Hace unos días se presentó Mi libreta como combustible, segunda muestra de poesía producida por estudiantes de seis instituciones de educación media de Montevideo y Canelones, en el marco de Orientación Poesía, el proyecto para la estimulación de la lectoescritura poética en secundaria a cargo de José Luis Gadea –Hoski, escritor y profesor de Literatura– y que resultó ganador de una beca Fefca en 2020. Por otra parte, el proyecto es coordinado con la Inspección Nacional de Literatura, Aquí se Lee y la Cátedra Alicia Goyena, y cuenta con el apoyo de la Asociación de Profesores de Literatura del Uruguay.

La experiencia, que involucra a seis instituciones y más de una centena de adolescentes, la lleva adelante un grupo de docentes que trabajaron juntos; estuvo integrada por las profesoras de Literatura Karina Vallés, Carla Bontá, Inés Ferreira, Kildina Veljacic y Romina Mora, y por las profesoras orientadoras bibliográficas (POB) Andrea Martínez y Evelina López, quienes participaron junto con sus estudiantes. Todas ellas se presentaron a la convocatoria que se hizo en abril de este año, en la que se enunciaba: “Generando instancias de encuentro en el aula y los espacios de biblioteca, Orientación Poesía se propone presentar a los alumnos la diversidad y riqueza del género, contemplando pedagógicamente la creatividad y la expresión, en tanto motores del aprendizaje. También se propone la democratización de herramientas y estrategias para que los docentes puedan replicar estas experiencias e incorporarlas a sus programas de asignatura o a sus prácticas de orientador bibliográfico. De este modo, el proyecto aporta insumos didácticos para que docentes y alumnos puedan hacerse de la escritura creativa como componente valioso del aprendizaje en Literatura”.

En julio, coincidiendo con la vuelta a la presencialidad, se había presentado la primera muestra, Una cálida danza, que había sido producida en su totalidad durante la cuarentena. La muestra presentada la semana pasada es una antología de 104 poemas, individuales y grupales, en cuya escritura participaron 117 adolescentes estudiantes de educación media, del liceo 2 de Barros Blancos, el liceo 2 de Toledo, el liceo 1 de Solymar, el liceo Dr. Juan Belza de San Ramón (todos ellos en el departamento de Canelones) y los capitalinos liceo 23 Prof. Hugo Licandro de Sayago y liceo 26 Líber Falco de Jacinto Vera.

“Una fotografía del descubrimiento”

Con esas palabras definía Hoski la muestra de la producción que germinó con el trabajo en talleres con liceales. Sumergirse en ese mar inquieto de palabras conduce a la maravilla y también a dejarse llevar y perderse en la variedad de voces, en la intensidad, en la diversidad de tonos, experiencias, sentimientos. Un buen viaje. Pero, además, la feliz comprobación de la potencia de la palabra, de la oportunidad de decir y de decirse. “Esta invitación a jugar con el lenguaje poético intenta democratizar el acceso a un género muy generoso: la poesía da herramientas para la expresión personal y colectiva, y también para el descubrimiento de la palabra, en su sonoridad y capacidad imaginativa. No siempre se logra enganchar a todo el mundo, pero debe ser el objetivo”, comenta Hoski.

El camino recorrido incluyó talleres con los adolescentes, convocatorias de escritura, dos talleres con poetas de En el Camino de los Perros (colectivo de poetas adolescentes y jóvenes, que trabaja con autores de 15 a 23 años), y también talleres de formación para docentes, tanto de Literatura como POB, lo que significa la posibilidad de que la experiencia sea retomada en instancias futuras.

la diaria conversó con Hoski sobre este proyecto. Una de sus facetas es la inserción de la creación en la enseñanza de literatura, en cuyos programas no se incluye y de cuyas prácticas suele estar escindida. “Incorporar la creación artística como parte de la formación en Literatura implica contemplar la subjetividad como parte de lo que se va a evaluar; incorporar la valoración estética no como algo dado, sino como algo a discutir; leer los textos no sólo desde una perspectiva de interpretación, a posteriori, sino también desde una mirada hacia la composición y los procesos creativos; pensar la literatura como un fenómeno vivo y múltiple, y la educación en literatura como una práctica no escindida de él, sino en diálogo con el sistema de arte; abrir el espectro de estéticas del canon, expresado en los programas de Literatura, a las necesidades e intereses de los procesos creativos iniciados; romper con los límites que impone la disciplina para trabajar de manera conjunta con otras artes. Todo ello requiere una didáctica y una ética (propia de las grupalidades en procesos artísticos) que la educación formal, en principio, en los papeles, no puede incorporar”, plantea.

No obstante, señala, no se trata de ninguna manera de algo nuevo, sino de una propuesta con numerosos antecedentes. “Por otro lado, desde las prácticas que efectivamente realizan los docentes de Literatura, existen múltiples intentos, solitarios o coordinados con otros profesores o agentes educativos, por incorporar la creación literaria a sus clases. Tampoco es algo nuevo; siempre ha habido docentes de Literatura que han hecho escribir a sus alumnos. Pero el problema, de algún modo, está en la formación de los docentes; no existe, formalmente, una asignatura o curso que incorpore este tipo de didácticas, o que al menos los haga escribir, en modalidad de taller literario o algo parecido. Si un profesor de Literatura quiere incorporar conocimientos en relación a la escritura literaria debe hacerlo de manera privada o de forma autodidacta”.

Con respecto a lo que moviliza una propuesta de este tipo entre los estudiantes, sostiene: “En general lo que sucede es que hay gran adhesión entre los alumnos, porque en medio de largas jornadas de clase, ponerse a escribir y a leer poesía es una actividad valorada y hasta pedida por ellos. Finalmente, los procesos creativos iniciados en clase deben tener como objetivo su socialización, siempre en acuerdo con los propios estudiantes: lectura de los textos producidos, dinámicas de reescritura, proyectos de publicación o de intervención del espacio de clase con fragmentos de los textos producidos, etcétera. La socialización de los procesos permite generar un sujeto colectivo, reafirma la autoestima de los estudiantes, y permite colectivizar los aprendizajes literarios. En la poesía hay lugar para todos. Todos pueden jugar con las máscaras de la lírica”.