El viceministro del Interior de Perú, Rubén Vargas, tiene claro que Sendero Luminoso es un grupo terrorista. Pero en el país no parece ser un debate agotado. Menos ahora, que se levantan organizaciones prosenderistas, acusadas por el Estado como apologetas del terrorismo.

Vargas contesta una llamada al móvil. Libera un batallón de monosílabos (ya, no, sí) entre silencio y silencio. Cuelga y se sienta frente a mi butaca:

—Estos señores del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, en nombre de su revolución, asesinaron a comunidades campesinas enteras, que no sabían qué estaba pasando; a grupos nativos, como los ashánincas, los liquidaron, literalmente, a machetazos, pedradas. No entiendo, en todo caso, que el modo de hacer una revolución sea asesinando a gente ajena a las estructuras estatales.

La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), creada en 2009 para precisar delitos del Ejército y los senderistas en el enfrentamiento que devoró la década del 90, da cuenta de historias brutales. Por ejemplo: el 9 de diciembre de 1987 Sendero Luminoso acribilló en la plaza pública del caserío Rumi Rumi a 14 campesinos y diez niños por organizarse en rondas de defensa civil.

El viceministro prosigue, con tono de profe que refuerza a alumnos en desventaja:

—Podría ser, si se quiere, tema de discusión de una cátedra universitaria la disyuntiva que planteas. Pero a mí me resulta insultante presentar lo que hizo Sendero Luminoso en términos de revolución. Sería faltar el respeto a la memoria de miles de peruanos asesinados porque, a criterio de Abimael Guzmán, vendían su fuerza de trabajo al capitalismo u obstaculizaban a la “clase revolucionaria”. Lo que proponían como varita mágica para nuestros problemas ya estaba desfasado, superado por el mundo. Felizmente perdieron.

—Hubo una guerra interna por el poder. Fue un proceso político. No fue terrorismo —suelta, imperturbable, Alfredo Crespo, abogado del líder supremo de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, también conocido por su nombre de guerra: Presidente Gonzalo. Para él, desde que Guzmán fue sentenciado a cadena perpetua, 25 años atrás, el Estado peruano “no asume responsabilidades, y por eso se opone a una amnistía general”.

—Tanto se habla de la verdad, la memoria, pero no se va a lograr sin amnistía —arguye Vargas en su oscura oficina limeña—. Si un militar ha participado en tales o cuales hechos y está pendiente que le abran un juicio, ¿va a hablar? Pero, de otra forma, incluso hasta los muertos empezarían a aparecer.

—Abimael ha dicho eso desde la cárcel, y la propuesta de amnistía lo incluye a él mismo —le contesto.

—A todos los que han sido protagonistas —devuelve Crespo—. Lo mejor sería que al bicentenario de la independencia se entrara con esa solución política. Hay políticos que se han pronunciado a favor de esa amnistía...

Intenta recordar, infructuosamente, el nombre de alguien que, dice, fue ministro de Trabajo de Alejandro Toledo. Nada más. Y suelta, como una metralleta, que en Perú se impone “la ultraderecha más reaccionaria del continente, que está por una política de odio, persecución y venganza”.

—Después de analizar datos publicados por la CVR, tanto Sendero Luminoso como el Ejército peruano pasan a ser conocidos por sus masacres y violaciones a los derechos humanos.

—Mire, esa no ha sido la política de los senderistas. Y menos un motivo para juzgar a Abimael Guzmán por autoría mediata.

Crespo, en 2008, evitó que se empleara contra su defendido la teoría de que no sólo ha de juzgarse al autor directo de un delito, sino también a quien incita por inducción a error o coacción. El abogado dijo que Guzmán no debió ser juzgado por liderar un grupo armado de personas, como Fujimori tampoco debía serlo al no haber participado en las matanzas por las que se lo acusa de autor intelectual.

Sobre la desértica Lima, donde la jardinería urbana tiene una meca, ocurre el milagro de la lluvia, más bien de la llovizna; cada vez que el fenómeno de El Niño asoma transforma la tierra reseca y las rocas en aludes. Tumbas de barro para los más pobres.

—Ellos son víctimas también del grupo terrorista —afirma Vargas—. En todo caso, para lo que ha servido Sendero Luminoso y su llamada revolución ha sido para alimentar los cinturones de miseria de las ciudades. No quieren reconocer, por ejemplo, que los que salieron de la sierra, de la selva, huyendo de esa violencia, acabaron en las quebradas de la capital.

Datos de la CVR evidencian que el conflicto expuso las divergencias étnico-culturales prevalecientes en el país, pues impactó desigualmente en geografías y estratos poblacionales. “Una tragedia humana de estas proporciones puede resultar inverosímil, pero es la que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino y selvático, quechua y asháninca, campesino, pobre y poco educado, sin que el resto del país la sintiera y asumiera como propia”.

Para Crespo, por otro lado, no fueron los senderistas sino los militares los señores de la muerte en el enfrentamiento:

—La guerra seguro llegó a 25.000 muertos, de ambas partes. Sólo que después la CVR cambió esos números. Antes de ese informe las organizaciones de derechos humanos decían que 98% de los muertos era responsabilidad de las fuerzas armadas y policiales. Eso, me parece que se acerca a la realidad.

La matemática del abogado es compleja: el 98% de 25.000 da como resultado 500 muertes. A ese número de asesinatos llegó el grupo maoísta apenas en su primer año de operaciones como guerrilla.

El informe de la CVR adjudica el 46% de las muertes a los senderistas, y da cuenta de que hubo también indagaciones periodísticas, parlamentarias y judiciales en las que “no se hizo el mismo esfuerzo por recoger denuncias que apuntaban a la responsabilidad de los grupos subversivos. Debido a ello, estimaciones realizadas anteriormente por otras instituciones, oficiales o particulares, situaban la responsabilidad de Sendero Luminoso en menos del 10%, mientras elevaban las atribuidas a los agentes del Estado a más del 80%”.

Crespo fundó y lidera, junto a un grupo de activistas, el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef).

Y ataca: “Nuestra situación es de persecución”, sin advertir quizá el karma del interés que defiende. Abimael Guzmán fue célebre por asesinar a sus enemigos políticos, incluyendo a miembros de otra guerrilla antisistema, pero marxista-leninista: el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Representación andina de las disputas Moscú-Pekín.

La persecución en Perú, según Crespo, apunta hacia quien tenga o haya tenido una ideología marxista-leninista-maoísta-pensamiento Gonzalo, y arma un cóctel de categorías que comienza con excarcelados, pasa por familiares de senderistas y termina en miembros del Movadef. Aun así, señala que “el movimiento se ha inspirado en planteamientos del Camarada Gonzalo de reconciliación nacional, búsqueda de la paz, democracia, desarrollo para el pueblo”.

El Ministerio del Interior peruano identifica a grupos como Movadef y el Frente por la Unidad y Defensa del Pueblo Peruano (Fudep, de similar corte) como neosenderistas: brazos públicos de Sendero Luminoso que pretenden presionar al Estado para liberar a los comandantes maoístas presos.

La sombra de una guerra que arrasó al país andino gravita sobre ese otro campo de batalla no menos hostil: la política. Vargas se acomoda en su butaca y el asiento vuelve a rechinar.

—El proceso legal derivado de la Operación Perseo está tomando mucho tiempo. Acá hay una separación de poderes. En una democracia es importante, y de eso se aprovechan los terroristas —dice, en referencia a la detención en 2014 de 28 integrantes del Movadef y la cúpula de Sendero Luminoso. Continúa, menos técnico, más intuitivo:

—Tengo la impresión de que para algunos magistrados el tema de Sendero Luminoso ya no es un problema, y que tratan los casos con displicencia.

A las pocas semanas de detenidos, los líderes del Movadef salieron libres, aunque con un juicio pendiente. Las primeras palabras de Crespo, entonces, fueron de gratitud para con el padre de Ollanta Humala.

Manuel Fajardo, otro defensor de Guzmán, ha asegurado que “de acuerdo con el Tribunal Constitucional, la apología requiere incitación a hechos violentos, a actos terroristas, y eso no van a encontrar en los prisioneros políticos desde 1992 y en lo que es el Movadef, que es aparte”.

Si bien la ambigüedad legal es reconocible, el viceministro del Interior tiene una opinión bastante definida:

—Para nosotros, la Policía Nacional del Perú, son absolutamente claros el vínculo y la estrategia detrás del Movadef como parte de la estructura del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, un grupo terrorista que asesinó a mucha gente.

El exuberante nombre del senderista Florindo Eleuterio Flores, Camarada Artemio, parecía adelantar su vocación por las plantas. Las de coca, en este caso. Su jardín se extendía, fértil, en el Alto Huallaga. Ahí el Camarada Artemio no era un simple camarada, sino un señor de los narcos que, asevera Vargas, regulaba el precio de la droga y certificaba balanzas para vender a los colombianos.

—El dinero recaudado llegaba al Comité Central para la llamada revolución —dice—. Así consta en registros hallados en las casas de mandos terroristas.

El viceministro me exhorta a que consulte esos documentos, pero sabe que no puedo; están expuestos en el Museo de la Dirección Contra el Terrorismo, dentro de la instalación policial, y para acceder a ellos debo colgarme en el cuello un pase como el que llevo para entrar a su oficina.

En 2008, un “colaborador eficaz” con identidad secreta aseguró que el Camarada Artemio había entregado a dirigentes del Movadef más de 100.000 soles hijos del lavado de activos, la tala ilegal, la minería informal y el tráfico de estupefacientes.

—Totalmente falso —se molesta Crespo—. Es de las acusaciones que pesan sobre nosotros en uno de los juicios pendientes.

Me cuenta la fantástica historia de cómo el grupo de hackers Anonymous reveló en enero de 2014 (cuatro meses antes de que fuera detenido por la Operación Perseo) contradicciones en los informes del Ministerio del Interior contra el Movadef. El Servicio de Inteligencia quiso constatar la información de los colaboradores eficaces, pero ni Crespo ni Fajardo aparecían registrados en el supuesto hotel donde se alojaron. Asimismo, el día que Crespo habría visto al Camarada Artemio, dice haber visitado a Guzmán en la Base Naval del Callao.

—Además —se defiende—, ¿usted cree que Abimael Guzmán mandaría a sus abogados por plata? Si voy a la esquina no falta gente que me reconozca. Sendero Luminoso mandaría a desconocidos. Es una organización clandestina.

—Me habla de Sendero en presente, ¿aún existe como organización?

—Bueno... en el supuesto de que siga —y curvea en u la conversación—. Abimael Guzmán tendrá sus años, pero no es un estúpido.

—Claro, más sabe el diablo por viejo que por diablo.

—¡Absurdo, absurdo!

Crespo debió advertir cuán público se iba haciendo el día que aquel desconocido pasó por su lado, en la calle, y le dijo “miserable”. Los abogados, una fauna mayormente invisible, se volvieron notorios al reivindicarse como activistas.

—¿Le gusta la popularidad?

—No me incomoda, al contrario, me alegra cuando la gente se acerca. En mi casa de Surco me expresan su... ¿qué te puedo decir? Su solidaridad, su reconocimiento. En las elecciones pasadas me nominaron para congresista. Mi nombre fue pintado en las calles —dice, alargando las últimas vocales, haciéndolas avenida.

—Digamos que en algún momento el Movadef llega a las elecciones y, aun más, llega al poder. ¿Le gustaría, personalmente, acceder a la presidencia?

—No hemos tenido aspiraciones dentro del movimiento para la presidencia de la república —admite Crespo—. Pero yo estoy dispuesto a estar donde el pueblo me mande, sea como abogado, dirigente de una organización política o congresista.

Dice que ha visto aceptación cuando ha recogido firmas “en el pueblo, el bajo pueblo, el pueblo más profundo”.

—No niego que hay gente en contra. Hubo una guerra, hay quien perdió a sus seres queridos de un lado y de otro; son heridas que no se cierran. Por eso pensamos que se debe ir a una reconciliación nacional. Cantidades no interesan, son muertos. Pero llega un momento en que ese dolor debe supeditarse a un interés nacional, y seguir marchando.

Como si la cárcel reformara en verdad, Abimael Guzmán ya no habla de lucha armada, sino de amnistía general. Ha conversado con Crespo sobre errores y excesos del Partido Comunista “en este proceso iniciado, desarrollado y dirigido por él con el objetivo de cambiar la sociedad en beneficio del pueblo”. Guzmán ha pedido que los dirigentes presos tengan la oportunidad de reunirse y preparar un mensaje autocrítico público. Y cuando estoy por pensar que el líder senderista pedirá perdón, Crespo pincha el globo:

—Abimael Guzmán piensa que debe hacerlo el Partido Comunista del Perú. No él.

—¿Qué opina él sobre el Movadef?

Crespo vadea: “No puedo darle su opinión, [...] no puedo revelar nuestras conversaciones”. Cambio la bola:

—En 2011 el Movadef no llegó a las firmas que exige la Junta Nacional Electoral para presentarse.

Crespo se crispa: que ellos cumplieron con todo, que entregaron más de 500.000 firmas con cada DNI, pero que se hicieron manejos para anular algunas e impedirles participar.

—¿Qué les dijeron?

—Que eran repetidas, que otras organizaciones ya las habían presentado.

—Eso puede pasar.

—Puede pasar —acepta. Más cuando otra organización de extrema izquierda, el Fudep, buscaba también su legitimación para las elecciones.

Según Crespo, el Movadef cuenta con 75 comités nacionales, cada uno de 50 activistas más sus dirigentes. Calcula que en total serán unos 4.000 o 5.000 activistas.

Según Rubén Vargas, viceministro del Interior, no representa una gran masa, no es un movimiento en ebullición. “Son expertos en movilizaciones y en golpes mediáticos. Y eso es todo lo que son”.

Una neblina invernal tamiza el sol de Lima.

Pongo a Rubén Vargas frente a la distopía:

—El Movadef accede al escenario electoral peruano y logra poner, incluso, a un presidente frente a la república...

—Mis convicciones democráticas y liberales me obligan a ser tolerante con todo tipo de pensamiento. Sin embargo, eso tiene un límite. Si el Movadef llegara a ser gobierno, definitivamente sería síntoma de que la democracia fue derrotada.