Estamos Listas, el movimiento político de mujeres de Medellín, surgió a raíz del plebiscito sobre los acuerdos de paz, celebrado en octubre de 2016, en el que ganó el No. La tristeza y el dolor llevaron a un grupo de mujeres a reunirse para generar un cambio desde la política. Por eso, se consideran sufragistas del siglo XXI: si hace décadas las mujeres consiguieron el voto, ahora buscan ser votadas.
Quienes integran Estamos Listas quieren, entre muchas propuestas, un sistema de cuidados basado en el modelo uruguayo, que libere a las mujeres para que puedan también liderar en el ámbito público. En Colombia hay 965 alcaldes y 134 alcaldesas, es decir 12,2% de mujeres, y en los concejos municipales ese porcentaje es de 17,6%. A esta situación se agrega que durante los últimos gobiernos colombianos las políticas de género han sufrido el impacto de la reducción de presupuesto.
Estamos Listas se alimentó de la fuerza feminista de las calles “para tomar la política”, dice Jenny Giraldo, de 37 años, la coordinadora de Comunicación del movimiento. “Las mujeres siempre han liderado procesos comunitarios y sociales, pero los que llegan a los lugares reconocidos por el Estado y el sistema político son los varones”, dice.
Su símbolo es “una búha”: “El búho está asociado a la sabiduría y la vigilancia, y eso es lo que tenemos que hacer desde el concejo: vigilar sabiamente”. Hablan de “búha” y no de “búho” para revalorizar la apelación femenina a los animales, que se suele utilizar como insulto.
Para presentarse como movimiento en las elecciones locales de Medellín, que se celebraron el 27 de octubre, lograron reunir 41.000 firmas. Además, impulsaron una candidatura colectiva y a través de 60 círculos, cada uno con nombre de mujeres reconocidas por su lucha —como es el caso de la activista brasileña Marielle Franco, asesinada en 2018—, apuntaron a conseguir votos en los territorios. Cada círculo tiene una lideresa, lo que diferencia a Estamos Listas del resto de los partidos colombianos, agrupados en torno a un personaje. Es un movimiento horizontal, en el que cualquier integrante se puede postular para ser candidata. Las únicas condiciones son las que pone la ley. Lo que pidieron, eso sí, fue que no hubiera candidatas ni voceras que hubieran presentado candidaturas anteriormente, porque querían hacer un proceso independiente.
Manifiesto de Estamos Listas
Defendemos los derechos humanos de las mujeres y creemos que nuestro liderazgo social, político, cultural y organizativo es indispensable para la democracia.
Defendemos la vida. Las políticas y los presupuestos públicos deben garantizar nuestro derecho a la vida en una ciudad segura, que erradique las desigualdades sociales y proteja a todas las personas.
Vamos a liderar un cambio institucional y cultural que haga realidad la firma de un pacto municipal para erradicar las violencias contra las mujeres.
Vamos a generar acciones e inversiones públicas para organizar el trabajo de cuidados en la ciudad que permitan el reconocimiento, la redistribución y la reducción del trabajo no remunerado realizado por las mujeres.
Promoveremos el desarrollo de una educación sexual y afectiva respetuosa, justa y encaminada a que niños y niñas vivan la escuela con felicidad y autonomía.
Impulsaremos mecanismos de cuidado y protección de las niñas y niños, para que las nuevas generaciones puedan disfrutar de una vida libre de violencias.
Defendemos el derecho a una ciudad bella, sostenible, saludable, equitativa, igualitaria y segura. Una ciudad en la que todas y todos podamos respirar, caminar y disfrutar a plenitud de nuestra ciudadanía.
La selección de candidatas se hizo de forma plural mediante una votación digital. Quienes querían presentarse enviaron videos y fueron seleccionadas por las 2.000 mujeres que forman parte del movimiento. Hubo comités previos a la selección, de los que resultaron 36 precandidatas. Para que todas tuvieran las mismas condiciones, la Comisión de Comunicación hizo una foto, un video y una hoja de vida de cada una de ellas. El material se subió a una plataforma y se podía votar por hasta tres candidatas.
Para respetar la ley de cuotas colombiana, integraron a cinco varones, que ocuparon los últimos lugares en la lista y no fueron voceros. Uno de ellos fue Juan Carlos Posadas, el último en la lista, gestor de desarrollo urbano y social. “Si fuera un movimiento masculino o con mayoría masculina, seguramente nos estaríamos dando unos debates fuertes en términos de ganar representatividad y protagonismos. En Estamos Listas no tengo aspiraciones electorales ni de protagonismo, y siento que soy solamente uno más, parte de un equipo, y eso, lo colectivo, me da mucha tranquilidad”, dice.
Las mujeres de Estamos Listas llevan adelante una campaña independiente y autónoma, sin alianzas con partidos políticos ni empresas. Tienen un modelo de economía solidaria con distintas formas para aportar. Reciben donaciones de hasta cinco millones de pesos colombianos (1.500 dólares), hacen actividades culturales en la casa que usan como sede, venden merchandising y tienen un sistema de microcréditos. Cualquier persona les puede prestar hasta un millón de pesos colombianos (290 dólares); a cambio se comprometen mediante un pagaré a que el dinero será devuelto cuando se reciban los ingresos por los votos obtenidos. También hay pagarés solidarios, cuyos beneficiarios no reclamarán el dinero si no se obtienen los votos suficientes para saldar la deuda.
Mantuvieron reuniones para dar discusiones programáticas todos los martes. En tanto, dos veces por semana recorrían puntos estratégicos de la ciudad para invitar a las persona a votar, y una vez por semana hacían fiestas o eventos culturales en la casa. Cada sábado elegían una nueva zona para recorrer.
Quieren trabajar en la política de la sociedad para incidir directamente en la vida de la gente. También quieren demostrar que es un mito que las mujeres no pueden trabajar juntas. En las paredes de su sede, que es también refugio, está escrito: “Somos muchas, hacemos de todo, estamos en todas partes, estamos listas”.
Dora
La primera reunión de Estamos Listas como tal fue el 16 de noviembre de 2017. Una amiga invitó a Dora Saldarriaga, que se preguntó si en un contexto tan machista como el de Medellín sería posible construir un movimiento político partidario de mujeres. Y el reto la entusiasmó.
Dora es abogada y docente universitaria. Activista por los derechos de las mujeres, empezó a crear un círculo de confianza, sumando integrantes a Estamos Listas. “Decidí postularme para candidata, poner el cuerpo. Quedé primera. Fue un susto tremendo cuando dieron los resultados, fue todo una sorpresa”, reconoce.
El hecho de que sea una candidatura colectiva le trajo calma. “Somos 12 candidatas que vamos a seguir trabajando juntas, independientemente de quién llegue al cargo. Al ser la primera soy la que tiene más chance, pero no llego sola, llego como vocera de un movimiento”, afirma.
La economía del cuidado y la violencia contra las mujeres son sus grandes apuestas. También la ruralidad y el medioambiente. Dora fue criada en una zona alejada de los autos y el cemento, y la experiencia de haber crecido en el campo atraviesa su forma de pensar. Dice que el ámbito rural, aunque representa 70% del territorio en Medellín, siempre “ha sido completamente invisible”.
“Para nosotras lo primero es poner en agenda los temas de las mujeres, por eso es tan necesario un movimiento político de mujeres”, afirma la candidata. Sin embargo, la agrupación trabaja en temas que impactan en toda la sociedad, no sólo en ellas. “Nos vamos a enfrentar con el patriarcado a flor de piel. Va a ser motivo de discusiones muy profundas. Hay que hacer mucho trabajo pedagógico, la gente aún no comprende la importancia de la perspectiva de género”, dice.
Articularse implicó también romper con la idea de que las mujeres no son capaces de trabajar juntas. “Un reto grande que sentimos es que cuando lleguemos al concejo no nos desconectemos de las 2.039 mujeres que hacen este movimiento”, afirma Dora.
Para ella el desafío personal es grande, y no quiere caer en caudillismos: “Nunca he estado en lo político, ser vocera es una responsabilidad, pienso siempre en el mensaje que quiere dar el movimiento”. Cree que la política necesariamente tiene que hacerse sin atacar a una otra o a un otro. Su apuesta trata de construir convivencia: “Si estamos innovando hay que superar las agresiones; suficientes discursos de odio hay en la ciudad como para seguir fomentando esa vaina”.
“Todas hemos tenido experiencias personales de violencia machista; cuando tomamos conciencia nos damos cuenta de que se trataba de violencia”, dice Dora. Cuenta que cuando era estudiante atravesó situaciones de acoso y que hoy, como docente, acompaña a las mujeres que viven la misma realidad en la Universidad de Medellín, donde trabaja. “Me pongo en el lugar de ellas, recuerdo el silencio que guardé todos esos años. Cuando una se va construyendo como feminista va viendo las brechas y que violencias que parecen sutiles ya no son tan sutiles, y cuando una ve eso sabe que tiene que hacer algo”, afirma. Por eso creó el Observatorio de Género en la Facultad de Derecho (“una facultad patriarcal y misógina”). Desde ese lugar se han creado campañas y trabajan en un protocolo de atención para situaciones de acoso.
Dora cree que la energía de las mujeres está conectada “en todos los países, generando transformaciones, peleando desde abajo para llegar al poder político”. Y afirma, contundente: “Para las mujeres de América Latina es el momento de llegar al poder”. En esa línea, dice que toca ser las “sufragistas del siglo XXI”: “Antes era la lucha por el voto, ahora es la lucha por ser votadas”.
La experiencia de Estamos Listas les ha cambiado la vida a muchas de las mujeres que forman parte del movimiento. “Estamos convencidas de este proyecto, y nos está cambiando desde los lugares más cotidianos que hacen a la política y a la vida”, dice Dora.
Momentos de campaña
En una de las noches de campaña, un grupo de seis mujeres reparte pastelitos en la salida de una estación del transporte público. Después de un par de horas de contarle a la gente sobre su movimiento político, se juntan en una de las esquinas con los estandartes para sacarse una foto todas juntas antes de irse. Mientras se reúnen y se abrazan pasa un auto con cuatro hombres adentro que les gritan: “¡Qué lindas todas!”. Ellas los ignoran, se sacan las fotos y siguen al próximo punto de campaña.
Ismaria empieza su discurso improvisado. “¿No les ha pasado que sienten que las mujeres hacemos más cosas, llevamos a los niños a la escuela, cocinamos, trapeamos, pensamos en todo, mientras que los hombres se pueden dedicar únicamente a su trabajo?”, y a partir de allí les empieza a contar sobre su nuevo movimiento político.
En la avenida La Playa, en el centro de Medellín, donde bajo la calle corría un río, entre los pregones de vendedores de palta y las ventas de DVD truchos y de ropa colorida está la casa amarilla de Estamos Listas. En la mañana Jenny y Diana están haciendo campaña en las redes, donde llegaron a ser trending topic en Colombia. En la tarde, cuando hay más movimiento, llega Carolina, una estudiante de biología, a comprar su pañuelo. Al rato llegan otras mujeres a tomar café o cerveza. Alrededor de las 18.00 la casa se llena, y las candidatas se juntan a hablar de su estrategia.
También allí, como parte de la financiación de la campaña, un domingo se hizo una fiesta diurna que celebraba la unión con la comunidad LGBTI. Una de las paredes se llenó de papeles de colores, formando la bandera de la diversidad. La consigna de la fiesta era “romper los estereotipos de género”, y fue una mezcla de discursos políticos, salsa, concierto de rap y performances en la cual varias mujeres tenían un pegotín con forma de bigote y varios hombres llevaban tacos.
Jenny
Hace ocho años que Jenny comenzó a trabajar en “Mujeres digitales”, un proyecto que le permitió conocer personas de diversos ámbitos. Ahí entendió que siempre había estado conectada con el feminismo, pero no le había puesto teoría. Muchos temas de género la desvelan: dónde están las mujeres en los proyectos, su lenguaje, su visibilidad, la economía solidaria y feminista, la feminización de la pobreza.
Estamos Listas para ella es su método. “Es nuestro grito diciendo que queremos acceder al poder, que juntas podemos trabajar, que podemos demostrar que se puede hacer política distinta”, dice.
El movimiento empezó como una conversación entre amigas cansadas de la política en espacios mixtos, que siempre las tenía como “objetos decorativos” o como “requisito” que había que cumplir para cubrir la cuota de género; en general, las integrantes de Estamos Listas sienten que nunca las dejaron tener protagonismo en la política tradicional, por más progresista que fuera.
Jenny considera fundamental que las mujeres participen en instancias de poder y de toma de decisión, “y a eso se llega mediante un ejercicio electoral”. Para muchas mujeres este ejercicio ha sido difícil, entre otras cosas “porque el Estado es un orden patriarcal en el que no acostumbramos estar”. Pero es ahí donde se toman las decisiones y “no podemos quedarnos todo el tiempo siendo la resistencia, porque si no las decisiones las siguen tomando los mismos de siempre”.
Hay mujeres que eligen construir dentro de los partidos que existen “y asumen muchísimos desafíos”, pero Estamos Listas propone otra narrativa. Es una opción que busca darles una oportunidad a mujeres que hasta ahora no han encontrado lugar en la política, y que, por eso, buscan cambiarla. “A la política no le ha importado la belleza, nosotras decimos que hay que embellecer la política; eso también es parte de una puesta en escena que haga de la política un lugar que sea agradable para estar. Eso también nos distancia de los otros partidos”.
“Estamos en la calle, haciéndonos visibles como grupo de mujeres. Decimos abiertamente que queremos que nos voten por ser mujeres”, afirma Jenny, en nombre de todas. Sienten que se trata de compensar la injusticia histórica de la participación política de las mujeres.
La agenda LGBTI y las violencias contra las mujeres están en el centro de la escena. El aborto legal, en cambio, todavía no es un tema saldado en la organización. “Muchas chicas jóvenes nos exigen una postura y dentro del movimiento hay posiciones distintas, pero este no es un tema de control político desde el concejo. Nosotras tenemos que hablar de salud sexual y reproductiva, del respeto y las garantías de los derechos constitucionales, entre los que están el aborto legal por causales”, explica Jenny.
La diversidad de posturas es para ellas muy valiosa. “Hemos tenido discusiones muy interesantes en pos de construir posturas colectivas. No todas quedan satisfechas, pero se respeta y todas estamos tranquilas con la manera en la que construimos consensos”, dice la encargada de Comunicación. La clave para ellas es que haya más mujeres, incluso si tienen posturas más conservadoras, “porque ellas también merecen la oportunidad de hacer política”.
Las agresiones están siempre presentes, especialmente en las redes sociales, donde reciben ataques por “abortistas” o “feminazis”. “Esto nos obliga a tomar decisiones sobre cómo decimos ciertas cosas, qué estrategias comunicativas usamos, qué respondemos en las redes y qué no”, cuenta Jenny.
En cuanto a los círculos, explica que son la forma de buscar votos. “Si cada una hace un círculo de 30 mujeres, nos podemos multiplicar y ser 1.800. Si somos 1.800 y cada una consigue 100 votos pueden ser 186.000 votos. Con eso podríamos llegar a por lo menos seis o siete concejalas, llegaríamos a ser bancada”, explica. Al principio era un sueño, pero se empezaron a sumar adherentes. Se movieron en red y en silencio, para no ser atacadas, y así lograron concretar los círculos de 60 mujeres.
Las inspiran muchos movimientos internacionales, como el Me Too estadounidense y las organizaciones feministas de México, Argentina y otros países de América Latina. “Hay una fuerza increíble de mujeres queriendo romper el silencio para salir a decir que ya no nos jodan más la vida”, dice Jenny. Y agrega: “Estamos Listas es el resultado de cómo a muchas mujeres de Medellín nos está pasando por la piel todo lo que está sucediendo en América Latina. Por fin nos tocó a nosotras”.
Aurora
Aurora Flores tiene 53 años y vive en la Comuna 2, en una casa pequeña de ladrillos rojos con techo de chapa, como casi todas las casas que la rodean en su barrio y que cubren una ladera bien empinada de las montañas orientales del Valle de Aburrá, en Medellín. Las casas están unas arriba de las otras, las separan caminos estrechos y escaleras.
Aunque Aurora barre a cada rato, el piso de hormigón sigue teniendo polvo. Hace poco, debido a las lluvias, un trozo de tierra se deslizó e invadió una parte de su vivienda, que se distingue de las demás por los carteles que la identifican como una de las casas de Estamos Listas. Oficia también de local comercial, porque allí es donde ella trabaja como modista. Hay una máquina de coser y muchos hilos de colores organizados por gama. En la ventana cuelga un vestido turquesa inspirado en Frozen. Lo usará una niña que en pocos días cumplirá cuatro años.
Aurora no terminó el liceo, pero cuenta que aprendió mucho del trabajo comunitario con otras mujeres y mediante su labor social como dirigente barrial. Forma parte de varios colectivos de mujeres de la zona, con los que comparte, entre otras cosas, una huerta comunitaria.
Ella es una de las 2.000 mujeres que hacen Estamos Listas. Como otras, es la primera vez que Aurora se involucra en la política partidaria, y también, como a tantas otras colombianas, la violencia la tocó desde siempre y de muy cerca. “En mi comuna, los años 80 y 90 fueron de mucha violencia. En los solares aparecían personas muertas. La violencia era extrema. Ahora está más tranquilo, pero la comuna sigue regida por grupos armados ilegales”, recuerda. Allí hay muchos asentamientos, la mayoría de migrantes o desplazados, como ella. “A mí me tocó venir a Medellín cuando era chica, precisamente producto de la violencia. Me tocó cuando mataron a mi papá”, dice Aurora.
Cuando llegó a Medellín vivió en un tugurio en una zona céntrica y luego pasó dos años en la calle, hasta que logró irse a vivir a la Comuna 2, donde nacieron sus hijos y sus nietos. Allí se fue asentando, casi por accidente, como líder comunitaria.
Su vida está marcada por la violencia, en sus múltiples formas. Para ella la militancia es, entonces, una búsqueda de la no violencia, especialmente la que afecta a las mujeres. “Mi inspiración para trabajar contra la violencia es por todas las mujeres, por mi hija, por mí. Sufrí mucha violencia de género, y a pesar de mi edad aun hoy sufro mucho acoso callejero y psicológico acá en la comuna”, reconoce.
Sufrió la violencia desde niña en el ámbito familiar, y después la experimentó en diversas formas cuando le tocó vivir en la calle. Cuando logró salir de esa situación, se casó y empezó a trabajar. Pero vivió inmersa en una situación de violencia de género permanente con su pareja, que tenía un uso problemático de drogas. Su hija más pequeña es producto de una violación. El asesinato de su esposo también hizo que se viera involucrada en otros tipos de violencia de género en el barrio. “Cuando quedé viuda los hombres de las bandas creían que iba a ser la concubina de ellos”, cuenta. “Me tocaban la puerta a medianoche, mientras dormía con mis hijos pequeños. Me decían muchas cosas, toda clase de barbaridades”.
En ese momento tuvo que empezar a trabajar más, y en el trabajo también sufría mucha violencia económica y psicológica. “Nos decían que si nos íbamos de ahí nos íbamos a morir de hambre. Por eso teníamos que aguantar que nos trataran así, que nos pagaran mal”. De todos modos, Aurora se fue. “Con miedo, pero logré salirme. Como pude, compré esta máquina de coser. Me dije que como fuera iba a ser modista, estaba dispuesta a hacer lo que fuera. Así empecé a conocer a las vecinas del barrio y colectivos de mujeres”.
Hace diez años es parte de la Secretaría de la Mujer de la comuna, donde se desarrollan distintas actividades y se reúnen varios colectivos. “Empecé a conocer los derechos de las mujeres y a darme cuenta de ciertas cosas, como la violencia y la lucha de las mujeres por sus derechos”, cuenta. Aunque valora su papel en el barrio, es muy crítica con la dependencia que genera y lo atada que estaba a los flacos presupuestos que se le asignaban.
Hace dos años, con otras vecinas, decidieron independizarse de la secretaría y de la financiación estatal. Crearon diferentes colectivos que hacen cosas en la zona. Su trabajo con las mujeres va y viene de manera constante entre lo institucional y lo comunitario. “Ser mujer en la Comuna 2, como en todas las comunas, es difícil. Políticamente hay muchos obstáculos. Las juntas locales y comunales están regidas por hombres, son muy pocas las mujeres que logran llegar”, afirma. Cuando recorre el barrio para contarle a la gente sobre Estamos Listas, usa un estandarte violeta que dice: “Vota por las mujeres”. Porque para ella se trata de eso.
Cuenta que se involucró con este colectivo porque siente que “apareció la esperanza de que las mujeres” lleven a la política sus problemáticas. “Necesitamos hacer una veeduría para que se nos escuche más y podamos expresar la violencia que enfrentamos para que haya una solución. Queremos tener voz. No reclamamos porque sí. No estamos locas. Tener una voz es tener esperanza”, afirma.
Su trabajo con Estamos Listas se enfoca en hablar con otras mujeres para que se sumen a la causa. “Muchas vecinas dicen que nunca votaron. Ahora van a votar porque esta iniciativa implica apostar por las mujeres”, relata con orgullo. Y destaca que también cuentan con el apoyo de algunos varones que creen que para cambiar la política hay que renovarla.
Unos días antes de las elecciones, Aurora llega temprano en la tarde a la casa de Estamos Listas desde el centro de Medellín. Se sienta en los sillones que están en la entrada y le sirve algo de comer a su nieta. Viene de hacer unos trámites y se dispone a reunirse con otras mujeres que serán testigos electorales por Estamos Listas. Organiza el salón, donde varias mujeres despliegan sillas blancas que pronto estarán ocupadas por mujeres capacitándose. Está siempre atenta a su nieta, que juega a las escondidas cerca del lugar. “Estamos Listas fue y es un sueño”, dice, mientras todo eso sucede a su alrededor. “Fui de las primeras. Aunque esta comuna haya sido tan violenta con las mujeres y haya logrado que no crean, las mujeres nos juntamos para creer y crear. Si nos apoyamos unas a otras vamos a llegar, vamos a tener el poder político que tanto necesitamos para luchar contra la violencia”.
Eydis
Originaria de la región de San Juan, en el departamento de Chocó, a los 15 años Eydis Trujillo se mudó con una tía a Medellín para terminar el colegio y tener más oportunidades de llegar a la universidad. Hoy tiene 34 y es psicóloga y mamá de un niño de 11 años. Como su madre era maestra, pudo ver desde pequeña las desigualdades de su departamento, que es uno de los más pobres de Colombia. Quiere hacer su aporte para cambiarlo de alguna manera.
En los últimos semestres de la facultad conoció una organización que trabajaba con mujeres jóvenes en la prevención de la violencia sexual. Empezó a darse cuenta de ciertas cosas que ella y otras a su alrededor habían atravesado. Así llegó al feminismo. “Ser mujer nos pone en un lugar de no privilegios, de ser víctimas de violencia. Ser mujer es un motivo de exclusión, tratan de tacharte y de invalidarte. Esto se complejiza más si eres una mujer afro, o si eres una mujer indígena”, afirma.
Tuvo que empezar a usar su voz para hacerse notar. “Estoy aquí, yo existo, yo valgo”, repite, y dice que esta fue su manera de presentarse ante la sociedad. La discriminación la atraviesa desde siempre. Cuenta que cuando intentó trabajar en cárceles no la dejaron porque supuestamente las mujeres afro no podían vincularse con los reclusos. También asegura que cuando era directora de una organización que trabaja con mujeres que atraviesan situaciones de violencia de género desconocían el papel que ella ocupaba: “Por ser mujer, joven y afro no me reconocían como directora”, recuerda.
Agotada de la desesperanza, la impotencia y la desidia, resolvió moverse “para estar donde se toman las decisiones”. Cuando conoció el proyecto de Estamos Listas, supo que era el lugar desde el cual quería construir política. Se postuló como candidata y hoy forma parte del movimiento.
Como reto, considera que es importante no perder de vista la diversidad. “Esto nos da fuerza, es nuestro hilo conductor. Somos diversas en todo sentido: étnico, sexual, generacional, de conocimientos, capacidades”.
Eidis atraviesa múltiples desafíos: ser madre sola, ser profesional e incursionar en la política, pero dice que se siente acompañada y que la fuerza de las mujeres que ha conocido la fortalece. “Muchas son historias desgarradoras, de mujeres que siguen al firme. Esas mujeres se merecen una ciudad no violenta, una ciudad con oportunidades. Se merecen una ciudad donde ellas hagan parte. Estamos Listas ya está garantizando algo para las mujeres: existir en la política”, afirma.
El proceso, dice, ha sido “increíble”, y espera que lleguen a ser muchas más. “Hay mujeres que nos han dicho que iban a votar por primera vez, y que nos van a votar a nosotras porque las representamos. En este movimiento cabemos todas, con nuestras hijas e hijos, nietas y nietos”, agrega Eydis.
Lo más importante, insiste, es hacer otro tipo de política: “Queremos hacer política desde el amor y el cuidado. Eso que dicen acerca de que las mujeres no podemos trabajar juntas es falso, es una posición del patriarcado para aislarnos. Ese discurso no cala en Estamos Listas”.
Este trabajo fue realizado con el apoyo del programa Adelante de la International Women’s Media Foundation y el equipo de la diaria Feminismos.