—Bienvenido al Banco Patria, mi nombre es Patricia. ¿Qué se le ofrece?
—No me haga decirlo. ¿En serio no se dio cuenta?
—¿Cuenta de qué?
—Esto es un asalto. Por eso llevo una tela que cubre mi rostro.
—Todos los empleados y clientes están obligados a llevar una tela que les cubra el rostro mientras estén dentro del edificio.
—Bueno, eso ya no importa. No hagas ningún movimiento sospechoso y dame toda la plata.
—Sírvase. Son cien mil pesos.
—¿Cien mil pesos? Esto es una miseria, Patricia.
—Disculpe. La mayoría de las transacciones bancarias se realizan a través de internet o en las terminales de autoservicio. Tenemos un poquito de cambio y el resto está en la bóveda.
—¿Y no podés ir a buscar plata a la bóveda?
—Tiene una cerradura de retardo. Yo mando la orden y en un par de horas recién se puede abrir.
—Entonces solamente me llevo esto. Te agradezco mucho.
—¿Va a salir con ese dinero? No se lo recomiendo, señor... ¿Cómo dijo que se llamaba?
—¡Ja! Ni loco te doy mi nombre. Y sí, me voy a llevar esta guita a casa.
—No se lo recomiendo. Salir con esa suma de dinero de un banco es un peligro. Lo pueden haber fichado y en media cuadra podría sufrir un robo.
—¿Qué me recomienda?
—Que lo deposite aquí en el banco.
—Ah, pero yo tengo cuenta en otro banco.
—Eso no es problema. Abrir una cuenta en Banco Patria es tan rápido como uno, dos, tres.
—¿Me está repitiendo el eslogan de la publicidad?
—Estoy obligada por contrato. Mire, llene este papel con sus datos personales, incluyendo nombre, dirección y un número de teléfono celular.
—¿Con eso es suficiente?
—Eso es todo.
—Bien. Tome.
—Bienvenido, señor González. ¿Cuánto dinero quiere depositar en la cuenta?
—Y... pongamos cincuenta mil pesos.
—Qué lástima. Una cuenta con cincuenta mil pesos empieza a generar gastos de administración. Pero si la abriera con cien mil, esos gastos corren por cuenta del banco.
—Bueno, entonces tome. Tome los cien mil.
—Espere que los cuento.
—¡Pero si me los dio usted!
—Es la política del banco. A ver... perfecto. Ahora los ingreso y... ¡listo!
—¿Ya tengo la plata en mi cuenta?
—Ya está acreditada y podrá ser utilizada a partir del mediodía del próximo día hábil.
—¡Pero hoy es viernes! ¿Qué voy a hacer el fin de semana sin plata?
—¿Quiere pedir un préstamo en efectivo?
—No, estoy podrido de llenar formularios. Esto es un asalto. No hagas ningún movimiento sospechoso y dame la plata.
—Sírvase, González. Son cien mil pesos.
—Perfecto. Me los voy a llevar así. No me importa si me ven con tanta plata. Aunque...
—¿Necesita algo?
—Los bolsillos de la campera son muy chicos. ¿No tendría una bolsa de nailon?
—Se verían los billetes.
—Una bolsa de nailon blanca. Algo.
—No tenemos bolsas, ni transparentes ni de colores. El banco apuesta a la conservación del planeta y eliminó todas las bolsas de sus sucursales. Sin embargo...
—¿Sin embargo qué?
—Ofrecemos unos bolsos deportivos a nuestros clientes.
—¡Yo soy cliente! Gabriel González, revise.
—Efectivamente, está en el sistema. Pero los bolsos son para aquellos clientes que tengan un mínimo de doscientos mil pesos en su cuenta.
—Bueno, tome este dinero. Tome los cien mil.
—Espere que los cuento.
—¡Son los mismos!
—Es la política del banco. A ver... perfecto. Ahora los ingreso y... ¡listo!
—¿Ya califico para el bolso?
—Ya califica. Sírvase, González. Un bolso deportivo.
—Muy bueno. Lindas terminaciones.
—Y tiene bordado el logo del banco.
—¡Pero ahora no tengo plata para ponerle!
—Debió pensarlo antes, González.
—Esto es un asalto.
—¿Qué dice? Tenemos muchos clientes esperando.
—No hagas ningún movimiento sospechoso y dame la plata.
—Está bien, sírvase. Son cien mil pesos.
—Muchas gracias, Patricia.
—Antes de irse, ¿le gustaría informarse acerca de nuestros planes de inversión?
—¿Para qué? Ya tengo un montón de plata.
—Pero esa plata está parada en su cuenta. Y los intereses que genera son menos que insignificantes.
—¿Qué me sugiere?
—Un portafolio de inversiones que responda a sus necesidades y objetivos. Con su permiso, el banco manejará su dinero con una cartera diversificada para ofrecerle una mayor rentabilidad.
—No le entendí nada.
—Usamos su dinero para hacer más dinero.
—Perfecto. ¿Tengo que firmar algún papel?
—Lamentablemente no califica para el portafolio, González. Es para clientes premium y usted no llega al mínimo de dinero para invertir.
—Tome. Tome los cien mil y deposítelos en mi cuenta.
—Espere que los cuento.
—No tengo apuro.
—Listo. De todos modos se queda corto. Tiene trescientos mil pesos en la cuenta y el mínimo es de trescientos cincuenta mil.
—Bueno, bueno. Ya entendí. Esto es un asalto. No hagas ningún movimiento sospechoso y dame la plata.
—¿Quiere cincuenta mil pesos? Con eso es suficiente para cambiar de categoría.
—No, dame toda la plata.
—Está bien, sírvase. Son cien mil pesos.
—Muchas gracias, Patricia. Ahora tomá cincuenta mil y depositalos a mi nombre, por favor.
—Espere que los cuento.
—Está bien, esta vez sí nos podemos equivocar.
—Se acreditaron cincuenta mil pesos a su cuenta. Ahora sí, bienvenido a la línea premium del Banco Patria. Entre otros beneficios, el personal de seguridad lo acompañará a la salida del banco para evitar que le sustraigan los cincuenta mil pesos en efectivo.
—¿Vos estás loca? ¡Llamaste al personal de seguridad después de que robara el banco?
—Tranquilo. Usted tomó la mejor decisión a la hora de invertir el dinero robado. Además, tratándose de un monto tan grande, ya califica como “delito económico”.
—¿Eso cambia algo?
—Cambia todo, González. Desde la forma en que será tratado por la prensa hasta la forma en que será tratado por la Justicia. Difícilmente pase un solo día en prisión.
—Haberlo sabido antes. Bueno, muchas gracias, Patricia.
—De nada, González. Que tenga un buen día.