Aunque la realidad se empeñe a diario en demostrarnos lo contrario, la escolaridad deja marcas en los individuos. El pasaje por el sistema educativo enfrenta al sujeto a un universo ordenado, compartimentado y fragmentario, cuya progresión potencia la suma de saberes, concretándose en una especificidad que lo acompañará por el resto de su vida, al margen de lo que haga con ella. Las nociones de aula, grupo, profesor, prueba, promedio y nota, por nombrar sólo algunas, reconfiguran sus sentidos en los diversos estamentos de la formación curricular. Así, la maestra que traza el original de las primeras letras en el pizarrón muta en el profesor de mirada apacible que explica la teoría de los conjuntos en un mal ventilado salón liceal y, posteriormente, se convierte en el docente que se desgañita gritando en una superpoblada aula universitaria. Ese sistema acumulativo y de goteo, establecido por programas, exámenes, tesis y demás dispositivos para evaluar el conocimiento, condiciona al individuo pensante (e incluso a aquel que no piensa demasiado).

El escritor Alejandro Zambra (1975) escribió hace unos años un curioso libro, reeditado recientemente por Anagrama, inspirado en la Prueba de Aptitud Académica exigida a los postulantes de las universidades chilenas entre 1966 y 2002. En los hechos, la Prueba de Aptitud Académica era un test verbal de 90 preguntas de selección múltiple que debían ser contestadas en un tiempo máximo de 135 minutos. El facsímil, un cuadernillo que incluía exámenes de años anteriores para que los estudiantes prepararan su propia prueba, le da nombre al libro de Zambra, celebrado y traducido novelista, cuyo Poeta chileno (2020) fuera comentado algún tiempo atrás en estas páginas.

Como ejercicio literario, la apuesta de Facsímil es interesante aunque para nada novedosa. Para no ir más abajo del siglo XX, puede mencionarse acá, como modelo notable, los Ejercicios de estilo (1947), de Raymond Queneau y su ilustre heredero Exorcismos de esti(l)o (1976), de Guillermo Cabrera Infante, así como Círculo de lectores (2020), de Eduardo Berti, también comentado algún tiempo atrás en la diaria. Se trata de libros que trabajan sobre variaciones de una forma a partir de una anécdota, una figura o un personaje, desarrollando, según el arte del escritor, diversas posibilidades creativas. El libro de Zambra toma el sistema de múltiple opción de la Prueba de Aptitud Académica del sistema educativo chileno y desarrolla variaciones sin salir nunca de las posibilidades A), B), C), D) y E).

Es altamente probable que el lector impaciente, ese que no gusta alejarse de la comodidad de las formas resobadas, no pase del segundo ejercicio, incluso del primero, pero aquel lector curioso que se interese por cómo puede un creador explorar la rigidez de un sistema cerrado encontrará en la lectura de Facsímil múltiples momentos luminosos. Los “ejercicios” menos interesantes que propone el libro son aquellos que presentan variaciones sobre significados de ciertas palabras, que no pasan de meros exhibicionismos de creador de crucigramas. Por fortuna Zambra abandona rápidamente esa vía y, a medida que la prueba avanza en densidad de escritura, también crece en volumen creativo. Zambra, que como estudiante chileno debió pasar por la Prueba de Aptitud Académica, se divierte abriendo posibilidades sobre la variante de la opción múltiple, al tiempo que comienza a conformar los ejercicios con historias autoconclusivas, palabra tan cara a los lectores de novelas de verano o consumidores compulsivos de series televisivas, que siempre quieren saber cómo termina el asunto, si muere el villano y si la chica y el chico quedan juntos (siempre muere el villano, y la chica y el chico siempre quedan juntos).

Las 90 entradas de Facsímil son otras 90 posibilidades para que el autor ensaye variaciones. Como el trasfondo es siempre la historia reciente y el presente de Chile, el nombre de Augusto Pinochet aparece dos por tres como indeseable invitado; en otras ocasiones, como en uno de los textos más logrados del volumen, el convocado es Don Francisco, con su popular programa televisivo emitido desde los estudios de Univision, en Miami. Hay textos que explotan las variantes de la probabilidad estadística, pero no aplicada al PIB de una nación o a la demografía, sino a las variaciones de un único individuo. En la primera entrada del ejercicio 66, “Eliminación de oraciones”, se lee: “Tengo seis hijos, cuatro hombres y dos mujeres. Una es lesbiana, pero la quiero igual, porque es buena. Si clasifico a mis hijos en esos términos, cuatro son buenos y dos malos. El cien por ciento de las mujeres: buenas. Hombres malos: cincuenta por ciento”. Y en la entrada 15: “Hijos míos farmacodependientes: cinco. Fluoxetina: dos. Clonazepam: dos. Litio: uno. Hijos míos con pies planos: cien por ciento. Hijos míos con pies planos que se negaron a usar plantillas: dos. Hijos míos operados de apendicitis: tres”. La progresiva superposición de entradas estadísticas termina cerrando en un delirante múltiple opción, que plasma a la perfección la tónica general del libro.

Divertimento con afán literario y acerado flechazo al sistema educativo chileno, pero que aplica a cualquier sistema educativo del mundo (es interesante ver cómo dialoga el espíritu de este libro con la reciente película danesa Druk, de Thomas Vinterberg, en la que un profesor es “apretado” por los padres para que baje la exigencia de la prueba de pasaje a la universidad), Facsímil se lee con soltura y entusiasmo, permitiendo incluso la posibilidad de marcar con una lapicera la opción correcta.

Facsímil. De Alejandro Zambra. Barcelona, Anagrama, 2021, 128 páginas.