“No se aceptará ningún suicidio más por injustos procesamientos. Por cada suicidio, de ahora en más mataremos a tres elegidos azarosamente”, decía la carta firmada por un tal Comando Barneix y enviada a principios de 2017 a personas vinculadas al sistema de justicia y la defensa de los derechos humanos. Entre ellas estaba la investigadora italiana Francesca Lessa, profesora de Estudios Latinoamericanos y Desarrollo de la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y académica referente en el estudio de los derechos humanos en América Latina. Sobre la reciente publicación en español de su libro Los juicios del Cóndor: La coordinación represiva y los crímenes de lesa humanidad en América del Sur, una reconstrucción histórica detallada y exhaustiva de ese plan represivo intergubernamental de persecución política en los años 70 y 80, Lessa habló con la diaria desde Oxford, donde reside hace más de diez años.

¿Cómo fue el proceso de esta investigación en la que analizaste miles de documentos e hiciste cientos de entrevistas?

Cuando empecé, el proyecto era mucho más acotado. Una amiga uruguaya, sobreviviente del centro clandestino de detención y tortura Automotores Orletti, en Argentina, me contó a fines de 2012 que iba a empezar un juicio el año siguiente en Buenos Aires y que por primera vez iba a incluir al Plan Cóndor en sí. Antes, en los otros juicios en Uruguay, en Argentina y en Chile se iba a un grupo específico de víctimas, pero este juicio iba a mirar el Plan Cóndor como tal y utilizando casos emblemáticos de todas las nacionalidades. Empecé con la idea de monitorear ese juicio. Los juicios en Argentina son orales y públicos, por lo que me ‘mudé’ a Buenos Aires para seguir las audiencias y eso fue lo que hice durante un año y medio. Después me di cuenta de que para poder contar la historia de los juicios tenía que entender cómo se habían cometido los crímenes por los cuales se estaba buscando justicia. Entonces estuve complementando el estudio de los juicios con el análisis de documentos, entrevistas con sobrevivientes, historiadores, archivólogos, para conocer cómo había funcionado esta coordinación represiva en la práctica, y estando en Buenos Aires, también estaba aconteciendo el juicio en Roma, así que después de que terminó el juicio en Argentina, empecé a dedicarle más tiempo al juicio en Italia y pude seguir la parte de la apelación.

Algo que quedó bastante claro en ambos juicios, pero en particular en el de Roma, es que si bien la fecha fundacional del Plan Cóndor es a fines de noviembre de 1975, en la práctica ya hacía muchos años que existían prácticas de intercambio de información, de monitoreo de personas, de secuestros, interrogatorios, asesinatos, había todo un historial y un aprendizaje desde fines de los años 60.

En el libro contás que el Plan Cóndor tuvo cinco etapas.

Sí, la primera empieza en agosto de 1969 y va hasta comienzos de 1973. Son los primeros esfuerzos de monitoreo, y hay un rol de liderazgo de Brasil, porque en ese momento Brasil estaba reprimiendo muy duramente, pero también estaban muy molestos con los exiliados, sobre todo los que vivían en Uruguay. Esos primeros casos de coordinación represiva son en contra de ciudadanos brasileños que vivían en Uruguay, son llevados presos, interrogados y varios de ellos llevados de regreso a Brasil. Hay otros casos, siempre contra brasileños, en Argentina, y en esa primera etapa el punto de inflexión es el golpe de Estado de [Augusto] Pinochet en Chile, en 1973, ya que el primer decreto de la Junta Militar es un ultimátum para que los extranjeros se reportasen a la policía y a los cuarteles para decir lo que estaban haciendo en el país. Y hay muchos exiliados que son detenidos en campos de detención, especialmente en el Estadio Nacional, donde había una sección específica de extranjeros y operaban agentes de la policía y militares de Argentina, Brasil y Uruguay, interrogando a sus ciudadanos.

Estas prácticas empiezan a ser más frecuentes, y de ahí se pasa a la segunda etapa, a comienzos de 1974 y hasta 1975, que es una coordinación entre las policías. Eran los policías los que tenían toda la información, y a comienzos de 1974 hay una reunión en Buenos Aires, organizada por la Policía Federal, a la que invitan a los jefes de las policías de los países cercanos. Participan Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile y los argentinos los invitan porque básicamente todos los exiliados que se habían movido de Brasil, de Uruguay y de Chile fueron a Argentina, porque ya no quedaba ningún lugar [sin dictadura], a menos que pudieran viajar a Europa o Venezuela. La policía argentina estaba preocupada por esos miles y miles de exiliados que estaban en el país. En esa reunión la delegación chilena propone crear un sistema inspirado en Interpol para controlar a los refugiados y exiliados y ahí se ve cómo la coordinación, que había sido muy ad hoc y bastante simple, empieza a tomar una forma más organizada, se empieza a crear un canal de comunicación entre las policías, se instalan agentes en Buenos Aires dedicados a monitorear a los exiliados –el comisario uruguayo Hugo Campos Hermida, por ejemplo–.

La tercera etapa arranca en el año 1975, cuando se da otro cambio: empiezan a sumarse los agentes de inteligencia militar a la policía y los operativos se vuelven cada vez más multilaterales. Luego del operativo contra Jorge Fuentes Alarcón (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, de Chile) y Amílcar Santucho (Partido Revolucionario de los Trabajadores, de Argentina), integrantes de la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), que son detenidos en Paraguay, hay interrogatorios y hay preguntas enviadas desde Chile, Argentina y Uruguay. En ese contexto la coordinación empieza a ser con más actores y de naturaleza multinacional. En ese momento, los chilenos, que ya habían propuesto el sistema anterior en Buenos Aires, se dan cuenta de que necesitan expandir esta coordinación y tener una estructura mucho más formal. Se encontró, en el Archivo del Terror en Paraguay, la invitación que envió Manuel Contreras, a cargo de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) de Chile, a todos los países y en la que dice que los acuerdos de ‘caballeros’ y esa forma más improvisada y bilateral de intercambio ya no servía para hacer frente a las amenazas de la subversión y de los exiliados. Contreras invitó a los delegados de inteligencia militar a armar juntos este nuevo sistema que sería una versión mejorada de lo que había tenido lugar hasta ese momento.

La etapa más dura

Ahí empieza la cuarta etapa del Plan Cóndor.

Sí, los militares utilizaban en los documentos y en las reuniones el nombre de Sistema Cóndor, porque armaron un sistema de coordinación y de seguridad que tuvo diferentes elementos: una base de datos en Santiago de Chile, donde centralizaban toda la inteligencia, la información sobre los militantes y grupos a perseguir; el sistema Condortel, de información secreta y encriptada; la oficina Condoreje, que era la base operativa en Buenos Aires, donde había siempre fijos agentes uruguayos y chilenos –los bolivianos y paraguayos viajaban cada tanto–; y finalmente lo que se conoció con la desclasificación de documentos de Estados Unidos en 2019, la unidad Teseo, la parte más secreta del Cóndor, un acuerdo separado para hacer equipos de asesinato en Europa. En esos equipos participaron sólo agentes argentinos, chilenos y uruguayos, los otros países no quisieron. En esta etapa hay una estructura mucho más compleja de intercambio de información, de operaciones conjuntas para la persecución de los exiliados.

Esta cuarta etapa es la más “exitosa” desde el punto de vista de la persecución: en esos tres años se perpetró 60% de las víctimas y casi 30% de todas se concentró entre marzo y diciembre de 1976. Son los meses más letales. Fueron tan “exitosos” con esa persecución dentro de cada país que las dictaduras sintieron que las amenazas de la subversión y los exiliados en 1978 ya no era tan relevantes. Pero, por otro lado, el eje Argentina-Chile se rompe por la casi guerra por el canal Beagle (canal fronterizo entre ambos países en el archipiélago de Tierra del Fuego). Esto impacta en el Sistema Cóndor, que termina básicamente en la última etapa, entre 1979 y 1981, con una coordinación más parecida a como comenzó, con operativos bilaterales entre países, muy puntuales y muy específicos para grupos de víctimas de interés en ese momento. Básicamente fue contra militantes de Montoneros (organización guerrillera argentina), que participaron en la operación Contraofensiva y estaban regresando al país.

Foto del artículo 'Minuciosa investigación sobre la coordinación represiva trasnacional y los buscadores de justicia'

En el libro relatás un episodio del accionar de esa etapa en Uruguay y del que se sabe poco, el secuestro de 12 montoneros y cinco niños en Montevideo y la detención de Óscar de Gregorio, que se lo disputaron entre las distintas fuerzas militares. En Uruguay no se sabe mucho del accionar del Plan Cóndor en el país, se sabe más de lo que les pasó a uruguayos en Argentina.

Uruguay y varios gobiernos han sido muy exitosos en echarle la culpa a Argentina del Plan Cóndor. Es cierto que la mayoría de los casos acontecieron en Argentina, pero el segundo país por cantidad de casos es Uruguay (67,8% en Argentina, 17% en Uruguay, 11,8% en Chile, 1,7% en otros países, 1,6% en las fronteras)[*]. Hay casos muy interesantes. El caso De Gregorio es súper emblemático por las diferentes tensiones que hubo entre las fuerzas armadas de los dos países, y en particular entre la marina y el ejército de Argentina, porque estaban en una competencia de poder entre ellos y por eso se peleaban sobre quién iba a recibir a De Gregorio y terminaron haciendo un acuerdo. Primero lo mandaron a la Esma [Escuela de Mecánica de la Armada], después lo mandaron a Campo de Mayo (con el ejército) y de ahí lo devolvieron a la Esma. Y hubo operativos casi simultáneos, porque más o menos al mismo tiempo que es detenido De Gregorio, en Colonia, se desata una persecución contra los integrantes de los GAU [Grupos de Acción Unificadora] en Montevideo y los otros montoneros que estaban viviendo en la capital de Uruguay, entre los que estaba el pianista Miguel Ángel Estrella. Poco después de eso se da toda la operación contra los GAU en Argentina, y luego siguieron con varios montoneros más en Uruguay, porque habían hecho base operativa para intentar sabotear el Mundial de Fútbol de 1978, que era en Argentina.

Empezás el libro con el secuestro de los niños Anatole y Victoria Julien. ¿Es un símbolo ese caso?

Sí, por diferentes razones, por la extensión geográfica del Plan Cóndor y por lo que ese sistema de coordinación permitió hacer. Fue un operativo en Buenos Aires con agentes de diferentes países, el secuestro de los niños que son llevados a Orletti, luego a una segunda cárcel secreta en Montevideo, donde son cuidados por María Claudia García de Gelman, que también había sido traída desde Orletti, y después un segundo traslado al otro lado de la cordillera, a Chile, donde son abandonados, y dentro de todo tuvieron suerte de que los adoptara una familia que no estaba vinculada a la dictadura. Es un caso que ilustra claramente el objetivo del Cóndor de suspender las fronteras y de que se pudieran trasladar personas, tanto agentes, que iban a hacer los operativos, como los exiliados, secuestrados y traídos de vuelta a sus países.

¿Hubo una coordinación también en cuanto al destino final de las víctimas?

Hubo diferentes dinámicas en diferentes momentos. Antes del golpe de Estado en Argentina había más chance de que los exiliados sobrevivieran. Después del golpe muchos de ellos terminan siendo desaparecidos porque ese era el modus operandi de la dictadura argentina. No está claro, porque por el pacto de silencio no hay información. Está el caso del primer vuelo, las 24 personas que fueron traídas de Argentina a Uruguay; supuestamente las iban a matar y no las mataron. Después los argentinos no querían que fueran más víctimas a Uruguay porque no confiaban en los uruguayos. La cooperación no era siempre amigable. No hay una respuesta fácil porque hubo patrones diferentes, pero sin duda después de 1976 hay un número mayor de desapariciones.

Se quiere imponer un relato de que esta coordinación fue porque había una guerra entre dos bandos y uno de ellos eran los grupos armados, las guerrillas.

En la investigación armé una base de datos con 805 víctimas del Cóndor y algo que queda clarísimo es que la mayoría de las víctimas eran militantes políticos y sociales (39,8%) y el segundo grupo son guerrilleros (36,1% [*]). Los militares decían que tuvieron que coordinarse para enfrentar la coordinación entre las guerrillas, la JCR, pero los militantes de esa JCR son solamente 14% de las víctimas, o sea, muchísimos menos de lo que se utilizó en esa narrativa para justificar. Para los militares era mucho más peligroso alguien como Zelmar Michelini, que fue a Roma a denunciar lo que estaba pasando, o Orlando Letelier (ministro del gobierno de Salvador Allende en Chile, asesinado en Washington en 1976), o los militantes de los GAU o del PVP [Partido por la Victoria del Pueblo], que fueron sumamente perseguidos, que los militantes de la JCR, que no llegaron a hacer ni un operativo en conjunto.

La segunda parte del libro, titulada Justicia trasnacional, es la parte optimista, positiva de la historia. Ahí repasás el largo proceso de búsqueda, denuncia, y finalmente de justicia que tuvieron que atravesar las propias víctimas, los familiares y los “buscadores de justicia”, como los denominás.

Sí, es básicamente la historia de las personas buscadoras de justicia, que desde el mismo momento del Plan Cóndor empezaron a denunciar y a buscar justicia. Una de las primeras personas que lo hizo fue Aurora Meloni, esposa de Daniel Banfi, que con el apoyo de Zelmar Michelini, en 1974 hizo una conferencia de prensa, escribió a la Casa Rosada, a la iglesia, y eso en 1974, cuando Argentina era una democracia y estos hechos no pasaban a gran escala. Es muy impactante cómo las víctimas denunciaron y fueron buscándoles la vuelta y los agujeros a las leyes de impunidad para empezar a romperla, y en eso el Cóndor fue fundamental porque siempre se podía encontrar a alguien que quedaba por fuera de esas leyes. Por ejemplo, los familiares uruguayos fueron a Italia a denunciar. Toda esa segunda parte demuestra la resiliencia de los seres humanos, que a pesar de lo que habían pasado nunca bajaron los brazos y lograron sentencias que han sido históricas y que han puesto en mala luz a los estados.

[*] Base de Datos sobre Violaciones Transnacionales de Derechos Humanos en América del Sur (1969-1981). Informe estadístico 2022. Investigadora principal: Francesca Lessa, Universidad de Oxford.

Los juicios del Cóndor: La coordinación represiva y los crímenes de lesa humanidad en América del Sur. Francesca Lessa. Traducción de María M. Delgado. Taurus - Penguin Random House Grupo Editorial. Primera edición: octubre de 2022. 469 páginas.