Uruguay es un país conservador, pero sus movimientos sociales no lo son. Alcanza con observar las principales organizaciones de la sociedad civil: desde lo más tradicional, como el movimiento sindical y el movimiento estudiantil, hasta aquellos grupos de la denominada nueva agenda de derechos tienen un discurso y un accionar que es de izquierda, aunque no necesariamente de una izquierda político-partidaria.
El fenómeno también se manifiesta en el movimiento de la diversidad sexual. Cada año la Marcha por la Diversidad logra captar más y más personas, y se realiza en casi todos los departamentos del interior. Parte del imaginario colectivo ha asociado esta expansión a la idea de que lo gay es algo que se ha comercializado, y que por tanto la manifestación necesariamente es pura alegría, colores y arcoíris.
Sin embargo, la realidad es bien distinta: la proclama de 2017 reflejó una clara plataforma programática ideológica de izquierda en múltiples temas, más allá de lo específico de la diversidad sexual (ver ladiaria.com.uy/UQ2): se incluyeron explícitamente temas como el terrorismo de Estado, la lucha contra el capitalismo y la distribución de los recursos económicos.
A medida que los nuevos movimientos sociales uruguayos introducen la construcción de una agenda, los partidos políticos necesariamente se adaptan a ella. La hegemonía cultural construida particularmente por el movimiento de la diversidad sexual se ha consolidado y hoy ser un país gay-friendly es algo deseable incluso a nivel del Estado. Quien no esté a favor del matrimonio igualitario seguramente sea tildado de “facho”, al punto de que algunos partidos que a priori no se ven muy comprometidos con determinadas agendas terminan asumiendo, al menos en el ámbito legislativo, el apoyo en términos de votos favorables. Fue así en la votación de la ley de matrimonio igualitario, aprobada casi por unanimidad en 2013: la mayoría de los votos negativos fueron del Partido Nacional y de algunos pocos representantes del Partido Colorado.
¿Por qué estos colorados y nacionalistas votaron en contra y qué hizo que otros de su partido votaran a favor? ¿Existen gays, lesbianas y personas trans de derecha, que se desprenden de la construcción ideológica del movimiento social que ha luchado por la ampliación de sus derechos? ¿Quiénes son y cómo politizan su sexualidad si no es de esta forma?
Para interpelar la coexistencia de grupos de la diversidad sexual en la interna de los partidos tradicionales, hoy en día ubicados a la derecha en el espectro ideológico, antes es necesario contemplar la “excepcionalidad uruguaya” en cuanto a su sistema de partidos. Tanto el Partido Nacional como el Colorado son fundadores de la historia política del país, y por lo tanto, imprescindibles para comprender la construcción de las identidades políticas. Más allá de que originariamente hayan tenido características de partidos catch-all (“atrapalotodo”), el clivaje Nacional-Colorado ha existido desde siempre con gran fuerza. La rigidez de las identidades partidarias en Uruguay permite que ciertos fenómenos “contradictorios” sean posibles. Por caso, varios intelectuales marxistas han cuestionado al obrero sin consciencia de clase que vota a partidos políticos que se oponen a sus derechos. La identidad sexual de las personas tampoco es ajena a este fenómeno: lo vivencial de una sexualidad distinta a la heteronormatividad —que también es un régimen político en sí mismo— necesariamente está atravesado de forma ideológica.
En este sentido, en Uruguay existen dos modelos de cómo entender la diversidad sexual (que Diego Sempol describe muy bien en De los baños a las calles: historia del movimiento lésbico, gay y trans uruguayo (1984-2013): 1) un modelo arraigado en la identidad particular individualizada, en el que importa lo específico de ser lesbiana, gay o trans, y 2) un modelo más comprensivo, que concibe a la diversidad sexual como un fenómeno complejo, dando cuenta de que existen múltiples intersecciones y desigualdades que necesariamente están atravesadas por lo ideológico.
Hay por lo menos tres movimientos de este tipo dentro de los partidos tradicionales: dos en el Partido Colorado, la Agrupación Diversidad Colorado y Batllista, y Diversidad Derechos Igualdad 305, y otro en el Partido Nacional, el Movimiento Blancos Diversos. No es menor señalar que el primer grupo se autoproclama batllista, en referencia a una de las figuras políticas más importantes en la promoción de derechos de principios del siglo XX. El ideal batllista de inclusión social y ampliación de derechos está fuertemente inserto en este grupo militante, que sostiene, de acuerdo a entrevistas que realicé, que es parte del “deber batllista” posicionarse ante la agenda social contemporánea; si en 1900 se defendían los derechos de los trabajadores y “los vulnerados”, ¿por qué no defender ahora los derechos de las personas LGBT? Diversidad Derechos Igualdad 305, perteneciente también a una de las alas batllistas (Batllistas de Ley), surgió para hacer lobby en la interna del partido. Coordinó con otros movimientos sociales en la Marcha por la Diversidad de 2012 y su única participación se produjo en ese año en que se estaba discutiendo en el Parlamento el proyecto de Ley de Matrimonio Igualitario.
Ambas agrupaciones están inmersas en la reconfiguración que sufren los colorados hoy. El partido ha tomado un claro viraje a la derecha desde los años 60, alejándose sustancialmente de los valores batllistas originarios. El planteo respecto de la búsqueda de la justicia social ha ido perdiendo lugar en la discusión partidaria, y dentro de este debate, la agenda de la diversidad sexual no se contemplaba. Aun así, la Agrupación Diversidad Colorada y Batllista ha logrado cierta institucionalización del tema en el partido. El grupo incluso elaboró documentos propios y logró que se creara una Prosecretaría de Diversidad a nivel nacional y departamental (para Montevideo).
El Movimiento Blancos Diversos, en cambio, no es muy activo. Ha tenido muy pocas apariciones en la prensa, y cuando las tuvo, referían únicamente a hitos particulares, como el apoyo a la Marcha por la Diversidad. A juzgar por esto, este espacio no logra incidir en la interna de su partido, y se limita a un tipo de participación mínima. Vale recordar el furor generado cuando apareció colgado un lazo de la diversidad el 28 de junio —Día Internacional del Orgullo LGBT— en la puerta del Directorio del Partido Nacional, en el que numerosos dirigentes han marcado públicamente su más profundo rechazo a la iniciativa.
De todos modos, por más que podamos afirmar que en el caso del Partido Colorado se ven mejores resultados que en el Nacional, no sería conveniente hablar de un proceso exitoso. En una investigación de 2014 (“La representación sustantiva de género y diversidad sexual en los programas partidarios”) Cecilia Rocha encontró que en los programas de ambos partidos había pasajes en los que se rechaza la necesidad de distinguir entre discriminaciones y desigualdades. Ello puede devenir en un abordaje individualista de la igualdad ante la ley que desconoce sistemas estructurales de dominación.
Las tres organizaciones pro diversidad sexual de los partidos tradicionales comparten al menos tres características: 1) son grupos de trabajo que tienen un perfil bajo, 2) señalan específicamente el tema de lo identitario, y 3) funcionan mejor en momentos en los que es necesario hacer lobby político, sea por el apoyo a la Marcha por la Diversidad o por la votación del matrimonio igualitario. En la práctica no logran trascender, en términos de reconocimiento, a la interna del partido, a diferencia de otros casos regionales en los que los respectivos partidos celebran enfáticamente la identidad sexual de determinadas figuras.
Creo que estas limitaciones se deben principalmente a que los grupos no contienen una mirada intersectorial del asunto de la diversidad sexual. Si bien la Agrupación Diversidad Colorada y Batllista ha logrado posicionarse sobre otros asuntos, la discusión no ha girado en torno al componente ideológico que sí se destaca en los movimientos sociales no partidizados de la diversidad sexual.
No es infrecuente observar en varias de las críticas a la Marcha por la Diversidad (no necesariamente por parte de estos grupos) preguntas tales como qué tanto tendrá que ver el aborto con que los gays se puedan casar. Justamente, esa es la discusión ideológica ausente en estos grupos: los sistemas de dominación se combaten desde múltiples frentes de forma complementaria y simultánea. Y por el momento, eso es algo que sólo los movimientos sociales de izquierda han logrado.