Paula Maffía encontró una vez a su padre, en su estudio, instalando electrodos sobre una serie de rocas y estudiándolas con atención. “Podría hacer una canción con eso y se llamaría ‘Las rocas de papá’”, dice. Su padre había creado un dispositivo para estudiar las resonancias de Schumann, que son, según Wikipedia, “resonancias electromagnéticas globales, generadas y excitadas por descargas de rayos en el espacio formado por la superficie de la Tierra y la ionósfera”. Y no, su padre no es físico ni geólogo, sólo curioso y creativo. Aunque esas resonancias parezcan no tener relación con la música de Paula, esa inquietud investigadora sí la tiene. Todos sus proyectos la muestran como una artista abierta al descubrimiento, ya que ha pasado por todo tipo de géneros. Su padre hizo muchos otros inventos, entre ellos un robot para Les Luthiers, y principalmente accesorios para sistemas de seguridad. La madre de Paula es abogada y tan alejada como él del mundo de la música. “Los Maffía son intelectuales y gente muy erudita, pero en lo musical me gestioné sola a capa y espada”, agrega esta cantante, compositora y activista argentina de 34 años. Acaba de hacer una pequeña gira por el este uruguayo, que fue en parte vacación para un año en el que tiene potencialmente tres discos por sacar.
Más o menos al mismo tiempo que La Cosa Mostra editaba su primer disco, nacía Las Taradas, su banda más popular, con la que han revisitado canciones y géneros de los años 30 y 40. Sin buscarlo, les permitió llegar a un público distinto y más amplio, y también ver su país con otra perspectiva. “Es tan mojigata Argentina. Creo que el argentino promedio tiene la idea de que los políticos son corruptos, pero no dice nada porque prefiere ser robado por gente fina y no por otros que les dan plata a los pobres. Tenemos una cosa blanca y católica que es más chilena. En Argentina si ves a un negro es de Senegal, fin. Y los bolivianos son extranjeros no gratos. Acá en Uruguay hay una cosa de abrazar la mezcla. Ustedes tienen un mestizaje más presente”, dice precisamente el día en que comienzan las Llamadas.
× Página 12 publicó una nota el 31 de diciembre en la que hablaba del buen momento de la escena independiente en Buenos Aires, a la que vos pertenecés. ¿Es como se pinta ahí? El autor, Eduardo Fabregat, es un luchador de la escena independiente y se opone a aquello del viejo “el rock está muerto”, a esas personas que apelan a los 80 y 90, cuando escuchabas buenas bandas en la radio. Pero ahora la clase media de las bandas, la de esa época, desapareció; o sos independiente siempre o el mainstream te catapultó directamente. Fabregat defiende que hay una escena y que, como público, hay que hacer un pequeño esfuerzo de acercarse a descubrirla. Comparto lo que dice. Porque ya la radio no funciona para conocer bandas; es un acto de ingenuidad esperar que el medio apoye la difusión.
× En esta cuestión, ¿los cambios de la industria y de internet han ayudado a las bandas independientes? Es decir, ¿ayudó que se hayan visto obligadas a la autogestión? Creo que sí. Me parece positivo haber cortado con el sueño estúpido de esperar que alguien te endiose, que te saque de una esfera artística, humana y cotidiana y te catapulte a un lugar de semidiós con anteojos negros. Eso está en crisis desde un lugar artístico, porque se trata de música que no tiene nutrientes, que se ha vuelto una cosa de oficina. En Uruguay hay una horizontalidad más grande entre los músicos. Acá un músico galardonado puede tocar para cinco personas, podés hablar con él, podés verlo en el colectivo. Eso está contra el chabón en auto con vidrios polarizados y cámaras que lo persiguen. Brasil tiene la misma industria que Argentina pero no tiene ese grado de estrellato. Si pensás en Charly García, es un ídolo intocable y no sé si su música hubiera seguido si no hubiera tenido una industria atrás que lo mantenía vivo. Tal vez hubiera sido más hermoso verlo decantarse como un genio y no como un ídolo. Brasil es un lugar donde todavía se puede ver a personajes espectaculares como Gilberto Gil o Gal Costa, que generaron movimientos artísticos y políticos de los que no tuvimos en Argentina.
× Entonces, ¿qué cosas te siguen motivando en la música ajena? Para mí hay siempre algo del pasado, algo del presente y algo del futuro. También lo hago cuando toco en vivo, mezclando canciones viejas que tal vez ya no me representan tanto, otras actuales y otras que estoy trabajando.
× ¿A qué te referís con música ajena del futuro? Es la que está emergiendo y que se abre lugar en una escena competitiva. Si alguien joven ya te llega desde el exterior quiere decir que se está posicionando, pero la trayectoria se constata en el tiempo y no es sólo un buen primer disco. Por otro lado, escucho música vieja, de los 30 y 40, que me parece actual, y dialogo mucho con eso; es quizás mi mayor influencia. Yo encuentro inspiración en cantantes del pasado como Lydia Mendoza, una mexicana ignota que tocaba con su guitarra en los 50. Para mí no hubo nada más punk que ella. Tal vez ella influyó a Miles Davis y él, con el disco Bitches Brew, influyó a Johnny Rotten. En personajes como ella busco la potencia en la canción despojada. Como compositora busco que se soporte sola, sin artificios. Y prefiero y elogio la música femenina, más allá del signo de los tiempos, que es el feminismo, porque desde que empecé a hacer música descubrí que hay una voracidad masculina que te eyecta.
× ¿En qué te eyecta a vos, concretamente? Discursos peyorativos. Situaciones en las que tratás con técnicos, tipo sonidistas o gente de escenario, que te hablan como si tuvieras un retraso mental; y no me molesta porque yo hace 20 años estoy en esto, sino porque me instruí en cuestiones de sonido. Luego hay varones que tienen una fascinación negativa tipo “la verdad que para ser mujer saliste adelante muy bien”. O gente del público o colegas que te hacen comentarios sexuales, tipo que si no sos pelada o hiperobesa, cosa que no soy, tienen que describirte como “la hermosa” o “la voluptuosa”.
× Se te etiqueta a menudo como militante. No milito en ninguna agrupación aunque simpatizo con varias organizaciones. El feminismo es muy amplio y tiene como finalidad que la gente eleve el concepto de mujer o de otro sexo que no sea el masculino, porque también están las identidades trans. Si volvemos a lo musical, al tropicalismo de Veloso y María Bethânia, te encontrás con algo muy queer y muy fluido que no daba muchas explicaciones. Ahora si tenés una postura fluida tenés que dar explicaciones. El gran frente feminista, que está lleno de polaridades, tiene muchas discusiones internas, pero hacia afuera tiene la función de lograr que la sociedad vea a la mujer como una persona y que en Argentina, en particular, se le reconozca el derecho a optar por su propio cuerpo, porque no podemos abortar. Tampoco hago canciones que sean pancartas, pero mi forma de comunicarme está impregnada por esto y entre canción y canción, cuando aparece mi persona discursiva, hago declaraciones.