En Zapala, una ciudad de la Patagonia argentina atravesada por dos rutas nacionales y por vientos que llegan hasta los 160 kilómetros por hora, un profesor de música llevó a la escuela una canción para compartir con sus estudiantes de primaria. “No se tienen que guardar / los secretos que hacen mal”, dice la letra, que se repite como un mantra mientras un coro de voces infantiles acompaña la melodía. “Si no alcanzan las palabras / para lo que hay que contar / inventemos otro idioma / siempre te voy a escuchar”, agrega. En su casa, mientras miraba televisión con su familia, una de esas alumnas, de 8 años, recordó la canción y se la mostró a sus hermanas y a su madre. Contó que ella tenía un secreto: un vecino le ofrecía caramelos a cambio de que lo besara. Otra de las hermanas, de 14 años, se fue de la conversación para ir a jugar. Días más tarde, rompió en llanto y, como pudo, les contó a su hermana y a su mamá los abusos a los que la sometía ese hombre, en cuya casa trabajaba. La niña sintió alivio al terminar con ese silencio; poco después, otros chicos del barrio se hicieron eco e inventaron un idioma juntos para contar los abusos que habían soportado de la misma persona.

En 2021, la jueza de Zapala Carolina González condenó al abusador a tres años de prisión. Durante el veredicto, la letrada decidió que la canción “Hay secretos”, de la banda musical Canticuénticos —la que despertó esta avalancha de voces—, fuera escuchada por todas las personas presentes. “Quería que la escucharan y entendieran por qué les creemos. Una de las mamás me dijo que sentía mucha culpa, se preguntaba qué había hecho mal para que su hija no se lo contara, lloraba desconsolada. Ahí es donde digo ‘qué importante es la ESI [educación sexual integral]’. A veces los papás no sabemos cómo explicar estas situaciones. Ahora se dice mucho eso de ‘esto se habla en cada casa’, pero si los abusos son intrafamiliares, hay casas donde no se va a hablar del tema. Además, pueden no estar capacitados para transmitir esto de la mejor forma”, le dijo la jueza González a Lento.

La canción es parte de los recursos del portal educativo Educ.ar de la Secretaría de Educación argentina, para tratar dos ejes de la ESI (ley sancionada en 2006): cuidar el cuerpo y la salud y conocer nuestros derechos. El 9 de enero pasado, el gobierno nacional comandado por Javier Milei decidió eliminarla de la plataforma, junto con otros contenidos, por considerarlos “ideologizados”. Según Milei, la educación sexual es responsabilidad de las familias, no del Estado. La reacción social fue tan contundente que al día siguiente la canción volvió a estar en el portal y hasta hoy se encuentra disponible allí.

Esta avanzada contra la ESI no se da sólo en Argentina. Es un fenómeno global. Tampoco es nueva, pero hoy, con la llegada de movimientos de ultraderecha al poder en varios países (Estados Unidos, Italia, Argentina, Hungría, El Salvador) y su crecimiento en otros (España, Brasil, Polonia, Austria, Francia, Alemania, Chile, entre otros), esas ideas se vuelven políticas de Estado cada vez más. Apuntan contra lo que llaman “ideología de género”.

En su versión más reciente, la administración de Donald Trump instó al estado de California a eliminar contenidos sobre identidad de género de su programa de educación sexual. La medida es coherente con la orden ejecutiva que emitió el 20 de enero pasado, titulada “Defendiendo a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restaurando la verdad biológica al gobierno federal”, en la que reconoce dos sexos, el masculino y el femenino.

En Argentina, como parte de un “plan de fortalecimiento de la ESI”, el Ministerio de Capital Humano contrató a la ONG chilena Teen STAR —que promueve la abstinencia sexual para prevenir embarazos y está vinculada a grupos que militan contra el aborto y al Opus Dei— para capacitar a docentes que implementan la ESI. Durante la campaña de cara a las elecciones que lo pondrían al frente del Poder Ejecutivo, Milei decía que de llegar a ocupar el cargo “anularía la ESI”, por ser “un mecanismo por el cual se le deforma la cabeza a la gente”.

El modelo a seguir para los gobiernos de ultraderecha es la Hungría de Viktor Orbán, que acumula una serie de victorias legislativas en esta materia. La ley de protección de la infancia, aprobada en 2021, dice que combate los abusos contra las infancias mientras prohíbe compartir con menores de 18 años información que el gobierno considere que promueve la homosexualidad o el cambio de género en espacios de comunicación pública, entre ella la educación pública. Es conocida como la “ley anti-LGBTQ” y se la compara con el estatuto federal de 2013 de Rusia, conocido como “ley contra la propaganda gay”. A esto se suman las decisiones previas de prohibir la adopción a parejas homosexuales y anular el reconocimiento legal del cambio de género.

Sin embargo, no todo son malas noticias y acatamiento. El 28 de junio pasado, el mundo fue testigo del multitudinario desfile del Orgullo LGBTIQ+ en Budapest —que reunió a unas 200.000 personas, pese a estar prohibido—, a través de las imágenes y los videos que se reprodujeron sin parar en plataformas sociales. Fue una reacción a la reciente ley que modifica la normativa húngara sobre reuniones y tipifica como delito la celebración o la asistencia a eventos que violen aquella ley de protección de la infancia, es decir, los que “promuevan” la homosexualidad.

¿Qué hay detrás de esta embestida en contra de que infancias y adolescencias reciban ESI? ¿Se trata de una reacción a las victorias feministas o es parte de un proyecto? ¿Es parte de una estrategia internacional? ¿Cómo se financian estas fuerzas? Pero antes… otra pregunta: ¿qué es y por qué importa la ESI?

La ESI es un enfoque educativo que aborda la sexualidad desde una perspectiva integral, lo que implica considerar aspectos psicológicos, emocionales, físicos y sociales. Se centra en brindar conocimientos basados en datos empíricos, habilidades, actitudes y valores, con el objetivo de empoderar a infancias y adolescencias para que puedan tomar decisiones fundamentadas. Más o menos así la define Naciones Unidas.

Mirta Marina, quien fue la primera coordinadora del Programa Nacional de Educación Sexual Integral en Argentina, cargo que desempeñó desde 2006 hasta 2021, considera que es difícil definirla, ya que “la ESI es muchas cosas”, pero se animó a dar esta descripción: “Es un proceso de enseñanza-aprendizaje que, en muchos casos, está pensado para ser desarrollado en la escuela. Tiene una gradualidad, se adapta a las edades de las y los estudiantes. Y tiene una integralidad que se sustenta en sus ejes conceptuales: el cuidado del cuerpo y de la salud, pensando en un cuerpo y una salud socialmente determinados; la afectividad, considerando las emociones no como individuales, sino muchas veces como determinadas socialmente; los derechos de las niñas, los niños, los adolescentes y también de las y los docentes; el respeto a la diversidad (en todas sus formas, no solamente la diversidad sexual, sino también la étnica, la etaria, la corporal y la diversidad funcional) y la perspectiva de género. Estos dos últimos son los que generan más ruido y han recibido sistemáticamente los ataques más fuertes de los grupos más conservadores. Pero lo cierto es que sin género y sin diversidad sería muy difícil pensar un cuidado que contemple todas las posibilidades, todas las decisiones y todas las condiciones de vida de nuestras y nuestros estudiantes”.

Para Marina, la integralidad es lo que vuelve emancipadora la educación sexual. Lo explica de esta forma: “Podemos enseñar hasta el agotamiento los métodos anticonceptivos y los aspectos biológicos de la pubertad, pero si no trabajamos desde una perspectiva de género en un empoderamiento de las mujeres para que puedan negociar, ¿cómo llegamos a la posibilidad de exigir el uso del preservativo o exigir participar en la elección del método? Y si no trabajamos con varones en la deconstrucción de masculinidades hegemónicas, el trabajo también sería infructuoso. Además, estas cuestiones son diferentes en cada persona y en eventuales parejas según cómo estén conformadas: son diferentes en función de la diversidad sexual, de la identidad de género. Con hablar de cómo se pone un preservativo no basta”.

Para dimensionar la importancia de la ESI en torno a conocer el propio cuerpo y las violencias que existen, el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires difundió en 2020 un estudio llevado adelante luego de 14 años de funcionamiento de la ley, que reveló que entre 70% y 80% de las niñas, los niños y los adolescentes que pasaron por la Sala de Entrevistas Especializada del organismo pudieron comprender que fueron abusados después de recibir clases de ESI.

En los últimos 20 años hubo avances en la expansión de la ESI en la región, pero también fuertes resistencias. La mayoría de los Estados latinoamericanos la incluyeron de alguna forma, ya sea como una ley específica (Argentina, Panamá), como parte de normativas más grandes (Chile, Uruguay, República Dominicana), en marcos constitucionales (México, Cuba, Colombia) o en resoluciones ministeriales (Brasil, Bolivia). Pero los obstáculos son grandes. El año pasado, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, eliminó la ESI de la currícula escolar al prohibir materiales que aborden la “ideología de género”. La primera presidenta de Honduras, Xiomara Castro, por su parte, vetó en 2023 la Ley de Educación Integral de Prevención del Embarazo Adolescente, aprobada días antes en el Parlamento.

El documento “A diez años del Consenso de Montevideo: vigencia, avances y retrocesos” (2023) de ONU Mujeres y Articulación Feminista Mercosur advirtió que en estos años “las regresiones conservadoras que varios países han experimentado en nombre del combate a la ‘ideología de género’ se han traducido en la resistencia a implementar planes de educación sexual, en abogar por la eliminación del lenguaje inclusivo en las instituciones del Estado y en el retroceso en la lucha contra las discriminaciones por identidad de género. Todo ello ha tenido como contracara el favorecimiento de concepciones conservadoras sobre la familia, el rol de la mujer y la injerencia del Estado en asuntos como la sexualidad”.

Ahora sí: yendo al meollo de la cuestión... ¿Cómo empezó esta avalancha antigénero?

El papa Francisco es conocido por su perfil popular, por su amplio trabajo por los pobres del mundo y por un papado más progresista que los anteriores con relación a los derechos de las mujeres y la diversidad sexual, entre otras cuestiones. “Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad. Ser homosexual no es un delito”, dijo en 2023 en una entrevista con Associated Press. “Dios no rechaza a nadie”, expresó, en referencia a las personas travestis y trans, en la película Amén, Francisco responde. Sin embargo, mantuvo la severidad sobre un tema en particular: la ideología de género. La consideró, hasta sus últimos días, “una de las colonizaciones ideológicas más peligrosas” porque “anula las diferencias, y eso anula la humanidad”.

Francisco, está claro, no fue el primero. A fines del siglo pasado, entre 1994 y 1995 empezaron a surgir textos en respuesta a lo que se considera la tercera ola feminista, que empezó a principios de la década del 90 e incorporó el concepto de interseccionalidad, al abordar la opresión desde distintas aristas: no sólo de género, sino también de raza y de clase. El término que comienza a tener resonancia y hacer ruido es género. En 1995 tuvo lugar la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, cuya novedad fundamental fue la adopción del enfoque de género para pensar la estructura social y es considerado un hito en la lucha por la igualdad de género.

Dos años después, la Iglesia católica respondió al contexto mundial con el primer documento que desarrolló el concepto de ideología de género. Se llamó “El Evangelio frente al desorden mundial” y lo escribió el sacerdote belga Michel Schooyans, con un prólogo del entonces cardenal Joseph Ratzinger (luego papa Benedicto XVI). El documento trajo “un elemento novedoso al análisis: no sólo estableció una supuesta conexión entre el marxismo y la agenda de género, sino que además conectó a esta última con el liberalismo. Según Schooyans, si bien habrían sido las ideas de Marx y de Engels las principales inspiradoras de la llamada ‘ideología de género’, el liberalismo promociona una actitud hedonista centrada en fomentar el placer individual que allana el camino para la agenda feminista y LGBTI”, analizó el cientista político José Manuel Morán Faúndes en el artículo “¿De qué hablan cuando hablan de ‘ideología de género’? La construcción del enemigo total” (2023).

“El tema moral fue el centro de la pastoral tanto de Juan Pablo II como de Benedicto XVI. Hay un quiebre con Juan Pablo II porque él vino a restaurar o reaccionar a varios movimientos aperturistas que habían tenido lugar en la Iglesia con el Concilio Vaticano II y el Pacto de Medellín: había todo un movimiento latinoamericano, especialmente en la Iglesia latinoamericana católica, que era de apertura, de opción por los pobres, de trabajo por la justicia social, vinculado a la teología de la liberación. Y con Juan Pablo II, que aparte era una persona profundamente anticomunista, se retrocede en ese campo social y político. Y se enfoca mucho más en los temas vinculados a la familia y a ‘corregir’ la ‘desviación’ que había llevado a la Iglesia a lugares que la asociaban a movimientos revolucionarios, liberacionistas o de cambio social”, le explicó a Lento Nicolás Iglesias Schneider, trabajador social e investigador especializado en política y religión.

Con la llegada de las distintas dictaduras que golpearon a América Latina, la teología de la liberación fue perdiendo masividad y otras comenzaron a tener más resonancia. Llegó el turno de la teología de la prosperidad y de la guerra espiritual. El neopentecostalismo, un movimiento al interior del evangelismo, empezó a difundir tres teologías que van de la mano: la teología de la prosperidad en el ámbito económico, que implica reconocer la riqueza material como una bendición de Dios y la carencia como una “maldición”; la teología del dominio en el campo político, que se centra en la necesidad de los cristianos de tomar el poder que perdieron frente al avance del secularismo, y, por último, la teología de la guerra espiritual en el campo de la cultura.

“Los cometidos de esa guerra espiritual son la restauración de la familia como núcleo de la sociedad, así como oponerse a los derechos sexuales y reproductivos, a los derechos de las personas de la diversidad sexual y a la educación en sexualidad para niños y niñas, cuestionando la equidad entre hombres y mujeres”, se explica en el artículo “Uruguay, el mal ejemplo. Políticas antigénero en Latinoamérica”, escrito por Lilián Abracinskas, Santiago Puyol, Iglesias Schneider y Stefanie Kreher. “Todo esto es parte de la guerra espiritual porque, desde esta perspectiva, es generado por la agenda de Satanás, por el Maligno. Para ellos, en esto se configura el enemigo. Estas tres teologías forman parte de una batalla cultural llevada al plano espiritual”, agregó Iglesias Schneider.

El antecedente histórico de esta forma que adopta el neopentecostalismo es el fundamentalismo cristiano evangélico, que surge en Estados Unidos en 1905 y en la década del 70 se convierte en un actor central para que el Partido Republicano tome el poder. Lo hace “bajo la sombrilla del movimiento ecuménico e interreligioso conocido como Moral Majority (Mayoría Moral), que se organiza en torno de la recuperación de los valores tradicionales de la nación americana”, explican los investigadores en “Uruguay, el mal ejemplo”. A partir de esto se crea la Nueva Derecha Cristiana estadounidense.

En 2016 surge un movimiento que irrumpe en la cartografía latinoamericana. Con mis Hijos No te Metas fue una versión aggiornada al momento de lo que había sido en la década del 70 el movimiento Save our Children, surgido en Estado Unidos al interior del movimiento Mayoría Moral. Esta versión latinoamericana fue fundada por sectores vinculados a líderes de iglesias evangélicas, reunidos en la Coordinadora Nacional Pro Familia. El 29 de noviembre de 2016 firmaron la Declaración de Lima y le pusieron nombre al movimiento. En su origen se posiciona contra la ideología de género y la inclusión de la ESI en los programas educativos.

Uno de los principales voceros de este movimiento, Christian Rosas Calderón, hablaba así frente al Ministerio de Educación peruano el 21 de diciembre de ese año: “Nuestro pedido es que se retire la ideología de género no sólo de la currícula, sino de todo el Ministerio de Educación, y eso será sólo el inicio de una larga batalla en la que los padres del Perú demostrarán, al igual que en Colombia, que no existe poder, ni principado, ni potestad que pueda con la iglesia unida del señor Jesucristo. Amén”.

Obtuvieron victorias. En Perú, lograron que en 2017 la Corte Superior de Justicia de Lima fallara a favor del colectivo Padres en Acción para anular la sección de la resolución del Ministerio de Educación que abordaba la igualdad de género en el programa escolar. El 4 de marzo de ese año tuvo lugar una marcha multitudinaria convocada por Con mis Hijos No te Metas que provocó la destitución de un ministro y una ministra de Educación.

En Argentina tuvieron visibilidad a partir de los debates en el Congreso de 2018 y 2020 por la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Con mis Hijos No te Metas “fue el principal organizador de las marchas multitudinarias convocadas para pedirle al Congreso de la Nación que no le otorgue media sanción al proyecto del diputado [José Luis] Riccardo, que intentó convertir la ESI en ley de orden público”, comparte Wilma María Martínez Beterette en su artículo “Con mis hijos no te metas: ‘Disputas y tensiones en torno a la implementación de la ESI’” (2021).

En Uruguay, que es un Estado laico, los movimientos religiosos comenzaron a introducirse en la política hace unos 15 años, aunque en menor escala que en otros países de la región. Aun así, los dichos del arzobispo de Montevideo, Daniel Sturla, en 2014 contra la guía didáctica de educación y diversidad sexual dispararon un debate público que culminó con la decisión del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública de interrumpir la distribución de ese material.

Las y los autores de “Uruguay, el mal menor” coinciden en señalar que el momento que consolidó definitivamente el establecimiento de movimientos antigénero en Uruguay fue en 2017, cuando llegaron por primera vez los autores argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje para presentar El libro negro de la nueva izquierda. El evento fue organizado por la iglesia Misión Vida del pastor evangelista Jorge Márquez, un argentino que en 1995 se instaló en Uruguay. Su sobrina Nadia Márquez es pastora argentina y diputada nacional de La Libertad Avanza por la provincia de Neuquén.

¿Cómo se financian estos movimientos antigénero y en contra de los derechos sexuales? “Hay publicaciones que informan que cuentan con una red de ayuda económica por parte de organizaciones que se presentan como defensoras de la vida, la familia y la libertad. Pueden citarse organizaciones como CitizenGo, agrupaciones de profesionales de la salud en contra del aborto e iglesias evangélicas de Estados Unidos”, dice Martínez Beterette con relación al movimiento Con mis Hijos No te Metas. “Diría que hay cuatro grandes fondos”, agrega Iglesias Schneider. “Uno sin duda es Estados Unidos. La financiación conservadora se da mediante ONG, partidos, fundaciones vinculadas al Partido Republicano, las propias iglesias. Segundo, el conservadurismo estadounidense en el mundo europeo, más vinculado a la tradición evangélica. En España, Italia, Polonia, Hungría hay toda una red de financiamiento. Rusia es otro polo conservador a nivel geopolítico internacional muy importante. Finalmente, América Latina también tiene su economía propia. A veces se piensa que sólo somos receptores de plata y de influencia externa, pero estas iglesias de corte neopentecostal son bastante autónomas y autosuficientes en Latinoamérica”.

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“Hoy es un día histórico. Es la primera vez que un presidente de la nación argentina visita una iglesia”, dice el pastor evangélico Jorge Ledesma, aunque no sea cierto, durante la inauguración de la iglesia Portal del Cielo, en Chaco, el 5 de julio. La iglesia es la más grande del país, con tres hectáreas —entre edificio y terreno— y capacidad para albergar a unas 15.000 personas. Ledesma la pudo llevar adelante gracias a un milagro: “Los pesos se convirtieron en dólares”, confiesa.

Miles de personas le cantan al primer mandatario mientras aguardan su llegada, entre banderas argentinas y alguna de Israel. Entre ellas está Guillermo Maldonado, un predicador hondureño radicado en Estados Unidos que es una referencia en el mundo evangélico. El año pasado abrió una polémica al ofrecer una oración en apoyo al recién electo presidente de Estados Unidos. “Cuando el pueblo de Dios se une, se arrepiente delante del Señor, defiende los valores bíblicos y practica nuestros derechos naturales, ¡nuestra tierra comienza a sanar”, dijo en aquel momento.

Pero hoy el protagonismo lo tiene Milei. Llega con saco negro, en sintonía con el salón oscuro que lo recibe, y corbata azul. Comienza hablando de los tres frentes de batalla “para cambiar el país”: el de la gestión, el político y —mira al público— el de la batalla cultural, el más difícil. “La ética del capitalismo moderno encontró en la tradición judeocristiana un terreno fértil para desarrollarse”, dice. “¡Ni que hablar la defensa de la vida!”, grita en otro momento y lo ovacionan. Se esfuerza en mostrarle seguridad a su público: “¡No nos van a doblegar! Nosotros conocemos las sagradas escrituras”. Pero advierte: “Quieren reemplazar a nuestro Dios de los cielos por su maldito Dios Estado”, al que llama también “el Maligno en la Tierra”.

A lo largo del mundo se ve cada vez con mayor frecuencia a políticos de ultraderecha, pero también de otras posturas políticas, actuar como predicadores. Utilizan en sus discursos símbolos religiosos y una dura retórica contra los derechos de las mujeres y, en particular, contra la diversidad sexual.

“Esta moralización en el campo de la derecha o la reincorporación del discurso antigénero creo que se produce por dos cuestiones. Por un lado, la politización del campo de los actores religiosos, al salir al espacio público, al empezar a tener una estrategia política partidaria. Y por el otro, por la sacralización o el uso de la religión en los discursos de los actores políticos. Usan el aparato simbólico religioso porque saben que funciona con los sectores populares a los cuales ellos en general no pertenecen”, explicó Iglesias Schneider, quien formó parte del equipo que produjo el documental Apocalipsis en los trópicos, dirigido por Petra Costa, sobre la influencia del cristianismo evangélico en la política de extrema derecha en Brasil.

Pero además hay un proyecto, dice Iglesias Schneider. Esta “oleada” antigénero no es sólo una reacción a los avances y las victorias que lograron los movimientos transfeministas hasta la pandemia, con la legalización y la despenalización del aborto en distintos países, la creación de instituciones de gobierno abocadas a tratar las violencias contra las mujeres y las diversidades que avanzaron en el mundo (y hoy están en retroceso) o el movimiento Me Too. “No hay que perder de vista que todos esos movimientos siempre tienen un proyecto. No son sólo una reacción. Margaret Thatcher tenía una frase que decía algo así como ‘sólo existen las familias’, con esta visión de que la célula de la sociedad es la familia, y sobre esa estructura social mínima es que hace pie la concepción liberal de la sociedad. Yo creo que a una visión económica de la sociedad, desde una concepción de tipo neoliberal, le es más funcional determinado modo de organización social que tiene a las familias fuertes y a los Estados débiles. Y que el tejido de la sociedad civil no esté organizado de manera estructural, sino fragmentado, o sea que el desarrollo de un modelo económico tiene, sin duda, determinadas comprensiones de qué tipo de familias son útiles o funcionales para ese modelo”, concluyó.

El colombiano Wilson Castañeda, director de la Corporación Caribe Afirmativo, una organización en defensa de los derechos LGBTI, considera que los grupos antiderechos utilizan América Latina como un laboratorio. “Es la región más fácil donde los grupos antiderechos pueden desmantelar el Estado social de derecho, porque tenemos unas prácticas culturales y religiosas que nos unen. Los grupos antiderechos dicen que no se puede avanzar en derechos LGBT porque eso va a destruir la familia y la familia es un valor que nos une”, señaló Castañeda en una entrevista con la agencia Presentes en 2024.

“La familia es un valor muy exaltado en América Latina, lo cual no está ni bien ni mal, pero hay que tomarlo en cuenta para la estrategia. Si lo que las familias piensan sobre lo que pasa en la escuela importa tanto, bueno, hay que acercarlas más a la escuela para poder hablarles de esto. Algunas valoran altamente que la escuela se haga cargo de estos temas. Y otra cosa que me parece que también tenemos que reconocer y trabajar mucho es que la familia idealizada como la tenemos no debería impedirnos ver a las familias que vulneran derechos”, dijo, por su parte, Marina, quien actualmente se desempeña como directora de ESI en la provincia de Buenos Aires.

Ella tiene un lema que repitió a lo largo de toda su gestión: “Avancemos todo lo que podamos para que retroceder cueste mucho”. Y otro: “Nada está escrito en piedra. Todo está escrito en arena”.

Agustina Ramos es periodista argentina y se dedica a temas vinculados a género y de interés general. Trabaja en la agencia Presentes y en medios públicos.