No fue hasta después de lo de febrero que nos dimos cuenta de que las paredes de Montevideo están repletas de gatos. Hasta entonces eran un detalle sutil en el paisaje, algo que dábamos por descontado aunque no le prestáramos demasiada atención, como una baldosa floja, un ómnibus que no nos lleva o el color del cielo. Después, los gatos de Plef pasaron a ser omnipresentes. Descubrimos que estaban allí desde hacía mucho, que eran más de lo que pensábamos, y que su cantidad parecía aumentar.

A Felipe Cabral lo mataron el 16 de febrero de este año. Sabemos que ese sábado estaba allí retocando una de sus obras en el muro de una casa abandonada en la Rambla República de México. No sabemos todavía qué pasó: la Justicia no pudo aclarar quién lo asesinó.

Ahora conocemos algunas cosas más sobre Felipe, gracias al reportaje de Federico Medina y Pablo Vignali, que siguieron su rastro a través de muros y testimonios de familiares, compañeros y amigos. Sabemos, por otro lado, que era cercano a la Unión de Juventudes Comunistas. Sabemos que era un artista urbano precoz, y que su talento llegaba también a la música. Sabemos que, como Ibero Gutiérrez, era un creador capaz de conectar mundos en apariencia distantes.

Somos parte de la ciudad que no lo olvida y que lo homenajea preservando su obra, reproduciéndola, renovándola.