Cuando nació mi primera hija me sentí asolada, pese a estar acompañada por mi madre, mis hermanas, mi compañero y mis amigas. La crianza me arrinconó en un espacio oscuro mientras el mundo exterior me exigía reivindicar quién soy como periodista. Para entender mi nueva circunstancia hice lo que sé hacer: periodismo. ¿Cómo interpreto el mundo? A través de las experiencias de otras personas, de escucharlas y entender cómo su propia historia va encontrando un lugar y un sentido en el mundo en que viven. Escuchar a otras, para escucharme a mí misma y encontrar lo común.
Así que en medio de ese asolamiento comencé a buscar a otras mujeres que maternaban para entrevistarlas. Escucharlas me hizo pensar en cómo fui maternada yo y eso me llevó a entrevistar a mi mamá. Pronto me di cuenta de una obviedad: que las historias de cuidados no se reducen a las madres, sino que nos involucran a todas.
Las historias de las mujeres con quienes conversé tienen como escenario este México y su violencia contra las mujeres expresada en desapariciones, feminicidios, precarización y asedio constante y cotidiano a la vida.
Las conversaciones con ellas derivaron en el libro Fruto, publicado en 2023 por la editorial Antílope, conversaciones tejidas como un susurro para volverse un conjuro de mujeres que cuidamos y hemos sido cuidadas.
La siguiente es la historia de Jenny.
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Desde que tengo memoria mi vida ha sido algo así como un infierno, salvo por mi mamá. Ella me da buenos consejos, pero no sé por qué no los sigue también. Ella me ha dicho: no te busques a un hombre que te pegue, no te busques a un hombre que te maltrate, no te busques a un hombre que te haga menos, no te busques a un hombre que lastime a tus hijos. Pero ella vivió con un hombre que hizo todo eso. Yo no entendía por qué ella seguía ahí, si mi papá le pegaba, mi papá la maltrataba, mi papá la hacía menos, mi papá le quemaba su ropa.
Yo aprendí que si a ella le pegaban, a mí me pueden pegar.
Tengo dos hermanas mayores, una de 25 y otra de 22. La primera me contó que mi papá le pegaba muy feo porque no quería que tuviera amigos; la segunda, igual. La primera se casó a los 17 por miedo a seguir viviendo en casa, la segunda se fue después de la golpiza que le dio por quedar embarazada.
Mis hermanas me contaron que mi papá siempre fue así. Sonará feo, pero no me atrevo a decirle papá, porque un papá te quiere y te apoya, no hace ese tipo de cosas.
¿Cómo se le dice entonces? ¿Cómo se le dice al hombre que tiene la responsabilidad de cuidarte y en cambio te violenta? ¿Cómo se le llama a esa contradicción? Mi papá... insisto, es muy machista.
Mi papá le ha pegado a mi mamá, quemaba la ropa de mi mamá, quemaba la ropa de nosotras. Una vez llegó a oler la ropa interior de mi mamá para vigilar que no lo engañara, que no oliera a otro hombre. Yo le dije a mi mamá que eso no estaba bien. Otra vez la violó... ¿cómo se podría decir?, ¿anal? Porque decía que por ahí era el único hoyo por el que no era puta.
Con el tiempo he tenido que aprender a quererme a mí misma, porque yo no me quería. Yo por lo que vivía, no me quería. Yo quiero hacer algo mejor; si ellos pasaron esto, yo quiero pasar cosas diferentes, no ser lo mismo. Va a sonar raro y la verdad, la verdad, siento feo al ver cómo todos siguen el mismo patrón.
En su ensayo Hombre niño: la respuesta de una feminista lesbiana negra, la escritora Audre Lorde planteó que "criar niños negros —mujeres y hombres— en la boca de un dragón racista y sexista es peligroso y arriesgado. Si no logran amar y resistir al mismo tiempo, es muy probable que no logren sobrevivir. Y para poder sobrevivir, tienen que dejar ir. Esto es lo que las madres buscan —amor, supervivencia—, esto es, la autodefinición y el dejar ir. Para cada una de estas cosas, la capacidad de sentir las cosas con intensidad y reconocer esas sensaciones es fundamental: cómo sentir amor, cómo no desestimar el miedo pero tampoco dejarse abrumar por él, cómo sentir profundamente". Lorde construye la metáfora del dragón para visibilizar la violencia patriarcal y decirnos que el problema no es el otro, el hombre, sino la estructura patriarcal. Hijos, hijas que no sean destruidos por ese dragón, que sepan que esa opresión viene de un mundo que los prepara para odiar a las mujeres y a sí mismos. Que amen, que se amen y se resistan a ese dragón.
Mi cuñado le pega a mi hermana, no la deja usar celular, no la deja pintarse, dice que si se pinta parece payaso, que si usa falda parece puta, que si usa esto parece no sé qué. Mi otra hermana estaba embarazada y mi papá le dio una golpiza y se tuvo que ir de la casa y su novio le dio otra golpiza y perdió al bebé.
Yo aprendí que si a ellas les pegaban, a mí me pueden pegar.
No me podía poner una playerita sin mangas porque mi papá me decía "estás enseñando el brazo", "estás diciendo que eres fácil", "estás queriendo decir que vayan y que te hagan algo ahí́ en la esquina". Y yo le decía que no, que él estaba mal. Incluso a lo que yo quiero estudiar mi papá se opone. Yo quiero estudiar ingeniería mecánica y él no quiere, que porque ese trabajo es sólo para hombres. Él dice que yo tengo que trabajar de enfermera, de cultura de belleza, secretaria, licenciada, cosas que a mí no me gustan. Mi papá yo creo que necesita ayuda, pero pues ya está viejito, ya...
Cuando veía que mi papá le iba a pegar a mi mamá, me metía en medio y le decía que primero me pegara a mí. No sé de dónde aprendí eso, a defender a mi mamá. A lo mejor no sabía qué estaba haciendo, pero tenía miedo de que la pudiera matar.
¿De dónde lo aprendió? ¿Dónde aprendimos a defendernos? Tengo un sueño recurrente, o más bien una sensación recurrente en los sueños: me atacan o atacan a alguien a quien amo y mi respuesta es rendirme. Me gustaría tener el coraje de defenderme.
Mi papá, cuando yo nací, no estaba aquí. Estaba en Estados Unidos y, cuando volvió, me dijo que yo no era su hija. "Tú no eres mi hija", siempre me lo decía, me lo hacía saber de muchas formas. Un día estábamos cenando en la mesa toda la familia, mi papá agarró mi plato y lo puso en el suelo, me dejó mi plato como si fuera un perro: "Tú comes acá porque no eres mi hija". Entonces mi mamá a escondidas me pasaba unos pedacitos de comida, "ten, mira, come esto". Yo entendí que mi papá le hacía daño a mi mamá por mi culpa y yo tenía que defenderla porque ella sí era mi mamá. Yo creo que por eso me metía entre los dos.
Varias veces fui a la Policía a decirles "mi papá le pega a mi mamá" y no me hacían caso. Les dije a mis tíos, no me hacían caso; decían que yo era una niña, que no sabía de cosas de adultos, que dejara a los adultos resolver sus problemas, que yo no tenía por qué meterme porque no era nadie; simplemente, no era nadie. Mi papá me decía que el día en que yo tuviera a mi pareja o mi novio yo lo iba a entender, iba a entender por qué lo hacía.
Hubo una ocasión, yo tenía como 10 años y mis papás estaban peleando. Discutieron porque mi mamá salió de falda, pero salió de falda al tobillo. Mi mamá salió así por nosotras a la escuela y él llegó y la jaló de los pelos en la calle y le pegó. Entonces, no lo niego y sé que está mal, yo me metí a la casa tras ellos y había una sartén en la estufa y agarré la sartén y, yo sé que estuvo mal porque es mi papá, se lo aventé en la espalda y le dije que ya no quería que tocara a mi mamá. Aún tiene las marcas del aceite hirviendo en su espalda.
Nuestras historias tratan de la vida o la muerte, tratan de las frustraciones, del miedo. Jenny intenta salvar a su mamá de la violencia. La vida de la infancia es muchas cosas menos un espacio de inocencia.
¿Qué es lo que quieren de una mujer? ¿Qué es lo que los hombres quieren de una mujer? Mi familia toda, en general, es machista: mi papá, mi abuelo, el hermano mayor de mi mamá, mis tíos. Mis primos, por lo que he visto, siguen los mismos pasos. Creen que la mujer nomás tiene que quedarse en casa y el hombre a trabajar y hacer lo que él quiera.
¿Qué es lo que quieren de una mujer? Me hago esas preguntas a diario. Me metí mucho al tema y estuve preguntándoles a mis amigos en la escuela, “¿tú qué piensas?”. Y ellos decían: "Pues es que una mujer cuando se viste así, algo quiere", y yo les decía: “¡Es que no es eso!”, y todos me decían que sí.
Mi mamá me dice que yo trato de pelear con todo el mundo y no se puede; que yo trato de arreglar a todo el mundo y no se puede. Yo le digo que no sé, pero si cambia uno, a lo mejor ese uno cambia a otro y así.
Yo sé que no voy a arreglar a toda mi familia, pero lo único que trato ahorita es ayudar a mi hermana, la más pequeña. Tiene 8 años. A veces le encargábamos a la vecina que la cuidara y el hijo de la señora tocaba a mi hermanita, la tocaba... Falté mucho a la escuela para llevar a mi hermana al psicólogo.
Mi papá ahorita no vive con nosotros y tiene una orden de alejamiento de mi mamá. Yo misma fui y lo demandé; ya no puede acercarse a mi mamá. Estaba en la casa bien borracho y amenazó con matarnos a todas, nos dijo que iba a explotar un tanque de gas, nos dio mucho miedo y había vecinos de testigos y me animé a la denuncia. Le pedí a mi hermana las fotos de cómo mi papá había golpeado a mi mamá y ahora sí me hicieron caso.
No fue fácil hacerlo, denunciar a mi papá. A pesar del maltrato y de que él decía que yo no era su hija, pues yo sí lo quiero. Yo sentí feo al denunciar a mi papá, pero a la vez dije que estaba bien, porque ya no quería que le hiciera daño a mi mamá ni que mi hermanita viera ese tipo de cosas, porque, de hecho, ¡para mí, mi hermana es como mi hija! Prácticamente yo la baño, yo la llevo a la escuela, yo voy a sus juntas, yo soy su tutora, ¡todo soy para ella!
Le dije a mi mamá que me llevaría a mi hermanita si ella no dejaba a mi papá y aceptaba una ayuda. Mi mamá me dijo que estaba loca, ¿cómo le iba a quitar a su hija?, que yo apenas era una niña. Entonces dejé de estudiar, porque no quería dejarlas solas ni un momento. Pero luego me tuve que meter a trabajar y renté un cuartito y ahí me las llevé. Primero a mi hermana. Luego mi mamá me creyó y decidió irse con nosotros.
Jenny se rebela al sometimiento de su mamá, opta por no aprenderlo, no heredarlo. La poeta y teórica feminista Adrienne Rich escribió en Nacemos de mujer que "muchas hijas guardan rencor hacia sus madres por haber aceptado con demasiada pasividad lo que sea. La conversión de la madre en víctima no sólo la humilla a ella, sino que mutila a la hija que la observa en busca de claves para saber qué significa ser mujer". ¿Es así? ¿Es rencor lo que sentimos las hijas hacia nuestras madres por no haber dicho "no", por no haberse defendido, por haber permitido los golpes, el abuso? Puede haber también otras cosas, ¿verdad, Jenny? Puede haber compasión y reciprocidad.
Mi mamá como que todavía no supera que ya no esté con él. Se acostumbró a él, a los golpes, al maltrato y a veces le cuesta entender por qué me salí y las saqué de ahí. En el fondo yo siento que ella pensaba que todo eso estaba bien porque mi abuelito hacía lo mismo con mi abuelita. Me ha costado trabajo explicarle a mi mamá que eso no está bien. Para mí lo más difícil de todo lo que viví es que ella haya aprendido a vivir con tanto maltrato, con tanto dolor, que se le haga normal, que piense que las personas pueden hacerle daño y está bien. Como que eso me hace sentir que ella no se ha querido. Eso es para mí lo más difícil, que ella no se haya querido.
¿De dónde viene la mirada con que nos vemos a nosotras mismas? ¿Para querernos necesitamos que antes alguien nos haya querido? "Acabé amándome a mí misma tercamente, como fruto de la desesperación porque no había nada más. Un amor así puede servir, pero sólo servir, no es precisamente lo ideal; tiene el sabor de algo que se ha dejado en la alacena que se vuelve rancio y al comerlo te revuelve el estómago. Puede servir, puede servir, pero sólo porque no hay nada más que ocupe su lugar", escribió la novelista Jamaica Kincaid en Autobiografía de mi madre. Y aunque Jenny intenta ocupar ese lugar, convencer a su madre de que se mire como una mujer valiosa, parece que no es suficiente, parece que sus palabras no alcanzan para que su madre se quiera. ¿Está eso al alcance de nuestras manos?
Ahora me gusta estar en casa, antes no. No era nada agradable llegar de la escuela con miedo a qué voy a ver, qué va a pasar ahora, mi papá le va a pegar a mi mamá, mi papá va a hacer esto, va a hacer el otro… yo vivía como que con un miedo a llegar a mi casa. Ahora me gusta estar en casa, me gusta meterme a mi cuarto y escuchar música a todo volumen y cantar fuerte, siento que me llena. No lo sé pronunciar, pero me gustan los Bitles. Hay una canción que me gusta mucho, es esta:
When the night has come
And the land is dark
And the moon is the only light we'll see
No I won't be afraid
Oh, I won't be afraid
Just as long as you stand, stand by me
So darling, darling stand by me
Oh, now, now, stand by me
Stand by me, stand by me
Esa canción dice que siempre va a estar esa persona, que, a pesar de lluvias y tormentas, siempre va a estar. Se la canté a mi mamá, le dije que es una canción que la representa, siempre voy a estar para ella. Y todo lo que tenga o pase, yo voy a estar ahí, con ella. Se la he puesto a todo volumen, pero luego me dice "es que no la entiendo", y luego le pongo la canción subtitulada y se pone a llorar porque dice que no le gusta que le enseñe ese tipo de cosas, que se siente feo porque ella no nos defendió lo suficiente ni estuvo para nosotras lo suficiente, que si aguantó tanto tiempo fue por nosotras, porque no quería dejarnos sin un papá, porque no quería que nos hicieran burla en la escuela porque no teníamos papá, pero que se equivocó.
Recuerdo a las mujeres de las que escribe la novelista Miriam Toews en Ellas hablan, madres de jóvenes que fueron violadas por hombres en su comunidad. A lo largo del libro estas mujeres tratan de resolver qué hacer en respuesta a esos abusos. "Cuando nos hayamos liberado, tendremos que preguntarnos quiénes somos. Ahora pregunta: ¿digo bien si digo que en este momento las mujeres estamos preguntándonos cuál era nuestra prioridad y qué está bien, si proteger a nuestras hijas o entrar en el Reino de los Cielos?”, dice una de las protagonistas. Imagino a la madre de Jenny como a ellas, pensando de qué se trata cuidar a una hija y cuál de todas las posibilidades es la correcta. ¿Cuidar a las hijas es cuidar a la familia o a la comunidad? ¿Cuidarlas de sus padres y sus hermanos? ¿Cuidarlas de la violencia o la vergüenza?
A mí me pone triste eso, que se castigue tanto después de todo lo que le hicieron. Yo creo que mi mamá lo dice porque permitió tanto maltrato, ha de pensar que nos falló. Pero para mí, a mí no me ha fallado, porque el único que me falló fue él, no mi mamá.
Daniela Rea Gómez (Guanajuato, México, 1982) escribió Nadie les pidió perdón. Historias de impunidad y resistencia (2015) y La tropa. Por qué mata un soldado (2019), un libro que busca entender cuando alguien mata, qué se ha muerto antes. Editó Ya no somos las mismas y aquí sigue la guerra (2020), que cuenta cómo se vive y resiste a la violencia desde el cuerpo de las mujeres. También es coautora de Recetario para la memoria Guanajuato y autora de Fruto, un libro que es un homenaje a las mujeres que nos han cuidado, del que es parte este texto.