Por primera vez en la historia del básquetbol uruguayo, una terna femenina arbitró un partido de varones. Fue el encuentro que Urunday Universitario le ganó 87-84 a Trouville y tuvo como juezas a Vivian García, Valentina Dorrego y Alejandra Godoy.
Valentina Dorrego proviene de una familia aficionada a la pelota naranja y se inició en el básquetbol como jugadora en Aguada, junto con su hermana, mientras que su hermano jugaba en Goes.
El camino
¿Cómo fue tu experiencia como jugadora?
El básquetbol femenino de aquel entonces era un desastre, ni siquiera pasaba por la federación y había cinco o seis equipos. Hacíamos cantina para comprarnos la indumentaria y para pagar a los jueces. Entrenábamos en el horario que quedaba la cancha libre, todo muy amateur. Siempre salía campeón el mismo, había cero apoyos. Me aburría. Ahora está mil veces mejor, porque creció muchísimo. En un momento me sacaron la titularidad y fue la razón que encontré para dejar de jugar.
¿Querías seguir vinculada a este deporte?
No se me había ocurrido en ese momento, pero Jorge, un amigo que ya era árbitro en ese entonces, cuando yo tenía 16 años, me incentivó a hacer el curso. Yo era medio pesada, muy protestona, y a él siempre le estaba preguntando cosas arbitrales, entonces, cuando vio que dejé de jugar me dijo que hiciera el curso. Ni siquiera sabía si me iba a copar. El día que arranqué en el arbitraje jamás me imaginé que iba a llegar a donde estoy hoy.
¿Había más mujeres haciendo el curso contigo?
La primera vez que lo hice fue en 2006 y también estaba Vivian García. Al final siguió sólo ella. Yo, por tener un carácter medio fuerte y ser muy confrontadora ‒a veces demasiado e innecesariamente, otras creo que son necesarias‒, tuve una diferencia con un profesor y me dejó afuera del curso.
¿Podés contarnos cuál fue esa diferencia?
Sobre una prueba escrita. Me parecía que estaba mal corregida, me sacaron y en 2007 no me lo quisieron dejar hacer [el curso]. Me pidieron que dejara pasar “un poco de agua bajo el puente”. Yo pensaba: ¿qué agua y qué puente? No hice nada más que decir “esto está mal corregido”. En 2008 fui a anotarme y tampoco me permitieron cursar, entonces presenté una carta al presidente de la federación y al presidente del Departamento Arbitral ‒que justo era Juan Chifflet, como ahora‒. Cualquier curso público que reprobás, lo podés dar de nuevo. Ahí me dejaron. Cuando fui a anotarme, un secretario del Departamento Arbitral, que se llama Epifanio Gómez, tenía guardada mi ficha en un cajón, y me dijo: “Yo sabía que ibas a volver”. Hice el curso en 2008 y empecé a arbitrar.
¿Cómo fue el camino hasta llegar a donde estás hoy?
Siempre quise superarme, pero no tenía objetivos, veía a los árbitros internacionales y para mí era algo lejano. No había mujeres internacionales, entonces hasta me creí y me convencí de que estaba en un ambiente de varones. Cuando Vivían pasó a ser jueza internacional, entendí que se podía. Ella es mi amiga, yo lloraba de emoción y sentía que estábamos cerca, que lo estábamos consiguiendo y que habíamos avanzado. Muchas veces fue duro y quise dejar, pero todo valió la pena.
¿Cuáles fueron los principales obstáculos?
El obstáculo más grande que tuve fue mi físico. Tengo tendencia a engordar, entonces vivo a dieta y entreno mucho más que lo que entrenan otros. Me pasó que un veedor en un informe sólo pusiera la palabra “gorda”. Cuando me llamaron y me lo mostraron me dolió muchísimo, fue un acto de discriminación, porque en una planilla en la que hay 30 o 40 ítems para evaluar, desde la puntualidad, la prolijidad, la toma de decisiones, la señalización, lo único que soy de todo eso no es gorda.
Yo llegué prolija a la cancha, mi uniforme estaba perfecto, fui puntual, tengo buena comunicación con los jugadores, mantuve el control del juego, porque era un partido en el que yo era la primera árbitro. La apreciación fue buena; también estaré con sobrepeso, pero era algo más.
¿Hicieron algo con ese veedor?
Avisé que si no hacían algo desde el Departamento Arbitral con este veedor lo iba a hacer yo desde otro lugar. A un hombre jamás le pusieron “gordo” en un informe. Por más que yo para afuera me mostraba muy fuerte, eso me hizo muy mal, y por momentos pensé en dejar. Tengo amigos árbitros, como Andrés Laulhe, que me apoyaron y me dijeron que no me podía dejar ganar, que le buscáramos la vuelta, que me hiciera fuerte en otras cosas y a su vez siguiera peleando por mejorar mi estado físico. A ese veedor lo sacaron, no sé si fue puntualmente por esto, si ya les servía sacarlo o lo hicieron sabiendo que yo no iba a dejar que eso quedara impune, pero desde ahí ninguna ha tenido que pasar por esa situación.
Por pasión
¿Cuál fue tu primer partido importante?
Fue un partido de U20 en la cancha de 25 de Agosto. Jugó 25 con Juventud de las Piedras. Debutábamos Sebastian Errico con el sub 18 y yo con el sub 20, nuestro padrino fue Julio Dutra. Para mí ese día era la final del mundo. Pensé que iba a empezar con U12, U13, U14, era a lo más alto que podíamos aspirar en los dos primeros años de árbitro, y me dieron U20 el primer día. Para mí era la final del mundo. Me acuerdo de mi primer partido de tercera, de Metro, de Liga, soy muy memoriosa con esas cosas, vivo mucho esos momentos.
¿Cuál es tu metodología de trabajo?
Cuando veo la designación que sale los jueves, miro qué equipos me toca arbitrar y trato de ver los partidos previos, o entro a la plataforma [de partidos grabados]. Recorro los planteles viendo quiénes juegan y hago un scouting con las características de los jugadores. Es como ir con un poquito de juego previo y que no me sorprenda nada de lo que pueden llegar a hacer. Eso no me asegura un excelente arbitraje, pero me da una herramienta más para estar prevenida para posibles jugadas.
¿Hoy en día qué es el básquetbol en tu vida?
Es mi pasión, realmente. El otro día estaba súper nerviosa. Mi novio es árbitro internacional y estaba en Nicaragua haciendo la Champions, y me decía: “¿Qué te pasa, tenés mariposas en la panza? Bueno, eso pasa cuando vas a hacer cosas importantes, y está bueno que te pase, porque si no, no te estaría generando nada”, y tiene razón, esto es lo que me mueve.
¿Qué lugar ocupa el arbitraje femenino en Uruguay?
Somos 10% del padrón. Ale fue la última en subir, esta es su segunda temporada. Hasta que yo no subí en 2017, era Vivian sola. Lo bueno es que estamos al nivel de muchos de los varones que están en muy buen nivel, entonces el lugar que tenemos lo mantenemos y defendemos muy bien.
¿Hay mujeres interesadas en ser árbitras de básquetbol?
Desparramadas en todas las categorías somos 11. Lo que no encuentro es la manera de captar más chiquilinas, no sé dónde están. En el último curso no había ninguna mujer. Yo siempre voy a alguna práctica a ver cuántas hay y ver las condiciones. En el anterior hubo dos y dejaron las dos, no es una profesión fácil, pero es muy linda.
Justicia femenina
¿Cómo recibieron la noticia de que arbitrarían juntas?
Llega un mensaje de Ale Godoy a un grupo de Whatsapp que tenemos desde 2017, que se llama Tripleta Femenina: “¿Vieron? terna femenina en la Liga”. Yo respondí “¿en qué liga?”, y ahí pensé “sólo podemos ser nosotras tres”. Nos dio una felicidad tremenda, no lo esperábamos. El año pasado en la LUB nos mandaron por primera vez a dos mujeres, Vivian y yo, con un árbitro, y eso ya fue una conmoción. Yo pensé que estábamos muy lejos de una terna femenina en la LUB.
¿Nunca se lo habían planteado?
No. En Metro, que es segunda, somos más. Está Aline García, eso te permite un poco más el juego de la designación. Ahí sí estábamos con la idea de terna femenina, pero en la Liga pensé que estábamos lejos.
¿Cómo vivieron el día?
Con todas las sensaciones. Mucho nerviosismo, el día anterior no me podía dormir, generó mucha repercusión. Estábamos agradecidas de que nos llamaran de todos lados, pero enloquecidas, entonces definimos apagar los celulares al encontrarnos, porque más allá de lo novedoso, era un partido de Liga y teníamos que concentrarnos en eso, meternos en el juego.
¿Y las repercusiones? se dice que fue un muy buen arbitraje.
Por suerte. Imaginate que terminaban a las piñas, reyerta, nunca más terna femenina y, hablando en serio, ¿cuántos partidos han terminado así, pero son ternas masculinas y no pasa nada? Si hubiese sucedido en nuestro partido iba a ser por la terna femenina, no iba a ser porque el juego llevó a eso. Por suerte salió bárbaro; con errores y aciertos, como tienen todos los partidos, porque somos personas y nos equivocamos, pero salió bien.
¿Sufrieron alguna agresión específicamente por su género durante el partido?
Lamentablemente, sí. No entiendo cómo los allegados a los clubes tienen ciertas actitudes siendo privilegiados de poder ir. No escapamos al machismo. Quizás lo hacían como chicanas a propósito, fue lamentable. Escuchamos algunos comentarios haciendo referencia al género en la actuación que estábamos teniendo.
Pensás que “esto va a estar bueno el día que deje de ser noticia”, ¿por qué?
Sí, lo habremos logrado el día en que esto no sea noticia. Mi padre todo el tiempo me dice que esto se tiene que volver normal. Es el feminista número uno, por todo lo que me ha visto, y yo le digo que lo entiendo y que tiene razón, pero que hoy esto nos sirve para que se haga visible lo lejos que estamos y la lucha constante por lograr nuestro lugar. Con esta terna femenina no conseguimos nada, la igualdad la vamos a tener el día que esto no genere nada, que se vean tres mujeres o tres hombres y sea lo mismo, que no haga ruido ni te manden felicitaciones.