El artículo sobre Leonel Brizola que publicamos en este número denota la preocupación que despertaba en los militares brasileños el hecho de que este líder de la izquierda se encontrara exiliado en un país limítrofe. En un pasaje se menciona la Campaña por la Legalidad, que Brizola comandó en agosto de 1961.
El objetivo de esa campaña fue asegurar la asunción de João Goulart a la primera magistratura de Brasil, tras la renuncia del presidente Jânio Quadros. La ley indicaba que Goulart, como vicepresidente, debía ocupar el cargo vacante, pero varios sectores conservadores se oponían a un gobierno del líder del Partido Laborista Brasileño.
El 25 de agosto, cuando Quadros anunció su renuncia a sus colaboradores más cercanos, Goulart se encontraba de visita diplomática en China, por lo que el presidente de la Cámara de Diputados, Ranieri Mazzilli, asumió interinamente la presidencia. Ese día, Mazzilli envió un comunicado al Parlamento en el que expresaba la inconveniencia de que Goulart retornara a Brasil. También ese día, Brizola inició un movimiento de resistencia a ese posible golpe de Estado y a favor de las normas constitucionales.
Por entonces gobernador del estado de Rio Grande do Sul, Brizola se atrincheró en el Palacio Piratini, la sede del Poder Ejecutivo en Porto Alegre, y desde allí contactó a fuerzas sociales y mandos militares dispuestos a defender el orden constitucional. Allí también montó un estudio de radio, desde el que llamaba a la movilización. Sus mensajes fueron retransmitidos por otras emisoras, y Brizola se transformó en una figura de alcance nacional. Con la colaboración de militares legalistas, los partidarios de Brizola distribuyeron armas para preparar la resistencia popular al golpe. La persistencia de la Campaña de la Legalidad obligó a las partes a negociar una salida pacífica, que incluyó concesiones a los conservadores en forma de un mayor control parlamentario a la presidencia.
Años después se supo que sólo a último momento se frustró un plan para bombardear el Palacio Piratini (que lo habría añadido a la “tradición” de las fuerzas aéreas del continente de atacar sus propios edificios de gobierno, junto a la Casa Rosada argentina y al Palacio de la Moneda chileno). También circulaba el rumor de que el avión que traía a Goulart de regreso podría ser derribado por los opositores. Finalmente, Goulart llegó a Brasil el 1º de setiembre proveniente del sur, vía Uruguay, donde luego también pasaría parte de su exilio tras el golpe de 1964.
Por estas y otras razones, Uruguay fue para los dictadores brasileños un territorio que era necesario vigilar y, llegado el caso, controlar. De ahí su insistencia en alejar a Brizola de esa frontera, como se relata en nuestro artículo, y de ahí también la preparación de la “Operación 30 horas”, el plan de invasión militar de Uruguay en caso de que el Frente Amplio ganara las elecciones de 1971.