Los sábados de tarde, cada quince días, nos reunimos en el salón comunal del edificio de Martínez para reivindicar conceptos que nos parece necesario que vuelvan a tener presencia en la sociedad o intentar que no desaparezcan. La gente del barrio piensa varias cosas sobre nosotros: que somos unos viejos insufribles de los que se pasan evocando todo tiempo pasado como mejor, que somos unos conservetas incómodos con la juventud y el mundo actual o que simplemente queremos escapar de nuestros hogares por un rato porque no queremos a nuestras esposas, los que las tenemos. Nosotros nos reímos porque la gente que nos trata de conservetas es la que no se da cuenta de que si no quiere a su cónyuge, uno se puede divorciar y punto. La realidad es que nuestras reuniones en el salón del edificio de Martínez son mucho más elementales de lo que la gente se imagina.

Al comienzo de cada semestre, armamos un calendario para que todos estemos encargados del tema para cada quincena. Siempre somos flexibles y dejamos margen por si alguien quiere cambiar, repetir o incluso por si tenemos nuevos miembros. Esto último no es tan frecuente, justamente gracias a los prejuicios que gran parte de la vecindad alberga sobre nosotros, pero cada tanto logramos romper la barrera de las apariencias e incorporamos a algún miembro más. La semana pasada se integró Torelli, que se mudó al lado de lo de Martínez hace poco. Creo que se arrimó porque pensó que las reuniones consistían en asado y whisky, y sí, es cierto, pero no es ese el centro de la cuestión. Igual, si le decepcionó enterarse, no le duró demasiado. Ya le brillan los ojos arrugados con la catarata de ideas (además de las cataratas en los ojos) que quiere traer a discusión para cuando le toque; está tan ávido que Weinbach le dejó su lugar en el calendario para que pueda exponer el día de hoy. A mí me alegra mucho, porque siento que sin sangre fresca nos vamos a ir quedando sin ideas, y eso sería un desastre. Tendríamos que dedicarnos al asado y al whisky, nomás.

A mí me toca el mes que viene. Yo igual ya vengo pensando mi tema hace mucho tiempo. Siempre me da un poco de nervios el momento de la exposición; muchos de mis compañeros fueron docentes o se dedicaron a alguna profesión que los hizo hacerse duchos en el arte de la oratoria. Yo era actuario, me pasé décadas enteras haciendo cálculos y elevando reportes, así que me sucede todo lo contrario. Ellos nunca me hicieron sentir mal por eso y el ambiente es de una gran confraternidad, pero de todos modos me pongo un poco nervioso. En general trato de repasar algo antes, para no trancarme en el momento, sobre todo si me hacen preguntas que puedan desordenar mi tren de pensamiento. Álvarez y Guidoni son muy de hacer ese tipo de preguntas.

Para la próxima, elegí reivindicar el concepto de “al mediodía”, porque me parece que ha sido bastardeado a tal punto que no se utiliza más o, si se utiliza, se hace mal. Las dos de la tarde no pueden ser el mediodía al igual que las once de la mañana no pueden ser el mediodía. Hay una sola hora a la que se le dice “del mediodía” y son las doce (del mediodía, claro, por oposición a las doce de la noche, por si fuera del caso aclarar).

Tengo todo armado según las buenas prácticas que hemos establecido en el grupo: introducción del concepto, explicación de por qué pensamos que se ha perdido en la actualidad, argumentación de por qué nos parece importante que se retome y, si es posible, medidas a tomar para poder cumplir con el objetivo de restaurarlo. Esto último en realidad es para que aprovechemos para ir generando ideas, pero la realidad es que preferimos hacerlo en conjunto, entre todos, después de haber analizado los otros aspectos. Como uno siempre tiene tiempo de preparar su propio tema y los demás recién se enteran del tópico por primera vez cuando escuchan la ponencia, tenemos visiones más preparadas y otras más frescas e inmediatas, así que la discusión se enriquece mucho. Ya pensé algunas ideas para llevar el día de mi presentación, la reunión siguiente a esta, porque me gusta tener el tema bien cerrado bastante tiempo antes, por eso de los nervios y de poder practicar.

Hoy tuve unas pequeñas complicaciones que me hicieron demorar, así que estoy llegando un poco tarde, pero con mucha curiosidad por saber de qué se tratará, a la presentación de Torelli. Mientras me aproximo con toda la velocidad que mis veteranas piernas permiten, me parece escuchar desde el salón de Martínez la voz honda del vecino nuevo, que dice: “...y es por eso que hoy voy a defender ante ustedes la reivindicación del concepto de mediodía”.