La Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI) tiene como cometido “regular, capacitar y sensibilizar a todos los actores e instituciones del entorno, en pos de fomentar y promover un escenario propicio que favorezca la formación integral de cada niño, niña y adolescente de todo el territorio nacional”, según consigna su web.

Esta noble y necesaria misión se ve entorpecida en los hechos por varios factores, según explicó a Garra Ignacio Cáceres, sociólogo que dedicó su tesis de grado a estudiar El fútbol infantil como actividad sociocultural. El fútbol infantil “es un fenómeno poco homogéneo en sus prácticas y en su forma de vivirlo, sobre todo en el interior. Aunque tengan a ONFI como ente regulador, las ligas se manejan autónomamente: cada liga tiene muchos equipos que trabajan luego en distintas categorías. Cada club –y a veces cada categoría que lo integra– tiene su propio enfoque con diferencias abismales”, desarrolló.

Cáceres fundamentó que “el fútbol infantil es inabarcable porque se sostiene a base de trabajo voluntario de familiares y allegados a los clubes” y que “no hay un relevamiento riguroso de estos actores ni están propiamente registrados”.

Fútbol en pañales

Existen políticas públicas como el programa Gol al Futuro, de la Secretaría Nacional del Deporte (SND), que vela por la integridad sanitaria, deportiva y educativa del desarrollo de los niños que se desenvuelven deportivamente en equipos comprendidos dentro del alcance de la Asociación Uruguaya de Fútbol Infantil (AUFI) y ONFI.

Marco Quiñones es docente en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) y cumple el rol de referente educativo del departamento de Maldonado para Gol al Futuro, donde específicamente sigue a Atenas de San Carlos Sociedad Anónima Deportiva (SAD) y a Deportivo Maldonado SAD. Quiñones explicó que el pasaje del amateurismo al profesionalismo en las últimas décadas fue “tan rápido que el deporte se mercantilizó y se perdió mucho de lo formativo y lo lúdico-recreativo. Empezaron a aparecer ciertos agentes, los discursos de los derechos de esto y aquello, pero los derechos de los jugadores nunca se hicieron ni se hacen sentir”.

Las influencias y beneficios de uno de estos tantos agentes, los scouts, fueron desarrollados en la edición de Garra del 20 de mayo, pero un análisis completo de esta figura y otras que componen el fútbol no debe excluir los efectos en todas sus etapas.

Santiago Schirone, scout de la empresa de representaciones Global Business Group (GBG) dijo a Garra que institucionalmente tomaron la decisión de seguir categorías cada vez más chicas en baby fútbol “porque ya en las captaciones de los equipos –o la “escuelita”, limbo entre el baby fútbol y formativas– hay mucha competencia de agencias y representantes”.

Los mejores jugadores infantiles de los equipos que ellos siguen en el baby fútbol compiten para ingresar en las formativas y, aunque lo logren, “hasta que no cumplan 13 años no pueden ficharse”, contó. “Nosotros tenemos jugadores de ocho años, contactamos antes con los niños y los presentamos a los clubes. Es un beneficio para ambas partes”, resumió el scout de la empresa, y aclaró: “Al jugador que trabaja con nuestro asesoramiento, si no se siente cómodo en el equipo en que juega o no lo tratan bien, lo sacamos y le buscamos otro lugar”.

“Fuera de ONFI, los equipos que están inscriptos tienen categorías de niños de tres años, que no pueden reconocer porque están fuera del reglamento oficial, entonces aparecen como escuelitas”, alertó Líber Benítez, licenciado en Educación física, docente del ISEF y magíster en Derechos de Infancia y Políticas Públicas. Para el docente, el análisis necesario tiene que ir más allá de “una caza de brujas a quien capta”.

La base

“La captación es un mercado de pases que muchos desconocen y subestiman, pero ahí está el alma de los procesos: los chiquitos. Ya hay equipos entrenando chicos categoría 2013”, declaró Santiago Riani, scout devenido director deportivo de Racing SAD. También explicó que, por fuera de las competencias conocidas, “hay campeonatos privados donde las familias arman un equipo con el mejor de acá y el mejor de allá y van a verlos scouts y captadores de clubes y particulares”.

El desafío más grande de trabajar con niños es “jugársela, ver si el chico al que se apostó logra llegar, y después ver para qué llegó”. Según su experiencia, “muchos llegan a ser futbolistas pero no a ser el jugador que la rompe, entonces hay que trabajar para que continúen su educación, estarles arriba, porque la gran mayoría no va a tener la chance”, alertó Riani.

Y es claro que no van a llegar todos, puesto que, como Cáceres relevó en su trabajo de grado y concluyó, “28,42% de los niños y niñas uruguayas de entre 6 y 13 años practican fútbol infantil de manera organizada” en todo el país. Los clubes que los absorben en etapas posteriores no necesitan más que un ínfimo porcentaje de los más de 60.000 niños y niñas que forman parte del sistema año a año.

Santiago y Raúl Schirone.

Santiago y Raúl Schirone.

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“Mientras en un club de AUFI, por ejemplo, el captador vio 200 jugadores en la categoría 2009 en su captación y se quedó con los que necesitaba el club, nosotros tenemos que identificar a ese que va a valer diez palos. Verle las cualidades, características y proyección: si es rápido, potente, si tiene capacidades para mejorar, si va a ser grande o fuerte”, especificó Schirone, ya que en su caso debe de hilar aún más fino.

“La base, el gran secreto del sistema y de los resultados deportivos recientes, es el fútbol infantil. Si tuviéramos más escuelas de formación sería otra historia”, resumió Quiñones, y ejemplificó: “Tenemos los centros de desarrollo de fútbol juvenil U2030, que ofician de eso, para que no sean captados y se tengan que ir a la capital. Entrenan en un ambiente que es lo más parecido a un equipo profesional de élite. Evitan el desarraigo, se mantienen en su pueblo, con sus amigos, y además participan en procesos de selección uruguaya. Se obvia o posterga el proceso de captación que viene con una mochila incluida llena de expectativas por llegar [a ser profesional]”.

Niño hoy, dinero mañana

Por otro lado, en las reglamentaciones estatales también existen contradicciones, como que el sistema Comet, en el que se registran los fichajes, se utiliza por igual para los clubes de fútbol infantil y de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). El sistema es una suerte de trazabilidad del jugador para que los derechos de formación y solidaridad del futbolista sean cobrados por el club al que pertenecía en la etapa de formación si es vendido en un futuro. Este convenio AUF-ONFI es un detalle sencillo que hace que ONFI sea parte de la maquinaria de los derechos de formación. “Si el día de mañana venden un Cavani, le llega una suma en dólares al club de fútbol infantil que, si no existiera ese vínculo, no cobraría”, sostuvo Benítez.

En un curso que se imparte a los administrativos o delegados de los clubes desde ONFI en el que se presenta este sistema, se estipula que “un jugador que hoy no se ficha [en el sistema Comet] puede significar una pérdida de dinero mañana”. “Es un material publicado en el marco de la política pública encargada de la regulación del fútbol infantil como derecho de infancia”, reclamó Benítez y completó: “Si a eso le sumo reglamento FIFA, estructura FIFA, dinámicas de campeonatos y competencias federativas, decir que no hay profesionalización es no mirar la realidad. Está complicado seguir sosteniendo que prima una perspectiva de derechos en esto”.

En última instancia, para el magíster en Derechos de Infancia y Políticas Públicas, “la masividad del sueño del pibe, de llegar a ser profesional, es lo que sostiene el atractivo del deporte infantil actual, porque a los tres años ningún niño toma la decisión de jugar sin un adulto que lo lleve. La dinámica es adultocéntrica, con mucha presión, y no es estrictamente deportiva, ya que condiciona todos los aspectos de la persona”.

Presión y más presión

Schirone aseguró que dentro de su oficio tienen trato directo con las familias y que hacen todo para que el niño se sienta cómodo, porque “es delicado trabajar con niños”. Trabajar con jugadores menores de edad implica siempre el vínculo con sus mayores a cargo, complementó Nicolás Saúl, scout de Atenas de San Carlos SAD, ya que “el scout conoce el entorno, almuerza con la familia y va a la casa directamente. Lo más importante es escucharlos y acompañar. Nos toca identificar problemas y ofrecer soluciones, es un trabajo de largo aliento”.

El educador de Gol al Futuro alertó que ha notado que las familias no prestan atención a los estados de ánimo de sus hijos: “Los veo más frágiles y cambiantes. Hay que estar para ellos, es un trabajo de todos los días, ellos mismos vienen y buscan el espacio”, aseveró, y añadió: “He visto chicos jugando sin disfrutar por la presión que tienen arriba”, en un ambiente que calificó de “hostil, casi profesional, en el que estás en competencia constante contigo mismo”.

Cáceres identificó esto en las entrevistas a los referentes familiares que acompañaban a los niños a la cancha: “Me decían ‘yo lo traigo para que juegue, se divierta y socialice. Yo no soy de meterle presión para que gane’, y después el fin de semana le gritaban al juez, se prendían del alambrado, le comían la oreja al niño durante el partido o le daban indicaciones al técnico. No había mucha coherencia entre lo que predicaban y sus actitudes los fines de semana”.

Quiñones hizo hincapié en que la tarea de los educadores que trabajan en el deporte es “problematizar esto, investigar con apoyo en la universidad”, porque es la forma de “diagnosticar estas situaciones, mejorar el acompañamiento de los chiquilines y sus familias y pensar una regulación implementable”. Si se valoran las recompensas obtenidas hoy, no podemos descuidar los caminos de los niños que las conquistarán mañana.