En mayo de 2022, tras un partido de la categoría sub 14, disputado en las canchas de la Asociación Uruguaya de Fútbol Infantil, un hombre de 50 años mató a otro de la misma edad. Cuando ocurrió el crimen, en las canchas ubicadas en el Cerrito de la Victoria, se estaban jugando varios partidos de baby fútbol y de fútbol femenino.

El homicida estaba en su moto merodeando a la espera de que terminara el partido, en el que estaba jugando el hijo de la víctima. Cuando se estaba subiendo al auto junto a su hijo, fue atacado. Le dieron cinco tiros, uno de ellos en la cabeza y los otros cuatro en otras partes del cuerpo. El homicida se fue caminando con su moto y fue detenido a unos metros de allí. Confesó el delito en el momento y entregó el arma; a los dos días fue formalizado y en esa instancia dijo que “no quería matarlo”. La Fiscalía de Homicidios de tercer turno, a cargo de la fiscal Adriana Edelman, investigó el caso.

La víctima y el homicida se conocían porque el agresor había sido entrenador de un equipo de baby fútbol al que iba su hijo y sospechaba que su pareja había establecido una relación con la víctima.

En un proceso simplificado, que estuvo a cargo de la fiscal adjunta de Edelman, Alana Eccher, el hombre fue condenado a 17 años de prisión por un delito de homicidio agravado por haber sido cometido con arma de fuego y en presencia de menores, porque además del hijo de la víctima había muchos otros niños y adolescentes en el lugar. Además, como los vidrios del auto -que se rompieron a partir de los disparos- lastimaron la rodilla del hijo de la víctima, se le agregó un delito de lesiones personales.

Según informó El Observador con base en la acusación presentada por la fiscal, el hombre efectivamente creía que su pareja y la víctima tenían una relación sexoafectiva. El mismo medio informó que al cierre de la audiencia la jueza María Noel Tonarelli le preguntó al autor del homicidio si quería decir algo antes de que dictara su sentencia. A lo que respondió: “Sé que no lo voy a traer de vuelta, lo lamento mucho y estoy arrepentido. Fue un momento que no sé... por amor, por mi esposa”, contestó, a lo que la jueza le dijo que arrepentirse era lo único que podía hacer, y aceptó el pedido de la Fiscalía de que la condena sea de 17 años de prisión.

La fiscal planteó en la audiencia que en lugar de analizar los delitos como fenómenos individuales, se debe hacer un análisis del contexto para comprender las conductas delictivas “no como hechos aislados e inconexos, sino como resultado de un determinado entramado de conexiones y relaciones vecinales, sociales y afectivas”.