La imagen de Elisa Loncon se convirtió en un símbolo del proceso constituyente que comenzó Chile en 2021, que es inédito para toda la región. Su rostro quedó asociado a la Convención Constitucional, una institución de la que se ha dicho que se parece mucho más que cualquier otra al Chile real. Esa convención paritaria, con representación de los pueblos indígenas y con integrantes que surgen de los partidos, pero también de las organizaciones sociales, fue inaugurada con un discurso de Loncon, el 4 de julio de 2021. Ese día, la académica —doctora en Humanidades y Lingüística de la Universidad de Leiden, Países Bajos— de origen mapuche saludó en su lengua, el mapudungún, llevó consigo la Wenufoye, la bandera mapuche, que se convirtió en un emblema de las protestas sociales que estallaron en 2019 y cargó de significados una ceremonia que de por sí ya era un hito.
La bandera que llevó fue creada en los años noventa por un movimiento en el que la propia Loncon participó, que se preparaba para conmemorar los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón a América como 500 años de resistencia. Sobre esos momentos, su niñez bilingüe y la lucha política, Loncon conversó con Lento desde Chile.
¿Cómo fue inaugurar la convención y llevar el mapudungún a un ámbito institucional como este, en el que no solía estar presente?
Para mí fue un gran honor. Fue también inesperado, porque siempre habíamos intentado los mapuches participar en procesos de este tipo y nunca se nos había dado la oportunidad. Por esa razón, cuando se dio fue importante recibirlo como corresponde, en nuestra lengua, con nuestro discurso. Fue muy emotivo para mí y también me permitió, en pocas palabras, articular todas las demandas del estallido social, las demandas feministas, la situación de los niños y, por supuesto, la situación de los pueblos indígenas, para instalar este deseo que teníamos de que Chile fuera plurinacional, intercultural, paritario, con una democracia ampliada. El discurso no fue muy pensado, no lo tenía escrito. Más bien fue espontáneo, a partir de esa lectura que venía tanto tiempo ya trabajándose, y resultó que la gente que lo escuchó quedó muy conectada con él. Fue muy bonito en ese sentido.
Después de 200 años, estamos instalando nuevas bases para el Chile del siglo XXI.
¿Qué significado tiene para los pueblos indígenas que se haya declarado a Chile país plurinacional en el borrador de Constitución?
Significa romper con los más de 200 años de colonialismo y de racismo con los que se fundó Chile. El Estado chileno se fundó sobre esa línea de pensamiento eurocéntrico, con un proyecto de desarrollo que implicaba hacer desaparecer las diferencias y hacer uso de los recursos naturales de los pueblos indígenas. A eso se pone fin, al menos en el deseo, en la política. Se pone fin al instalar que el Estado debe ser plurinacional, intercultural, descentralizado, regional. Entonces cambia Chile. Después de 200 años estamos instalando nuevas bases para este Chile del siglo XXI, porque en el siglo anterior y en el siglo XIX no se respetaron los derechos humanos fundamentales, sobre todo de las naciones originarias, pero también de las mujeres y de las regiones.
El estallido social rompió con la democracia tutelada, una democracia excluyente.
Los reclamos de que se respetaran esos derechos fueron parte del estallido social de 2019. ¿Cómo lo vivió usted?
El estallido social fue un acto de libre determinación de los pueblos, de la ciudadanía, que ya no dimos más abasto con la Constitución de Pinochet y con el modelo neoliberal que contenía esa Constitución. Ya habíamos perdido los derechos, y la gente no resistió más. Entonces, el estallido social rompió con la democracia tutelada, una democracia excluyente, basada en este sistema de representación política. Esos que representaban a la ciudadanía eran los partidos políticos, pero la crisis llegó a tal nivel que nadie se sentía representado por los partidos políticos. Porque los partidos entraron en el radio de acción del modelo neoliberal y su política era pactar con el modelo a todo nivel, pero no representar los intereses de la gente. Entonces hubo una crisis, un quiebre de la democracia chilena, a partir de esa única definición de la democracia como democracia representativa. La gente del estallido social demandó participación, democracia participativa. Los pueblos también, las mujeres también, en función de instalar la paridad, las regiones también. El estallido fue el quiebre más sustantivo del modelo, liderado por el movimiento social, empujado y alimentado por los jóvenes. Nos hubiera gustado que ello no hubiera significado tanto sacrificio, porque hubo más de 400 personas con mutilaciones oculares, muertos, gente que quedó desahuciada por maltrato de la Policía. Nunca debió haber sido así, pero no teníamos vía de escape porque no existía una democracia participativa legitimada; sólo la representativa, y ya nadie se sentía representado por los partidos políticos.
Con usted la Convención Constitucional tenía al frente a una mujer y una representante de los pueblos originarios. ¿Esto dio un impulso a la convención para que tuviera en cuenta a esos sectores de la población?
Yo creo que sí, porque mostró la otra cara de Chile, esa cara de Chile que nunca había sido vista, escuchada, observada. Una cara pluralista, de un pluralismo que incorporaba mujeres, que incorporaba las diversidades sexogenéricas, las regiones, el movimiento social. Como que todo tomó con mi rostro… Como que todo eso irradió que estábamos en la búsqueda de instalarnos los excluidos de la política neoliberal, machista, clasista, colonial, y somos todos rostros similares, venimos todos de regiones. La paridad ha sido la fuerza más grande que ha tenido esta Convención Constitucional, junto con la presencia de las distintas regiones y los pueblos originarios.
Yo nací siendo bilingüe de cuna. Primero hablaba más mapudungún, pero pronto aprendí español con mis hermanos mayores, que lo hablaban en la escuela.
Idiomas en juego
¿La decisión de ser lingüista y estudiar inglés tuvo que ver con su identidad o fue simplemente una vocación?
Yo nací siendo bilingüe de cuna. Aprendí las dos lenguas en el seno familiar. Primero hablaba más mapudungún, pero pronto aprendí español con mis hermanos mayores, que lo hablaban en la escuela. Hablé dos idiomas desde pequeña y tuve la linda experiencia de vivir con dos idiomas en una familia muy grande. Yo disfrutaba teniendo distintas lenguas porque jugábamos mucho con los idiomas cuando éramos niños. De pequeña tomé conciencia de las lenguas y en mi experiencia eso era bello. Hice la escuela en español, pero tenía esa ventaja de tener hermanos mayores que ya sabían español y que yo ya lo estaba aprendiendo. Por tanto, en los primeros años escolares yo no fui reprimida lingüísticamente, en términos de ser castigada por no hablar bien el castellano. Entré y fui pasando los cursos en la escuela de la comunidad. El quinto año ya lo hice en el pueblo cercano y ya empezó la discriminación cultural y lingüística por parte de profesores, por parte de compañeros de curso.
¿Cómo se manifestaba esa discriminación?
Era una escuela de niñas, una escuela pública pero bien reconocida, de un estándar público alto. En mi curso éramos sólo dos las niñas mapuches. Nos discriminaban por cómo vestíamos, por cómo hablábamos español. Mi español era un español campesino, más mapuchizado que urbano. Entonces allí empezaron a no comprenderme los profesores. Y yo era muy buena para hablar y me defendía con mi forma de hacerlo, pero esa forma no se me entendía, los profesores no me la entendían y me sentía incomprendida. Aun hablando el español me sentía incomprendida. Y había discriminación por cómo vestías, por la ropa con la que andabas. En esa escuela se exigía uniforme y, como éramos muchos hermanos, cuando yo empecé a ir todavía no tenía el uniforme, porque mi mamá tenía que hacerlo o tenía que comprarlo. Entonces no andaba como el resto, y eso fue muy duro.
Sin embargo, mis padres siempre me enseñaron a autorreconocerme, a identificarme como mapuche, y que eso era el orgullo más grande que yo tenía que defender. En ese orgullo de defensa de lo que yo era, que incluía lengua e incluía tantas cosas, me postulé a la universidad. Había que dar una prueba de aptitud y logré el puntaje. De Traiguén, el pueblo de donde yo vine, sólo nueve personas logramos el puntaje para entrar a la universidad.
Yo quería estudiar inglés, historia y tenía otra opción, que era la educación física, y quedé en inglés, que era mi primera opción. Eso de estudiar inglés a mí me motivaba mucho. Ya tenía instalado el tema de la lengua. Tal vez quería entender un poco por qué yo hablaba mapudungún, tal vez eso era una motivación que traía muy de niña: por qué yo hablaba una lengua diferente. Quería comprenderme como niña no comprendida por mis exprofesores. Yo necesitaba explicarme a mí misma por qué hablaba otra lengua. Sabía que venía de otro lugar, pero qué pasaba en mi mente en términos de hablar otras lenguas era una complejidad que iba dentro de mí. Y fui aceptada en la carrera y algunos profesores ya habían tenido a una alumna anterior [de origen mapuche], que era María Catrileo. Ella se transformó también en una académica reconocida, y cuando yo llegué me dijeron: “Ahí viene la segunda María Catrileo”. El profesor de fonética, que era un profesor alemán, me tomó el examen y empezó inmediatamente a preguntarme y a hacer relaciones entre mi cuadro fonológico del mapudungún con el inglés. Y, aunque nunca había estudiado fonética, yo ya iba siguiendo esta conversación tan inteligible para mí. Entonces quedé en el lugar preciso, y eso fue muy bonito. Siempre fue como la fuerza que me mantuvo para rendir, lograr, porque había que estudiar bastante.
En ese tiempo no veíamos películas en inglés, sólo había música en casete, así que lo primero que hice fue comprarme una radio que tuviera casetera y conseguirme unos casetes para escuchar música en inglés. Porque yo era una niña campesina, yo no venía, por ejemplo, con la cultura de los Beatles, que era una de las culturas que estudiamos al interior de la carrera. Entonces, eso lo fui logrando con los casetes.
¿Y cómo fue ir a la universidad en dictadura, cómo se vivía?
Era precaria la vida, pero la vida para nosotros siempre fue precaria. Éramos precarios como comunidades campesinas empobrecidas, donde había que trabajar, estudiar, y cuando llegué a la universidad era la misma situación. Había que trabajar, y además de eso éramos solidarios. Era como la vida en el campo, igual. Porque nosotros fuimos estudiantes en dictadura que llegamos a la universidad y nos reconocimos mapuches, y nos organizamos como mapuches y empezamos a trabajar, por ejemplo, para celebrarles navidades a los niños de la población de Temuco. Y hacíamos y vendíamos cositas para después llevarles a los niños una Navidad. Y nosotros tampoco teníamos Navidad, pero había una conciencia colectiva.
Por otro lado, yo creo que me favoreció mucho haber llegado a un internado de niños mapuches, que era del Ministerio de Educación. En ese internado había gente universitaria, de enseñanza básica y de enseñanza primaria. Yo había hecho la enseñanza media en el mismo pueblo de Traiguén. Es un pueblo de colonos alemanes, suizos, franceses, italianos, y los colonos siempre tuvieron más estatus que los indígenas. Eso se notó mucho en la enseñanza media. Yo fui muy discriminada, tanto que todo mi orgullo mapuche quedó ahí, quedó prácticamente detenido. Entonces, yo nunca hablé mapudungún en la enseñanza media. Y cuando llegué a la universidad de Temuco me encontré con este grupo de estudiantes de diferentes edades en el que se hablaba el mapudungún en el internado, y volvió la risa, volvió el canto, volvió este uso del idioma familiar allí, en los espacios de ese internado.
Eso también me hizo incorporarme a organizaciones de estudiantes universitarios y empezamos a sacar una revista. Yo escribí mis primeros textos de cuentos tradicionales mapuches, sobre la historia oral mapuche, y escribía en castellano y en mapudungún. Lo escribíamos, lo fotocopiábamos y se lo vendíamos a los profesores. Éramos los estudiantes que habíamos sido educados en dictadura, pero también éramos los estudiantes que veníamos de sectores populares y de padres que ya habían luchado, entonces para nosotros no era un aprendizaje distinto, sino que había que seguir, era parte de esa historia de lucha de los sectores populares. Con todas las precariedades, de manera organizada, fuimos sorteando todos los obstáculos de represión, de incomunicación y de formación política, porque también hubo que formarse políticamente. Y también de cuidado entre nosotros, porque era peligroso andar solos. Pero generamos una comunidad en la que nos conteníamos y al mismo tiempo estudiábamos para hacer nuestras carreras e íbamos hablando de ese Chile que tenía que liberarse de la dictadura.
La lucha política con bandera propia
¿En algún momento militó en un partido político?
Militar creo que nunca. Nos vinculamos, sí, con los socialistas, porque venía de una historia antigua. Mi padre fue candidato a diputado por la Usopo, la Unión Socialista Popular, y ellos tenían historia, el abuelo tenía historia, y hablaban siempre más desde una posición socialista. Habían estado en recuperaciones de tierras. Y siempre hubo diferencias entre los partidos de izquierda. No fueron nunca militantes comunistas, sino que interactuaron con otros sectores de la izquierda, también con los miristas [del Movimiento de Izquierda Revolucionaria]. Y uno sabía de eso por la historia que contaban los padres, pero ese acercamiento a los partidos nos permitió conocer la lucha popular y compartir con otros, lo que fue importante para nuestra formación política.
En el 90 formamos el Consejo de Todas las Tierras. Allí nos preparamos para conmemorar los 500 años de resistencia indígena y popular, y una de las acciones fue la creación de la bandera mapuche.
¿Fue por entonces que usted participó en la creación de la bandera mapuche, que ahora es tan emblemática?
Eso ya fue en los noventa. Yo fui estudiante universitaria en los ochenta, egresé de mi primera carrera, de profesora de inglés, en 1986. En ese tiempo, en los ochenta, entré a formar parte de la organización mapuche Admapu, que era una organización mapuche de izquierda. Estaban los partidos de izquierda allí, pero nosotros veníamos con un pensamiento autonómico, entonces ya no nos representaba ninguna de las izquierdas —la izquierda mirista, la socialista y la comunista—, y nos autonomizamos en los noventa. A fines de los ochenta formamos una coordinación autonómica, y en el 90 formamos el Consejo de Todas las Tierras.
En el Consejo de Todas las Tierras nos preparamos para organizar [la conmemoración de] los 500 años de resistencia indígena y popular, y una de las acciones fue la creación de la bandera mapuche e instalar los tribunales mapuches. En esos tribunales reivindicamos la propiedad de la tierra y llamamos al gobierno y a los particulares a hacerse cargo del problema de la tierra, y sobre todo de la restitución de la tierra. En esos tribunales presentamos casos de las comunidades, de los territorios, hasta dónde llegaba la extensión de las tierras, cómo se perdieron, hasta dónde llegaron las vulneraciones del derecho que provocó ese proceso. Y para exteriorizar nuestra identidad se creó la bandera, la Wenufoye.
Nos preguntábamos por qué nosotros teníamos que ir detrás de la bandera de un partido, de una iglesia. Hasta los cuadros de fútbol tenían bandera y nosotros no la teníamos. Entonces, por eso creamos la bandera, que representa un proyecto colectivo. Fue creada y originada de manera colectiva, con el relato oral de todos los sectores de las comunidades mapuches. Hubo como 300 proyectos que se elevaron desde las comunidades y se hicieron conversaciones hasta que finalmente se logró una bandera por identidad territorial. Son cinco identidades territoriales. A partir de ahí se fusionaron los proyectos de las cinco identidades y se llegó a una sola, que es la Wenufoye. Y con esa bandera se hizo el estallido social. El pueblo de Chile tomó la bandera mapuche porque no se sentía representado ni por la chilena ni por la de los partidos políticos. La bandera mapuche fue asumida como la bandera de la resistencia.
Aquí en la convención se aprobó una norma para reconocer la bandera chilena, el himno y el escudo como parte de este Chile. Aclaro esto porque la derecha instaló un discurso en el que nosotros íbamos a cambiar la bandera y el himno nacional, etcétera. Los pueblos tienen derechos a sus respectivos emblemas.
Recientemente surgieron muchas noticias falsas y desinformación acerca de la convención.
Hay muchas noticias falsas. Yo creo que un antecedente de esto es que la Convención Constitucional nació con un presidente [Sebastián Piñera] que gobernaba en contra del mismo hecho de que se instalara esa convención. Fue el presidente que reprimió y que es el responsable de los mutilados oculares. Chile no estaba solo, tenía un presidente. Entonces, nosotros nacimos con un presidente en contra. Y ese presidente, en vez de colaborar, porque su función era colaborar con la instalación de la convención, nos dejó caer, nos dejó sin apoyos. Nosotros llegamos el día 5 de julio y sólo teníamos un edificio. Estábamos en pleno covid, éramos de todas las regiones, no podíamos estar todos juntos en un mismo espacio. Después nos íbamos a nuestras regiones y podíamos llevar el virus. No teníamos ninguna conexión de aparatos, no estaban los computadores, etcétera.
El gobierno había tenido todo un año para prepararse e instalar todo para que esto comenzara, pero nos puso a prueba y nosotros sorteamos todas esas dificultades gracias a que nos articulamos con diferentes entidades del servicio público, entre ellas la misma Cámara de Diputados, que dispuso de gente que nos ayudó, pero también estuvieron las universidades. Encima, el encargado del gobierno [para la convención], siendo yo la presidenta, me comenzó a atacar directamente en los medios de comunicación, decía que yo era la responsable si los convencionales no llegaban, cuando era algo que les correspondía a ellos.
Luego empezaron a usar filtraciones, hablaban hasta de lo que comíamos. Y fueron instalando una política de desinformación o de información banal que el sector del Rechazo [a una nueva Constitución] fue utilizando. Porque aquí somos 154 convencionales de los cuales un tercio son de la derecha, y de ese tercio, tal vez la mitad o menos son militantes activos del Rechazo. Entonces, ellos instalan mentiras, y hay una política en las redes sociales basada en información chatarra, y dentro de la información chatarra están los bots, las fake news y además la banalización del trabajo de la convención. Y eso es muy fuerte.
La semana pasada fui atacada por dos convencionales de derecha que cuestionaron por qué yo tenía un espacio en el hemiciclo, y les respondí y eso implicó que todo el fin de semana hubo una política activa en mi contra diciendo que yo quiero sueldo extra. Puras mentiras. Y banalizando todas las demandas indígenas.
Hay toda una esperanza instalada en nuestra convención, y a nosotros nos ha tocado ser artífices y cultivadores de esa esperanza.
Yo he puesto el pecho, he puesto el rostro, he puesto mi historia para que esto avance; lo hemos hecho con la altura que nos ha pedido la historia, pero también he usado el espacio para poner frente a Chile y el mundo que existimos los pueblos, que hemos sido víctimas de las injusticias, porque nuestros padres, nuestros abuelos no tuvieron esa posibilidad. Nosotros sí la tenemos ahora y estamos haciendo uso de ese espacio para instalar los derechos que siempre nos han correspondido. Yo espero que los hijos y los nietos de esos conservadores que hoy día nos están atacando puedan hablar en paz con nosotros y puedan hablar en paz con la diversidad sexogenérica, porque ellos también la tienen, pero hoy día la reprimen. Hay toda una esperanza instalada en nuestra convención, y a nosotros nos ha tocado ser artífices y cultivadores de esa esperanza.
¿Le parece que el pueblo va a acompañar lo que se proponga como borrador de la convención? Porque recientemente salieron algunas encuestas que dan una leve mayoría para la opción del rechazo.
Sí, el pueblo va a acompañar, los territorios van a acompañar, los jóvenes van a acompañar, las mujeres van a acompañar, porque estamos incorporando los derechos de las mujeres, estamos incorporando los derechos de los jóvenes, estamos incorporando los derechos de las regiones. Y somos más.
Esta política del rechazo también la hicieron cuando nosotros éramos candidatos a convencionales constituyentes. Las encuestas que publicaron mientras estábamos en campaña dijeron que ellos iban a ocupar los dos tercios en la convención, que nosotros íbamos a ser la minoría de un tercio. Y así hicimos la campaña, en ese espacio hicimos la campaña. Yo recuerdo que nosotros, los pueblos indígenas, teníamos dos segundos para presentar nuestras demandas en la televisión, mientras que ellos tenían 20 minutos, y eso mientras las encuestas decían que la derecha iba a arrasar. Esas fueron las encuestas y eso fue lo que dijeron los medios. Lo mismo están diciendo en este momento y están presentando encuestas de rechazo. Pero la nueva Constitución, como te digo, ha incorporado nuevos paradigmas para este Chile, que la juventud va a entender. Los derechos de los animales, los derechos de la naturaleza, las mujeres, las mujeres jóvenes que salen a las marchas, que han hecho los 8M, el Día internacional de las Mujeres, las que también llamaron a votar por Gabriel Boric en su momento, esas mujeres están detrás de todo lo que estamos haciendo, así que vamos a ganar.
En cuanto al conflicto mapuche, ¿qué salida se le puede ver, con el aporte que puede hacer la Constitución, pero también con el gobierno nuevo?
El conflicto del Estado con el pueblo mapuche es de larga data y hay que verlo en un programa de largo, mediano y corto plazo. El programa de largo plazo lo está diseñando la nueva Constitución. Hemos instalado aquí escaños reservados para el futuro parlamento plurinacional, hemos instalado el plurilingüismo para reconocer las lenguas presentes en este Chile. Se ha instalado el buen vivir como principio que nos va a permitir planificar la política y el desarrollo con una mirada de buen vivir. Y vamos a instalar el derecho a las tierras y los territorios. Eso está en el largo plazo. En el mediano plazo, el gobierno va a tener que asumir una política, cosa que no han hecho otros gobiernos, que es diseñar tal vez la forma de tomar el tema, el debate con respecto a la restitución de las tierras. Hoy día las comunidades indígenas están todas con un proyecto de restitución de tierras, todas quieren recuperar sus tierras, y el gobierno va a tener que abrir las puertas para instalar el debate, pero al mismo tiempo debe instalar desde ya alguna medida en temas de cultura, de lenguas, de convivencia intercultural.
¿Qué es lo más importante que ha hecho la convención?
Lo más importante es que por primera vez convocó a todos los pueblos de Chile a diseñar la casa de todos, la paridad, la regionalización. Chile es un Estado regional y que se tenga en cuenta esto es muy valioso, porque las regiones han sido abandonadas, no tienen opciones para proyectar su futuro con la economía neoliberal, que usó las regiones sólo para hacer la política del extractivismo, usar los recursos de la naturaleza, pero no generó empleo, bienestar, desarrollo para nada. Entonces, es muy importante que la convención haya instalado —ya instaló, ya es una norma— la regionalización. Obviamente, la paridad es algo valioso, porque ya las mujeres estamos en igualdad de condiciones, de derechos, y necesitamos vivir en carne propia la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Y también la igualdad de derechos de las naciones originarias. Entonces, instaló otros paradigmas: la plurinacionalidad es un paradigma que implica activar el valor de los derechos colectivos, y dentro del valor de los derechos colectivos está el tema, pendiente todavía, de la tierra y el territorio: cómo se hace la restitución de las tierras, qué va a implicar indemnizar o qué va a implicar recuperar las tierras, ampliar los territorios indígenas. Eso es un debate que condensa la demanda histórica de los pueblos indígenas. Entonces, el paradigma de los derechos de la naturaleza contribuye a que esta sociedad se haga cargo del problema llamado calentamiento global, pero con una mirada que respete a la tierra como ente vivo; la montaña, el agua son entes vivos, que antes simplemente fueron asumidos como un recurso natural explotable. Ahora hay que pensar y enseñarles a los niños que ahí hay vida, que la biodiversidad se mantiene con el río en curso. Los embalses destruyen, el monocultivo destruye la biodiversidad y en el fondo destruye la vida. Entonces, son nuevos paradigmas que van a tener que orientar la sociedad, la política, la economía y la cultura. Eso es valioso.
Una vez que termine el trabajo de la convención, ¿usted tiene pensado si hay algún otro ámbito desde el que pueda aportar? ¿Quizás la política?
Bueno, yo soy académica de la Universidad de Santiago y para trabajar en la convención pedí un permiso sin goce de sueldo. Esto termina el 4 de julio y yo vuelvo a la academia para sobrevivir, porque hay que alimentarse, hay que pagar las deudas, hay que pagar la casa. Entonces, tengo que volver al trabajo académico. Sin embargo, también tengo en mi conciencia esta responsabilidad de haber sido parte de este proceso constituyente y que tenemos que colaborar. Ojalá todos los convencionales colaboremos en la implementación de la nueva Constitución, porque nosotros estamos garantizando los derechos en esta carta magna, pero luego hay que implementar esos derechos. ¿Cómo se van a implementar? ¿Quiénes van a hacerlo? Ahí necesitamos colaborar con ese proceso. Yo soy consciente de eso y de que seguramente voy a tener que dejar tiempo para hacer ese trabajo, si es que está en mí hacer esa contribución, sobre todo en materia de política lingüística, por ejemplo, porque instalamos el plurilingüismo y se tienen que votar también los derechos lingüísticos. Todo eso implica conocimiento, expertise en el tema. Y yo tengo equipos que han colaborado, académicos que están articulados y que vamos a tener que autoconvocarnos para ver cómo se implementan todas las normas.