Cuando Marcos empezó a ver luces ya hacía un tiempo que se había mudado al campo. Aparecían lejos, alrededor de los cerros, y él las contemplaba sin cuestionarse demasiado. Recién al darse cuenta de que en esa zona no existía una ruta llegaron las preguntas, y se intensificaron después de que un par de hombres que pasaron una semana alambrando su terreno le relataran una experiencia atípica. Cerca de las nueve de la noche, acampando al pie de un ombú, vieron pasar ocho esferas luminosas. “Me habían contado y yo no creía”, le dijo uno de ellos. “Alambro desde los 14 años y nunca vi cosa igual”.

La anécdota de los alambradores es apenas el comienzo de una serie de avistamientos de la que Marcos fue testigo, en algunos casos junto a otros integrantes de su familia, sobre los que ha hablado en una entrevista registrada en un video titulado “Fenómeno OVNI en el departamento de Salto (Uruguay)”, publicado en YouTube en abril por el canal uruguayo Puerta Allende. Allí, por ejemplo, recuerda lo que sucedió la primera vez que decidió acercarse a las luces. Acompañado por su sobrino, se encontró con algo semejante a “una gelatina, de todos los colores, que se movía” y que “adentro tenía como un tubo de unos dos metros y medio, con una cabecita roja arriba”. Pese a la incertidumbre, ambos sintieron que estaban ante un espíritu que los observaba y que, de manera telepática, les decía que no tuvieran miedo porque no les haría nada. “Los dos tuvimos la misma sensación: ese ser nos estaba dando paz”.

Personas que han tenido avistamientos como el de Marcos hay muchas, algunas dicen lo que saben y otras no hablan para evitar ser juzgadas. A nivel nacional, el testimonio más popular es el de la familia Tonna, propietaria de la estancia La Aurora, ubicada en Paysandú, cerca del río Daymán, donde entre 1976 y 1977 sus habitantes no sólo avistaron luces: tras divisarlas, los Tonna sufrieron quemaduras y encontraron marcas en el pasto, animales muertos y hasta un ombú abierto en dos. Un par de años después, en 1979, Uruguay creó la Comisión Receptora e Investigadora de denuncias de Objetos Voladores No Identificados (Cridovni), que buscaba complementar el trabajo del control del tránsito aéreo.

“Antes ya existía gente que había visto cosas en la zona, pero se callaron”, afirma Martín Gamboa, docente de Antropología del Turismo en la Universidad de la República y autor de un artículo sobre los acontecimientos de La Aurora. Según el investigador, quienes guardaron silencio lo hicieron para preservar su intimidad y para no ser tratados de locos, algo que a Ángel Tonna, el hombre a cargo de la estancia, también le pesó. “Le costó largar, siempre tuvo vergüenza y miedo, como hombre de campo, de que lo tildaran de que estaba borracho, delirando o haciendo eso para sacar dinero o llamar la atención”, cuenta Gamboa. Sin embargo, la realidad es que “los avistamientos están naturalizados por la gente de ahí”.

Si bien los salteños y los sanduceros “les dicen ‘las luces’ y no les dan importancia”, lo que sucede en La Aurora significa mucho para varias comunidades con diferentes intereses espirituales. Desde lo acontecido en los setenta, cientos de aficionados a la ufología convirtieron el lugar en un punto caliente para el turismo místico, pero “en este momento la mayoría de las personas que lo visitan no lo hacen buscando avistamientos, sino que van a la gruta del Padre Pío”, construida por los Tonna en 1987. Para Gamboa, se ha producido “una hibridación en el discurso” respecto del lugar y “se ha comenzado a construir un nuevo relato en torno a los ovnis”.

“Hay una multiplicidad de tendencias que coexisten”, sostiene el investigador. Tanto quienes pretenden entrar en contacto con seres extraterrestres como los devotos del cristianismo o los adeptos a filosofías new age creen que la estancia tiene una energía particular. Para demostrarlo, evocan historias de personas que asistieron con el objetivo de sanar una enfermedad y, con sólo tumbarse un rato en el pasto, lo lograron, o recuerdan lo que pasó en el ombú perforado al poco tiempo de los primeros avistamientos: los animales que morían en su interior no se descomponían sino que conservaban el aspecto que tenían en vida, como si hubiesen sido disecados.

Corroborar lo inexplicable

“Estos seres provienen de distintos planetas del universo, son los ángeles de la Biblia”, asegura Rafael Ulloa, líder del grupo Misión Rahma Uruguay, fundado en 1985, que se define como “una filosofía de vida, no una religión”. Según Ulloa, las luces “siempre han estado, porque somos su creación, y custodian planetas como el nuestro, que todavía no han evolucionado lo suficiente para vivir en paz y armonía”. Esta concepción surge de Sixto Paz, un escritor peruano, hijo de un astrónomo y asesor de la Fuerza Aérea, que promueve un método de preparación física y espiritual para entrar en contacto con extraterrestres. El ufólogo, que ha visitado varias veces Uruguay, sostiene que comenzó a comunicarse con estos seres por telepatía y que ellos le transmitieron la información necesaria para avistarlos.

Antes de leer a Paz, Ulloa ya había visto algo. Vivía en Las Toscas, estaba llegando de trabajar y vio una luz que atravesó el cielo a una velocidad desconocida para él. Una vez que se interiorizó en el tema, empezó a buscarlas. Como ya conocía el yoga y técnicas de meditación, fundamentales para favorecer los contactos, el camino estaba allanado. Sólo tuvo que salir al patio a las tres de la mañana, practicarlas y decir: “Si están ahí, vengan”. Minutos después apareció a lo lejos lo que pensó que era una estrella, hasta que avanzó hacia él, nuevamente con gran rapidez, dio dos o tres vueltas sobre su cabeza y desapareció.

“Fue un impacto muy grande para mí”, admite ahora. Y agrega: “Cuando se lo comenté a mi hijo me dijo que me hice el bocho. Yo le respondí que era muy sencillo, que fuéramos esa noche e hiciéramos lo que yo había hecho. Si ocurría de vuelta, era verdad”. Y lo fue. Vieron tres luces que tuvieron el mismo comportamiento que la anterior. La consecuencia fue el nacimiento de un interés profundo, que los llevó a formar parte de Rahma, en donde recibieron una instrucción para concretar avistamientos y en 1988 fueron invitados a visitar Perú para un encuentro internacional. “Ahí tuvimos un contacto que me cambió la vida, porque hay cosas que uno no se imagina que pueden ocurrir. Cuando ves la nave, te suben a unos diez o quince centímetros del suelo y recibís energía e información, se acabó el verso”, concluye.

“Hoy es inexplicable que la gente no se cuestione o no investigue algo que es más que tangible”, sigue Ulloa. El líder de Rahma en Uruguay cuenta que visita los alrededores de La Aurora una vez por mes, con diferentes personas, y que desde un mirador cercano “de noche las luces se ven perfectamente y se pueden fotografiar y filmar”. Por lo tanto, que la sociedad no se interese o no crea responde a que “está cómoda y le tiene miedo a aceptar no sólo que Dios existe, sino que hay seres que nos están custodiando y ayudando en nuestro proceso de evolución”.

Otro de los que integraron Rahma en sus inicios es Richard Karlen, actualmente investigador integrante de la Asociación Uruguaya de Investigación Paranormal y del grupo de contacto Vigilantes del Cielo. “Yo venía de grupos de formación más científica sobre el tema, entonces siempre fui muy objetivo”, aclara Karlen tras referirse a la primera vez que recibió información sobre un futuro avistamiento, durante una práctica de relajación y visualización. “Sixto [Paz] repetía muchas veces que uno no puede simplemente confiar en lo que recibe, sino que hay que pedir una corroboración, entonces la pedí”. La respuesta fue concisa: tenía que asistir a La Aurora el 5 de marzo del próximo año, 1986, para mantener un contacto el día siguiente, a las ocho de la noche.

Como Karlen era cercano a Tonna, no le fue difícil cumplir con el pedido. Llegada la fecha, a la hora y en el lugar indicados, se presentó ante él y una pareja de amigos “una esfera de color anaranjado que quedó suspendida debajo de una capa de nubes”. Creyendo que eso era todo, estaban comenzando a elaborar una hipótesis sobre lo que veían cuando se sumó una segunda esfera del mismo tamaño y se posicionó en paralelo a la otra. Aún en shock, les pidieron que se manifestaran y ellas reaccionaron encendiéndose y apagándose por turnos. Finalmente, luego de un par de intercambios similares, desaparecieron.

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“Alguna vez se dijo que el de los ovnis es un fenómeno que apareció luego de la Segunda Guerra Mundial, pero eso no es cierto”, observa el antropólogo Nicolás Guigou. Los grabados de la Edad Media que recopiló el psicólogo suizo Carl Jung en su libro Un mito moderno. De las cosas que se ven en el cielo, publicado en 1958, demuestran que las personas divisan objetos desconocidos en el espacio desde mucho tiempo atrás.

En su obra, Jung recoge un volante de 1566 en el que se apunta que en agosto de ese año, al amanecer, en Basilea, “se vieron en el aire muchas grandes esferas negras, que se movían frente al sol con gran velocidad y rapidez y que se encontraban unas a otras como si combatieran; algunas se hicieron rojas e ígneas y luego se consumieron y se extinguieron”. El autor también cita un texto de 1561 que relata un hecho muy similar en Núremberg. Durante la salida del sol, muchos hombres y mujeres contemplaron “esferas de color rojo, azuladas y negras, o discos en forma de anillos, en gran cantidad”, “cruces de sangre” y “dos grandes tubos”.

El psicólogo suizo “no les atribuye una materialidad” a los ovnis. “Sencillamente, dice que tienen más que ver con un fenómeno psíquico del inconsciente colectivo que con manifestaciones reales de una cultura extraterrestre”, revela Guigou. Más allá de las teorías de ensayistas y científicos, “hay experiencias que son inexplicables y que todos tenemos alguna vez en la vida”.

Un contacto masivo

De acuerdo con información brindada por la Cridovni a Lento, el verano es el momento en el que se realiza el mayor número de denuncias de avistamientos. En general, el promedio durante la temporada oscila entre 30 y 40 llamados, pero a mediados de febrero de 2023 ya se habían superado los 100. La causante fue un fenómeno de luces intermitentes percibido el sábado 11 de febrero principalmente en Paysandú, pero también en Tacuarembó, Maldonado, Rocha, Canelones y Colonia. Al día siguiente el gobierno de China anunció que divisó un ovni en la ciudad de Rizhao y Estados Unidos derribó otro, que a su vez era el cuarto que abatía en la semana.

El 26 de julio del mismo año el Congreso de Estados Unidos le solicitó al gobierno que entregara la información que tenía sobre fenómenos aéreos no identificados (la nueva forma de referirse a los ovnis), luego de que David Grusch, Ryan Graves y David Fravor, tres militares retirados, denunciaran que las autoridades ocultaban datos. En el marco de una audiencia en la Cámara de Representantes, los militares afirmaron que existe evidencia de que hay vida fuera del planeta desde 1930, que ellos mismos mantuvieron contactos con objetos cuyos principios aerodinámicos eran superiores y desconocidos y que existe un programa que investiga tecnología extraterrestre con el objetivo de reproducirla mediante ingeniería inversa.

“Estamos asistiendo a una especie de seudoapertura por parte de las autoridades norteamericanas, que son las que regulan cómo se maneja el tema”, celebra Henri Gelencser, periodista e investigador especializado en fenómenos paranormales. “Le han cambiado el nombre, ya no dicen UFO [unidentified flying object] sino UAP (unidentified anomalous phenomena), y en el Congreso se han generado instancias para abordar lo que pasa”, añade. La causa de estas transformaciones no es casual. Según el investigador, “poco a poco, nos están preparando para asimilar la idea de que hay civilizaciones con las que ya se ha tenido contacto”.

“Se ha liberado la información porque ya es imposible esconder el sol con un dedo”, opina el periodista Georges Almendras, un referente de la crónica policial en televisión que actualmente se dedica a dirigir el portal Antimafia Dos Mil y a continuar alimentando su pasión por lo que prefiere llamar “la realidad extraterrestre”, que lo acompaña hace décadas. Cuestionarse si los ovnis existen en pleno siglo XXI “es como preguntarse si existió Artigas o la Segunda Guerra Mundial”, pues el tema “tiene mucha historia por detrás y no se trata de apreciaciones circunstanciales y caprichosas”, considera.

“La presencia de naves, objetos luminosos no identificados, inteligencias de otras civilizaciones y elementos no convencionales en los cielos del mundo es una información desmenuzada”, subraya el periodista. Por eso y porque los seres que nos interpelan “han aparecido en nuestros cielos desde tiempos bíblicos”, hoy “hablar de ufología es hablar de ciencia, no un acto de fe”. En ese sentido, la pregunta que todos nos deberíamos hacer es si en algún momento se dará un “contacto masivo”, advierte Almendras. Y la respuesta es “sí, a eso nos aproximamos”.

Agustina Tubino es periodista. Firma habitual en la diaria, escribe de temas culturales y sociales.