La tierra ondulada del departamento de Lavalleja atrapa miradas e invita a recorrerla. Villa Serrana es uno de sus atractivos más elegidos: ofrece descanso y aventura todo el año, en un entorno natural rico en historia, con un patrimonio geológico por descubrir.
Villa Serrana fue visitada por el célebre naturalista inglés Charles Darwin en 1832, aunque como punto turístico comenzó a cobrar notoriedad a mediados de la década de 1940. La economía uruguaya estaba en auge gracias a las exportaciones ocasionadas por la Segunda Guerra Mundial, y un grupo de personas tuvo la visión de crear un balneario diferente, en el campo, al estilo de las villas europeas.
Cuentan los pobladores que una avioneta salió en busca de un sitio en las sierras que estuviera rodeado de cinco cerros surcados por un valle. Así llegaron a ese paradisíaco entorno, prácticamente virgen en esos años.
El grupo se formalizó como Villa Serrana Sociedad Anónima (VSSA), y en 1946 compró a los herederos de Francisco Pérez Fontán algunos miles de hectáreas de la amplia extensión de territorio que el gobernador de Montevideo le había concedido en 1769.
Se contrató al destacado arquitecto Julio Vilamajó como director del plan de urbanización, para proyectar los espacios a crearse dentro del tupido paisaje agreste. Vilamajó llevó adelante la tarea junto a su joven colega Miguel Ángel Odriozola y paisajistas extranjeros.
La transformación no pretendía convertir el entorno en un pueblo más, sino lograr una armonía entre las construcciones y la naturaleza, por eso se sacó provecho de los desniveles y las características de cada terreno y se utilizaron materiales propios del lugar como piedra, madera y paja. Fue uno de los primeros emprendimientos turísticos del país en relacionar el medioambiente con la arquitectura, y buscó cuidar y respetar la flora nativa en los parcelamientos y ubicar los paseos con un plan de conservación.
Sólo recientemente, 70 años después, el poblado comenzó a cumplir el objetivo de su creación, tras atravesar varias etapas de decadencia y total abandono.
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Villa Serrana se ubica a 25 kilómetros al noreste de la ciudad de Minas, y está a 145 kilómetros de Montevideo y a 110 kilómetros de Maldonado. La primera de sus entradas es la más larga y dificultosa, por ser casi toda de tierra. Está en el kilómetro 139,5 de la ruta 8; el acceso en vehículo propio o caminando tiene dos kilómetros, luego se desvía a la izquierda por avenida Bernasconi, donde comienzan cuatro kilómetros bastante maltrechos y solitarios entre curvas, monte serrano y espacios con vista a las sierras a medida que se gana altura.
Información útil
Hay tres almacenes en distintos puntos, una barraca y una escuela rural (con un mandala pintado por Agó Páez Vilaró).
La comisaría suele estar cerrada porque la seguridad reina, pero conviene tomar recaudos. Las calles son de difícil tránsito, especialmente en época de lluvia.
Las cabañas tienen nombre y son fácilmente ubicables usando Google Maps. El alquiler diario oscila entre 1.000 y 4.000 pesos por día, según las comodidades y la vista.
El Salto del Penitente está a 23 kilómetros por un camino interno.
En la represa anochece más temprano. Las noches se ponen frescas y en invierno una estufa a leña tiene especial encanto. Los celulares tienen señal en casi todos lados, pero está bueno desenchufarse y cargar de energía las baterías propias.
La segunda entrada, en el kilómetro 144 de la misma ruta, tiene otro atractivo, potenciado si la visita es en otoño, cuando los fresnos pintan de amarillo la avenida Vilamajó. Los cuatro kilómetros y medio están bituminizados, y la visión es amplia e invita a detenerse cada pocos metros a observar en detalle la maravilla del paisaje y escuchar el cantar de las aves. El ingreso puede ser en vehículo propio o caminando desde la ruta, si se toma un ómnibus interdepartamental. Además, los viernes y domingos entra el bus de línea. También algunos vecinos brindan servicio de taxi, o se puede acordar el transporte con los operadores turísticos.
Un portal de troncos de moderno diseño da la bienvenida, mientras que el viejo mataburros invita a bajar la velocidad y alerta de la presencia de animales sueltos. Es que en la villa hay pocos alambrados, y tanto vacas como caballos pastan libremente.
Un par de chalets en la loma testimonian el estilo de las viejas edificaciones, y pasando la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes —inaugurada en 2011— comienzan a aparecer casas más recientes de variados diseños y pintorescos colores, entre talas y coronillas y el serpenteo de una calle que sube, baja y dobla constantemente.
En el centro de este valle encontramos el parque y represa Enrique Stewart Vargas, en homenaje al arquitecto que construyó la obra en 1958 sobre el arroyo Los Chanchos, denominado luego Miraflores en ese tramo. De frente se reconoce la imagen que seguramente Vilamajó dibujó en su cabeza, con las laderas de esos cerros mezclando infinidad de tonalidades de verde con el colorido de techos y fachadas, y con el Ventorrillo de la Buena Vista observando panorámicamente todo desde su estratégico punto.
El emblemático local gastronómico y hotelero que parece estar suspendido sobre las rocas se inauguró en 1946 y es una de las obras más destacadas de Vilamajó. El segundo y último de sus proyectos arquitectónicos en la villa fue el Mesón de las Cañas, que abrió sus puertas en 1947, poco después de que el arquitecto falleciera.
Ambos edificios funcionaron un tiempo y fueron declarados patrimonio histórico en 1979, mientras se hundían en el olvido turístico junto al resto de la zona: no sólo había cambiado la realidad económica, sino que también se había intensificado la preferencia de la playa sobre el campo. Las construcciones fueron resguardo de ovejas y de los mochileros que llegaban, que no encontraban ningún tipo de servicio más que los brindados por la madre naturaleza.
A principios de 2000 la empresaria de bienes raíces Margot Olivera, que era asidua visitante, comenzó a preguntarse por esos terrenos que tenían tanta belleza para ofrecer. De los nuevos dueños de VSSA —de origen argentino—, consiguió la exclusividad de la comercialización de las parcelas.
Muchos domingos de soledad pasaron hasta que comenzó a moverse la venta. Los propietarios vislumbraron la existencia de capitales interesados en invertir y empezaron a regularizar los adeudos millonarios de contribución inmobiliaria que mantenían con la Intendencia de Lavalleja; además, acordaron realizar obras y mejoras como parte del pago.
Con la llegada de visitantes la rueda empezó a girar. En 2011 el Ministerio de Turismo, en convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo, reflotó el Ventorrillo. El mismo año, privados abrieron el Mesón y la sociedad anónima creó un parador en el lago, además de servicios higiénicos, mesas, bancos, juegos de madera y un equipo desfibrilador. Así, un solar de 1.500 dólares pasó a valer 30.000, si no más.
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¿Qué hace que Villa Serrana esté hoy entre los principales destinos turísticos del país? No hay dudas: su paisaje y tranquilidad. No hay boliches ni bares, no se puede andar rápido ni poner la música alta, tampoco prender fuego, pescar, menos cazar. Lo único para hacer es respirar hondo y contemplar las maravillas del entorno. Sentarse a saborear alguna exquisitez gastronómica. Disfrutar y disfrutarse. Bajar ese cambio tan necesario en la vorágine de la rutina citadina.
Uno puede observar las sierras durante horas, buscar piedras de cuarzo o soñar que son pepitas de oro lo que brilla por doquier. Salir a caminar por la mañana, por la tarde o por la noche son realidades paralelas, cada una con su encanto. También alejarse de los caminos y meterse en la vegetación puede ser una aventura interesante que nos acerque a la libertad de las gallinetas o hasta a un guazubirá.
Las callecitas de tierra llevan nombres de árboles autóctonos e invitan a buscarlos entre la variedad existente: se plantaron unos 100.000 ejemplares de diferentes especies para dar otros tonos en otoño y crear un jardín a gran escala, aunque no se pensó en que podrían llegar a tornarse invasivos; según Claudio Vázquez, el guardaparques que hace tres años trabaja en la villa, los fresnos, los álamos plateados, los ligustros y los falsos nogales podrían llegar a causar una pérdida de biodiversidad.
El predio del parque que rodea el lago es propiedad privada pero de uso público, y fue catalogado como patrimonio nacional. Hace unos años, VSSA realizó la reforma del puente de la represa instalando una pasarela de madera con bancos en el centro, que facilita el acceso al otro lado del arroyo. El diseño original del muro en zigzag se mantuvo intacto, pero igualmente surgieron críticas por la nueva estética y especialmente por las luces que iluminan desde abajo (algo que se solucionó bajando su potencia).
El embalse de agua, con sus 300 metros de largo y 100 de ancho, es el corazón del lugar y alberga una infinidad de especies de flora y fauna. Prestarle atención un rato alcanza para encontrar desde mojarras y tarariras hasta patos, cisnes de cuello negro, carpinchos, lobitos de río y tucu-tucus.
Explorando distintos caminos podemos toparnos con pequeñas plazas, el monumento a Vilamajó o el obelisco de la villa, donde cuentan que en tiempos de carros y bueyes se solía izar banderas para avisarle al aguatero que lo requerían.
Cerca del ex hotel La Fortaleza hay una misteriosa casona antigua abandonada, incendiada en los años 90, cuando se le tapó la chimenea y el quincho se prendió fuego. Allí también hay una cancha de pelota de mano. Es uno de los deportes que se practican en la villa, además de running, trekking y mountain bike.
Otro punto ineludible es la represa del Baño de la India —también diseñada por Vargas—, con un ojo de agua y una pequeña cascada que se prestan para refrescarse en verano, si la sequía no juega una mala pasada. Es el único sitio habilitado para baños: el lago no cuenta con guardavidas y el ingreso a La Olla fue totalmente cercado por un vecino. Afortunadamente se ha comenzado a construir piscinas, lo que permite que los turistas también arriben en época estival.
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Los caballos son parte fundamental de Villa Serrana y varios operadores ofrecen servicio de cabalgatas. Angélica Biramontes trabaja la equinoterapia con el proyecto “Villa Serrana a caballo o a pie”, y realiza acercamientos a personas que no saben andar o han sufrido traumas con algún equino. Hace paseos de tres horas por cerros y senderos, además de travesías que llevan el día completo que incluyen un almuerzo con productos locales. El programa incluye actividades de senderismo, de trekking nocturno con guías de cielo y de naturaleza, y genera talleres de temáticas como doma, saberes locales, geología y fotografía.
Jeannine Caubarrere, propietaria de la posada Bed and Breakfast, tiene en su predio una galería a cielo abierto con imágenes pintadas por el artista minuano Diego Bezón que cuentan la historia del caballo, su relación con el hombre, así como algunos relatos de equinos famosos. También habla de una nueva doma que está experimentando su hijo, registrada como “equinosofía”. Es abierta y gratuita.
En este entorno se ubica además el único santuario de caballos de Uruguay; Libre López se encarga honorariamente de rescatar y cuidar ejemplares maltratados y abandonados, varios de los cuales cinchaban carros en Montevideo.
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La oscuridad del cielo es un rico tesoro que se intenta preservar. En el cerro La Leona funcionó hasta hace un tiempo el observatorio Eta Carinae, y suele haber charlas y actividades de astrofotografía. Aunque se pretendía evitarla, la luz eléctrica llegó a la zona, pero se busca concientizar a los vecinos de que mantengan una iluminación tenue o nula en el exterior de sus viviendas. De todos modos, no hay alumbrado público, justamente para que los visitantes puedan pararse en cualquier lado a mirar la infinidad de estrellas. En esa línea, se está elaborando un proyecto de ordenamiento con apoyo del observatorio astronómico Los Molinos, camino a lograr la certificación de “cielo oscuro” por la International Dark-Sky Association.
Las serranías de Lavalleja tienen un valor geológico agregado que se pretende impulsar para promover el geoturismo en Uruguay. Villa Serrana, junto con la formación de Arequita, el Cerro del Lagarto, el parque arqueológico Mina la Oriental, en Maldonado, y el fuerte San Miguel, en Rocha, es parte de una cadena volcánica con procesos geológicos muy antiguos. “Estamos en un domo granítico en el que hay hierros, suelos muy viejos, de tiempos de la formación de la Tierra, cuando se enfrió y se formó lo primero. Hay suelos de 2.500 millones de años, otros de 900 millones, de esa lava que se enfrió en el subsuelo como rocas plutónicas y generó granito”, explica Vázquez.
Al parecer, faltó poco para que la zona quedara fuera del continente americano. “Hay basalto superficial, tufo volcánico, piroclastos, emisiones volcánicas de erupciones de esa cadena. Eso fue cuando empezaron a separarse los continentes. Las placas se desprendían, todo esto se estaba yendo y por determinados procesos geológicos el proceso se frenó y se desprendió donde quedó el límite de la plataforma continental, pero eso podría haber pasado acá”, sostiene.
En el segundo camino de entrada a la villa se puede observar relevamientos de esas formaciones. Allí se identifican claramente esos piroclastos, que son trozos de cerros que fueron expulsados por las erupciones volcánicas.
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Villa Serrana tiene mucho para ofrecer y es imprescindible cuidarla. Desde hace un tiempo la superficie del agua está invadida por una planta acuática que, según Vázquez, se debe a un proceso denominado colmatación de cubetas: “Los sedimentos quedan, van al fondo y generan una productividad de nutrientes”. Aunque el lago todavía está estable, “puede perder el reino de las plantas acuáticas con las algas, y va a aparecer el problema de cianobacterias”.
Décadas atrás la intendencia abría las compuertas y limpiaba el fondo con maquinaria pesada, pero esa práctica causaba mortandad de peces. Vázquez entiende que se requiere “un sistema ecológicamente estable”, vinculado a la cosecha de la planta. Hasta ahora los intentos de coordinar ese trabajo con la intendencia han fracasado.
La mejora de los servicios no llega a acompasarse con el aumento exponencial de la población y la construcción de viviendas para alquilar. La cifra de pobladores estables se mantuvo durante muchos años estancada en 70; actualmente llega a 130, sin contar los cientos de turistas que llegan semanalmente, lo que hace que los desechos aumenten de forma poco controlada.
Los estudios en ecología acuática de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República han generado insumos de valor para Villa Serrana; pese a que no hay datos metodológicos ni se analizan las napas, se sabe que los pozos negros de las viviendas “infiltran superficialmente pero también están infiltrando desde el fondo, desde sus paredes”. “95% de las casas y los operadores tienen pozos negros infiltrados. Coliformes, nitrógeno y fósforo se lava hacia la cuenca”, aunque en las últimas mediciones, de noviembre, “sólo en un lugar dio una lectura más alta del límite para uso recreativo”. “Comparado con los valores del resto de Uruguay no es nada, pero es un llamado de atención”.
Hay vecinos que buscan aportar a la solución instalando fosas sépticas ecológicas. Estos humedales tienen un sistema de decantación que permite la reutilización del agua para riego. El bien es bastante escaso, y se creó el Festival del Agua para concientizar sobre su uso responsable. OSE abastece únicamente a la zona del Barrio Obrero. Las casas tienen su propio sistema de recolección de agua de lluvia, bombeo subterráneo, o dependen del aguatero.
Asimismo, actualmente el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, en conjunto con la Intendencia de Lavalleja, está elaborando un plan de manejo interdisciplinario de Villa Serrana para fijar criterios, proyectarla a futuro y preservar sus atractivos naturales.
Por otro lado, en el parque se está creando el Aula Carrere, en homenaje al agrónomo Ricardo Carrere, fundador de la organización Guayubira y autor de muchos trabajos de relevamiento de monte serrano en Uruguay. Ese espacio será un aula abierta para estudiar la biodiversidad, brindar charlas, meditar y para que el público disfrute con la naturaleza en un ambiente más protegido.
Los espacios de protección bien pueden ser creados en el jardín de cada casa, manteniendo rincones “sin limpiar”, lo que aporta al desarrollo de la flora nativa. Este rinconcito del mundo merece seguir latiendo como hace millones de años.
Contactos
Mesón de las Cañas. Servicio gastronómico con capacidad para 150 personas. Habitaciones familiares. Aire acondicionado, calefacción. Servicio de transporte. Piscina. Equitación. Abierto todo el año. Contacto: 096 602 263 y www.elmeson.com.uy.
Ventorrillo de la Buena Vista. Abre todo el año. Cuenta con servicio gastronómico. Posee cinco apartamentos con capacidad para alojar hasta a cinco personas. Contacto: 4440 2109 y www.ventorrillodelabuenavista.com.uy.
Bed and Breakfast. Alquila la casa entera, habitaciones o un apartamento privado con dos dormitorios. Contacto: 098 280 811 y www.villaserrananp.com.
Parador del Lago. Abre los viernes de 12.00 a 17.00, los sábados de 12.00 a 22.00, y los domingos de 12.00 a 19.00. Contacto: 092 451 219.
Venite a Casa. Funciona de viernes a domingos y ofrece carne a la parrilla, minutas y pizzas. En verano habilita una piscina estructural y alquila bungalós desde la Semana de Turismo.
La Nueva Calaguala. Cuenta con restaurante, siete habitaciones con baño privado, hostel con 20 camas con cocina equipada y una zona de camping con luz eléctrica. Contacto: 099 387 519.
La Mia Cucina. Menús vegetarianos y ayurvédicos todos los días. Contacto: 4440 3989 y 094 132 009.
Octógono Om Shanti. Centro de yoga y meditación. Se realizan cursos de alimentación consciente, meditación de las rosas, retiros de lecturas aúricas, masajes ayurvédicos, entre otras terapias complementarias. Contacto: 4440 3989 y 094 132 009.
Cabalgatas. Angélica Biramontes. Contacto: 096 408 851 y Facebook Villa Serrana-Cabalgatas y Senderismo.