A sus 95 años, Ida Vitale no para nunca. Esta semana, sin ir más lejos, estuvo en la inauguración de la 3ª Bienal Internacional de Poesía, que, en el marco de la Feria del Libro de San José, recibió a poetas uruguayos y de varios otros países de América en torno a la consigna “Abrazando lenguas”, y ayer le tocó recibir la medalla Delmira Agustini que le otorgó el Ministerio de Educación y Cultura por “su aporte a la cultura y a las artes”. Pero el acto de entrega de la medalla no fue precisamente una ceremonia íntima: coincidió con la apertura de la exposición Ida Vitale: palabras que me cantan, una muestra curada por Ricardo Ramón Jarne, director del Centro Cultural de España, y Jesús Cañete Ochoa, director del Festival de la Palabra que organiza la Universidad de Alcalá.
La muestra, por otra parte, es mucho más que una muestra: es, a la vez, la exhibición de objetos que remiten al “universo Ida Vitale” y también, repartida entre el primer piso y el subsuelo, una exposición de obras de artistas, en su mayoría uruguayos, que dialogan con la poesía de Ida, “sin ilustrarla”, como aclara, entusiasta y preciso al mismo tiempo, Ramón Jarne.
La línea temporal está colgada en las paredes e invita a recorrer “los momentos históricos y culturales más importantes” de la historia uruguaya y de los países que sirvieron de refugio a Ida cuando tuvo que exiliarse: fotografías de su archivo personal, reseñas de sus obras, noticias de prensa, catálogos, ilustraciones. Al mismo tiempo, en las mesas dispuestas en el centro del salón se encuentran todos sus libros, varias de las revistas en las que publicó textos críticos o periodísticos, poemas o crónicas, los programas de los congresos en los que participó, los libros que tradujo, la dramaturgia con la que en algún momento estuvo involucrada, las fotos de las obras, con los actores en escena. Una pared, al fondo, está ocupada por piezas en altorrelieve que muestran inquietantes formas animales, muchas de ellas con aires mitológicos: cabezas de caballos y de leones, hipocampos, gárgolas, serpientes, figuras vagamente aladas, vagamente marinas. Un atril, delante, exhibe el libro De plantas y animales (2003).
El final del recorrido temporal es una vitrina en la que se exponen los premios: el Cervantes, junto con la medalla recibida de manos de los reyes de España; el Alfonso Reyes; el Max Jacob; el de la Feria del Libro de Guadalajara; el Octavio Paz de Poesía y Ensayo; el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana; el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca. Pero para llegar hasta allí, hasta la vitrina de premios, medallas y diplomas, hay que pasar antes por la pinacoteca personal de Vitale, que fue descolgada de las paredes de su apartamento y se muestra, ordenada y generosa, junto a las placas que indican la autoría de cada pieza. Anhelo Hernández, Augusto Torres, Cabrerita, Amalia Nieto, Pedro Figari, Olimpia Torres, Teresa Vila, Geneviève Asse, Ruisdael Suárez, Enrique Broglia, Antonio Frasconi, Alfredo de Simone, Nelson Ramos, Fidel Sclavo, Gonzalo Fonseca, entre otros, integran una riquísima colección que completa el “ambiente Vitale”, aunque, justo es decirlo, se habría lucido mejor en una disposición que contemplara la altura de los ojos del visitante.
Finalmente, la propia Ida: ella misma, en imágenes que la muestran conversando, con la biblioteca de fondo, en un televisor que repite en loop toda la secuencia de la charla. “Y la silla que está allí es justo esa”, nos dice Ramón Jarne, señalando una simple silla de madera que parece ser, en efecto, la misma que se ve en el video. “Es que así, aunque la silla está vacía, ella está siempre, porque cuando la entrevista termina, vuelve a comenzar y puedes verla de nuevo”, nos explica. La presencia de Ida Vitale, su materialización en los diversos objetos que la rodean o alguna vez la acompañaron, eso es la muestra del primer piso. Una emanación, una entidad milagroseada por el contacto directo con la divinidad.
Lo del subsuelo es otra cosa: allí, con el nombre de Idamanía, se exponen obras realizadas en diversas técnicas por autores convocados especialmente para dialogar con la poesía de Ida Vitale. Frederic Amat (el único español del grupo), Guadalupe Ayala, María Inés Arrillaga, Manuela Aldabe, Javier Bassi, Tatiana Bentancor, Olga Bettas, María Alejandra García Martínez, Julieta Lazzini, Darío Marroche, Nicolás Pereira Scayola, Manuela Prado Paz, María Eugenia Ravera Cubría y Nacho Seimanas ofrecen collages, fotografías, piezas sonoras e instalaciones de pequeño o gran tamaño, inspirados, según informa el curador, por la poesía objetual del catalán Joan Brossa o la fotografía poética de Chema Madoz.
En charla con la diaria Ida expresó, entre modesta y cómica, que tal vez hablar de “manía” sea un tanto exagerado: “La gente que ve la televisión me conoce la cara; por ejemplo, voy a la feria y los feriantes me dicen ‘aquí, Ida’, pero es otra cosa, eso no tiene nada que ver con la literatura. Viene una persona y se me queda mirando, claro, le suena que me vio, pero eso no quiere decir que no sea una total desconocida”. Desde el jueves, y hasta bien avanzado noviembre, hay varias formas de conocerla desplegadas en las instalaciones del Centro Cultural de España.