Un poco antes de que cayera el meteorito de hace 66 millones de años que extinguió a los famosos dinosaurios aparece la primera pista de aterrizaje. Sí, aunque pasarían muchísimos millones de años para que los humanos inventasen los aviones y los aeropuertos, aparecía una estructura que puede decirse que cumple casi con los mismos requisitos que una pista de aterrizaje. ¿A qué me estoy refiriendo? Nada menos que a la flor.

En un grupo de gimnospermas, que es el grupo que dio origen a las plantas con flor o angiospermas, comienza a diferenciarse una estructura que tiene varias señales de dirección hacia un lugar determinado. Estas señales, a diferencia de las pistas de los aeropuertos, se relacionan no con el aterrizaje de un avión sino con un polinizador. Los agentes polinizadores son muy diversos: pueden ser insectos, murciélagos, pájaros, etc. ¿Por qué cree el lector que hay flores de diferentes colores, formas, perfumes, tamaños, etc.? Toda esa diversidad se puede ver como el producto de una evolución conjunta con los diversos polinizadores. Los ejemplos de ese extraordinario fenómeno son muy variados. Por citar uno, las flores de hibisco suelen tener un tamaño importante, colores en la gama más bien de los rojos, abren durante el día y no tienen perfume, porque el polinizador es un colibrí y este tipo de aves no tiene el sentido del olfato muy desarrollado. También hay ejemplos maravillosos en los que no solamente la flor tiene la forma y la textura de una hembra de una especie de insecto, sino que emite olores químicamente similares a los de la hembra para atraer a los machos y, cuando el macho quiere copular con la falsa hembra que en realidad es la flor, se realiza la polinización. Como ese caso se podrían citar miles en los que las especies de plantas realizan una especie de engaño (mirado desde un punto de vista antropocéntrico) a la especie de animal de tal forma que se sientan atraídas a ciertas partes de la flor y de esa manera es más probable que se realice el depósito de polen. Otro llamador que está presente en muchas flores es el néctar, que sirve de alimento a diversas especies de animales, pero que desde el punto de vista de la planta tiene como función principal ser un atractivo para los posibles visitantes.

No se debe olvidar que hay flores, como las de los pastos, que no tienen prácticamente color ni perfume. Claramente esto se explica porque el agente polinizador es el viento, de manera que su estructura debe ser fácilmente movible por la brisa para cumplir la función de esparcir el polen y que llegue a otra planta de la misma especie. Ahora bien, ¿por qué es tan importante la polinización y qué sucede durante ese proceso? Cada grano de polen porta la célula sexual masculina; por lo tanto, cuando se deposita el polen en la flor, lo que se está facilitando es que llegue a la parte femenina y se realice la fecundación. Sí, efectivamente, una vez más la importancia de la reproducción y de la progenie.

Las plantas con flores o angiospermas son las últimas en aparecer en la historia evolutiva de las plantas terrestres, pero su llegada es realmente espectacular. En efecto, a partir del Cretácico superior el número de familias aumenta de manera exponencial y pasan a dominar todos los ecosistemas. Es el grupo de plantas con mayor número de especies (350.000, aproximadamente).

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Foto del artículo 'Primera pista de aterrizaje'

Hay flores dulces especialmente perfumadas, como los jazmines del cabo y los azahares; empalagosas (para muchos), como la dama de la noche; almizcladas, como las de Abelmoschus moschatus; nauseabundas, como la flor cadáver; diminutas, como las de la quiebra piedra; gigantes, como las de las raflesias; con “labios” gruesos, como las bocas de sapo; montaraces, como las de las mirtáceas nativas; semejantes a fuegos artificiales, como los agapantos; adoradas, coronadas y pasionales, como las del mburucuyá; pentapétalas exóticas y oníricas, como las orquídeas; dignas de manjares, como las del azafrán; despeinadas, pelopinchas, como las de los cardos; erizadas de estambres rojos, como plumerillos y corimbas; con pétalos rojo estridente, casi dolorosas a la vista, como algunas glandularias; que forman tríos abrazadas por brácteas coloridas, como en la santarrita o en Bougainvillea; tangueras, como las de las madreselvas que te vieron nacer y que en la vieja pared sorprendieron tu amor; kitsch, como las rosas de Pedro Almodóvar (1949); flotantes, servidas sobre hojas mansas, como los nenúfares; con olor a cementerio, como los claveles; rústicas, como manzanillas, macachines y achicorias; erectas, como las de las tillandsias; envueltas en “ruanas” blancas, como las calas y los cartuchos; las que llevan sangre de leyenda, como las del ceibo; narcóticas, como las adormideras; reconfortantes, como las de la lavanda y los tilos; con tiaras de resina, como las del cannabis.

Hay flores como las que entran en un ojal o las que esperan en los centros de mesa a que suceda un encuentro; las que aparecen de las manos de un mago; las que miran al cielo, como los girasoles; las grandes y súbitas que irrumpen entre espinas en los cactus; las que se usan como corona y las que despiden a los muertos.

Una breve historia de la larga vida de las plantas. Ángeles Beri y Alejandro Sequeira. Ediciones de la Plaza, 2023. 143 páginas.