“¿Es posta que está de moda coger sin forro? Pero qué les pasa, chicos”. Así de escueta era una publicación de X que, a principios de este año, se volvió viral y derivó en un debate en torno a la utilización de los métodos de protección de barrera, los únicos, por cierto, que protegen de las infecciones de transmisión sexual (ITS). La publicación tuvo decenas de respuestas y, en demasiados casos, los comentarios parecían confirmar e incluso reivindicar el no uso del preservativo como práctica frecuente.
La conversación siguió sobrevolando las redes sociales y cada tanto resurge, con expresiones de usuarias y usuarios que aluden a tener relaciones “a pelo”. La tendencia llegó incluso a la escena musical local a principios de junio, cuando el grupo de trap uruguayo Tussiwarriors estrenó una canción titulada, justamente, “A pelo”.
Lo cierto es que en un contexto en el que la sífilis está en aumento y el VIH en una “meseta”, lo que podría parecer un simple tuit viral o una canción pegadiza puede servir de pretexto para abrir la conversación sobre cuáles son las condiciones en las que la población –joven, pero no sólo– está ejerciendo la sexualidad en Uruguay. ¿Hay efectivamente un menor uso de los métodos de barrera? Si es así, ¿a qué podría atribuirse? ¿Contamos con datos al respecto? ¿Qué otros indicadores podrían darnos pistas?
Con estas interrogantes arriba de la mesa, y en el marco de la Semana de la Prevención de ITS, la diaria amplió la conversación con especialistas que trabajan estos temas desde ámbitos tan diversos como la salud, la educación sexual, la sociedad civil y el diseño de la política pública. Además de plantear algunas hipótesis, propusieron estrategias individuales, colectivas e institucionales que se pueden poner en práctica para concientizar sobre los riesgos de no ejercer el cuidado y el autocuidado durante las relaciones sexuales, pero no desde el pánico y la enfermedad, sino con una perspectiva de promoción en salud, derechos y placer.
Las evidencias “indirectas”
La infectóloga Susana Cabrera, actual responsable del Área Programática ITS-VIH/SIDA del Ministerio de Salud Pública (MSP), dijo a la diaria que está al tanto de que “viene circulando” en “algunas redes y aplicaciones de citas” la promoción del no uso de preservativo “como una forma de encuentro sexual incluso más atractiva o que capta más atención”, pero que en nuestro país no hay “encuestas recientes y representativas” que constaten que efectivamente haya un menor uso en la población. Pese a esto, afirmó que sí es posible “pensar que hay evidencias indirectas”, como, por ejemplo, que los casos de sífilis estén en aumento.
Las cifras más recientes de la cartera, difundidas en el boletín epidemiológico publicado esta semana, muestran que los casos de sífilis prácticamente se duplicaron en los últimos cuatro años: pasaron de 3.566 en 2020 a 7.035 en 2024. La misma tendencia refleja el número de casos de sífilis gestacional (los casos pasaron de 779 en 2020 a 1.082 en 2024) y congénita (crecieron de 310 a 433 en ese período).
Cabrera aseguró que actualmente “no hay resistencia bacteriana” al tratamiento de la sífilis y “no ha cambiado el modo de transmisión, que sigue siendo el sexual”, por lo que, “en este momento, no hay otra explicación” para el aumento de casos que el no uso del preservativo. “Si sabemos que la sífilis está aumentando, porque se puede observar en las tendencias epidemiológicas en Uruguay, en la región y en el mundo, de alguna manera también es una evidencia indirecta de que hay menos uso de métodos de barrera”, apuntó, a modo de hipótesis.
El otro indicador que tiene buena vigilancia epidemiológica en Uruguay es el de VIH. En este caso, los datos del último boletín del MSP muestran que entre 2020 y 2024 el promedio de nuevos diagnósticos se mantuvo más o menos estable. Es decir, no aumentaron, pero tampoco descendieron. Así, los nuevos casos de VIH fueron 842 en 2024, mientras que en los años anteriores se registraron 887 (2023), 904 (2022), 767 (2021) y 885 (2020).
Para Cabrera, una estrategia “exitosa” de “tener muchas personas diagnosticadas con VIH y en tratamiento” implicaría “que las infecciones bajaran, como pasa en algunos países”. Sin embargo, “eso no está pasando en Uruguay, donde está como frenado, aunque no se ha disparado”, evaluó. De todas formas, aclaró que “no podemos decir” que esta situación “refleja que se esté usando preservativo”, porque para prevenir la transmisión del VIH “hay más de una intervención”, a diferencia de la sífilis, cuyo preventivo es “básicamente la abstinencia o usar condón”. En VIH, el aumento de casos puede estar “frenado”, por ejemplo, porque “hay cada vez más personas que reciben tratamiento antirretroviral y, en esos casos, tienen la carga viral indetectable y no transmiten la infección”, explicó Cabrera.
La especialista también mencionó la incidencia de la profilaxis preexposición (PrEP), cuyo uso “no está todavía muy diseminado en Uruguay porque no está promovido”, pero “hay personas que la usan” como tratamiento preventivo frente a situaciones en las que pueden estar expuestas al VIH. La jerarca adelantó que la idea es “incorporar la PrEP como otra estrategia” durante esta administración.
Susana Cabrera.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Uso de preservativo: los (pocos) datos que tenemos
En Uruguay no hay encuestas recientes y sobre todo representativas de toda la población que indaguen en el uso del preservativo, pero contamos con datos que sirven de pistas. El estudio más reciente que investigó el tema es una encuesta dirigida a varones gays y hombres que tienen sexo con hombres de 15 a 49 años, residentes en Montevideo y el área metropolitana, realizada en 2019 por el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar), en conjunto con la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y ONUSIDA. Entre los resultados, la encuesta arrojó que existe “un porcentaje sostenido de varones, en torno al 30%, que, cualquiera sea su práctica afectiva y sexual, no usa el condón masculino como modalidad de barrera para la prevención de las ITS”.
Otros datos aporta la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud, de 2018, que arrojó que 15% de la población de 12 a 35 años no había utilizado un método anticonceptivo en su última relación sexual (17% de los varones y 13% de las mujeres). Por su parte, la Encuesta Nacional de Comportamientos Reproductivos, realizada en 2017 a población de entre 15 y 44 años, reveló que casi 15% no había usado ningún método de protección en los seis meses previos al sondeo (16,2% de varones, 13,2% de mujeres).
Hay que tener en cuenta que son encuestas previas a la pandemia, un evento que transformó la forma en la que nos vinculamos y que puede haber tenido impactos también en nuestras prácticas sexuales. “Así como ocupó el espacio comunicacional, ocupó también las subjetividades de las personas en las cuales parecía que para evitar el covid sólo había que ponerse la máscara y listo. Creo que eso contribuyó en cierta manera a la disminución de la percepción de riesgo de las ITS que son inherentes a las prácticas sexuales y afectivas”, reflexionó al respecto el sociólogo Juan José Meré, asesor en VIH del UNFPA y consultor de ONUSIDA en Uruguay, en diálogo con la diaria.
Juan José Meré (archivo).
Foto: Alessandro Maradei
Para el experto, las conversaciones que se dan en las redes sociales “son pistas e indicadores de que algo está pasando”. En este caso, “el no uso del condón [...] lo que nos tiene que llevar a pensar es en qué condiciones se está ejerciendo la sexualidad de los adolescentes y jóvenes”. A su entender, “las prácticas de tener relaciones sexuales sin un método de protección existían, existen y van a existir; la cuestión es cómo respondemos a este fenómeno como adultos referentes y como instituciones”.
No uso del preservativo: algunas hipótesis
Meré señaló que una menor percepción del riesgo también se puede atribuir a que hoy en día la mayoría de las ITS son tratables o curables. Incluso esto se aplica al VIH, cuyo diagnóstico ya no es una sentencia de muerte, como podía ser en los años 80 o 90, porque ahora existe la PrEP y porque “la terapia antirretroviral cambió el curso natural de la enfermedad”, señaló.
En el caso particular del VIH, Cabrera matizó que las personas que toman PrEP “no es que perciben que tienen menos riesgo; tienen menos riesgo de tener VIH”. Pero esto no quiere decir que no puedan adquirir otras ITS. “Obviamente que si te dejás de proteger pensando que no vas a adquirir VIH, lo cual en gran medida es cierto, no quiere decir que te proteja de la sífilis, de la gonorrea o de otras ITS. Entonces, hay un rol muy importante en cómo se comunica esto”, detalló la infectóloga.
Otra hipótesis puede estar relacionada con el mayor acceso a la pornografía. En Uruguay, 67,8% de adolescentes de 15 a 19 años vieron pornografía al menos una vez en su vida, según los datos de una encuesta realizada en 2021 en el marco del proyecto “Adolescentes y sexualidad. Mensajes y relacionamiento afectivo sexual en entornos digitales”, coordinado por la Dirección de Derechos Humanos de la Administración Nacional de Educación Pública y financiado por el programa de Grupos I+D y la Comisión Sectorial de Investigación Científica (Udelar), UNFPA y Unesco.
Ese mismo estudio reveló que 30,9% de los varones y 15,8% de las mujeres de esa edad miran pornografía al menos una vez por semana. A la vez, 42,4% de los varones consideró que la pornografía “es, en parte, replicable en la vida real” (frente a 26,4% de las mujeres) y 31,7% de ellos consideró que ese tipo de contenido “le ha aportado ideas positivas para sus vínculos sexuales” (frente a 12,6% de las chicas).
Con los ojos puestos en estos resultados, Meré consideró que “acá sí hay que preocuparse y ocuparse sobre qué respuestas tenemos las instituciones y los preocupados por la salud sexual y por un desarrollo integral, afectivo, social, empático, equitativo, y qué respuestas podemos dar”, en tanto la pornografía “trae lo opuesto a una sexualidad empática, respetuosa y equitativa”. “Trae el ejercicio de una sexualidad basada en el falo, en el deseo del varón, en una genitalidad exacerbada, en una práctica sexual donde no hay ningún cuidado y donde hay un regodeo en la eyaculación del varón”, apuntó.
En este escenario, aseguró que una “herramienta clave” para dar respuesta es la “extensión y profundización de la educación sexual a todos los niveles, que erotice, rutinice y naturalice el uso del condón, el cuidado y el mutuo cuidado”. “No importa el motivo de la práctica sexual, siempre que sea en el marco de prácticas consensuadas; el eslabón que nos tiene que unir es el eslabón ético del mutuo cuidado”, aseguró, y recordó que, en ese marco, ya sea para prevenir embarazos no deseados como para prevenir ITS, “solamente tenemos el método de barrera: el condón interno o el condón externo”.
Hizo además hincapié en que la respuesta del Estado tiene que ser “creativa” y darse no sólo en el “mundo físico”, sino también “en el mundo de las plataformas, de las redes sociales y de las aplicaciones”, espacios donde no sólo circula la pornografía, sino también “todo tipo de información y desinformación”. “La educación sexual tiene que tener en cuenta eso e incorporarlo como punto de partida del proceso educativo para tener niños, niñas y adolescentes más saludables, más empáticos y más equitativos”, sentenció.
Otra pata que hay que reforzar son las campañas nacionales de prevención de ITS y de salud sexual en general, sobre todo para algunas poblaciones concretas. En esta línea, Meré dijo que los varones adolescentes y jóvenes, particularmente, “son los grandes invisibilizados en las campañas de salud sexual, que no se dirigen claramente a ellos cuando sabemos que hay que transformar masculinidades tradicionales poco empáticas que piensan que son inmunes a todo riesgo”, especificó el asesor de UNFPA, quien recordó que “las relaciones desiguales de género están en el corazón de la sexualidad”.
En paralelo, abogó por “cambiar el chip o el paradigma desde donde promocionamos la salud sexual”. “No podemos llegar a adolescentes y niños con el miedo, con el terror, con la enfermedad; hay que llegar con el paradigma del placer, de cuidar el placer, de despojarse de que pueda haber una infección o un embarazo no planificado, para despejar, gozar y disfrutar del encuentro con el otro o con la otra. Y eso cuesta”, opinó.
Que se ponga de moda cuidarse
“Hay una frase que dice la sexóloga argentina Cecilia Ce, que te cuiden calienta, y yo estoy totalmente de acuerdo”, empieza la conversación con la diaria la educadora sexual Eleni Kolukizian. “Muchas veces se pide el no uso del preservativo como una prueba de amor, y para mí es todo lo contrario. Que alguien te diga ‘che, ¿tenés preservativo?, lo llevo yo’, etcétera, es una prueba de amor, entendiendo esto no en clave de amor romántico, sino en tanto te estás vinculando con una persona a la que le interesa cuidarte a vos y cuidarse ella misma”, profundiza la especialista y creadora de Empoderarsex, un espacio donde difunde contenido sobre sexualidad con perspectiva de género.
Coincide en que la clave es incorporar el uso del preservativo como una práctica erótica más y no como algo que “entorpece” el encuentro sexual. “Cuanto más podamos naturalizar que hay que usar preservativo siempre y conversarlo antes de llegar al momento de necesitarlo, uno ya lo pone como un paso a paso del encuentro que no va a cortar el momento”, explica la educadora, y apunta: “Lo que va a cortar el momento es si no lo tengo”.
A la hora de trazar hipótesis de esta supuesta caída en el uso de protección, habla de una “falta de educación sexual”. También percibe de manera “muy frecuente” una “necesidad de estar continuamente negociando la utilización del preservativo” y una “baja percepción del riesgo de la posibilidad de adquirir una ITS”.
Kolukizian reconoce que “es verdad que hoy en el mercado no están disponibles todos los métodos de barrera que quisiéramos” –como, por ejemplo, los campos de látex para utilizar durante el sexo oral–, pero dice que eso “no nos tiene que frenar en la percepción de riesgo y en poder tener un encuentro placentero, en cuanto es más placentero cuando sabemos que nos estamos cuidando y que no hay posibilidad de contraer una ITS”.
Esa negociación no tiene por qué convertirse en una discusión; por el contrario, puede ser una “oportunidad de aprendizaje”, dijo la educadora sexual. Por ejemplo, si el argumento de un hombre para no usar preservativo es que le impide la erección, puede ser un “llamado” a que practique cuando se masturbe, para así “entrenar al cerebro en que existe un preservativo puesto y que puedo tener una respuesta sexual con él”.
La especialista aclaró que “no se trata de condenar a nadie” –a no ser que, después de conversarlo, la persona siga empecinada en una actitud que ya se puede tornar en violencia sexual–, sino de “invitar a la conversación, a la reflexión, a buscar información con tu pareja sexual”.
Kolukizian señaló que es necesario que haya “más información accesible”, y aseguró que “falta aplicar formalmente la educación sexual integral y que en los centros educativos no sigamos replicando una educación sexual heteronormada, coitocentrista, desde el pánico y no enfocada en el disfrute y, con eso, en el cuidado y el consentimiento, que es la base de todos los vínculos”.
¿Cómo acceder a preservativos gratis?
En Uruguay es posible acceder a preservativos –externos e internos– de forma gratuita, según lo que dispone la Ley 18.426 de Salud Sexual y Reproductiva (2008), que establece la obligación del Estado de “garantizar el acceso universal a diversos métodos anticonceptivos seguros y confiables”. Para conseguirlos podés acercarte a los dispensadores colocados en los centros de salud públicos, pedirlos en farmacias dentro de establecimientos del MSP o a través de las cuponeras mensuales que se pueden retirar sin costo en prestadores públicos y a cambio de un ticket de medicamentos en los privados.