La Suprema Corte de Justicia destituyó a la directora del departamento de Servicios Administrativos, Alzer Arezo, y al escribano adjunto Ignacio Wilf, por acoso laboral y envió el expediente administrativo a la Fiscalía General de la Nación para que evalúe el inicio de una investigación penal contra los funcionarios.
La resolución, a la que accedió la diaria, fue tomada por unanimidad tras la investigación administrativa que fue iniciada en noviembre de 2023 a raíz de una denuncia presentada por la Asociación de Funcionarios Judiciales (AFJU) con la firma de más de 20 trabajadores y extrabajadores del departamento y luego del suicidio de José Luis Richino, uno de los funcionarios que fueron víctimas de acoso laboral en ese departamento que es parte de la cúpula de la estructura organizacional del Poder Judicial.
Por este caso, en diciembre de 2023 [renunció el director del servicio administrativo, Marcelo Pesce, quien asesoraba directamente a los ministros de la SCJ, tras una manifestación en la que todos los gremios del Poder Judicial, lo que incluye a jueces, defensores públicos, actuarios, informáticos, médicos forenses, psicólogos y funcionarios, reclamaron su remoción. Si bien Pesce no tenía denuncias en su contra, era el superior directo de Arezo y la máxima autoridad administrativa del Poder Judicial.
Tras la investigación, llevada por la instructora Lourdes Ivanovich, los ministros de la corte confirmaron la violencia psicológica denunciada por los funcionarios que implicaron insultos, hostigamiento a través de las cámaras de vigilancia y revisión del trabajo en las computadoras de los funcionarios, obligación a pedir permiso para ir al baño o levantarse del escritorio y obstaculización de los tiempos para comer.
Ivanovich contó con el testimonio de más de 50 funcionarios, la pericia de pendrives y discos externos de la oficina y el registro de las 16 cámaras de seguridad de la oficina, las mismas que la directora Arezo utilizaba para monitorear remotamente a sus empleados cuando no estaba en la oficina. En la conclusión del sumario, señaló a Arezo como “partícipe principal de llevar a cabo conductas abusivas ejerciendo en forma continua violencia psicológica y emocional, acoso laboral hacia los funcionarios, violentando sus derechos humanos fundamentales e incumpliendo sus propios deberes funcionales”.
En cuanto a la participación del escribano Wilf, el sumario lo ubicó como “soporte” de los malos tratos ejercidos por la directora y “en menor medida” haber ejercido violencia contra los funcionarios.
“Todos los funcionarios estaban en una especie de Gran Hermano donde (Alzer) Arezo los controlaba a toda hora”
“A veces llegaba y me ponía a buscar dónde estaban las cámaras, pero no las he visto, otros compañeros también buscaron y no las vimos”, señala una de las funcionarias víctimas del acoso, que sabía que Arezo accedía desde su casa a las cámaras porque les hacía comentarios sobre dónde habían estado y lo que habían hecho antes de que ella llegara. Además, también controlaba los tiempos para comer o ir al baño y prohibía las conversaciones entre los compañeros de trabajo.
“Nos pedían no hablar con nadie, no saludar, nos llamaron la atención cuando saludábamos y dejamos de hacerlo. Cuando dos funcionarios se llevaban bien, los separaban”, sostuvo otra funcionaria. El control sobre aspectos sociales de las víctimas de acoso fue mencionado incluso por Arezo en su declaración ante la instructora: “Los funcionarios venían potenciados con agresividad cuando se reunían afuera. Me enteraba de que salían afuera porque sale en las redes sociales”.
“Muchas veces volvía del baño y escuchaba a mis compañeros decirle que ya había llegado porque había preguntado por mí”, señaló una funcionaria. “Era muy difícil poder dejar el puesto de trabajo, si se solicitaba ir al baño había que dejar a alguien, en algunos casos había que avisarle a Arezo para ir al baño, no se podía pedir a un compañero que se quedara cinco minutos cubriendo, mientras ibas al baño o a comer”, expresó otro testigo citado en la resolución de los ministros que calificaron de “realmente vergonzoso” que el Poder Judicial haya “mantenido una situación como la descrita”.
Además del control de las cámaras, Arezo hostigaba con correcciones permanentes y sin sentido a las tareas que realizaban los funcionarios, controlando el acceso a los sistemas informáticos y dejando sin tarea a funcionarios como forma de castigo, como fue el caso del funcionario fallecido, quien se encargaba de distribuir los materiales de oficina y Arezo tomó su tarea. En otros casos no les respondía sobre el otorgamiento de la licencia o se las negaba aduciendo que ella saldría en la misma fecha, pero se quedaba.
Alzer Arezo “jugaba con el tema de la plata”
Los trabajadores expresaron que la directora se encargó también de distribuir las horas extras, viáticos y partidas por permanencia que afectaban los ingresos de los funcionarios que tenía a cargo. “Jugaba con el tema de la plata y de los viáticos [...] era ella quien los distribuía se los daba a quien se había portado bien, ella misma se autoasignaba viáticos y se suponía que eran para la gente que se quedaba fuera de hora”, expresó una de las víctimas. Otro trabajador de la oficina contó que le quitó parte de la partida por permanencia: “Yo en ese momento alquilaba y necesitaba la permanencia [...] Un día baja Arezo [...] y dice que a partir del lunes me iba a desempeñar en registro de profesionales y que la permanencia se me iba a bajar a la mitad. Me lo dijo delante de los compañeros sin expresar motivos. Quedé helado”.
El rol del escribano Ignacio Wilf
“Él hacía lo que Alzer le decía, pero cuando Alzer no estaba, sí se comportaba como ella”, señaló una de las funcionarias, que definió al escribano como “el brazo ejecutor” del maltrato de Arezo. “Él era más controlador, me daba trabajo y me ponía tiempo para hacerlo y cada tanto me preguntaba ‘¿Cómo vas? Te queda tanto tiempo’; se paraba detrás de la computadora y preguntaba cosas”, expresó.
Otra funcionaria denunció gritos por parte del Wilf y que escuchaba las conversaciones de los trabajadores y después los llamaba para cuestionarlos por alguno de sus dichos en esas charlas, al punto de que en un caso anunció el traslado de una compañera por una expresión que había tenido hacia otro, generando un ambiente de constante incertidumbre. “Los domingos llegaba la tarde, me hacía un bollito en el sillón y me daban ataques de ansiedad que no me podía mover, y todo era de pensar que el lunes tenía que volver a trabajar”, contó.