Fue en la primavera de 2004 cuando la sueca Erika Lust decidió que el trabajo final de su curso de cine sería un corto con escenas de sexo explícito. Así nació The Good Girl, el primero de sus éxitos y el que la catapultaría a la industria del cine para adultos. Allí, la protagonista es Alex, una exitosa mujer de negocios que conoce a un repartidor de pizza con quien vive una intensa aventura sexual.
Y aunque ganó el premio al mejor cortometraje del año en el Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona en 2005, las puertas de la industria no se le abrieron fácilmente. El porqué de la resistencia estaba claro: el corto de Lust no sólo se burlaba del mayor cliché del cine porno, sino que también ponía énfasis en algo totalmente olvidado por el cine para adultos: el placer de la mujer.
Ese mismo año, ante la negativa de una productora de cine porno de distribuir el material por considerar que no había mercado para ese tipo de contenido, Erika subió el film a su blog y en pocos días acumuló más de dos millones de descargas. Nacía así un cine erótico que comenzaba a contemplar a las mujeres.
Hoy, Erika es una de las directoras de cine porno más influyentes. Tiene una productora que lleva su nombre, cuatro plataformas donde pueden verse sus contenidos y acumula cortos, largometrajes y libros con una mirada feminista sobre el sexo.
Si enunciamos sexo y placer, ¿qué es lo primero que se viene a tu cabeza?
Cuando pienso en sexo, no sólo me refiero al acto, sino a toda la experiencia, desde la seducción hasta la intimidad, y el placer es una parte fundamental de ello. Sin placer ¡no puede ni debería haber sexo! Para mí el placer tiene que ver con la química entre dos (¡o más!) personas: cómo se tocan, por qué y cómo se crea la pasión entre ellas, qué es lo que les atrae de cada una... Todo esto es lo que considero más importante e interesante en las relaciones íntimas y en lo que intento concentrar la narración de mis películas.
¿Cuál fue el momento en que dijiste “quiero hacer un cine para adultos diferente”? ¿Qué es lo que te llevó a construir esos relatos en que la mirada está puesta en el placer y el goce de la mujer?
Por una parte, influyó el hecho de que soy sueca. En Suecia el feminismo es bastante potente, fue el primer país del mundo en introducir la educación sexual como asignatura obligatoria en los colegios. Por otra parte, yo venía muy marcada –de un modo negativo– por las primeras veces que vi pornografía. En el año 2000 me mudé a Barcelona, donde tenía bastantes amigos que trabajaban en cine, así que entré en el sector haciendo las tareas más bajas de producción. El cine siempre había sido una de mis pasiones, aunque no lo había estudiado. En 2004 rodé el cortometraje The Good Girl, que colgué en mi blog, ¡y en dos semanas tuvo dos millones de descargas! En él uní a lo audiovisual mis reflexiones sobre género y sexualidad, y traté de hacer algo que pudiera ser una alternativa al porno estereotipado de los sitios gratuitos, que la mayoría de las veces es sólo nocivo en lugar de sexy. Quería hacer una película que mostrara la importancia del placer femenino y que no redujera el deseo masculino a un mero impulso para conquistar y poseer.
¿Considerás tu cine más realista y educativo que el mainstream?
Creo que la pornografía debería ser más realista, pero no creo que sea su responsabilidad ser educativa. Al mismo tiempo, es verdad que un cine para adultos que sea más cinematográfico y realista puede ser más inspirador y menos dañino que el típico video porno que se encuentra en línea, pero sigue siendo una fantasía, aunque más realista. Crear contenido que desafíe la retórica tradicional sobre los roles de género y la sexualidad es un catalizador vital para el cambio y creo que al hacer pornografía que represente con mayor cuidado la sexualidad humana es posible subvertir muchas de las creencias perniciosas asociadas al placer femenino. Al presentar a las mujeres como seres sexualmente autónomos, cuyos deseos son igualitarios a los de los hombres, promovemos la idea de que las mujeres merecen respeto tanto en la esfera sexual como en la sociedad. Una de las ideas erróneas sobre el sexo y más dañinas representadas en la típica película porno es que sólo hay una forma correcta de tener relaciones sexuales y disfrutar del placer. ¡La sexualidad humana puede ser mucho más que eso! El sexo no es sólo un acto mecánico centrado en los genitales. Creo que hay una gran falta de películas que retraten la seducción, la química, el juego genuino, el consentimiento mutuo y la comunicación en el sexo. Mis películas promueven una actitud positiva hacia el sexo. Porque quiero retratar relaciones sexuales sexys, divertidas y respetuosas, en que el consentimiento se muestre claramente y donde tanto mujeres como hombres y personas no binarias son dueñas de su propio placer y están a cargo de lo que hacen con sus cuerpos, ya sea que la película sea romántica o kinky. Simulaciones de coerción, pedofilia o abuso están prohibidos.
¿Cuál fue tu primer recuerdo como consumidora de pornografía?
Siempre me interesó el cine, pero cuando estudiaba ciencias políticas y género en la universidad en Suecia comencé a desarrollar un gran interés por el discurso pornográfico. Era una mujer joven que sentía curiosidad por el sexo y un día un novio me mostró un video porno. Al ver eso, sentí que algo andaba mal: el papel de la mujer se trataba demasiado de complacer al hombre, difícilmente se trataba de su experiencia sexual o de su placer. Sabía que la sexualidad femenina era mucho más que eso. También me aburría la falta de imaginación en el porno. La pornografía está hecha con el propósito de excitar, pero esto no significa que no podamos buscar los mismos placeres visuales que buscamos en otras películas. ¿Por qué no podemos hacer porno con imágenes hermosas y una buena historia? Me di cuenta de que la pornografía convencional no reflejaba ninguna verdad sobre el sexo y todo estaba filmado desde la perspectiva masculina. Casi no había películas que representaran el placer femenino y muy pocas estaban hechas por mujeres.
¿Considerás tus películas parte de la “revolución feminista”?
Yo me defino feminista y mis valores feministas están naturalmente incluidos en mis pelis, pero la etiqueta de “porno feminista” me parece un poco limitante, la verdad. Las directoras que se definen feministas forman una comunidad tan diversa dentro de ella, y hacen obras tan diferentes entre sí. Me encanta el creciente movimiento del dicho “porno feminista”, pero también es importante tratar de enfocarse en la diversidad artística que reside dentro de este grupo. No somos un colectivo de personas que tienen todas las mismas opiniones artísticas o las mismas ideas sobre el sexo. El feminismo se trata esencialmente de igualdad de género y con mis películas quiero representar el placer de mujeres, hombres y cualquier otra identidad no binaria por igual, sin los estereotipos misóginos, racistas u homofóbicos perpetrados por la pornografía convencional que puedes encontrar en los sitios de porno gratuitos. Para mí, la pornografía hecha con valores feministas se trata fundamentalmente de mostrar una representación auténtica de la sexualidad humana. La pornografía convencional está llena de códigos repetitivos y tropos de poder agotadores que tienen que ver con los genitales (femeninos) y las partes del cuerpo, pero nada sobre la mujer.
Si vamos un paso más allá, ¿qué pasa en la pornografía con aquellos cuerpos que no son heteronormativos o géneros no binarios? ¿Hay lugar para ellos, no como objetos, sino como protagonistas de su historia?
Es muy importante que la pornografía incluya diferentes cuerpos, habilidades, razas, identidades de género y sexualidades. Pero también es importante hacer esto sin fetichizar a les performers o sus atributos. La industria del porno se elogia a sí misma por albergar una de las fuerzas laborales más diversas e inclusivas del planeta. Sin embargo, el encasillamiento reductivo está muy extendido. Categorizar a cada performer por su identidad racial, edad, tipo de cuerpo, habilidad o demografía y, en general, reducirlos a estereotipos no es inclusivo ni es una representación positiva de la diversidad que existe en el mundo. Es vital que esto cambie y, a medida que la sociedad se vuelva más consciente de la importancia de la diversidad, también debería hacerlo la industria del porno. La pornografía no ha sido tradicionalmente pionera en términos de representación. Como ocurre con todos los tipos de medios, también el porno tiene un impacto en la noción de deseabilidad de la sociedad. Esto significa que cuando se excluyen de esta imagen ciertos tipos de cuerpos, razas o edades, se envía un mensaje de que si tienes esas características no eres atractivo y no eres digno de placer. Esto es muy preocupante y sólo puede contrarrestarse mediante representaciones más positivas de la diversidad. Intentamos que nuestro contenido sea lo más inclusivo posible y nuestro objetivo es no categorizar, diferenciar o fetichizar a les performers de ninguna manera ni encasillarles. Todes les involucrades en la narrativa de una película deben tener su propia voz, no deben estar allí para ser explotados para el placer de otra persona o para satisfacer una idea que existe sobre ellos. En los últimos años, produjimos más y más pelis de directores queer que encontraron en Erika Lust Films un lugar seguro y una oportunidad de contar sus propias historias de manera auténtica, porque están usando su propia voz y protagonizando su propia comunidad. Es el caso de Maximus Skaff, Charlie Benedetti, Aléix Rodón y Perlita León.
¿Creés que es posible transformar la industria del cine para adultos?
Por lo que estoy viendo, estamos presenciando un cambio general gradual en la industria del entretenimiento para adultos y la necesidad de comenzar a hacer las cosas con más valores y mejores condiciones de trabajo para todes les involucrades. Sin embargo, aún nos queda mucho por hacer. Las posiciones de poder más altas de la industria del porno todavía están dominadas abrumadoramente por hombres cisgénero blancos.
Entonces, ¿cómo hacer para masificar este tipo de contenidos? ¿Cuál es el camino?
Si queremos que la pornografía hecha de forma ética crezca, necesitamos que también los consumidores incorporen la ética a la forma en que consumen porno. En el caso de la mayoría de la gente, tan pronto como se conecta a internet y encuentra pornografía gratis, apaga su ética. Pero en realidad, ver porno gratis es como ir al supermercado y salir sin pagar las compras. Cuando pagas por tu porno, le estás dando valor. Estás apoyando a las personas que lo hacen y estás enviando el mensaje de que, al igual que con los alimentos o los productos de belleza, quieres saber de dónde viene tu pornografía y cuáles son las condiciones de trabajo en las que se hizo, porque quieres ver pornografía hecha de forma segura, con calidad y diversidad. Como en muchos otros campos, los consumidores son, en última instancia, parte de la industria del porno; el futuro del porno depende de las personas que lo ven.
Empezar a preocuparse por cómo se hace el porno que vemos y quiénes son las personas que lo hacen significa dar un paso necesario para luchar contra el modelo de negocio de la piratería detrás de los sitios de porno gratis y, sobre todo, validar el trabajo sexual como trabajo real. Necesitamos cambiar y mejorar nuestra percepción del trabajo y la vida de las trabajadoras sexuales y normalizar el trabajo sexual como trabajo real que merece derechos legales y humanos.
Por último, ¿en qué estás trabajando ahora?
Acabamos de lanzar la nueva iniciativa del Store by Erika Lust Your Pleasure Helps: cada mes, 100% de las ganancias de una film compilation se donará a una organización benéfica elegida. Para poner en marcha esta nueva iniciativa y celebrar el Pride 2021, todas las ventas de la Pride Collection de junio se donaron a ILGA World para ayudarles a apoyar los derechos de las trabajadoras sexuales LGBTQI+ y suportar la despenalización del trabajo sexual. Pagar por el porno no sólo garantiza condiciones de trabajo seguras para las personas que lo producen, sino que también puede ayudar a apoyar las causas sociales que necesitan más visibilidad.