Desde el lugar de nacimiento de Barack Obama a QAnon, pasando por el Pizzagate, las teorías conspirativas han sido siempre parte del discurso de Donald Trump, tanto en las campañas electorales como durante su período de cuatro años como presidente. Entre tantos mensajes de origen confuso, fuente dudosa y verificación cuestionable arrojados por el expresidente durante su mandato, se encuentra una teoría que lanzó hacia fines de abril de 2020. En una rueda de prensa, afirmó que el SARS-CoV-2 se había originado en un laboratorio de Wuhan. Lo extraño es que lo hizo en respuesta a la Agencia Central de Inteligencia, la CIA.

Ese mismo día, la Dirección Nacional de Inteligencia, que supervisa todas las agencias del sector y que en ese momento tenía como titular a Richard Grenell, había emitido un comunicado para desmarcarse de la acusación de que algunos funcionarios del gobierno habrían presionado a los servicios de espionaje para que buscaran pruebas de que el origen del coronavirus era un laboratorio chino. En el comunicado, esta dirección señalaba que “la comunidad de Inteligencia también coincide con el amplio consenso científico de que el virus de la covid-19 no es ni artificial ni genéticamente modificado”.

Trump fue consultado por esta declaración y afirmó que desconocía lo que afirmaban desde la oficina de Grenell, pero que él tenía pruebas de que el virus sí había surgido en un laboratorio y que, a causa de esta evidencia que nunca reveló, “la Organización Mundial de la Salud debería estar avergonzada”.

Pasaron los meses, desapareció Pizzagate, desapareció QAnon, Trump perdió en la campaña por la reelección (aunque no quiso reconocerlo por varios meses) y en enero de 2021 el demócrata Joe Biden asumió la presidencia. El nuevo mandatario cambió el estilo de conducir la Casa Blanca, se mostró más moderado que su antecesor en las declaraciones ante la prensa, pero se quedó con una cosa: la teoría sobre el origen del virus.

Esta teoría sostiene que el salto del SARS-CoV-2 de algún animal hacia un humano no se produjo en un mercado de carnes (hacia donde apuntan los primeros contagios masivos), sino dentro del Instituto de Virología de Wuhan, donde se estudian algunos tipos de coronavirus, y que allí se produjo una fuga. El argumento se apoya en un caso de abril de 2012, cuando seis mineros de Yunnan ingresaron a una mina para eliminar heces de murciélago. Seis de ellos cayeron enfermos con síntomas de neumonía y tres murieron. Investigadores del Instituto de Virología se trasladaron a Yunnan y extrajeron varias muestras que fueron llevadas al laboratorio. Entre esas muestras se encontraban nueve tipos de coronavirus, y uno de ellos, el RaTG13, tenía un código genético similar en 96,2% al SARS-CoV-2. Sin embargo, la viróloga china Shi Zhengli, de ese instituto, indicó que los mineros de 2012 no habían enfermado por los coronavirus.

Un año después de las declaraciones de Trump, el 18 de mayo de 2021, 18 científicos de Harvard, Stanford y Yale publicaron una carta abierta en la revista Science en la que, contra lo que pensaba la mayor parte de la comunidad científica internacional durante 2020, reclamaban considerar “seriamente” la hipótesis de la fuga de laboratorio. Días después, el 26 de mayo, Biden publicó un comunicado en el que anunciaba que había ordenado a los servicios de espionaje que “redoblen sus esfuerzos para localizar y analizar información que pueda acercarnos a una conclusión definitiva” sobre el origen de la enfermedad. También detallaba que los servicios tendrían un plazo de 90 días para enviar un informe.

Imagen de microscopio electrónico de transmisión de una muestra de SARS- CoV-2. FOTO: NIAID

Imagen de microscopio electrónico de transmisión de una muestra de SARS- CoV-2. FOTO: NIAID

Incluso hubo un cambio en el discurso del médico Anthony Fauci. Como miembro referente de la Comisión Especial de la Casa Blanca sobre el Coronavirus, creada por Trump en 2020, Fauci afirmaba que la evidencia científica apuntaba a un origen natural del coronavirus y no a una fuga de laboratorio. Sin embargo, cuando en 2021 pasó a ocupar el cargo de asesor médico jefe del presidente bajo el mandato de Biden, dijo en junio a la CNN: “Todavía creo que el origen más probable es de una especie animal a un humano, pero mantengo la mente absolutamente abierta a que, si puede haber otros orígenes, puede haber otra razón, podría haber sido una fuga de laboratorio”.

Los ojos en China

El comunicado de Biden a fines de mayo no hacía referencia solamente a la orden enviada a los servicios de inteligencia: también señalaba que el gobierno chino había impedido el acceso de investigadores extranjeros a Wuhan en los primeros meses del brote epidémico. Cuatro días antes, había aparecido un artículo en The Wall Street Journal en el que se citaba a fuentes de la inteligencia estadounidense que afirmaban que había temor de que el coronavirus hubiera salido del Instituto de Virología de Wuhan.

El artículo también hacía mención a que tres investigadores del laboratorio de Wuhan cayeron enfermos y necesitaron cuidados hospitalarios en las semanas previas a la detección de casos del nuevo coronavirus en el mercado. Los síntomas, según el informe, eran compatibles tanto con la covid-19 como con enfermedades estacionales. Sin embargo, no hubo avances que señalaran que esta fuera una pista sólida.

Desde que se empezaron a marcar en el calendario con una cruz los días para llegar a los 90 de la deadline exigida por el mandatario estadounidense, Biden intensificó su discurso contra China. A los pocos días de dar la orden, prohibió las inversiones estadounidenses en una decena de empresas de tecnología y defensa de China con supuestos vínculos militares, una resolución que afectó a cerca de 60 compañías de ese país, incluida Huawei. La postura hacia China parece ser uno de los puntos en común entre Trump y Biden: a fines de 2020, el expresidente había vetado inversiones en Estados Unidos de una treintena de compañías porque supuestamente respondían a fuerzas militares y de inteligencia del país gobernado por el Partido Comunista de China.

Pocos días después de esto, Biden realizó su primera visita a un país extranjero como presidente. El destino elegido fue Reino Unido, para la reunión del G7. Según El País de Madrid, un funcionario del gobierno criticó el intento de China de reactivar la antigua Ruta de la Seda mejorando la conectividad entre Asia y Europa mediante la campaña One Belt, One Road (una ruta, un cinturón), e indicó que Biden iba a proponer como alternativa la consigna Build Back Better World (reconstruir un mundo mejor), que también implica una mejora en infraestructuras y telecomunicaciones, pero con una “opción de mejor calidad”. Es decir, una opción estadounidense.

El reivindicado

Mientras Biden esperaba por el informe de los servicios de inteligencia, Trump se vio reivindicado en su teoría y el trumpismo volvió a apoderarse del relato mediático. El 26 de mayo, el mismo día en que se publicaba el comunicado del presidente demócrata, el exmandatario daba una entrevista al sitio Newmax en la que aseguraba que “las personas inteligentes” estaban a favor de la teoría del origen en un laboratorio.

“No tenía ninguna duda al respecto. La prensa me criticó porque China tiene a mucha gente afectada. La gente no quería decir ‘China’. Por lo general, le echan la culpa a Rusia. Siempre es ‘Rusia, Rusia, Rusia’, pero dije desde el principio que salió de Wuhan”, afirmó en la entrevista, que fue realizada por un exasesor suyo, Steve Cortes. “Para mí era obvio desde el principio, pero fui muy criticado, como siempre. Ahora todos están diciendo ‘tenía razón’. ¡Gracias!”, concluyó Trump.