En el cuento “El hombre invisible”, incluido en El candor del padre Brown (1911), GK Chesterton presenta la resolución de un crimen a partir de la existencia en la trama de un hombre “mentalmente invisible”, alguien que además de ser visto por los demás personajes también interactúa con ellos, pero que, en su rutinaria e inalterable presencia, adopta la cualidad de la imperceptibilidad. El relato de Chesterton es una variación de “La carta robada” (1844), de Edgar Allan Poe, y redimensiona el aspecto inquietante del efecto al trasladar la condición oculta de la clave desde un objeto inanimado hacia una persona. Todo esto viene a cuento para referir a la narradora de la novela Regreso a Berlín, de la escritora estadounidense Verna B. Carleton (1914-1967), cuya mirada omnisciente de los hechos que se cuentan, así como su propia invisibilidad en la trama, constituyen lo más interesante del libro. Lo subrayo acá porque estamos acostumbrados a leer novelas en primera, tercera y segunda persona, pero no es común encontrarse con un relato contado por alguien que asiste a los hechos relatados pero se omite de cualquier causa y consecuencia que tengan, permaneciendo, por ejemplo, en una misma habitación con otros personajes pero aparentando no estar presente o, en todo caso, adquiriendo la cualidad de un mueble, una cortina o un adorno en la pared, como el gigantesco pájaro de papel maché que desde una repisa sigue las peripecias de sus dueños en la novela Willard y sus trofeos de bolos (Un perverso misterio), de Richard Brautigan, de 1975 (publicada por Anagrama en 2006).
Nacida en New Hampshire, Carleton vivió varios años en París (donde trabó amistad con Sylvia Beach y Walter Benjamin) y en México (donde se casó con el médico Ignacio Millán y contó con Frida Kahlo y Diego Rivera como testigos de boda). Su vínculo con el suelo mexicano fue especialmente intenso durante la Segunda Guerra Mundial; frecuentó los círculos de los artistas exiliados alemanes y escribió diversas crónicas y artículos sobre el país para The New Yorker, The Saturday Evening Post y Collier’s Weekly. Su amistad con la fotógrafa francesa nacida en Alemania Gisèle Freund (1908-2000) fue clave en la escritura de la que sería su primera novela: en 1957 Carleton acompañó a su amiga a Berlín, ciudad de la que la fotógrafa se había exiliado en 1933, ante el avance del nazismo. Ese viaje le permitió conocer de primera mano la reconstrucción de una ciudad devastada por la guerra y los primeros frutos del fenómeno conocido como el “milagro alemán”.
Regreso a Berlín sigue la historia de los Devon, un matrimonio inglés que en 1956, 11 años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, llega a la capital de la Alemania nazi, dividida ahora en dos sectores, para seguir el rastro de la familia de Eric Devon, nacido en aquella ciudad y, al igual que Gisèle Freund, exiliado ante el ascenso de Hitler. A Eric y Dora Devon los acompaña en su periplo la narradora de la historia, una periodista estadounidense con quien se conocen a bordo del Caribe, un viejo barco italiano que cubre la ruta Southampton-Génova-Venezuela.
La novela adensa la trama (no exenta de brutales episodios bélicos, complejos misterios familiares y algún que otro giro de espionaje) a partir del viaje que Vera B. Carleton y Gisèle Freund realizaron por la Berlín reconstruida en 1957, de tal forma que, más allá de las vueltas argumentales, el libro se presenta como un vívido y preciso documento de una ciudad en plena reconstrucción. La mirada de la narradora oficia como una cámara que va captando el paisaje en toda su complejidad: “Caminamos por Leipzigerstrasse, adentrándonos en el corazón del sector oriental; a nuestro alrededor, con dramático silencio, yacía la destrucción que había causado la batalla de Berlín; habían pasado once años y, sin embargo, los armazones cadavéricos de los edificios antaño enormes, las estatuas tiradas en el suelo trillado, el frío y las sombras, todo daba la impresión de que la guerra había terminado sólo unas horas antes. Un silencio de muerte resonaba en las calles”.
En un momento los personajes visitan la zona en la que funcionó el campo de concentración de Bergen-Belsen. Cuando emprenden el viaje en auto desde Hannover, por la carretera que los conduce hacia el sitio convertido en memorial, la autora describe una apacible postal de campaña, con hombres y mujeres recogiendo papas junto a casas de campo cercadas por vallas de madera pintadas de blanco. Nada parece más lejano al horror hacia el que se dirigen, pero es en el mismo contraste de paisajes que se cifra la posibilidad de una reconversión que tanto los personajes como la autora saben que será larga y dolorosa.
Publicada en una coedición de las editoriales españolas Periférica y Errata naturae, Regreso a Berlín dialoga con otros dos libros de la misma colección, reseñados ya en estas páginas y también escritos por mujeres convertidas en testigos de una serie de episodios clave del siglo XX, a saber, Ellos, de la escritora francesa Francine du Plessix Gray (1930-2019), y Tú no eres como otras madres, de la alemana Angelika Schrobsdorff (1927-2016).
Regreso a Berlín. De Verna B. Carleton. España, Periférica & Errata naturae, 2017, 408 páginas. Traducción de Laura Salas Rodríguez.