española, en el relato de la historia española. Se ha ocultado, se ha silenciado”, denuncia Prat. Y destaca: “Es imprescindible conocer el pasado para poder entender las cosas que están pasando”. “España fue una potencia esclavista. La Corona tuvo el monopolio hasta que se liberalizó el tráfico de esclavos y todo el que quiso pudo traficar con personas. Y eso supuso el desarrollo de gran parte de nuestra economía. Es un pasado vergonzoso. El sistema capitalista puesto en el centro del cuerpo humano: la mano de obra esclava que enriqueció a todo un país”, relata.
La responsabilidad histórica implica una reparación presente. ¿Por qué se oculta el origen esclavista del desarrollo europeo?
Es una historia que se ha tratado de ocultar siempre. Las familias, los hombres de negocios que traficaron con personas y que utilizaron mano de obra esclava siempre trataron de ocultarlo. Cuando ellos volvían con sus fortunas a España y a todos los países de Europa, con ese dinero logrado con base en mano de obra esclava, generaban desarrollo económico, infraestructuras y filantropía. Sabían perfectamente lo que estaban haciendo. No era algo que hacía todo el mundo y había un movimiento importante de abolicionistas en contra de la esclavitud. Es muy doloroso que se sigan celebrando fiestas de “indianos” en los lugares de origen de estas personas que hicieron fortunas, en Cuba, gracias a la mano de obra esclava. Ellos volvían con mucho dinero a sus pueblos de origen y en muchos de esos pueblos siguen celebrando fiestas en las que todo el mundo se disfraza de época en homenaje a aquellos grandes hombres de negocios sin hacer ninguna mención a su pasado esclavista. No podemos seguir haciendo eso.
¿Cómo se ejecutaba la venta de esclavos en Cuba?
Se llamaba el “triángulo del tráfico trasatlántico” porque iban barcos cargados de mercancías venidas de Asia o de Oriente que partían de los puertos europeos a África, donde intercambiaban todas las mercancías por personas esclavizadas, y esas personas eran llevadas a las colonias –en el caso de España, a Cuba y a República Dominicana– y vendidas para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y los ingenios. Todas las fortunas que se hacían con base en la mano de obra esclava por el auge del mercado del azúcar en Europa, que era un negocio muy rentable, enriquecieron a estos que volvían a España con esas fortunas y las invertían en el desarrollo de infraestructura, de la banca, en el desarrollo urbanístico de las ciudades, en obras de arte o en filantropía.
¿La diferencia estructural entre América Latina, África y Europa está en quiénes fueron los esclavos y quiénes fueron los esclavistas, cuál fue la tierra saqueada y cuál la tierra de los saqueadores?
Claro. Antes de eso existía la esclavitud pero sólo había dos tipos: si perdías la guerra y si tenías deudas. Pero la esclavitud no tenía base en el color de piel. Eso comienza cuando los esclavos son todos arrancados de África, encadenados, trasladados en barcos, hacinados, rumbo a las colonias. Y decir “negro” equivalía a decir “esclavo”.
¿El racismo estructural que se ve hoy en España viene de la fortuna esclavista con la que se construyó su desarrollo?
Hay un paralelismo clarísimo entre el barco de esclavos de aquella época en la que se hacinaba a las personas en travesías que duraban tres meses con torturas, con castigos para mantenerlas dominadas y someterlas, con todo tipo de enfermedades. ¿Qué diferencia hay entre eso y lo que estamos haciendo ahora frente a las personas que llegan en barcos por la inmigración? Veo una similitud clarísima.
¿Cómo hiciste la investigación para poder lograr llevar a la fotografía este proceso?
Hay grupos de historiadores en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, en la Universidad de Cádiz y en la Universidad de Ghana. Hay documentos muy difíciles de acceder, sobre todo en España, porque seguimos tratando de ocultar. Pero hay trabajo intentando sacar a la luz todo esto. Yo he reproducido la ruta del viaje a Sierra Leona, a Liberia y a Ghana fotografiando los lugares donde los españoles se habían establecido. A partir de 1820, con la trata ya prohibida por Inglaterra, la monarquía española liberaliza el monopolio y los españoles se lanzan a traficar con esclavos y muchos de ellos se radican en una zona intrincada, entre Liberia y Sierra Leona, a la que llamaron Gallina, que les permitía, entre la maraña de ríos e islas, ocultar los barcos esclavos de la armada inglesa, que patrullaba porque el tráfico estaba prohibido. Por eso buscaron lugares de difícil acceso donde podían ocultar los barcos mientras los llenaban de esclavos rumbo a Cuba. Y en la llegada a Cuba dejaron de desembarcar en La Habana y comenzaron a hacerlo en la Ciénaga de Zapata o en lugares más recónditos y escondidos porque en esa época ya era ilegal.
¿Cómo te propusiste contar con imágenes el circuito de la esclavitud?
En Sierra Leona hay pocos vestigios del paso de los españoles porque llegaron relativamente tarde y lo que hicieron fue utilizar castillos de los portugueses, como los de Ghana, donde se almacenó a personas durante todos los siglos de la trata, desde el siglo XV hasta el XIX, bien entrado el XIX. No hay tantas estructuras españolas y las que establecieron fueron más bien temporales. Sabían que la trata no iba a durar mucho, ya estaba prohibida, y por eso no construyeron grandes estructuras. Pero sí he recorrido los lugares exactos donde ellos remontaban el río Moa, el río Shimla, el río Gallinas, para capturar a los esclavos. En Cuba, en cambio, quedan todos los vestigios y están las casas fundacionales de La Habana, de hombres de negocios, de grandes fortunas.
¿Qué delatan esas casas llamadas explícitamente “coloniales”?
Sabemos quiénes eran los dueños y de qué familias son; se conservan, en las partes altas de esos casi palacios, los barracones de los esclavos, que los construían con los techos muy bajos, cuando las casas eran bastante altas, para obligarlos a doblarse y humillarse. Sabemos de dónde venía el dinero que tenían esas familias. Hay documentos de que compraban y vendían esclavos. Hay contratos de compraventa. Se sabe de quiénes eran los ingenios, de quiénes eran las plantaciones, algunos de ellos claramente violentos con la mano de obra esclava, como Julián de Zulueta, que estaba a cargo del ingenio Álava y era vasco. Se sabe que ejercía muchísima violencia contra las personas que trabajaban en sus campos.
¿Cuál es tu foco?
Mi intención siempre ha sido poner el foco en el esclavista. He fotografiado las fiestas indianas en que todo el mundo se disfraza de los hombres y las mujeres de la época y se sigue homenajeando a los que tenían un pasado esclavista. En el ingenio que era propiedad de Julián de Zulueta se conserva en el campanario una argolla desde la que colgaban de un pie a los esclavos que trataban de escapar hasta que morían y obligaban al resto de los trabajadores a formarse cada mañana debajo del esclavo que tenían colgado muriéndose. Era una extrema violencia.
¿Cuál es la mirada sobre la abolición de la esclavitud?
La abolición se consiguió por las resistencias negras, las rebeliones, las peleas. Es muy interesante el papel de la mujer cimarrona. Si la historia de los esclavos se ha contado mal y desde un punto de vista terrible, el de las mujeres esclavas ya para qué.
Entre el saqueo y la esclavitud también estaba el arrebato de la cultura afro.
Lo primero que hacían era quitarles y prohibirles la cultura, la religión y los ritos, porque era una forma de desplazarlos de todo.
¿Cuáles eran las violencias contra las mujeres?
Las mujeres sufrían violencias muy duras desde el mismo momento en que las almacenaban hasta que salían los barcos rumbo a América con miles de esclavos y esclavas. En la parte baja de los castillos, en Ghana, estaban los almacenes y las zonas de castigo y encarcelamiento de las personas esclavizadas y en la parte de arriba, las dependencias de los administradores. Había trampillas que conectaban directamente los despachos de las dependencias del gobernador que controlaba la fortaleza con el barracón de las esclavas, donde él elegía las que quería para forzarlas sexualmente. Las mujeres sufrieron una triple violencia cuando eran capturadas, en el viaje y al llegar a Cuba.
La extrema derecha reivindica la conquista. ¿Cuál es tu posicionamiento para generar este trabajo fotográfico?
En España no podemos vivir de espaldas a nuestra propia historia, por dolorosa y vergonzante que sea. Tenemos que enfrentarla y ponerla encima de la mesa: esto es lo que somos, lo que fuimos; vamos a ver qué hacemos con esto. Hay que generar contranarrativas. Hay que disputar el relato histórico. Los nombres y los apellidos de quien compraba, quien vendía, quien tenía mano de obra esclava trabajando en sus campos constan en los documentos. Los fotógrafos vamos a otros lugares a intentar contar lo que no entendemos y dejamos por contar lo que sí podemos contar. Yo no fui esclavista, pero me siento parte de esta sociedad que viene de la herencia cultural del colonialismo.
Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y las experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina y el mundo. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de ¿El amor es o se hace? (2023), Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.