Para muchos, La máquina del tiempo (1895), una de las novelas fundacionales de la ciencia ficción, tiene como tema principal una teoría evolutiva. O más bien, una advertencia sobre ella: HG Wells era un socialista convencido, y su obra puede ser vista como una reacción al darwinismo social (la concepción de que la selección natural propuesta por Charles Darwin también se aplica a las sociedades humanas, y que justifica la posición de clases dominantes). El viajero en el tiempo de su novela arriba al año 802701 y se encuentra con dos sociedades, la de los eloi y la de los morlocks. Etéreos, bellos, distraídos unos, subterráneos, desagradables, industriosos los otros, el viajero los toma por seres de distintas especies, hasta que advierte que todos son descendientes de los humanos. El científico concluye en que la separación entre el modo de vida de la aristocracia y el proletariado debe haber conducido, con el tiempo, a la diferenciación extrema de ambos grupos.

Su obra fue leída como un comentario sobre su propio tiempo (eso es en gran parte la ciencia ficción), pero la imagen de los morlocks y los eloi vuelve con frecuencia cuando se habla de las consecuencias de la desigualdad social extrema.

Nuestra nota de tapa, sin ser tan tremendista como la novela de Wells —ya que estamos: su viajero luego se adelanta 30 millones de años y presencia la degradación total de toda forma de vida—, es también un llamado de atención sobre consecuencias a gran escala relacionadas con las inequidades en el acceso a la educación en el Cono Sur. La investigación de Mathias Natha e Ignacio Pardo —parte de una serie de trabajos que realizan junto con otros académicos— constata que, si se atiende a la edad en que las madres tienen a su primer hijo y a su nivel educativo, se han conformado dos tipos bien diferenciados de iniciación familiar. Si bien el escenario que plantean no es irreversible ni significa una ventaja absoluta para uno de los grupos, es claro que la profundización de esa tendencia, en un continente en el que la desigualdad ya es enorme, no es un camino deseable, a menos que se esté a favor de una desintegración social total.

Sin embargo, ni siquiera en la novela de Wells los eloi y los morlocks viven aislados, sino que mantienen una codependencia de carácter siniestro. El escritor británico quiso mostrar lo terrible de la separación de clases porque creía en el poder persuasivo de la literatura y en la capacidad transformadora de la política, porque sólo ella puede corregir los futuros desiguales.