“Buenas tardes, señor Phelps. El hombre que aparece en el video es Frederick Von Márquez, reconocido filántropo y dueño de una de las empresas farmacéuticas más poderosas del mundo. Días atrás, Von Márquez fue visto cenando junto al traficante de armas Reinaldo Spencer, buscado desde hace meses por nuestra organización”.
El ómnibus se detuvo en una de las paradas de Ciudad Vieja y ascendió un joven con una guitarra. Jim Phelps, desde su asiento en la mitad del coche, apenas notó su presencia.
“El motivo de la reunión fue la compra de un misil nuclear robado por Spencer al gobierno bielorruso el pasado agosto. Su misión, si decide aceptarla, es impedir que se concrete la transacción. Nuestro informante dijo que la entrega será este viernes en la...”.
—¡Respeto!
Phelps le puso pausa al video y se quitó los auriculares.
—¿Vieron? No es tan difícil, pero a veces cuesta que te presten un poquito de atención. Especialmente si se trata de un caballero de traje y corbata. ¿Ya terminó?
—No. Le pido mil disculpas, pero esta comunicación es realmente importante.
El guitarrista apoyó su instrumento contra un adolescente sólo para poder levantar sus dos manos en gesto irónico.
—¡Disculpe! ¡No sabía que le habían mandado un video muy importante por Whatsapp!
—No es Whatsapp. De hecho, este no es un teléfono convencional. Sin embargo, el video...
—El video puede esperar dos minutos y medio, que es exactamente lo que dura mi versión de “El País de las Maravillas”, de Canciones para No Dormir la Siesta.
—Precioso tema. Emociona a todo el mundo.
—Gracias, señora. Lástima que otras personas no valoren el arte callejero igual que usted. Hasta la pareja del fondo, que estaba discutiendo a los gritos, paró para escucharme.
Phelps se llevó la mano al bolsillo.
—Tome. La unidad está medio vacía, así que esto es más de lo que recaudaría. Súbase al siguiente ómnibus y cante ahí.
—¿Usted se piensa que yo hago esto por la plata?
—Por supuesto. No es la primera vez que lo cruzo y siempre pasa por los asientos juntando monedas en su morral.
—¡Yo soy un cantante y quiero cantar!
—¡Que cante “El País de las Maravillas”!
—¿Vio? La señora quiere que cante.
—La señora no sabe lo que está en juego. De todos modos, cante. Pero permítame que termine de ver este video. Es fundamental para...
El artista le arrebató el teléfono con un certero movimiento, se colocó un auricular y sacó la pausa.
—¡No!
—¿Qué mierda es esto? Un mapa de Europa y una voz diciendo coordenadas.
—¡Idiota! ¡No hay forma de volver atrás el video!
Phelps recuperó el aparato, pero ya era demasiado tarde.
“Si usted o algún miembro de su equipo es capturado o muerto, la Secretaría negará tener conocimiento de sus acciones. Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos. Buena suerte”.
—¡Maldita sea, nos condenó a todos!
Arrojó el celular al piso justo cuando comenzaba a echar humo. Von Márquez no dudaría en utilizar el misil para dar comienzo a una tercera guerra mundial. La humanidad tal y como la conocía había llegado a su fin.
—Verás que pronto llegará el día que tú podrás salir a buscar...
La señora vio a Phelps llorando contra la ventanilla.
—Yo sabía que se iba a emocionar.