Dos años pasaron desde aquella tarde japonesa del 25 de setiembre, madrugada en Uruguay, en la que Los Teros vencieron a Fiyi en el Mundial. Fue una de las victorias más importantes del rugby uruguayo en su historia y dejó a los aficionados a este deporte con ganas de nuevos logros. A mitad del camino que conecta un Mundial con otro, cuando ya pasaron dos años, pero faltan dos más, la selección uruguaya de rugby masculino ya ha encontrado una nueva clasificación, la tercera consecutiva, a la Copa Mundial.
Uruguay estuvo en Inglaterra 2015, en Japón 2019 y estará en Francia 2023. Antes, en Gales 1999 y Australia 2003, otras generaciones del rugby uruguayo comenzaron a escribir las páginas de una historia que se sigue alimentando con el empuje de muchos clubes y jugadores cada vez mejor preparados, con empleo profesional en el rugby internacional, y también fogueado por el incipiente profesionalismo a nivel local, donde la selección ofrece contratos a sus principales figuras, así como por la participación de Peñarol Rugby en la Super Liga Americana.
En el nido
En la tarde del sábado en el estadio Charrúa Uruguay, dirigido por Esteban Meneses, tenía una misión difícil contra Estados Unidos, una selección fuerte que había ganado el duelo de ida por una diferencia de tres puntos y que, con ese margen a su favor, llegaba para disputar la vuelta en Montevideo. No bastaba con ganar por la mínima, había que hacerlo por más de tres puntos de diferencia.
El primer tiempo emparejó a los de este rinconcito de Sudamérica con los de todas las longitudes de Norteamérica. Rodrigo Silva fue el autor del único try con el que los locales consiguieron estar al frente en el marcador en la primera parte, y Federico Favaro anotó los penales que dejaron a los celestes 13-8 al entretiempo. Hasta entonces, la diferencia aportaba confianza, pero no tranquilidad. Una patada a los palos bastaba para que Estados Unidos se convirtiera en mundialista y mandara a Uruguay a jugar otra ronda por el último cupo, con Chile o Canadá, que también el sábado por la tarde definían su serie en Valparaíso.
Si el primer tiempo era parejo y podía dejar intranquila a más de un alma presente en el estadio Charrúa, el segundo fue todo lo contrario. Entonces sí Uruguay se impuso sobre el terreno de juego. Defensivamente implacable, no permitió puntos en los primeros 20 minutos. No hablamos ya de que Estados Unidos apoyara algún try: ni siquiera convirtió de a tres en ese lapso y con cada try que cosechaban, Los Teros volaban más alto. La confianza les hinchó el pecho y la desazón achicó a los visitantes, que se diluyeron a su mínima expresión sobre el sintético del Parque Rivera en esos minutos. Tuvieron reacción y desplegaron sus armas, pero apenas le valieron un try a las Águilas, que decoraron el 34-15 final.
Gastón Mieres, Facundo Gattas y Rodrigo Silva (por dos) fueron los autores de los tries uruguayos, a los que se agregaron 14 puntos gracias a las conversiones y los penales de Federico Favaro.
Los estadounidenses tendrán que definir con Chile, que venció a Canadá por ocho puntos en el global, el último cupo continental al Mundial. Lo harán en julio de 2022.
A Los Teros les espera el grupo A, ya sorteado, con Nueva Zelanda, Francia e Italia, además de un rival africano a definir. Nada menos que los All Blacks y la selección local en la fase de grupos.
Dos años por delante para prepararse. Uruguay es mundialista por quinta vez y la aspiración seguirá siendo competir contra selecciones más poderosas, con mayor estructura y con ligas profesionales. El trabajo, la planificación y la inversión económica, tanto de privados como de clubes y del Estado, siguen acercando a los nuestros a las condiciones del alto nivel, un mundo que deportivamente los uruguayos ya integran, pese a correr de atrás la carrera por los recursos.