Esta mañana, en Montevideo, un cantante de hip hop (o quizás era de free style, no lo tengo claro, bastante que sé que existen y son dos cosas distintas) se subió a un ómnibus del transporte metropolitano, pidió una palabra a los pasajeros, para componer su rima, y obtuvo una respuesta inesperada.

“Ácido ribonucleico, cagón”, le espetó Guándulo Esmiders desde el asiento cuádruple del fondo de la unidad. A partir de eso, la debacle. El acabose. La hecatombe. Una seguidilla de hechos bochornosos que se saldaron con 72 muertos y 380.414 heridos.

Cuesta poner en palabras lo que fue el caos que se vivió. Seguramente, se trate de un antes y un después en la historia de los artistas urbanos, en particular, y del Uruguay, en general, por qué no.