El hombre que aparece en nuestra portada es hoy el actor uruguayo con más impacto en el exterior del país. Su carrera, que se puede repasar en la entrevista central, me hace pensar en por lo menos dos cosas.
Por un lado, en el exitoso camino que ha recorrido el audiovisual local durante los últimos 20 años. En la puta vida, de Beatriz Flores Silva, y 25 watts, de Rebella y Stoll, marcaron simbólicamente un reinicio de la producción local que continúa hasta nuestros días. Se podrá objetar que no se trata de una industria como la que existe en algunos países de la región y también es notorio que los apoyos estatales al sector han sido cuestionados en los últimos tiempos, pero es innegable, si se compara con el panorama previo a 2001, que el cine uruguayo existe: lo confirman las decenas de estrenos anuales (y más si se tienen en cuenta cortos y exhibiciones en línea), la diversidad de estilos y temáticas y la profesionalización de diversos rubros.
En esa historia, ocupa un lugar destacado El baño del papa, la película de César Charlone y Enrique Fernández. Estrenada en 2007, no sólo obtuvo diversos premios internacionales, sino que también convocó a cantidades inéditas de público a las salas en Uruguay. Su protagonista, César Troncoso, se volvió una figura reconocible aquí y en la región.
Hasta entonces, Troncoso era para muchos un actor de teatro, conocido mayormente por sus creaciones junto al irredento Roberto Suárez, asociadas al humor absurdo y no necesariamente dirigidas a audiencias masivas. El recuerdo de algunas de aquellas funciones de los años 90, con tanto de imprevisto, parece realmente lejano tras leer las palabras del artista que hoy nos habla luego de haber recorrido un camino consolidado. El suyo es también uno de los recorridos del cine uruguayo.
Hasta el mes que viene.