Cerca de las 7.30 del 13 de setiembre, un superbólido dejó una estela bien luminosa que fue captada por varias cámaras y celulares de vecinos de las provincias argentinas, la bonaerense de Bahía Blanca y La Pampa. El espectáculo lumínico fue tan enérgico que fue captado por satélites desde el espacio. De 80.000 meteoritos caídos en el mundo, solo 60 pudieron ser localizados y se obtuvieron datos.

Nair Trógolo, licenciada en astronomía del Observatorio Astronómico de Córdoba y becaria doctoral de Conicet, es una de las investigadoras que participa en la búsqueda del bólido y análisis de su procedencia junto con otros especialistas de la Universidad de Buenos Aires, de la Universidad de La Plata, de La Pampa, de la Universidad de la República (Udelar) y otras de España. "Estamos estudiando la procedencia de este bólido y dónde podría haber caído. Esto que nosotros llamamos bólido es un asteroide pequeño de unos dos metros de diámetro que orbitaba alrededor del Sol y, en algún momento, se cruzó con la trayectoria de la Tierra y colisionó. La incandescencia se produce cuando el objeto entra a gran velocidad por la atmósfera terrestre. Ese resplandor que vemos es lo que llamamos una estrella fugaz. Entonces, en su paso por la atmósfera, se va consumiendo, se fragmenta y se hace polvo. Muchas veces termina cayendo a la Tierra un fragmento, un pedazo pequeño que, en este caso, sería del tamaño de un puño. Cuando toca tierra, es lo que llamamos meteorito", cuenta Nair a Lento desde la provincia de Córdoba.

La meta de estos especialistas es descubrir cuál era la trayectoria del bólido en el espacio, previo a impactar contra la Tierra, de qué familia de asteroides viene y dónde puede haber caído exactamente para ir al campo y buscar el pedazo. "Es importante tenerlos vigilados, catalogados, conocer cómo se desplazan alrededor del Sol para saber con antelación —en el caso de que alguno de estos objetos tenga una trayectoria directa de colisión contra la Tierra—. Si logramos dar con una parte del que cayó, sería el primer meteorito argentino que tiene una trayectoria trazada. Hoy en día, hay catalogados en todo el mundo unos 80.000 meteoritos, de los cuales solo 60 tienen una trayectoria trazada. Eso significa que se vio la caída, se encontraron los fragmentos en el campo y se pudo saber de dónde provenía gracias a toda la información que se adquirió en el laboratorio, más las observaciones del momento", remarca Nair.

Para los astrónomos estudiar estos fragmentos resulta hermoso, intrigante, porque es material original que se encontraba orbitando alrededor del Sol en el momento en el que todos los planetas y la estrella solar se estaban formando, y no llegó a unirse con ningún otro cuerpo para formar un otro más grande.

Espiar el Universo

"En el espacio no existe el día, siempre es de noche. Aunque tengas el Sol encima, es de noche. La luz sucede en los planetas que tienen atmósfera, que es la que genera la expansión de la luz y del Sol. Entonces, desde el espacio, la noche se extiende mucho más, hay más tiempo para poder estudiar el universo", comparte desde Uruguay el doctor en ciencias del área de Astronomía, Tabaré Gallardo.

El profesor e investigador del departamento de astronomía del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias de la Udelar cuenta que el estudio de las atmósferas de los exoplanetas y de otros planetas del sistema solar se encuentra en gran crecimiento y son muchos los especialistas de otras áreas que se han sumado, como geofísicos y geoquímicos, al tiempo que espera que los biólogos se interesen prontamente, ya que la mayoría se dedican a la vida terrestre.

"La astronomía es una de las pocas ciencias que trabaja con cosas que nunca puede tocar. Utilizamos telescopios para recoger más información, que llega a través de los fotones, que es la luz que emite la estrella, que poseen los exoplanetas. O sea, cada estrella tiene una serie de planetas y lo que nosotros observamos es la estrella. Hay dos cosas que se analizan. Una es el movimiento. A partir del movimiento se puede deducir la dinámica, o sea, la masa, el tiempo. Y después, la composición. Para eso, se usan los espectros. Los espectrógrafos agarran la luz y la desparraman en un arcoíris y se analiza color por color. Se detectan caídas y subidas alrededor del anillo y eso es debido a la presencia de compuestos químicos. Entonces, analizando el espectro, con muchísimo cuidado, podés encontrar la composición química de eso que estás observando", explica Gallardo.

Los exoplanetas orbitan estrellas fuera del sistema solar y se encuentran a cientos de años, donde los humanos aún no podemos llegar. De los 5.000 que se conocen hasta el momento, hay algunos que están compuestos de agua o de un gas muy compacto.

El telescopio espacial James Webb, el observatorio espacial más potente del mundo, espía el universo con luz infrarroja desde el punto orbital a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra. Fue creado para investigar los misterios del universo y ver más allá de nuestro sistema solar. Lanzado en 2021, forma parte de un proyecto internacional liderado por la NASA en colaboración con la Agencia Espacial Europea y la Canadiense.

La gran pregunta

Más cerca de la humanidad, Gallardo investiga el movimiento de esos exoplanetas alrededor de las estrellas y cuenta que en las investigaciones mundiales que se abocan a conocer las atmósferas ya hay indicios de algunos elementos químicos —que en la Tierra son generados por la actividad biológica— y en los exoplanetas se crean de forma inorgánica, con minerales nada más, rocas.

En algún momento, apunta el investigador, probablemente se detecten una serie de compuestos que no haya forma de generarlos de forma inorgánica y sea necesaria la actividad biológica. Eso implica que va a haber una prueba fuerte de vida en esos planetas.

El estudio de esa actividad biológica va a ser muy importante para entender si la vida únicamente se puede traducir en nuestra experiencia o si puede haber otras formas. "Eso va a generar una revolución muy importante y va a ocurrir en los próximos 10 años, en la medida en que telescopios, como el Hubble y otros que están en proyecto, se concreten y empiecen a producir información. Hay uno en particular, que está construyendo Chile, con un espejo que es el más grande de la historia, de 36 metros de diámetro. Los más grandes, hoy en día, tienen 8 metros". En palabras de Gallardo, entender mejor cómo funciona la vida de otra forma podría cambiar la nuestra en la Tierra inmediatamente. "Con ese conocimiento podrías generar aplicaciones en medicina, cura de enfermedades, se pueden realizar muchos experimentos que hagan el bien o el mal".

11 de octubre de 2024. Aurora austral desde las afueras de El Chaltén, Santa Cruz, Argentina, producto de la fuerte tormenta geomagnética que azotó la Tierra en la madrugada. Si se observa con atención, incluso se puede ver un tenue pilar de aurora. Lo que se ve es la estepa patagónica y las nubes típicas que se forman cuando los fuertes vientos del Pacífico chocan con la cordillera de los Andes (a la derecha de la imagen), iluminadas por la luz de la luna creciente.

11 de octubre de 2024. Aurora austral desde las afueras de El Chaltén, Santa Cruz, Argentina, producto de la fuerte tormenta geomagnética que azotó la Tierra en la madrugada. Si se observa con atención, incluso se puede ver un tenue pilar de aurora. Lo que se ve es la estepa patagónica y las nubes típicas que se forman cuando los fuertes vientos del Pacífico chocan con la cordillera de los Andes (a la derecha de la imagen), iluminadas por la luz de la luna creciente.

Foto: Fefo Bouvier

En setiembre, investigadores internacionales anunciaron que se encontraron biomarcadores en Marte; "eso es lo que se busca, es decir, alguna muestra del suelo o de la atmósfera que indique una posible actividad biológica. Y se ubicaron compuestos químicos de fósiles en rocas. Pero esas muestras se deben analizar en la Tierra, porque están allá en Marte donde hay un robot".

Explosiones solares

La licenciada en Astronomía Andrea Maciel es la encargada docente y de redes del Observatorio Astronómico Los Molinos, ubicado en Montevideo. El lugar de investigación y divulgación depende de la Dirección Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología. Cuando le consultamos sobre estudios de la noche del Observatorio, Maciel nos habló de la participación de Uruguay en un proyecto internacional denominado e-Callisto, cuyo objetivo es comprender y estudiar fenómenos relacionados con la actividad solar.

Pero el Sol y la noche son como el agua y el aceite, ¿o no? Puede ser, como no. Por ejemplo, las auroras boreales ocurren cuando partículas del Sol (viento solar) chocan con los gases de la atmósfera superior de la Tierra (principalmente, el oxígeno y el nitrógeno) y se ven luces de colores en el cielo nocturno.

El campo magnético del planeta desvía estas partículas a los polos norte y sur donde interactúan con la atmósfera. El 11 de mayo de 2024 una tormenta solar geomagnética de nivel G5 (la más intensa en 20 años) permitió ver auroras boreales en el sur de Argentina y la Antártida, corridas de los polos.

Maciel también recuerda la tormenta solar ocurrida en 1859, denominada el evento Carrington, en recordatorio del astrónomo inglés que portaba ese apellido, el primero en registrarla. Dado que nunca más volvió a ocurrir algo así, se considera la tormenta solar más potente en nuestra historia. Se registraron auroras boreales en los polos, América del Norte y Central y Europa. Pero el 1o y 2 de setiembre, un pico de intensidad provocó fallas en los sistemas de telégrafos, cortocircuitos e incendios en Europa y América del Norte. “Carrington observó esas manchas solares, que, al ser tan potentes esas explosiones solares y estar de frente a la Tierra, repercutieron en los sistemas eléctricos de ese entonces. Si ocurriese hoy, podría destruir satélites, lo que puede complicar redes eléctricas, transmisiones de internet, las comunicaciones o podría apagar ciudades eventualmente. Normalmente no pasa nada. Provoca alguna interferencia medio chiquita en las emisiones radiales o en la comunicación entre los barcos, por ejemplo”, explica un sábado soleado desde su casa.

Las manchas solares son una región oscura en la fotosfera solar (lo que vemos de color amarillo), más fría y poseen una intensa actividad magnética, lo que puede generar erupciones solares. Algunas pueden tener varios diámetros terrestres de largo y se pueden ver desde nuestro planeta a través de un telescopio equipado con un filtro especial.

Hecho este gran paréntesis de cómo la observancia del Sol se relaciona con la noche y con nuestro día a día, volvemos al proyecto e-Callisto, en el que participan muchos países de todo el mundo, principalmente europeos. Se trata de una red mundial de antenas que funcionan como radiotelescopios solares, que envían información a una central en Suiza, donde se recopilan las detecciones de erupciones solares y se procesan los datos. El espectrómetro Callisto, diseñado en 2006 por Christian Monstein, como miembro del antiguo grupo de radioastronomía de ese país, puede observar continuamente el espectro de radio solar las 24 horas del día durante todo el año.

“En el Observatorio, la antena se inauguró formalmente en 2017 —se estaban haciendo pruebas desde 2015— y es una de las pocas activas en Sudamérica. Nuestra primera detección fue en 2020 y la última en 2024; tiempo después, estuvo en mantenimiento y recientemente volvimos a la actividad, pero no hemos localizado nada aún en este último período”.

El objetivo del proyecto —en el que muchos están interesados— es tratar de entender mejor el clima espacial (la interacción de la actividad solar con el resto de los planetas, en particular con la Tierra) para eventualmente construir un modelo que ayude en el caso de que alguna erupción llegue de frente al planeta Tierra. Callisto recaba información de todo el que quiera participar. Las antenas se encuentran conectadas a computadoras que generan gráficos, donde la actividad normal se traduce en color azul y, en caso de una erupción solar, se vuelve amarilla. En Uruguay, cuenta Maciel, se detectaron algunas explosiones, pero no fueron tan fuertes como para afectar las comunicaciones. Según el gráfico que muestra la página de e-Callisto, en el continente americano se ven puntitos de participación activa en Paraguay, Brasil y Uruguay.

La astrónoma nos explica que hace algunos años desde el Observatorio también se realizaban reportes de nuestro sistema solar, como cuerpos menores, asteroides, transneptunianos, cometas. Luego se dejó de lado, quién sabe si por desinversión o desinterés estatal, pero los especialistas ansían volver a explorar nuestro mundo más cercano. Y nosotros también.

Eurídice Ferrara es periodista argentina, escribe sobre temas sociales y de género. Trabajó en el diario Perfil y en la Agencia Télam hasta su cierre. Federico Fefo Bouvier es un astrofotógrafo y divulgador de la astronomía de Colonia del Sacramento, Uruguay. Se especializa en astrofotografía de paisajes, integrando cielos estrellados con paisajes naturales mediante técnicas de exposición prolongada y planificación astronómica. Ha documentado algunos de los cielos más oscuros de Sudamérica. La NASA ha seleccionado seis de sus fotografías como Astronomy Picture of the Day, lo que le ha otorgado reconocimiento internacional. Su trabajo puede verse en fefobouvier.com.