Nuestra nota de tapa aborda las consecuencias de la adopción, en la mayoría de América Latina, de sistemas electorales con segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. En Uruguay, el mecanismo está totalmente incorporado por la ciudadanía, aunque apenas cumplió la mayoría de edad: se previó en la reforma constitucional de 1996 y se utilizó por primera vez en las elecciones de 1999.

La instauración de la segunda vuelta no fue la única modificación electoral que se aprobó mediante plebiscito en 1996. Entre otros cambios importantes, dejó sin efecto la Ley de Lemas, que permitía que varios candidatos se presentaran simultáneamente a la presidencia por un mismo partido. En su lugar, la nueva norma limitó a uno el número de candidaturas por partido, e impuso la realización de elecciones internas previas para definir esos candidatos.

Además, la reforma electoral separó en el tiempo las votaciones nacionales de las departamentales, que hasta entonces se celebraban al mismo tiempo. No obstante, más allá de ese desfasaje de seis meses, el nuevo sistema no afectó demasiado a las elecciones departamentales.

Quienes no consigan —o no quieran— imaginar cómo funcionaba la Ley de Lemas todavía pueden verla en acción en las elecciones departamentales, que funcionan a la vez como internas y como elecciones definitivas, y en las que no hay segunda vuelta. Amparados por este sistema, los partidos mayoritarios de Uruguay suelen presentar varios aspirantes a intendente por departamento, lo que les permite competir entre sí y, a la vez, sumar votos al lema común.

En esta práctica hay que incluir, en distintas ocasiones y lugares, al Frente Amplio, que desde su fundación, en 1971, se autoimpuso presentar una sola candidatura a la presidencia. Fueron los sectores frenteamplistas favorables a la reforma de 1996 (minoritarios dentro de la fuerza política) los que negociaron la introducción de la candidatura presidencial única por partido como contrapartida de la adopción del balotaje, que posiblemente iba a aplazar su victoria electoral. Ese era el objetivo de la reforma para muchos de sus promotores de los partidos Nacional y Colorado: evitar la llegada al gobierno de la fuerza de izquierda, cuyo constante ascenso la había dejado a unos pocos votos del triunfo en las elecciones inmediatamente anteriores, en 1994.

Así, en su estreno de 1999, el balotaje produjo una reversión del resultado arrojado en la primera vuelta: el candidato más votado en octubre fue Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, pero en definitiva el vencedor al mes siguiente fue Jorge Batlle, del Partido Colorado.

Sin embargo, en los siguientes comicios, los de 2004, Vázquez se impuso en la primera vuelta con mayoría absoluta, lo que hizo innecesario el mecanismo del balotaje, que sólo volvería a ser utilizado en las elecciones de 2009 y 2014, en las que la segunda vuelta reafirmó el resultado de la primera. ¿Qué ocurrirá este mes, cuando cumple 20 años?