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Lalibela, en la región norte de Etiopía, es un pueblo de no más de 20.000 personas. En su interior, alberga un patrimonio cultural inimaginable, que reúne anualmente a cientos de católicos ortodoxos de todos los rincones del país para celebrar Genna (o Ledet) durante los primeros días de enero, que corresponden a la Navidad según el calendario etíope.
Entre los siglos XII y XIII el rey Lalibela, líder etíope cristiano, ordenó la construcción de una “segunda Jerusalén”, luego de que los musulmanes sitiaran esa ciudad en el año 1187. Como resultado, 11 iglesias fueron esculpidas a mano en la roca de las montañas, así como también los túneles que las interconectaran, dando origen a un santuario subterráneo, casi imperceptible a cierta distancia.
Cada sábado de noche, algunos parlantes ubicados fuera de las iglesias transmiten las oraciones que los peregrinos entonan a viva voz bajo tierra para llamar a los fieles que aún están afuera. Con el correr de la noche, varios peregrinos se acercan para leer sus libros de oración, escritos a mano en amhárico, el idioma oficial de Etiopía, que habla cerca de 30% de la población del país.
Tras horas de rezar sin parar, los peregrinos reciben el amanecer y comparten injera, el pan típico de Etiopía, en los alrededores de las iglesias que en 1978 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
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