Ya no es novedad que el descenso de las tasas de fecundidad es una tendencia global, como han mostrado estudios, investigaciones, encuestas y censos de distintos países del mundo en los últimos años. Tampoco es nuevo que, cada vez que se habla de esos cambios demográficos, hay sectores que culpan a las mujeres –y al feminismo– de ser las culpables del fin del mundo por supuestamente rechazar la maternidad. Sin embargo, las respuestas no se reducen a si hay o no deseo de tener hijas e hijos: dejando de lado los obstáculos biológicos, muchas mujeres y hombres no pueden llevar adelante su deseo de ser madres y padres por motivos económicos y sociales.

Así lo revela el informe La verdadera crisis de fecundidad: alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios, difundido esta semana por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), que concluye que muchas personas no pueden formar las familias que quieren no por una cuestión de falta de deseo, sino por un conjunto de barreras que limitan las opciones. Entre los obstáculos identificados, aparecen las limitaciones financieras, la inseguridad laboral, el costo de la vivienda, motivos de salud, las inquietudes sobre el estado del mundo, y la falta de pareja o de la pareja adecuada.

El trabajo se basa en distintas investigaciones académicas y en los datos de una encuesta que realizaron Unfpa y la consultora YouGov en 14 países de distintos continentes. Los resultados reflejan que casi el 20% de las personas adultas en edad reproductiva cree que no podrá tener el número de hijas e hijos que quiere.

Más de la mitad de las personas encuestadas señalaron que las principales barreras para tener las hijas o hijos que desean son económicas: 39% alegó restricciones económicas, 21% desempleo o precariedad laboral, 19% limitaciones relacionadas con la vivienda (falta de espacio, precios elevados de compra o alquiler) y 12% opciones de cuidado de los hijos insuficientes o de poca calidad. En tanto, una de cada cinco (23%) mencionó como obstáculo el miedo a lo que pueda deparar el futuro por cuestiones asociadas al cambio climático, la degradación ambiental, las guerras y las pandemias.

Por otra parte, 14% de las personas encuestadas afirmó que no estar en pareja (o no tener una pareja adecuada) es el motivo por el que no tuvieron hijos o tuvieron menos de los deseados.

Las desigualdades de género constituyen otra categoría de obstáculos. Por ejemplo, 11% de quienes respondieron a la encuesta afirmó que el reparto desigual de las tareas domésticas y de cuidados dificulta su capacidad para pensar un proyecto de maternidad o paternidad. Este factor fue más mencionado por las mujeres (13%) que por los hombres (8%).

El informe de Unfpa también asegura que “la violencia de género, tanto dentro como fuera del hogar, condiciona considerablemente las decisiones de las mujeres en materia de fecundidad”. Esto es así “tanto si la ejerce una pareja íntima como un miembro de la familia o de la comunidad, un trabajador sanitario o el propio Estado”, porque en todos los casos –y particularmente si se trata de violencia reproductiva– “menoscaba la capacidad de las mujeres para decidir sobre su propia fecundidad”.

En esa línea, refiere a estudios que “indican que la violencia de pareja conlleva mayores tasas de embarazos no intencionales y un menor uso de anticonceptivos”. Además, las mujeres que sufren abusos, ya sean físicos, emocionales, sexuales o psicológicos, “tienen menos autonomía y libertad reproductiva”. Por ejemplo, “pueden sentirse presionadas para ajustarse a las preferencias de fecundidad de su pareja, ya sea tener más o menos hijos, por miedo a la violencia”. Es lo que se llama coerción reproductiva.

De hecho, la encuesta de Unfpa y YouGov arroja que una de cada cinco personas fue presionada para tener hijos cuando no quería. En paralelo, uno de cada tres adultos encuestados o sus parejas atravesaron un embarazo no intencional.

Uruguay no está entre los 14 países analizados –de hecho, de la región sólo fueron estudiados Brasil y México–. Sin embargo, el escenario en nuestro país no parece distar mucho del global. Como publicó la diaria a fines de enero, el último censo constató que la cantidad de mujeres que no tienen hijos creció en todos los tramos etarios y que, si bien el aumento es sostenido desde 1996, pegó un salto en 2023. En ese entonces, las especialistas consultadas por este medio coincidieron en que el fenómeno respondía a nuevas dinámicas sociales y de pareja, factores económicos, la dificultad para gestionar los cuidados y cuestiones de política pública, entre otras razones que van en consonancia con lo que ahora publica el Unfpa.

Teléfono para los estados

La agencia de Naciones Unidas advierte en el informe sobre respuestas “simplistas” o “coercitivas” que brindan los estados para abordar la disminución de las tasas de fecundidad, como “bonificaciones por nacimiento, retrocesos en los derechos sexuales y reproductivos, o campañas que incentivan a las parejas para que tengan más hijos e hijas”, y asegura que son políticas “en gran medida ineficaces” y que “pueden vulnerar los derechos humanos”.

En cambio, hace un llamado a los gobiernos a trabajar en cada una de las barreras. “Esto incluye invertir en vivienda asequible, trabajo decente, licencia parental para ambos progenitores y el abanico completo de servicios de salud reproductiva e información confiable”, en un marco donde “promover la igualdad de género es fundamental”.