Parte II. El deseo
Matías Romaguera, el Colo, el poeta de La Sexta, pasó de ser el modelo de joven de barrio pobre de Rosario rescatado por el arte y la poesía a convertirse en el enemigo público perfecto tras ser filmado mientras robaba picaportes para financiar sus adicciones. Para evitar la cárcel, accedió a un tratamiento que lo sacó del loop de robo, detención, consumo y robo de nuevo. Volvió a escribir, a «vomitar», como define sus momentos de creación. Pero a los meses pidió el alta de la institución y retornó a la jungla de las calles, a la junta sin red.
Si esto fuese uno de sus poemas, por ejemplo, «Sepultando al Colo», él tendría la voluntad de cumplir con lo que dice que le gustaría hacer en esta nueva oportunidad: escribir, estudiar, ser buen padre, buen hijo. Pero no hay profecía autocumplida en lo que sigue.
Se parece más al secreto de la vida que revela «el hombre de los ojos de plata», la creación de Abelardo Castillo, en el libro El que tiene sed. Esa voz, entre borrachera y delirio, discurre:
Siempre puede ocurrir algo peor. Vale la pena vivir solo por eso. Para ver dónde está el límite de la degradación, la infelicidad y el sufrimiento. Hasta dónde somos capaces de humillar y hacer sufrir a los demás, o hasta dónde la vida es capaz de vejarnos, envilecernos y hacernos padecer. Pero sobre todo hasta dónde somos capaces de llegar, hacia abajo, sin ayuda de nadie, nosotros mismos. Ahora vaya. Se le va a hacer tarde.
Matías sale de su internación por consumo problemático y en diciembre de 2024 vuelve a ser detenido. No solo por los dos últimos robos de picaportes que la Policía de Rosario detectó. También por otras cinco causas penales acumuladas. La más grave: una lesión a un agente con una tijera en un momento de «exaltación» que lo llevó a golpearse «la cabeza contra el suelo».
Daniel Kantor, el defensor público que lo representa en la audiencia imputativa, traduce: el fiscal y la jueza le dijeron que se quedó sin crédito para seguir en libertad, por eso le dieron la prisión preventiva por 90 días.
***
Meses antes de esto, Matías deja el tratamiento por consumo en la cooperativa Communitas y sueña con un nuevo inicio. Al psicólogo Daniel Senderey le parece prematuro darle el alta, pero él insiste. Se siente bien en su batalla por controlar los impulsos del Colo. El sábado de la entrevista se despierta temprano, se baña y se pone la mejor ropa. Todas buenas señales.
—¿Los tratamientos te sirven?
—Sí, bastante, me liberan a mí y a mi persona.
—¿Cómo?
—Me hacen sentir de nuevo que estoy vomitando la basura que tenía adentro y expulsándola constantemente, contando cosas, y eso me genera nueva comida.
—Hiciste un poema que se llama «Sepultando al Colo».
—Sí, muchos piensan que el Colo es ese pibe que se rescató y en realidad el Colo nunca se rescató. El Colo siguió siendo el mismo personaje de siempre, nada más que con una nueva ideología que era escribir. Leo un pedazo porque es bastante largo:
Sepultando al Colo, ese pibe que todos creían diferente. No, no, señores, ese Colo no está más entre nosotros. Entre nosotros, entre ustedes, entre mí, a ese Colo lo sepultó Matías. No existe más el Colo, nació Matías, con nuevas vibras. Ese prisionero del Colo, el que nunca quiso que conozcan. Pero Matías pudo liberarse de las cadenas del Colo y volvió a nacer.
—También dijiste que «la gente no busca el rescate del pibe, sino que busca al pibe rescatado».
—Sí, cuando era el poeta de La Sexta, todos me buscaban y era el referente, pero cuando empecé a ser el chorito del picaporte, ahí todos se alejaron. Entonces no buscan que el Colo se rescate, sino al Colo rescatado, al que hizo el libro. Incluso esta entrevista no se hubiese dado si yo no hubiese estado acá.
***
El lunes 17 de marzo de 2025 se repite la puesta en escena de la audiencia de diciembre en el Centro de Justicia Penal. No hay público entre las 24 sillas azules detrás de los escritorios de la fiscal, Raquel Almada, y el defensor, de nuevo Kantor. Preside el juez Hernán Postma.
Matías sigue todo desde un monitor: está preso en un penal que se conoce como el Order.
—Buenos días, señoría, soy Matías Alejandro Romaguera...
Parece que quiere seguir hablando, pero el juez lo pisa. La fiscal repasa las causas y adelanta que pedirá cuatro años de prisión efectiva. A la reiterancia de robos y hurtos, le agrega la agresión al policía. Reclama que siga bajo arresto en una cárcel hasta el juicio.
El defensor se opone. Recuerda que la lesión al agente fue en noviembre de 2022 y salió en libertad por ese hecho. No está clara esa situación porque no fue en un contexto de robo. Matías no es una persona violenta y no tiene antecedentes de ese tipo, dice.
—El defendido tiene una especie de manía, un problema derivado del consumo inveterado, que lleva años, realiza tratamientos, ha estado en diversos centros de salud. Tiene dos hijos, de 7 y 14, se atiende con un psicólogo los miércoles en el centro de salud y dice acudir a la cátedra de Psicología de la UNR [Universidad Nacional de Rosario].
Kantor pone en duda algunos hechos que se le adjudican por falta de pruebas, pero sobre todo pide que no lo manden a la cárcel.
—Dado su estado de salud mental, su arraigo, no tiene antecedentes con 32 años, puede alcanzar con la fijación de domicilio y una firma quincenal que acredite que está en tratamiento de salud mental con un psicólogo.
Matías pide hablar. Confundieron su domicilio. Aclara que vive en calle Ituzaingó con su mamá. Y sigue:
—Estoy dispuesto a hacer un tratamiento para poder terminar con este consumo. Yo sé que la calle está difícil para estar, ahí, con este sistema de venta de drogas. Hago mi esfuerzo para poder rehabilitarme, estoy tratando de evitar el... ehh… el juntadero del barrio, porque eso es lo que me lleva a consumir. Pero bueno, hay días que no puedo, porque no tengo ganas, no tengo motivación, viste.
Hace una breve pausa y retoma:
—Pero estoy dispuesto ya con lo que he estado viviendo en estos 90 días acá y en la [comisaría] segunda, no estoy para padecer más hambre, maltrato policial. Yo la verdad que, señoría, estoy dispuesto a hacer lo que me diga el juzgado y cumplir a rajatabla, porque no quiero estar más en este lugar. Esto me sirvió como experiencia para no volver nunca más acá. Extraño mucho a mis hijos y a mi familia, la verdad.
El juez Postma escucha todo y define que seguirá preso hasta la audiencia preliminar del juicio. En ese momento, el defensor junta las manos, se las lleva a la cara y se tapa el rostro, después las baja, entrelaza los dedos y los coloca debajo de la frente, con la cara hacia abajo, como si rezara. Parece el condenado.
El video de la audiencia pública dura 24 minutos. No se ve la reacción de Matías. Es un plano general de la sala que no registra al protagonista.
***
No importa qué tan fuerte sea lo que describe, el psicólogo Daniel Senderey no pierde la calma ni cambia el tono: «El problema del consumo es complejo, nosotros lo vemos como un epifenómeno de la estructura psíquica. También es un intento del sujeto, porque a veces el tóxico tiene diferentes funciones. Puede ser acallar las voces que lo molestan. En una mujer puede ser la voz del padre que le resuena: «Puta, ¿por qué te vas con ese tipo?». Entonces, va al encuentro con el otro sexuado puesta. ¿Por qué? Porque trata de mitigar la voz que la aqueja. Hay pacientes que, aunque parezca mentira, cuando les preguntás qué le dice la voz, te responden: “¿Una? Yo escucho 20, 40, 60 voces”. Hay que vivir con eso».
—En otro sujeto —sigue— puede ser el alcohol por un gran sufrimiento, un gran dolor moral, no físico, sino existencial. Y, por lo tanto, trata de que eso mengüe. Es difícil de imaginar constantemente ese murmullo, esa voz que lo está masacrando, como si tuviera una especie de dolor de muela continuo. Lleva mucho tiempo para que el sujeto te lo diga o nos damos cuenta indirectamente. Están en la institución escuchando música porque quieren tratar de apaciguar esa voz o andan con anteojos negros porque intentan velar la cuestión alucinatoria.
—El tóxico es una forma salvaje de suplir eso que nosotros alentamos que sea de otra manera. Por eso hablamos de toxicomanía. Clínicamente, el tóxico es algo que ha entrado en nuestra época, yo diría en estos últimos 50, 60 años, a la par de la medicación antipsicótica. Nosotros sabemos que a muchos pacientes la marihuana en parte los calma. No alentamos el tóxico, que se entienda bien, uno trata de cambiarlo por otra cosa, en este caso, algo sublimatorio, que escriba o haga deporte o la música, algo que construya al sujeto y le permita tener un lugar en el mundo. Pero como verás es todo muy frágil —dice y repite—: Es muy frágil.
Otras veces, la vida se abre hacia afuera. Aparece un otro. Una pareja, un amigo o amiga, un terapeuta: «Personas que cumplen un lugar de anudamiento y de sostén». Daniel habla ahora de las múltiples formas del amor y explica una frase de Jacques Lacan: «El amor es el vector que permite que el goce condescienda al deseo». «Es un conector, un pasaje del goce de la sustancia, sin el otro, autista, a la dimensión de poder hacer lazo con el otro», detalla.
***
El sistema se mueve como fragmentos que se desconocen. Cada parte cumple su función parcelada, ajena al proceso general. La Policía detiene, la agencia provincial Aprecod trata una adicción, la fiscal acusa por delitos acumulados y el juez condena a un culpable. La persona/paciente/convicto pasa de un engranaje a otro sin mayor suerte. Pero hay, también, una responsabilidad individual en no aprovechar las múltiples oportunidades. Matías lo sabe. A veces con saber algo no alcanza.
—¿Te sorprende ver en el barrio a pibes que consumen y que son cada vez más chicos?
—No, ya no me sorprende porque el barrio en general te ofrece eso. No te da otra alternativa más que el consumo, no hay otro dispositivo que andar por el barrio, vaguear y fumar porro.
—¿No aparece otro horizonte?
—No. Antes estaba la Sedronar [por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación, que sufrió el ajuste del gobierno libertario de Javier Milei] y otras cosas que servían como herramientas. Iba al Sedronar y, en lugar de estar consumiendo, daba un discurso o proyectaba una salida para el fin de semana. Ahora no, no hay esa alternativa, no está esa herramienta como estaba antes.
—¿Cómo te imaginás cuando salgas de la residencia de Communitas? ¿Qué querés hacer?
—Quiero empezar la facultad, ver qué sale de ahí. Relacionarme con mi hijo, siempre. Y eso.
Dice «y eso» y la voz se le apaga con una tristeza débil, como si descubriera de pronto que la vida es eso, apenas eso, con mucha suerte eso.
***
No es un caso típico para Daniel Kantor, el defensor oficial. Se suele topar con situaciones más marginales, de chicos y chicas casi analfabetos, con leves discapacidades o que no logran comprender del todo lo que les pasa. Matías le parece un pibe de una clase media baja que se fue cayendo. Le apena que vaya a la cárcel.
«La serie El marginal es aburrida comparada con lo que pasa en Santa Fe», dice, y recuerda que el gobierno provincial para promocionar sus nuevas políticas de seguridad endurecidas denominó a una nueva cárcel «El infierno» a lo Nayib Bukele en El Salvador.
Santa Fe tiene más de 12.000 personas privadas de libertad. La cifra no para de aumentar. Se triplicó en poco más de una década. Por día, se suman cinco presos a un sistema penitenciario ya superpoblado. De cada diez, cuatro no tienen sentencia. Esa saturación desborda hacia fiscales y defensores. Kantor describe al sistema como una pulseada de ansiedades, una cuestión de tiempos y de nervios. Se acumulan los casos y no llegan a atenderlos. Los defensores, dice, se la bancan más «por militancia o porque los fiscales deben juntar las pruebas». A todos les interesa cerrar expedientes. No llegar a juicios, acordar antes, y eso pasa con el de Matías.
***
La marcha «Ni un pibe menos por la droga» se hace por el centro de Rosario. Hay curas que trabajan en las villas y referentes de distintas organizaciones por el consumo problemático. Conmueven las «Madres territoriales», mujeres con hijos adictos que pelean para que otras no repitan esas historias de dolor.
Betina Zubeldia, al frente de la movilización con una bandera barredora, llora. Es la primera marcha sin su hijo Kevin. Cuenta que él se había recuperado, que estaba «mejor que nunca» y la ayudaba en la tarea social. Pensó que ya había salido hasta que se suicidó con 33 años.
—No alcanza con dejar de consumir, hay que ver la salud mental y cuando alguien no puede reinsertarse. Es el sistema perverso, consumista. Necesitamos cambiar la salud, capacitar a psicólogos y a psiquiatras porque muchos no nos están entendiendo. También a la Justicia, para que se puedan hacer los tratamientos compulsivos cuando la situación así lo requiere.
La marcha está por empezar. A Betina la abrazan y le dan fuerza. Es la presidenta de la organización, que creó hace 17 años con otras mujeres. Sigue su tarea en uno de los nuevos hogares para jóvenes. Era propiedad de un narco y fue recuperado por el Estado provincial y cedido para tratar a jóvenes adictos. Se llama Casa Kevin.
—Yo estoy acá por todos los hijos que tenemos que cuidar, pero no tengo al mío.
La jornada de cada 26 de junio se repite en otras ciudades. La Iglesia católica le advierte al gobierno nacional que ajustar en planes de contención es una forma «de condenar a muchos a la muerte». La reducción de los homicidios por las disputas entre bandas narcos es una mejora indiscutible en Rosario. Pero no la solución de fondo. Los microestallidos ocurren en silencio.
En 2022, el año crítico de los 288 asesinatos en la ciudad, hubo 460 suicidios. El doble que dos años antes. No es un problema exclusivo. En Argentina se quitaron la vida 4.249 personas en 2024, cifra récord. Es algo que crece, sobre todo entre adolescentes y jóvenes. No desear la vida.
Al otro día de la marcha, el viernes 27 de junio, es la audiencia para condenar a Matías. Las partes ya acordaron que harán un juicio abreviado y le darán una pena de tres años efectiva. Solo falta el trámite pero el trámite falla.
***
Daniel Kantor deja la defensa de Matías en marzo, después de la segunda audiencia. Asume en su lugar un abogado particular, Esteban Ortega, que ya lo representó ante otras denuncias. Tiene 33 y unos amigos le pidieron en 2020 que ayudara al Colo en una de sus causas, cuando todavía formaba parte de grupos universitarios y organizaciones culturales. De esa movida queda poco, aunque él sigue como abogado ad honorem.
Recuerda que en la Facultad de Psicología le dieron trabajo en el bar y muchos amigos lo ayudaron. Primero, a editar su libro de poesías, después a ingresar al Programa Andrés (otro tratamiento), a llevarlo a una ciudad más chica, a la casa de Varón Fernández, un artista y referente social que formó parte del grupo que creó Pocho Lepratti, aquel militante social asesinado en 2001, y también que hacía trabajos de albañilería. «Estuvo bien ahí hasta que volvió al barrio», resume.
El joven abogado dice que Matías está tranquilo en un pabellón de la cárcel de Piñero, a 20 kilómetros de Rosario. En su celda lee y escribe. Esteban tiene una interpretación «ambigua» de su recorrido: «Se convirtió en el poeta de La Sexta con una visión muy romántica y muy linda porque él vendía sus poemas de día, pero a la noche seguía siendo un pibe pobre con problemas de consumo grosos».
—Fracasó la idea de que se puede rescatar a un pibe con el arte, o solo con el arte, una mirada que yo banco porque no soy punitivista y creo que la cárcel no soluciona nada. Pero si ser poeta no te da ingresos, sería mejor enseñarle a ser herrero. No sé, a lo mejor él necesita un trabajo y 1.000 dólares al mes para poder comprar comida, ropa y pagarse un alquiler en otro lado —dice.
La audiencia del viernes 27 de junio no llega a durar media hora. La Fiscalía incumplió algunos avisos legales previos y la condena acordada de tres años no se concreta. El proceso se pospone.
***
El de Matías es apenas un caso entre cientos. Hay desamparos que ni siquiera llegan a ser narrados, se desvanecen en su propia crudeza.
Un joven de 26 años muere en la zona oeste la madrugada del domingo 21 de setiembre. El parte de prensa del Departamento de Criminalística dice textual: «Se entrevisto a la llamada S. Graciela (progenitora) quien da cuenta que su hijo el llamado G. Jonatan habria tenido un accidente doméstico al querer salir por la ventana de la habitación (ventiluz) la cual esta separada de la vivienda, cortándose de forma accidental en la zona del cuello, perdiendo mucha sangre y es trasladado por vecinos al hospital de emergencias Heca, donde es asistido y fallece 03.48 hs. Se hace constar que en el lugar se encontraba Casandra G. de 32 años (hermana) quien da cuenta que su progenitora lo encerró en la habitación, lo ato con una soga, para que no se fuera de la habitación, a raíz de que el mismo estaba exaltado por problemas de adicción de sustancias ilícitas y alcohol (sic)».
***
Lo que parecía una demora formal de un par de semanas se convierte en meses. El sistema parece olvidarse de Matías. Sigue preso sin condena.
Hay un texto de su último libro que él elige. Dice que lo representa.
Entre los muertos, el poeta habla. Entre los acusados, el poeta levanta su mano. Entre los sobrevivientes, el poeta da un sermón. ¿Dónde están esos que nos defendían? ¿Dónde están esos que eran inmortales?
Lo lee pausado. Cierra el libro. Piensa. Explica.
—En el transcurso que iba escribiendo me mandaba estas cagadas, pequeñas picardías que me salían mal. Entonces, un día me senté para tratar de transmitir la verdad a la gente de cómo soy pero poéticamente. Bueno, soy esto: «Entre los acusados, el poeta levanta su mano». No solo soy un poeta, también soy un acusado. «Entre los muertos, el poeta habla». ¿Quién habla entre los muertos? Nadie. Nadie puede hablar entre los muertos. «Los muertos» es la gente que no está, que está pero no existe o no sale de su mundo, como la gente que consume. Entonces, entre la gente que consume, el poeta habla.
Ricardo Robins (Rosario, Argentina, 1980) es licenciado en Periodismo por la Universidad Nacional de Rosario. Escribe desde hace más de 20 años en medios como Rosario3, Anfibia, Iceberg, La Nación, Revista Barullo, entre otros. Es autor del libro El polizón y el capitán (Marea Editorial), crónica que ganó el Premio Gabo en 2022.