Así se presenta uno de los capítulos1 del ganador del Premio Bartolomé Hidalgo en historia nacional: Uruguay, una nación de extremo-occidente en el espejo de su historia indígena, editado por la Fundación de Cultura Universitaria.

La expresión “garra” aparece por primera vez en la prensa peruana cuando se jugó la final del campeonato sudamericano de Lima en 1935, en la cual la selección de Uruguay le ganó a la de Argentina tras un partido bastante duro. El término surgió para significar “la esperanza de obtener por la presencia de valores espirituales lo que no puede serlo por vía de la mejor condición técnica”.2 El Nuevo diccionario de uruguayismos le da el sentido coloquial y humorístico de: “Entusiasmo, fuerza o decisión con los que se defienden los intereses del país y que le permiten a una persona o un grupo de personas uruguayas, especialmente a un equipo deportivo, salir airosos”.3

El libro agrega que es sinónimo de “garra Charrúa”. Pero este adjetivo, “Charrúa”, está ausente de los textos antes de la segunda mitad del siglo XX. Florencia Faccio, socióloga del deporte, identificó la primera aparición del término Charrúa asociado con el fútbol en un artículo del diario Deporte, en 1950:

La tierra Charrúa envía, como siempre su montonera gaucha a defender prestigios y a estrechar lazos con patrias hermanas [...] que todos los orientales les decimos, les gritamos hasta que nos quedemos sin voz: _¡uruguayos, adelante, charrúas!_ [...] vendrán a gritar _¡adelante charrúas!_ A quienes van a representar nuestro fútbol, sí, pero más aún a nuestra propia tierra!4

La expresión “garra” significa hoy el hecho de “no abandonar nunca” el juego, de ser tenaz hasta el sacrificio. No obstante, existe una visión negativa de la “garra Charrúa” que le valió durante mucho tiempo una mala reputación a la selección uruguaya. El periodista británico Chris Taylor la califica como “un feo recurso a la violencia y a la intimidación para obtener el resultado”.5 Sea lo que sea, la garra es, como lo ha escrito F. Faccio, “una representación colectiva real para los uruguayos”. Para entender mejor el alcance de esa representación, debemos tomar en cuenta el contexto histórico de su aparición, y especialmente otro mito vinculado al fútbol. El Uruguay, país pequeño pero verdadera potencia futbolística, tenía otra expresión mítica relacionada con el fútbol de su selección nacional: “la viveza criolla”.6 Los periodistas locales decían que esta “astucia” distinguía al fútbol del Río de la Plata, oponiendo a la esquemática táctica europea o sajona con su confianza en el potencial físico, una aptitud “innata de improvisación”. Esta “astucia” habría nacido cuando inmigrantes y gauchos debían enfrentar a la adversidad. Rafael Bayce7 define el estereotipo de la “viveza criolla” como una autoimagen, y agrega a propósito de la garra:

Paradójicamente, otra virtud supuestamente idiosincrática, la “garra Charrúa” o “garra celeste”, plus de concentración, sobreesfuerzo y competitividad épica en los momentos más difíciles o disputados, será otra virtud especialmente desarrollada como explicación posterior a la de la “picardía criolla” en el momento a partir del cual los triunfos empezaron a costar más que en 1924 y 1928 [...]. Si el estereotipo endogenerado de la “picardía” nos diferenciaba como rioplatenses del resto del mundo en la autoimagen adoptada por la opinión pública desde la épica narrativa periodística, la garra “Charrúa” o “celeste” [...] era nuestra “diferencia específica” con los argentinos, más allá de la común picardía que nos distinguía del resto del mundo futbolístico.8

Notemos que las dos afirmaciones simbólicas se relacionan con dos alteridades. La de un otro lejano (los ingleses) y la de un otro más cercano (los argentinos). Mediáticamente, la aparición de la garra Charrúa se construyó a mediados del siglo XX, principalmente alrededor de la victoria que constituye el acontecimiento más importante de la historia del fútbol uruguayo: el "Maracanazo" [16 de julio de 1950]. Para Brasil, entonces comprometido con una política de grandes obras, esta competencia representaba la ocasión de darse a conocer por todo el mundo como una nación moderna y poderosa. El estadio Maracaná, que recibió a casi 200.000 espectadores para esa final, acabaría mudo frente a la victoria de la "celeste". Uruguay, que perdía [esa final del mundo] al finalizar el primer tiempo por un gol a cero, revertiría la situación en el segundo tiempo.

Las consecuencias del resultado fueron antagónicamente igual de fuertes para ambas naciones. El antropólogo Roberto DaMatta, por ejemplo, escribiría que este suceso fue "quizás la mayor tragedia de la Historia contemporánea del Brasil" y se puede decir que, de cierta manera, el fantasma de Maracaná flotará por mucho tiempo sobre los partidos entre las dos selecciones.

Tradicionalmente, se asocia en el imaginario uruguayo el "Maracanazo" con la época en que [el país] fue llamado la Suiza de América Latina. Durante ese período, el presidente Luis Batlle Berres, llegado al poder en 1947, fue acompañando su política liberal con leyes sociales progresistas dentro de lo que se llamó el neobatllismo. Pero el "Maracanazo" iba a superar rápidamente su contexto histórico para transformarse en un mito. La selección nacional de fútbol, con sus victorias, le mostraba al mundo un país bajo su mejor aspecto, el de una nación con un buen nivel nutritivo y sanitario.

[...] El atributo Charrúa no se asocia a la garra antes de 1950. El libro del Centenario del Uruguay 1825-1925 no menciona en ninguna parte a los amerindios. Agreguemos que en una parte del libro dedicada a la demografía del Uruguay se puede leer:

Puebla el Uruguay la raza blanca, en su totalidad de origen europeo. La raza indígena que habitaba esta región de América cuando el descubrimiento y la conquista, ya no existe, siendo el único país del continente que no cuenta en toda la extensión de su territorio tribus de indios, ni en estado salvaje, ni en estado de domesticidad.

Hemos visto también que la imagen del Charrúa conocería un cambio en los textos tanto literarios como históricos después de los años cincuenta. Podemos decir que la garra Charrúa nace primero en la narración periodística deportiva, pero su éxito y su aplicación a un carácter uruguayo se basan en una correlación con otros discursos, en particular históricos, como lo señaló el Prof. Melo Miranda [hablando de las batallas de Las Piedras, en 1811, y de Sarandí, en 1825]: “[...] el indio que salía en los momentos difíciles era llamado a repetir esas batallas en las que la patria se impuso frente a los imperios españoles y portugueses con fuerzas desiguales”.

Son esas situaciones heroicas de desigualdad donde el pequeño desafía al grande, donde el indio enfrenta al invasor europeo y el independentista a los imperios que se superponen aquí. La relación desigual indio-europeo aquí invocada por medio de la imagen de la garra Charrúa se vuelve posible por entremedio del conjunto simbólico sintetizado a través de obras como Tabaré [de Juan Zorrilla de San Martín]. El uruguayo se puede identificar con el indio mítico, a través de un vínculo de ancestralidad que hace caso omiso de la contradicción histórica. La garra Charrúa es una representación colectiva generada a partir de eventos y de narrativas épico-periodísticas que se introyectaron en el imaginario simbólico uruguayo.9 Notemos que la imagen de la garra Charrúa va a circular mucho más en el exterior del país que dentro del mismo. Surgida por lo que sabemos en la prensa deportiva peruana, sigue estando muy presente en los medios de comunicación deportivos latinoamericanos.[^10] Con el mito, Uruguay aceptaba una indianidad dentro de su identidad nacional, que además, al ser reconocida por otros países, volvía reforzada. Uruguay se sumaba a los otros países que asociaban pueblos autóctonos precolombinos a sus selecciones de fútbol, como Paraguay, Perú y México, respectivamente designadas como guaraní, incaica y azteca por los locutores latinoamericanos.

Foto del artículo 'Un mito esclarecedor'

Uruguay, una nación de extremo-occidente en el espejo de su historia indígena. Darío Arce Asenjo. Fundación de Cultura Universitaria, 2023. 545 páginas.

Paulatinamente, el indio se volverá cada vez más presente en las representaciones vinculadas al fútbol. Se vería, por ejemplo, un sketch televisivo del programa Telecataplum en los años setenta en el cual los Charrúas enfrentaban a conquistadores en un partido de fútbol. En plena dictadura, la mascota del torneo internacional organizado por Uruguay en 1980, llamado Mundialito, fue un pequeño Charrúa de camiseta celeste.

Recientemente objeto de un documental,10 el Mundialito o Copa de Oro fue organizado a pocos meses de un plebiscito convocado por el gobierno para asentar un sistema militarista que sustituiría la Constitución de 1967. A pesar de una impresionante campaña de propaganda de la cual formó parte el mundialito, el régimen perdió el plebiscito. El gobierno no igualó la operación mediática lograda por el otro régimen dictatorial vecino, el de Argentina, que había organizado el Mundial de 1978. En el documental citado, se recuerda cómo durante el Himno Nacional se ponía un especial énfasis al cantar la parte donde se dice “tiranos temblad”. Era una manera de manifestar su desacuerdo con el gobierno, de las pocas posibles en aquel entonces. La situación era ambigua, ¿alentar a la selección equivalía a apoyar al régimen? Para mi propio caso, con siete años de edad y exiliado en Río de Janeiro con mis padres, ese indio del afiche permitía una identificación que resolvía esa contradicción. La imagen de la nación uruguaya, vestida de uniforme represor y lentes verdes oscuros, se desvanecía ante la interioridad india telúrica y ancestral. En 1980, la garra Charrúa sería invocada para ganarle otra final a Brasil. El indio entonces totalmente fagocitado se volvía la fuente de un poder mágico que venía del más allá, desde el tiempo mítico y del imaginario. Y Uruguay ganó otra vez, 2 a 1.

Para la diáspora uruguaya creciente desde esa época, la simbología indígena cobró una gran importancia. Muchos comercios y asociaciones uruguayas en todo el mundo utilizan el término Charrúa para identificarse.11 Hoy, la garra Charrúa reconstruye el lazo, podríamos decir el cordón histórico con el indígena. Es así que en la actual página web de la AUF [Asociación Uruguaya de Fútbol] podemos leer:

Frente al rival, conscientes de su habilidad, de su coraje y valentía, sentada en tantas esquinas, los que rendían culto a la valentía, impulso de esos Charrúas masacrados en Salsipuedes y Yacaré Cururú, la valentía cargada de la nostalgia del inmigrante, solo frente a la incertidumbre de su destino en el medio del desarraigo, la valentía presente en la necesaria picardía del que debe sobrevivir ‘fuera del puerto’ en los suburbios cada vez más pobladas de un Montevideo extraño, al que se llega cruzando el mar o desde el interior.12

Los autores del renacimiento indígena retomarían también el mitema:

Tal vez aquí mismo, las sombras antiguas de los Charrúas-jaguares nos acompañen en las situaciones más difíciles, sin que nos demos cuenta, nos permitan utilizar sus garras sagradas —la garra del jaguar, la garra Charrúa— para defender nuestra tierra ancestral que también es la nuestra.13

El 10 de setiembre del 2009, la selección uruguaya recibía a su par colombiana en el estadio Centenario de Montevideo. Este partido, capital para la clasificación al mundial del 2010, no podía perderse. En las tribunas, se veía una bandera de más de veinte metros donde con letras gigantes se podía leer: Garra Charrúa. Durante la copa del mundo 2010 a la cual pudo acceder la selección tras ganar ese partido, y al haber accedido la selección uruguaya a las semifinales, el término garra Charrúa fue el cuarto más buscado en la red social Twitter en Uruguay. La mitopoiesis de la garra Charrúa parece indicar una conjunción de elementos que derivan de la construcción de la Historia nacional, de la autoimagen de los uruguayos y de diferentes contextos sociopolíticos. Nada parece destruir a la garra que se alimenta regularmente con elementos nuevos. Es así que cuando se repatriaron a los restos del cacique Charrúa Vaimaca Perú desde París, en el 2002, se pudo leer en la prensa:

Con el retorno de Vaimaca [...] quizás comience una nueva era, quizás mismo la del Uruguay campeón del mundo y Suiza de América. Porque el espíritu de Vaimaca [...] va quizás a conducirnos hacia nuevos tiempos en los que volverá a asomarse la vieja y hoy desvalorada “garra Charrúa”.14

Señalemos que la garra Charrúa viene a responder simbólicamente al asado originario en el cual se supone que Solís fue devorado, dentro de una oposición entre un acto de antropofagia exógena (devoración de enemigos) y endógena (devoración de ancestros). Desde el principio del siglo XXI, en los sucesivos grandes torneos internacionales de fútbol, la famosa garra sigue encontrando un lugar en la prensa deportiva mundial, contribuyendo a mantener el mito más fuertemente vinculado a la identidad nacional uruguaya, en un momento en el que Uruguay se vuelve a descubrir como un país que ya no es tan “sin indios” como antes.

  1. Gustavo San Román, al buscar el término “garra Charrúa” en Google en el 2002, encontró que de las 50 primeras apariciones (en un total de 167), ninguna venía de un diario uruguayo. Los principales textos en los que se encontraba eran artículos deportivos de países latinoamericanos.

  1. Se respetan los criterios de estilo del autor, por ejemplo, el uso de mayúscula al comienzo de la palabra charrúa y las cursivas. Sólo se ha modificado la extensión de las notas al pie para adaptarlas del formato académico al periodístico. 

  2. Atilio Garrido, 100 años de gloria, la verdadera historia del fútbol uruguayo, AUF, El País y Tenfield; Montevideo, 2000. 

  3. Úrsula Kuhl de Mones (dir.), Instituto Caro y Cuervo; Bogotá, 1993. 

  4. Florencia Faccio, “El fútbol como espacio de producción de identidad. Acerca de la ‘Garra Charrúa’”, en Anuario de la Facultad de Antropología Social y Cultural, Nordan-Comunidad; Montevideo, 2006. 

  5. Gustavo San Román, “La garra Charrúa: fútbol, indios e identidad en el Uruguay contemporáneo”, en Bulletin Hispanique 2, Editions Bière, Bordeaux; 2005. 

  6. O aun “picardía criolla”, que, al igual que la “garra Charrúa”, sobrepasa el campo deportivo y se aplica como atributo idiosincrático del uruguayo. 

  7. “Cultura, identidades, subjetividades y estereotipos: preguntas generales y apuntes específicos en el caso del fútbol uruguayo”, en Futbologías: fútbol, identidad y violencia en América Latina, CLACSO; Buenos Aires, 2003. 

  8. Ibidem. 

  9. Ibidem. 

  10. Mundialito, de Sebastián Bednarik, Coral Films, 2010. 

  11. Como por ejemplo la asociación deportiva y cultural Últimos Charrúas de la región parisina (www.ultimoscharruas.free.fr, consultado el 20-10-2009). 

  12. www.auf.com.uy (consultado el 10-7-2012). 

  13. Danilo Antón, El pueblo Jaguar: lucha y sobrevivencia de los Charrúas a través del tiempo, Piriguazú, Montevideo, 1998. 

  14. Miguel Álvarez Montero, “El ojo de la semana”, El País, Montevideo, 21-7-2002.