La carrera delictiva de Stefanía Quirque comenzó en 2008 con un triple intento de homicidio y sicariato. Tenía 26 años y estaba en pareja con Martín Somoza, un arquitecto de 35 años que estaba casado con otra mujer y tenía una hija de un año y medio. Quirque y Somoza resolvieron matar a la mujer, fallaron en tres intentos y terminaron presos. Una vez en la cárcel, Quirque conoció a un líder narco y comenzó a traficar estupefacientes.

La historia de Quirque es una de las seis que relata el libro Historias de sicarios en Uruguay, de Gustavo Leal, exdirector de Convivencia y Seguridad Ciudadana de Ministerio del Interior.

Quirque pasó por varias cárceles. La mujer comenzó su privación de libertad en abril de 2008 en la excárcel de Cabildo y luego fue trasladada a la Unidad 13 Las Rosas, en Maldonado. En esa cárcel inició una relación con Sergio Omar Suárez, uno de los líderes narcos de San Carlos de la época. Al tiempo, Quirque fue trasladada de nuevo a Montevideo: esta vez a la Unidad 5 Femenino.

En setiembre de 2011 se fugó de la cárcel: salió caminando por la puerta un día de visita. Fue recapturada en junio de 2012 en Las Toscas, Canelones, donde convivía con Suárez. Tenía documentos falsos con los que logró viajar más de una vez a España y Brasil.

Volvió a la cárcel para terminar de cumplir la condena por los intentos de homicidio y se sumó a su pena el delito de falsificación de pasaporte y de otra documentación, en reiteración real. Cumplió su condena y salió en libertad.

Quirque pasó años vinculada al narcotráfico. Continuó su vínculo con Suárez y sus actividades delictivas, con una fuerte conexión con el ingreso de drogas desde Brasil; de hecho, ambos fueron detenidos en 2017 en ese país. Mientras esperaba el juicio, logró volver a Uruguay, pero su nombre quedó con una alerta roja de Interpol.

Finalmente fue capturada el 6 de agosto de este año en Piriápolis, en Maldonado, donde vivía; mientras esperaba la extradición a Brasil, se le impuso prisión domiciliaria en su casa en el balneario desde donde se fugó nuevamente. Desde el Ministerio del Interior destacaron que la Policía cumplió con su tarea, que era pasar por el domicilio en la mañana y en la tarde para confirmar que estuviera en el lugar, tal como dispuso la medida judicial.

Al respecto, el ministro del Interior, Luis Alberto Heber, dijo en rueda de prensa este miércoles: “Hay un escape de una persona que tenía prisión administrativa. No había necesidad de custodia, según el juez, sino simplemente una ronda de control de la Policía en distintos horarios. Fue justamente la Policía quien informó que no estaba en el hogar donde tenía que estar”.

Heber dijo que a las 11.00 de este miércoles dio la orden de captura, así que Quirque está oficialmente requerida. Según explicó el ministro, se realiza “la investigación para, ahora sí, encargarnos nosotros de una persona que a nuestro juicio debería haber tenido una medida cautelar más importante que la que se le puso”. Consultado acerca de la necesidad de haber impuesto otro tipo de medida, respondió: “Nosotros no cuestionamos las decisiones del Poder Judicial. Las aceptamos, coincidamos o no con ellas”.

Otras personas que estuvieron en Uruguay en régimen de prisión administrativa fueron Rocco Morabito, líder de la mafia calabresa, y Gerardo González Valencia, líder del cártel mexicano Los Cuinis.

Heber también fue consultado acerca del rol y la necesidad de fortalecer los controles de la Oficina de Supervisión de Libertad Asistida (OSLA) que depende del Ministerio del Interior. A esto respondió: “Sería ideal. Tenemos muy pocos funcionarios para cubrir las medidas no privativas. Tenemos escaso personal de Policía en la calle y escaso personal en el INR [Instituto Nacional de Rehabilitación]”.

Según el ministro del Interior, hay una alta tasa de certificación médica que genera esta situación: “Tenemos mucha gente que se está certificando de forma médica y está recargando a la Policía. Es una calesita, entra por una enfermedad y después pasa a otra y lo cierto es que no trabajan y sobrecargan a otros policías”. “Pretendemos darle solución en estos meses”, concluyó Heber.

Los tres intentos de homicidio

El 12 de febrero de 2008, Quirque y Somoza intentaron matar a la esposa de este en su apartamento de Pocitos, y para eso contrataron a un sicario que le disparó dos veces con un arma de fuego provocándole una herida de bala en el abdomen y otra en la mano. La mujer forcejeó con el hombre que la atacó y logró pedir auxilio. Fue derivada en grave estado al CTI del Hospital Británico, donde fue intervenida quirúrgicamente para quitarle la bala que había quedado alojada en el abdomen. Mientras ocurría el ataque, Somoza estaba estacionado en la puerta del apartamento.

El 27 de febrero, a casi dos semanas de la internación de la víctima, Quirque ingresó de madrugada al centro de salud disfrazada de enfermera y con una peluca. Su intención era matarla con una inyección, pero la mujer se despertó cuando sintió el pinchazo. Inicialmente creyeron que estaba alucinando a raíz de la medicación, pero luego se confirmó que efectivamente había ingresado una mujer a la habitación. Mientras ocurría el ataque, Somoza fingía dormir en la sala de acompañantes.

Una vez dada de alta, la mujer resolvió no volver al apartamento en el que la habían atacado y separarse de Somoza, a quien le restringieron las visitas a la hija que tenían en común y se le bloquearon las cuentas bancarias y las tarjetas de crédito.

El 13 de abril, el dúo Quirque-Somoza volvió a atacar a la víctima. Contrataron al mismo sicario que intentó matarla en el primer ataque para que le volviera a disparar frente a la casa de la hermana de la mujer, en la zona de Parque Batlle. El sicario sumó a dos personas para que lo ayudaran y Quirque fue con ellos.

La mujer llegó en su vehículo, junto a su tío y la hija que tiene en común con Somoza. Cuando el auto estaba estacionando, los atacantes iniciaron una balacera. En el ataque sólo fue herido el tío de la mujer, que intentó proteger a la niña, de un año y medio, y se recuperó tiempo después. En el tercer ataque Somoza se mantuvo lejos, viendo un partido de fútbol en un estadio alejado de la zona.

Quirque y Somoza fueron condenados como coautores de homicidio especialmente agravado por la premeditación y en grado de tentativa muy especialmente agravado por precio, es decir, por contratar a un sicario para hacerlo. El sicario y sus ayudantes también fueron condenados. A Somoza le dieron diez años de prisión. Al sicario contratado, casi dos años más.