Ninguno de los dos le contó nunca a nadie lo que padecieron en la Escuela de Trasmisiones del Ejército. Cuando todo terminó, dieron vuelta la página y trataron de enterrarla para siempre. Pero la divulgación por parte del Ministerio de Defensa Nacional (MDN) de un archivo encontrado en el Grupo de Artillería 5 hizo que su historia emergiera luego de 45 años de silencio: dos aprendices de soldado adolescentes, de 18 y 16 años, fueron perseguidos y castigados bajo la acusación de profesar la religión de los Testigos de Jehová.

El documento desempolvado está fechado el 11 de noviembre de 1976 y señala: “Fueron detectados en la Escuela de Trasmisiones del Ejército dos elementos que pertenecen a la secta religiosa que se nombra ‘Testigos de Jehová’, por ser esta religión en sus exigencias absolutamente incompatible con la vida dentro del Ejército, estos dos elementos configuran una evidente fisura en la seguridad del Instituto y del Ejército mismo”.

El primero de los “dos elementos” es identificado a reglón siguiente como Rodney Vladimir Noble Varela, de 18 años. Se cuenta que “se vinculó con los Testigos de Jehová” poco antes de ingresar al Ejército. Que todo comenzó una vez que integrantes de ese grupo religioso tocaron timbre en su casa y se pusieron a charlar. Que concurrió luego unas “pocas veces” a un local de la religión ubicado en el excine Lutecia. Y se advierte que Rodney Noble es ciertamente peligroso.

“Este es un elemento evidentemente bien aconsejado y preparado como para proceder a la captación de otros elementos. De respuesta instantánea y de conversación fluida; estas características y un estudio bastante profundizado de la religión lo hacen óptimo para esa tarea”, sostiene el documento que firma el jefe del departamento II del Estado Mayor del Ejército, coronel Nelson B Viar.

Según el expediente ahora conocido, Noble habría introducido en “la secta” a otro cadete, de 17 años, René Bethencour. “Quien lo vinculó fue el aprendiz Rodney V Noble, a quien una vez encontró leyendo el libro Verdadera paz y seguridad ¿de qué fuente?, hecho en los Estados Unidos de América. Le preguntó qué era y así comenzaron a hablar de ello”.

El parte indica que Bethencour “manifiesta no haber estudiado a fondo la religión. Solamente tiene la versión del aprendiz Noble y recién había empezado a leer el libro. No obstante esto, es un elemento que ya fue captado, pues sus convicciones en cuanto al Ejército, Símbolos Nacionales y Gobierno están en duda y estima que si la religión se lo exige, los niega”.

Mejor olvidar

Los dos exaprendices se sorprendieron cuando se les preguntó por aquel episodio, ya que ambos lo consideraban olvidado por todos.

Rodney Noble, que hoy tiene 63 años y es jubilado, dijo a la diaria que ni él ni su compañero eran verdaderos testigos de Jehová. “Se hicieron una película bárbara, yo apenas tenía unos libros. No era testigo; para serlo tenés que bautizarte y yo nunca lo hice. Sólo tenía unos folletos y un libro que leíamos y comentábamos con René”.

Noble fue detenido y derivado a un calabozo donde permaneció encerrado durante un período que hoy prefiere no estimar. “Me tuvieron una cantidad de tiempo que ya no recuerdo, en condiciones de absoluto rigor. Mucho después, un compañero me contó que los reunieron a todos en la plaza de armas de la escuela y les hicieron una arenga contra nosotros, les dijeron que éramos enemigos de la patria. Me dieron de baja. A los cadetes y aprendices se les pagaba, pero me largaron sin pagarme nada”.

Noble había perdido a sus padres de muy niño, andaba solo en la vida y temía no poder conseguir otro trabajo. Cuando lo dejaron irse, el silencio fue su consigna.

El otro aprendiz también optó por callar. Hasta hoy lo prefiere y pidió que su testimonio se publicara con sus iniciales, a pesar de que en el documento hecho público se da su nombre completo.

RB había entrado a la Escuela de Trasmisiones del Ejército con el afán de ser telegrafista, embarcarse en un buque y así emigrar. Dice que no tenía 17 años, como dice el parte militar, sino 16.

Nada salió como había planeado: no fue telegrafista ni emigró. Tampoco fue nunca testigo de Jehová.

Recuerda que el problema comenzó una noche en que los hicieron salir a todos de sus cuartos a las 22.00 y formarse en la plaza de armas de la escuela. Era frecuente que los despertaran en la mitad de la noche, los hicieran cargar el fusil, formarse en la plaza de armas de la unidad y jurar la bandera. Aquella vez –según recuerda el entonces aprendiz– ya estaban durmiendo y la urgencia fue tal que debieron formar en ropa interior. Allí un superior lanzó una consigna, algo así como que dieran un paso al frente los que estuvieran dispuestos a defender a la patria. René, que sólo quería ser telegrafista y no militar, no entendió del todo. “Los que estuvieran de acuerdo tenían que dar un paso al frente. Yo me quedé quieto porque me pareció rara la consigna: si uno no hacía eso que decían, uno no valía nada. Se ve que mi actitud no le gustó al cabo que dirigía eso. Ahí mismo me pegaron con el fusil en la espalda, en el cuerpo y en los pies. Se desató un caos. Y de ahí me llevaron derecho al calabozo”.

Luego le encontraron los libros y folletos de los Testigos de Jehová.

“Estuve dos meses sin ver la luz”, relató a la diaria. “Fue bastante embromado. No tenía baño, tenía que orinar e ir de cuerpo en el mismo calabozo, ni un balde tenía. Tampoco me daban comida, a no ser por un guardia que me arrimaba un vaso de agua y alguna cosa. Nadie me preguntó ni me dijo nada. Me soltaron porque tenía un tío en el Ejército que intercedió por mí. Cuando salí había perdido la noción de cuánto tiempo había estado encerrado. Yo no era testigo de Jehová. Rodney estudiaba esos libros y era una forma de distraernos que habíamos encontrado, porque vivíamos encerrados en la escuela, los fines de semana siempre estábamos bajo arresto. Estuvimos estudiando esos libros, pero nada más, yo ni sabía exactamente de qué religión eran. Era sólo una cuestión de afinidad con Rodney”.

Cuando lo soltaron tras la gestión de su tío, sólo pensó en no aparecer por allí nunca más: “Era gente que estaba mal de la cabeza. ¡Yo era un botija de 16 años!”.

“Es algo nuevo”

Óscar Destouet, profesor de Historia e investigador en temas de historia reciente y derechos humanos, dijo que si bien la “inmensa mayoría” de los documentos divulgados por el MDN son copia de otros ya ubicados antes, los folios que dan cuenta de la persecución de los cadetes testigos de Jehová lo sorprendió. “Me asombró. En un concepto bien nazi, se los persigue por negar el uso de armas y otra autoridad que no sea Dios, además de cuestiones de salud”, declaró. “En Argentina hubo antecedentes de desapariciones por ser testigos de Jehová, pero acá es, para mí, algo nuevo”.

En Argentina, el dictador Jorge Rafael Videla prohibió a este grupo religioso mediante un decreto firmado el 31 de agosto de 1976, poco antes del episodio de los dos cadetes de la Escuela de Transmisiones del Ejército. En noviembre de ese año, el grupo denunció ante la Organización de Estados Americanos (OEA) que 21 de sus integrantes estaban presos de la dictadura argentina. Otro informe, remitido en 1977, da cuenta de que los detenidos por ser fieles de la religión ascendían a varios cientos.

En el archivo encontrado en el Grupo de Artillería 5 y divulgado por el MDN se incluyen otros dos documentos que aluden a la situación de los testigos de Jehová en el país vecino.

Uno de ellos reproduce explicaciones dadas por el grupo religioso en Argentina ante la acusación de no respetar las banderas patrias. En un remitido publicado en la prensa de ese país, el grupo admite que “no rendimos culto ni homenaje a los emblemas nacionales”, pero señala que eso no es una falta de respeto, sino sólo una convicción religiosa, ya que ven el acto de saludar una bandera como una práctica de “adoración”.

Otro documento, firmado por el general Estaban Cristi y enviado a varias unidades militares, da cuenta de que los Testigos de Jehová fueron prohibidos en Argentina “por sostener principios contrarios a la nacionalidad”.

Roberto Contreras, vocero de la organización religiosa en Uruguay, dijo que aquí no ocurrieron persecuciones de la gravedad de las conocidas del otro lado del Plata. Por el momento, sólo sabía que en alguna ocasión a los participantes de alguna reunión religiosa se los hizo ir a firmar a una comisaría, o que ante la presencia de “demasiada” gente alguna asamblea programada en el excine Lutecia, que quedaba en General Flores y Rivadavia, fue obligada a ser pospuesta para otro día.

Contreras no conocía el caso de la persecución a los dos aprendices de la Escuela de Trasmisiones del Ejército ni otro similar.

Existían otros documentos ya conocidos que mostraban que la dictadura tuvo la vista puesta en las actividades de este grupo religioso.

Un congreso de los Testigos de Jehová realizado el 14 de enero de 1977 en el Palacio Peñarol fue espiado por personal de Inteligencia. El informe citado en el libro Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985), tomo II, de Universidad de la República Oriental del Uruguay y la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC), da cuenta de que los espías resaltaron que concurrieron 4.000 personas, no se irradió el himno nacional y tampoco estaba el pabellón patrio.

En el mismo libro se cita una circular de 1978 del Departamento II del Estado Mayor del Ejército donde se establece una norma sobre cómo tratar a los miembros de la fuerza que son testigos de Jehová.

El 3 de noviembre 1979 una bomba explotó en un templo de esta religión, provocando daños materiales.

Contreras, el vocero del grupo, dijo que hoy hay 12.000 testigos de Jehová en Uruguay y que los miembros de la religión rehúyen los asuntos políticos y reniegan del uso de las armas: “No vas a encontrar a un testigo de Jehová en ningún ejército del mundo”.

En su página web oficial en Uruguay, los testigos de Jehová se definen como practicantes del “cristianismo que Jesús enseñó y que los apóstoles siguieron”: “Adoramos al único Dios verdadero, el Altísimo y Creador de todas las cosas. Su nombre es Jehová, Él es el Dios de Abraham, Moisés y Jesús”.

“Aunque aceptamos todo lo que dice la Biblia –agregan–, no somos fundamentalistas. Es evidente que algunos relatos bíblicos están escritos en lenguaje figurado o simbólico y, por lo tanto, no pueden interpretarse de manera literal”.

Respecto de Jesús, dicen seguir “las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo, y le damos honra porque es nuestro Salvador y el Hijo de Dios”. Pero aclaran que “la Biblia no enseña que Jesús sea el Dios todopoderoso ni apoya la doctrina de la Trinidad”.

No creen en el infierno, sostienen que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, que la única razón válida para divorciarse es la infidelidad sexual, no adoran la cruz ni ninguna otra imagen, no aceptan transfusiones de sangre, no participan en guerras, se mantienen “totalmente neutrales en cuestiones políticas” y declaran no tener “ninguna relación con otras religiones”.

“Muchos hermanos aguantaron burlas y maltrato en sus empleos”

De acuerdo con una historia de los Testigos de Jehová en Uruguay publicada por el propio grupo en su anuario 1999, sus fieles fueron objeto de hostigamiento y burlas durante la dictadura.

“El nuevo gobierno militar desconfiaba mucho de todos los movimientos religiosos, incluidos los testigos de Jehová”, dice la publicación. “A raíz de ello, se detuvo a muchos hermanos por todo el país mientras participaban en el ministerio de casa en casa. No obstante, en la mayoría de los casos se les liberaba inmediatamente cuando enseñaban las publicaciones bíblicas y explicaban la naturaleza de su obra. Tras esa avalancha inicial de detenciones, los hermanos juzgaron prudente ir en grupos más pequeños para pasar más inadvertidos”.

En el anuario se relata que, dado que en Argentina se había prohibido el culto, muchas ceremonias religiosas se celebraron en Uruguay con la presencia de cientos de fieles argentinos.

“Una asamblea inolvidable tuvo lugar en el Palacio Peñarol del 13 al 16 de enero de 1977. La concurrencia estaba compuesta de unos siete mil hermanos uruguayos y argentinos. Al final de la asamblea, todo el auditorio cantó alabanzas a Jehová (…) El 13 de enero de 1977, mientras se celebraba esa gran asamblea en el Palacio Peñarol, un famoso periódico favorable a la Iglesia Católica publicó un artículo en primera plana bajo el titular: ‘Testigos de Jehová: se Analizaría su Autorización’. El artículo denunciaba la posición de los Testigos con relación a los símbolos patrios. Destacaba que el gobierno de la Argentina había proscrito nuestra obra y que lo mismo podía ocurrir en Uruguay. Poco después de la publicación del artículo, el gobierno dejó de conceder permisos para celebrar las asambleas”.

En el anuario también se da cuenta de los padecimientos de los integrantes del grupo en 1975, cuando se la dictadura celebró el “Año de la Orientalidad”.

“El gobierno militar había lanzado una campaña concebida para fomentar el patriotismo y el nacionalismo. Esta euforia nacionalista causó dificultades a muchos hermanos que procuraban mantener neutralidad cristiana. (…) A varios Testigos jóvenes se les expulsó de la escuela porque su conciencia les impedía venerar los símbolos patrios. Muchos hermanos aguantaron burlas y maltrato en sus empleos. Algunos hasta perdieron el trabajo por mantenerse neutrales”.

“A veces, la policía allanaba los Salones del Reino en mitad de una reunión y detenía a todos los presentes. Entonces, se interrogaba a todos los hermanos y hermanas, lo cual resultó ser una magnífica oportunidad para que dieran testimonio a muchos agentes de policía. Después de interrogarlos a todos, un proceso que solía tomar varias horas, los dejaban en libertad”.

Pese a todo, la publicación dice que el grupo tuvo una actividad religiosa ininterrumpida durante los 12 años de dictadura e incluso multiplicó el número de fieles.