Desde este viernes y durante toda una semana, Montevideo volverá a ser cita del FICSA, el Festival Internacional de Cine sobre la Sal de Ajo, un evento que, por segundo año consecutivo, reúne la producción audiovisual de todo el mundo cuyas historias estén centradas o giren alrededor del peculiar condimento.

Mercedes es una de las organizadoras del festival, y en conversación con este medio repasó sus orígenes. “Hace dos años tuve la oportunidad de ver El sabor del estofado, la ópera prima de Christopher Coudine, sobre una familia francesa que pierde al patriarca en un accidente aéreo y redescubre el cariño que sienten por él cuando sustituyen la sal común del estofado por sal de ajo, y me di cuenta de que no existía, al menos en la región, una programación que se centrara no solamente en el sabor de la sal de ajo, sino en su producción, los canales de distribución y venta, etcétera”.

En la primera edición se exhibió El sabor del estofado en el marco de la Feria de la Alimentación llevada a cabo en la Rural del Prado. La respuesta del público fue sorprendente y eso llevó a que en esta ocasión buscaran profesionalizarse. “Hicimos acuerdos con varias salas del circuito comercial e hicimos una convocatoria abierta para que cineastas de cualquier rincón del planeta que estuvieran en la movida de la sal de ajo pudieran compartir sus historias”, contó la organizadora.

La organización de este segundo encuentro no estuvo exenta de polémicas. Tanto los patrocinadores privados como los apoyos estatales y departamentales denunciaron un supuesto lavado de dinero, después de que se revelara que las tres salas del festival proyectarán un único cortometraje durante seis horas al día, siete días seguidos. Por si fuera poco, esta obra está dirigida por la pareja de Mercedes.

“Reservamos el espacio antes de cerrar la convocatoria y la verdad es que resultó menos popular de lo que esperábamos”, aclaró. De hecho, sólo se presentaron dos cortos y un largometraje. “¡Y era sobre otras especias! Podemos aceptar que la sal de ajo no sea el elemento catalizador de cambios afectivos o sociales en la trama, pero si hay un reencuentro familiar propiciado por el uso del comino, sentimos que nos están tomando el pelo”. Se refería a la película india El sabor del guiso, de Chandra Badia.

Tampoco pasaron el filtro dos cortos realizados por estudiantes, uno de los cuales mostraba dos frascos de sal de ajo teniendo relaciones sexuales en forma explícita gracias a la animación cuadro por cuadro. “El otro era peor”, dijo la organizadora. Para no declarar el festival desierto, lo que habría obligado a la devolución del dinero de los auspiciantes, a último momento se filmó Sal de ahí, un documental de 45 segundos en el que un empleado de planta de una compañía que produce sal de ajo contesta preguntas sobre su empleo.

“Que lo haya filmado Pau no hace que tenga menos valor. De hecho, consumíamos sal de ajo antes de conocernos. Y los que se quejan de las respuestas con monosílabos del entrevistado deberían cuestionar primero sus privilegios de clase”. La primera pregunta del corto es “¿Sabés cómo se fabrica la sal de ajo?” y la respuesta del empleado es negativa.

El revés en la convocatoria no impedirá otras actividades, como la mesa redonda en que se denunciará a aquellos países que demonizan al consumidor de sal de ajo, otra sobre la huella de carbono por parte de la industria de los condimentos, y finalmente el lanzamiento de criptoarte temático. “El FICSA no se va a detener solamente porque el año pasado las y los cineastas estuvieron distraídos con otras comidas. Quizás la próxima edición sea dentro de un par de años, como para abultar un poco más la programación”. Mientras tanto, Sal de ahí podrá ser visto 10.080 veces hasta que termine el festival.