La decisión del gobierno de Luis Lacalle Pou de no participar en la celebración llevada a cabo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por los 20 años de la conferencia de Durban caló hondo entre dirigentes sociales uruguayos, que ven en ese gesto un guiño al gobierno de Israel y un desaire a la población afrouruguaya. Para ellos, la ausencia menoscaba los avances en derechos humanos en el país y la propia acción del Partido Nacional en el proceso local y regional, que culminó con la declaración final y el plan de acción surgidos en la conferencia.
Pero vayamos a Durban, Sudáfrica, donde del 31 de agosto al 8 de setiembre de 2001 tuvo lugar la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia. La carpa de los representantes de la sociedad civil de los países de América Latina y el Caribe en Durban tenía dos anfitrionas: las uruguayas Lágrima Ríos y Amanda Rorra.
Las dos pasaban los 70 años y el trabajo, la dedicación y el afecto que desplegaron esos días son muy recordados por los uruguayos que estuvieron allí.
“Todos los que fuimos teníamos un rol que cumplir y ellas, a su vez, nos representaban a todos. En la carpa de América Latina eran como las jefas de conventillo; además, amables y queribles. La gente las adoraba”, dice Juan Pedro Machado, uno de los principales referentes de aquella delegación uruguaya y quien ahora es parte de la Coordinadora Nacional Afrouruguaya.
Ríos y Rorra participaron, junto a otras uruguayas y mujeres de otros países, en un encuentro con Winnie Mandela, histórica dirigente antiapartheid en Sudáfrica. Amanda Espinoza, de la Asociación Cultural y Social Uruguay Negro, fue una de las presentes y hoy recuerda que Winnie Mandela se mostró feliz de que personas de la edad de Ríos y Rorra participaran en la cumbre contra el racismo. “Bienvenidas, desde hace tiempo que las estábamos esperando”, les dijo la sudafricana al recibirlas.
La trata esclavista
En Durban, entre otras cosas, se reconoció la trata esclavista como un crimen de lesa humanidad. “Se logró que todos los organismos multilaterales tengan instrumentos especializados en la temática étnica afrodescendiente. Hoy no hay un solo país en Latinoamérica que no tenga una secretaría equivalente a la que tenemos en la Intendencia de Montevideo”, dice en referencia a la Secretaría de Equidad Étnico Racial y Poblaciones Migrantes Romero Rodríguez, fundador de Organizaciones Mundo Afro, exembajador y especializado en racismo negrofóbico. “O sea, Durban en ese sentido es el fenómeno más transformador de los últimos 20 años”.
En 2002, Beatriz Ramírez era la subdirectora de Mundo Afro. Luego ejerció varios cargos, entre ellos la dirección del Instituto Nacional de las Mujeres, y actualmente asesora en temas étnico-raciales y de género en el Municipio B. Para ella, la declaración de Durban “abre un nuevo tiempo, es un antes y un después. Establecer que la esclavitud es un crimen de lesa humanidad desde el punto de vista legal, político y reparatorio fue un logro. Después las acciones afirmativas, el concepto de interseccionalidad, el marco de derechos para la población afrodescendiente, que el propio término nos pone como un ser humano de derecho; fue muy valioso”.
“Los resultados están a la vista. La conferencia fue aprobada; algunos aspectos no se tienen que omitir, como situaciones con colectivos judíos, pero eso no puede inhabilitar los resultados de una conferencia”, agrega Rodríguez.
Para Machado, “el capítulo para los afros fue muy positivo. Favoreció el abordaje de temas y la interacción con otros asuntos. Eso nos dio una plataforma a posteriori, vigente todavía. Hubo un aggiornamento, una aproximación no sólo a lo teórico, sino a la aplicabilidad política; nos permitió operar con los gobiernos. En casi todos los países se hizo alguna cosa; en otros, mucho, como Brasil y Uruguay”.
Jeaninne Vera tenía 26 años cuando viajó a Durban. Era parte del movimiento juvenil de Mundo Afro y junto con Luisa Casalet (quien fue durante años la coordinadora del área étnico-racial del Ministerio del Interior) integraban el Equipo de Cooperación y Administración de Mundo Afro, y estuvieron a cargo de los traslados y los viáticos de decenas de personas que viajaron desde América Latina y el Caribe a la conferencia. Hoy es asesora de asuntos relativos a lo afro en la División de Desarrollo Municipal y Participación de la Intendencia de Montevideo. Dice que el plan de acción de Durban “dio un camino, una guía, dejó una agenda de derechos humanos a trabajar. Por ejemplo, Uruguay siguió el tema reparaciones. Mundo Afro logró la primera reparación del país en temas afros, que es simbólica y no completa: 17 viviendas para familias o familiares de familias desalojadas de Ansina en la época de la dictadura”.
Vera añade que en Durban aprendió sobre el feminismo negro. “Ver a muchas mujeres negras hablar de feminismo y de que el feminismo en general tiene que asumir y escuchar al feminismo negro y aprender de él para mí fue muy importante. Hasta el día de hoy pertenezco a una organización que es mixta, Mundo Afro, pero tratamos de poner siempre fuerte el tema del feminismo”.
Miguel Pereira también era muy joven en 2001: tenía 22 años y la ida a Durban fue su primer viaje largo en avión. Era responsable del movimiento juvenil de Mundo Afro, organización cuya directiva ahora integra. “A muchos de nosotros nos cambió la vida”, dice, y reafirma que el reconocimiento de los Estados de que la trata de africanos fue un crimen de lesa humanidad fue el logro clave de la conferencia.
“Lo otro fue llegar al consenso de definirnos como afrodescendientes, lo que, además de dar derechos que no eran reconocidos en muchos países, rompió con el concepto de negro, que tiene carga peyorativa en muchos lados”, afirma Pereira.
Tres días después de finalizada la conferencia de Durban ocurrió el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. Para Machado, el 11 de setiembre le quitó protagonismo a lo resuelto en la conferencia (“la hizo desaparecer”) e instaló el tema del terrorismo como central en la agenda internacional. Pero además cree que ya había un lobby contra la conferencia.
“Se buscó apagarla con el argumento de que era antijudía y fomentaba la violencia. Pasaron años hasta que Naciones Unidas volvió a instalar el tema y en la región coincidió con la llegada al gobierno de partidos más sensibles a la temática. El Estado uruguayo era negacionista del racismo, pero a la vuelta de la conferencia hubo acciones que abrieron algunas ventanas. Hubo avances en el proceso electoral poniendo el tema sobre la mesa, y cuando llega la llamada era progresista hay un vuelco significativo, por lo menos en el espacio normativo”.
Machado también sostiene que, tras la conferencia, las organizaciones civiles afros cometieron un error al apoyarse en la afinidad con los gobiernos del Frente Amplio, por su mayor sensibilidad a la temática, pero sin preparar y colocar cuadros de mayor jerarquía para ejecutar en el Estado lo definido en Durban. “Después, la sociedad civil organizada se fragmentó y tuvo un retroceso hacia un tipo de estructura con agenda política, pero sin operadores en espacios de toma de decisión o de presión del espacio social. A 20 años, seguimos los mismos, con la misma capacidad de incidencia, y no tenemos a aquellos jóvenes en espacios de decisión”.
Otro error habría sido la pérdida del fortalecimiento regional: “Por ejemplo, hoy no tenemos incidencia como grupo de peso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”.
El camino a Sudáfrica
Durante la preparación de la conferencia, los gobiernos europeos manifestaron temor por la llegada de grandes olas migratorias desde el Mediterráneo y plantearon que esa era la temática central que pretendían tratar, pero que la entonces secretaria de Derechos Humanos de la ONU, Mary Robinson, quería que el racismo fuera el tema central y en América Latina encontró un aliado, dice Rodríguez.
A él y a Machado se les encomendó organizar a la diáspora africana en América Latina, “con sus contradicciones y enfrentamientos”. “Venía de Mundo Afro, teníamos articulaciones firmes con los brasileños de diferentes regiones, ayudamos a visibilizar a los hermanos Kamba Kua de Paraguay, a los chilenos en Antofagasta, a los bolivianos de Los Yungas. Recorrí comunidad por comunidad, muchas veces con Juan Pedro Machado. Comenzamos en el año 1998. Salimos de la calle Libertador y Mercedes y terminamos en Colombia, todo en ómnibus, hablando con los liderazgos de las diferentes comunidades”.
La Décima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno fue otro empujón, porque “definió apoyar y comprometerse con la conferencia para que el racismo no venga a nuestras tierras”, dice. “Era algo muy interesante y parte del progresismo de esa época, y de eso nos agarramos para visibilizar el racismo estructural, sistémico”.
Luego ningún país quería ser sede de la conferencia de las Américas, previa a la conferencia mundial, pero, tras negociaciones con la sociedad civil, finalmente el entonces presidente chileno, Ricardo Lagos, ofreció hacerla en su país. Machado dice que la delegación uruguaya en Santiago de Chile fue, después de la de Brasil, la más grande. “Dos ómnibus llenos de gente, la mayoría jóvenes y mujeres. Como experiencia de militancia fue irrepetible en nuestras vidas y gran parte del contenido de Santiago se reflejó en Durban”. Ramírez, Vera y Pereyra también destacan la experiencia de esa preconferencia en Santiago.
“Había tres áreas en las que había que lograr consensos”, dice Rodríguez sobre las negociaciones previas a Durban. “Una era el grupo de países latinoamericanos y caribeños, que incluía a los gobiernos y las cancillerías, donde se hizo un buen trabajo. El otro sector, más complejo, era el de las multilaterales, como el BID [Banco Interamericano de Desarrollo] y el Banco Mundial. Ahí trabajé mucho con la actual vicepresidenta de Costa Rica, Epsy Campbell, el hondureño, ya fallecido, Celeo Álvarez y la colombiana Piedad Córdoba. Luego toda la sociedad civil, en que la gente de Cotidiano Mujer trabajó muy bien. Y un supra que definía a escala mundial, adonde fuimos varias veces y nuestra delegada fue la académica puertorriqueña Palmira Ríos, que tenía como leitmotiv la lucha contra el racismo y la soberanía de Puerto Rico”.
El gobierno en 2001
Antes de Durban, Uruguay tenía un antecedente gubernamental nefasto con relación al racismo. El informe que se había presentado ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU en 1998, durante la segunda presidencia de Julio María Sanguinetti, se basaba en textos legales referidos a la igualdad ante la ley y apuntaba a que no había racismo en Uruguay; en sus fundamentos, mencionaba dos casos de empresas que habían tomado acciones ante denuncias de actos racistas.
El informe generó desprestigio y burlas en organismos internacionales y enorme molestia en organizaciones afrouruguayas. Durban mediante, en pocos años esa imagen internacional se logró revertir.
En 2001 también gobernaba el país una coalición de centroderecha, integrada en ese momento por el Partido Colorado y el Partido Nacional, con Jorge Batlle como presidente.
Quienes hablan en esta nota, identificados públicamente con la izquierda en su mayoría, destacan la labor desarrollada por las personas elegidas por el Poder Ejecutivo para trabajar en la conferencia y la tarea que realizaron junto con las organizaciones no gubernamentales. Un diplomático consultado destacó que por primera vez integraron la delegación oficial representantes de ONG (afrodescendientes, indígenas, gente de la colectividad judía y el movimiento de mujeres). El ministro de Educación y Cultura, el nacionalista Antonio Mercader (fallecido en 2019), el embajador en Sudáfrica, Nicolás Colacho Moreno (hombre de confianza de Batlle, fallecido en 2021), y, en la propia cancillería, el director general de Asuntos Políticos, Álvaro Moerzinger (asesor del presidente Lacalle Pou en la campaña electoral y actual representante uruguayo ante las oficinas de la ONU y organismos especializados con sede en Ginebra), la directora de Derechos Humanos, Silvia Izquierdo (fallecida en 2015), y el encargado del tema en la representación uruguaya ante la ONU en Ginebra, Fernando Lugris (actual embajador en China), fueron las caras más visibles de los involucrados a nivel del Ejecutivo.
Durante la jornada en que Israel y Estados Unidos decidieron retirarse de la conferencia hubo enorme inquietud en la delegación uruguaya sobre la posición que tomaría el gobierno de Jorge Batlle, ya que existía la posibilidad de que Uruguay también abandonara la cumbre. Pero, convencidos de su posición, Mercader y Moreno hicieron jugar su peso político y cercanía con el presidente para convencerlo de que el país no se retirara y permaneciera en la conferencia, como finalmente ocurrió.
El Comité Central Israelita y la B’nai B’rith se retiraron de Durban, pero no cuestionaron con dureza al gobierno uruguayo por permanecer en la conferencia luego de que Israel y Estados Unidos la abandonaron. Fuentes de la cancillería dijeron que en su momento hubo explicaciones de parte del gobierno a organizaciones judías y que sobre todo se decidió continuar participando porque se consideraba que se podía lograr avances en temas importantes contrarios a la discriminación.
Eduardo Kohn, de la B’nai B’rith, estuvo presente en Durban y abandonó la conferencia con las otras organizaciones judías presentes. Recuerda que los gobiernos de los países de la región expresaron a través del Grupo de Países de América Latina y el Caribe que se quedaban, al igual que la Unión Europea y otros bloques, porque había prometido quitar de la declaración final las frases hirientes respecto del antisemitismo.
Rodríguez comenta que en la conferencia hubo varias discusiones y los consensos eran muy difíciles, dada la amplia diversidad de opiniones. Destaca la “actitud honrosa” del entonces ministro Mercader “en jornadas de mucha tensión, cuando las delegaciones de Estados Unidos e Israel se levantaron y vino la operación y la presión para liquidar la conferencia. El Tercer Mundo estaba con una posición de consensos amplios. Por primera vez, los movimientos afrodescendientes estábamos en el ombligo de la geopolítica mundial”.
“El embajador Moreno y Mercader tuvieron claro que lo que se estaba jugando en ese momento escapaba al consenso que los uruguayos habíamos logrado, porque era un grupo muy pequeño el que disentía. Esa noche hablamos con el presidente Batlle y se definió que Uruguay no se levantaba de la mesa. Ahí Mercader se mantuvo firme y Uruguay votó la declaración y el plan de acción. Fue la alegría más linda que tuve de mi país. Cuando volvimos empezamos a abrir oficinas sobre el tema”.
Ramírez se expresa en el mismo sentido. “Muchos compañeros y compañeras de la región nos decían lo importante que habían sido dos cosas: la alianza de las organizaciones negras con la sociedad civil uruguaya en general y cómo se había podido articular sociedad civil y Estado. Eso era casi único en las delegaciones. Por eso deja mucho que desear esta actitud ahora, cuando Uruguay ha sido ejemplo en políticas públicas a nivel regional en cuanto a acciones afirmativas y organismos de equidad racial”.
Kohn, en tanto, dice que nunca olvidará lo ocurrido luego del anuncio de que las organizaciones judías se retiraban de la conferencia y de la decisión de hacerlo por el corredor principal. “Ahí había gente muy hostil, lo que incluía insultos, amenazas y riesgo de violencia física hacia los integrantes de organizaciones judías, y el único representante oficial de un país que estuvo presente fue Mercader. Se nos acercó, nos acompañó los cientos de metros de ese corredor lleno de hostilidad y eso creo que nos rescató de que nos golpearan”.
El giro actual
Veinte años después, otro gobierno de coalición de centroderecha dio un giro de 180 grados respecto de lo actuado por sus antecesores en la conferencia contra el racismo de Durban de 2001.
El 22 de setiembre de 2021, en Nueva York, la ONU conmemoró el vigésimo aniversario de la aprobación de la declaración y el programa de acción de Durban con una reunión que tuvo como tema “Reparaciones, justicia racial e igualdad para los afrodescendientes”. El presidente Lacalle Pou estaba en esa ciudad y el día anterior se había reunido con representantes de B’nai B’rith Internacional. Les comunicó que Uruguay no participaría en la actividad, en línea con lo resuelto por el gobierno de Israel y otros países europeos.
Las conversaciones para definir la posición del gobierno respecto de esta actividad conmemorativa habían comenzado unos tres meses antes e incluyeron contactos (personales, por Zoom y por teléfono) con miembros del gobierno de Israel y de organizaciones judías. Hubo una reunión de Lacalle Pou con el Comité Israelita, que transmitió sus planteos referidos a Durban y anécdotas de lo que les ocurrió a quienes concurrieron a la conferencia. El presidente también se encontró con el embajador de Israel en Uruguay, Yoed Magen, a quien le adelantó que el gobierno uruguayo analizaba si participar en la reunión y que en principio la idea era no hacerlo.
La B’nai B’rith Uruguay mantuvo encuentros con un equipo de la cancillería por este tema; luego de que la organización hizo un pedido formal de reunión con Lacalle Pou, el presidente le contestó que lo aceptaba y se agendó el encuentro en Nueva York con el director ejecutivo de la organización, Dan Mariaschin.
Durante este proceso, el presidente no hizo consultas a otros colectivos de la delegación de organizaciones sociales que viajó a Durban, que, además de afrodescendientes, incluyó a representantes de los movimientos de mujeres y de indígenas.
Para Romero Rodríguez, la decisión del gobierno es un “mandado” que hace el presidente que “duele y afecta, porque es banalizar algo que modificó mucho. Utilizaron un problema geopolítico doloroso, como el que vive Medio Oriente. Es incomprensible lo que hizo, cómo nos sometemos a lógicas que no tienen que ver con el desarrollo y la lucha del pueblo uruguayo”.
“Me pareció injusto para los cerca de 300.000 negros uruguayos de los que se olvida y para la sociedad democrática uruguaya. No puedo decir que los logros en Durban fueron por las y los afrodescendientes uruguayos; fue un compromiso de muchos y modificó el sistema de pensamiento, nos dio autoridad política”, agrega.
Beatriz Ramírez opina que fue una decisión equivocada del gobierno. “No puedo plantear que fue sólo del presidente”, dice. “Como ciudadano tiene una responsabilidad y competencias para establecer ciertas negociaciones en diferentes órdenes, pero debe tener un mapa claro de lo que han sido las poblaciones que pertenecemos a este país. Parte del colectivo judío tuvo diferencias en la conferencia, pero no por eso va a omitir una conferencia de esa dimensión para cientos de miles de habitantes uruguayos y millones en el mundo, sobre todo Uruguay, que juega un papel tan importante a nivel internacional acompañando procesos democráticos”, explica.
“Fuimos a Durban con el respaldo del gobierno de Jorge Batlle y de los cuatro partidos políticos. Veinte años después y con leyes de vanguardia en la agenda de derechos para personas afrodescendientes, no participar en un proceso evaluatorio de la conferencia es terrible. Prefiero pensar que al presidente le faltó información”, concluye.
Para Miguel Pereyra, la decisión del gobierno de no participar en la conmemoración de Durban implica “darle la espalda a una comunidad, es una mala señal del país a nivel internacional. Es desconocer ese proceso y la importancia de esa conferencia no sólo para los afros de Uruguay, sino para decenas de millones en América Latina y el Caribe. No fue una posición acertada ni feliz la del gobierno”.
En el mismo sentido se expresa Jeaninne Vera, quien recordó que la delegación de organizaciones sociales viajó en conjunto con la delegación oficial, encabezada por un ministro del Partido Nacional, Antonio Mercader, y que ambas trabajaron en consulta permanente.
“Entonces lo entiendo como un error gravísimo, porque para toda América Latina hay un antes y un después de Durban, no sólo con la afrodescendencia, sino en otros temas de derechos humanos. Fue un error tomar partido por un solo tema, desvalorizando el resto y la presencia de Uruguay”, dice.
“Fue como la Noche de los Cristales Rotos”
Marcos Israel viajó a Durban como delegado del congreso judío latinoamericano y representante de la sociedad civil uruguaya. Su experiencia fue muy diferente a la de los representantes de organizaciones de afrodescendientes.
Recuerda que el proceso anterior a la conferencia fue muy interesante (“aprendimos mucho unos de otros, fue una experiencia muy positiva”) y considera que la preconferencia de los países americanos en Santiago de Chile fue la mejor preparada del mundo.
Pero en Durban eso cambió. “Lo que pensábamos que iba a ser la frutilla de la torta no lo fue, sobre todo para los judíos, y quedó un sabor amargo”, dice.
“Cuando llegué pensé que iba a la carpa de América Latina, porque era por zona geográfica. Cuando entré a la carpa, presenté mi tarjetón, que decía ‘Marcos Israel’, en un mostrador y la persona que lo vio se levantó y se retiró. En un estadio dentro del campo del foro donde era la fiesta de inicio hubo cánticos de las tribunas en contra de Israel. La única cosa que importaba eran los palestinos y la ola les pasó por arriba a los demás, incluidos los indígenas latinoamericanos y los dalit, también conocidos como ‘los intocables’ de la India. Los únicos que sacaron algo fueron los afrodescendientes y fue poco”, dice.
Israel agrega que el material que llevaban quienes se pronunciaban contra Israel “era brutal”. “Todo antisemita. Incluía Mi lucha, de Hitler”, agrega. En un taller de víctimas se les intentó impedir hablar a los judíos y se les dijo que eran perpetradores, no víctimas, recuerda Israel. Tras varios días con situaciones similares, integrantes de organizaciones judías intentaron brindar una conferencia de prensa. “No pudimos hacerla, debimos suspenderla porque hubo una invasión de gente a los gritos”.
“Pasaron cosas muy dolorosas para mí, aunque algunas las comprendía. La coordinadora nos unió mucho acá, pero al segundo o tercer día de esto en Durban los perdí de vista. Es un efecto que lo comparo con la Noche de los Cristales Rotos, de locura nazi, donde los vecinos, los amigos y los compañeros de trabajo quedaron tan inmovilizados por la situación que los judíos quedaron solos. Eso me pasó, toda esa gente que íbamos con tan buena onda se difuminó, porque estar cerca de nosotros era un problema”.
Israel vivió “con gran pena” la salida de Israel y Estados Unidos de la conferencia, “porque eso se produjo porque ya no se podía obtener nada positivo, consideraron que no podían estar ahí ni para votar en contra. Fue el epílogo de una muerte anunciada”.
Marcos Israel tuvo una conversación con el presidente Lacalle Pou previa a la decisión uruguaya de no concurrir al acto por el vigésimo aniversario de la conferencia. Le relató su experiencia en Durban y le dio información sobre los países que se fueron bajando del encuentro de este año. “Él debe de haber sopesado todo eso y consideró que estaba bien no participar. Esto no va en desmedro de otros colectivos. Nadie les va a sacar lo poco que lograron”.
Israel sostiene que la decisión del actual gobierno de no participar en la actividad de la ONU por los 20 años de Durban fue “un acto de protesta que nosotros deseábamos, contra una conferencia que fue una vergüenza”.
“Entramos negros y salimos afrodescendientes”
Una frase de Romero Rodríguez es muy mencionada cuando se hacen actividades relacionadas con Durban: “Entramos negros y salimos afrodescendientes”, aunque el término afrodescendiente ya había sido incorporado por las organizaciones afrolatinoamericanas y afrocaribeñas.
Fue en esta región, tras un proceso de diálogos y discusiones entre referentes de diferentes países, que se acordó utilizar afrodescendiente, dado que el término abarca formas de identificarse en distintos lugares, como las poblaciones raizal y palenquera de Colombia, o el sentido de orgullo que tiene la palabra negro para mucha población afrodescendiente en Brasil o afroamericano en el caso estadounidense.
Su uso fue aprobado en la declaración de la preconferencia de Durban realizada en Santiago de Chile en el año 2000 y define como afrodescendiente a aquella persona de origen africano que vive en las Américas o en cualquier zona de la diáspora africana por consecuencia de la esclavitud, habiéndoseles denegado históricamente el ejercicio de sus derechos fundamentales.
“Había denominaciones arraigadas y muy ancestrales y eso generaba divisiones”, dice Rodríguez acerca de las reuniones previas a Santiago. “Pensé en que somos todos hijos de África, es decir, afrodescendientes, y quedó. Algunos creen que es una gran elaboración teórica, pero fue una forma de lograr un consenso, porque se nos venía todo abajo. Todo el mundo tenía su identidad nacional; el chauvinismo era fuerte, pero lo superamos. Hoy me siento muy contento con el término”.