—Bueno, arranquemos. Estoy con poco tiempo, pero, como ya sabe, lo convoqué para que me cuente rápidamente las últimas novedades del proyecto.

—Claro, entiendo. Vamos al grano. Las pruebas del beta funcionaron bastante bien…

—¿Dónde se hicieron?

—Las primeras fueron en las escuelas 16, 41 y 57, en las elecciones de abanderados. Salieron bien. Los botijas no entendían la novedad, claro. Nos miraban como si estuviéramos locos cuando festejábamos que había salido todo perfecto. Solamente no entendían por qué no podían usar cada uno su ceibalita y listo. Ahí ayudó la maestra con algunas consideraciones sobre el secreto del voto.

—Excelente. ¿Ningún problema en las pruebas entonces?

—En las escuelas, no. En las otras tuvimos algún que otro percance. Bah, sugerencias para mejorar la experiencia del usuario, digamos. Las estamos incorporando.

—¿Como qué?

—Por ejemplo, en las elecciones del Club Social y Deportivo La Pelota Escurridiza. Ahí nos ofrecimos a organizar las elecciones de la Comisión Directiva para probar el sistema, ¿se acuerda? Resulta que la interna estaba bastante picada.

—¿Y eso en qué afecta a nuestro programa?

—Es que muchos socios se enojaron porque no tenían las opciones que querían. A partir de eso decidimos incluir otras, que testearon bien en las siguientes elecciones de comisiones directivas en las que probamos.

—¿Qué opciones?

—Hasta ahora habíamos incluido el nombre de cada candidato o de cada opción, según el caso, y después voto en blanco y voto anulado. Lo de siempre. Según las devoluciones que recibimos en estas instancias, agregamos además voto en blanco con feta de salame, voto anulado con insulto y voto anulado personalizado. Este último tiene 280 caracteres de tope, para mantener la agilidad en la cabina de votación.

—Se entiende. ¿Y dice que eso testeó bien?

—Testeó de forma excelente en todos los demás casos. No recibimos más reclamos. Incluso al escrutar los votos vimos que había varios anulados personalizados en los que nos agradecían tener la opción.

—Buen dato. Esperemos que no hayan anulado el voto únicamente para dejar esos comentarios.

—Esperemos.

—¿Algo más?

—El voto con insulto fue mucho menos usado, quizás porque autogenera el insulto en el momento y no da la opción de elegir con qué palabra insultar. Concluimos que si hay algo que le preocupa a la gente es poder elegir cómo anular su voto y, además, que elegir cómo insultar es un atributo indispensable del ejercicio de los derechos democráticos.

—Interesante. Pensemos esa opción un poco más, no le digo ahora mismo, pero pensémoslo. Para el próximo paso, testeemos también un caso sin la opción voto con insulto y otro con un menú desplegable de insultos desde el que se pueda elegir aunque sea unas cuatro o cinco opciones de insulto. Véalo con el equipo y me avisa.

—Sí, por supuesto. Anotado.

—¿Hay algo más que reportar?

—Eh, sí. Tenemos un detalle que no hemos podido solucionar todavía.

—¿Cuál? Pensé que había dicho que todas las pruebas venían bien.

—Sí, así es. Hemos eliminado todos los bugs y en sí no parece haber nada más que pulir salvo los detalles que implican estas mejoras que le vamos haciendo.

—¿Entonces? Corra conmigo hasta el final del pasillo, por favor, que estoy llegando tarde a la reunión con los ministros. Me lo va diciendo y agendamos una reunión para el final de la semana, así nos encargamos de estos pendientes.

—Es... algo que se dio en todos lados, excepto en las escuelas. No hubo ningún comentario en las encuestas posteriores, pero advertimos algo… En la pantalla, justo arriba del ícono que es un sobre abierto, ese hacia donde se mueve la opción de voto una vez que fue seleccionada, ¿se da cuenta?, el que incluimos para que la transición al voto electrónico fuera más amigable… Bueno, en el monitoreo periódico durante el acto eleccionario nos encontramos con que, a la altura de ese ícono, todas las pantallas mostraban señales de haber sido lamidas.