Combinar personajes famosos de la ficción, en especial cuando pasan a ser de dominio público, es algo bastante común. Por eso no debería sorprendernos la existencia de Estudio en esmeralda, historieta que combina los mundos de Sherlock Holmes (creado por Sir Arthur Conan Doyle) y los Mitos de Cthulu (salidos de la imaginación de HP Lovecraft). Lo que eleva a esta novela gráfica corta por sobre otros experimentos de la imaginación es el pedigrí de sus creadores.

De hecho, “Estudio en esmeralda”, la historia corta escrita por el británico Neil Gaiman, fue publicada por primera vez en Sombras sobre Baker Street (edición en español de Eclipse, 2006), una antología de cuentos que unían al famoso detective con los horrores cósmicos inenarrables. Tan buen recibimiento tuvo la obra de Gaiman, que en 2004 ganó el prestigioso premio Hugo a la Mejor Historia Corta. Posteriormente el autor incluyó el relato en su tercera recopilación de textos cortos, Objetos frágiles (edición en español de Roca Libros, 2009).

Gaiman es un experto en relatos fantásticos, ya sean ambientados en mundos prestados o de su propia creación. Una de sus obras más famosas es The Sandman, historieta que reescribió el costado mágico de los mundos de DC Comics e imaginó a Morfeo, el Señor de los Sueños, como uno de siete hermanos eternos que representan un aspecto de la vida (junto a la Muerte, la Destrucción, el Deseo, la Desesperanza, el Delirio y el Destino). Una obra ineludible que ha servido durante años como puerta de entrada al mundo de las viñetas y los globitos de texto. Netflix ya está grabando una primera temporada y hasta tiene una versión en radionovela.

Pero el autor también tiene una faceta estrictamente literaria, con piezas que han sido adaptadas en otros formatos. Eso incluye la novela Good Omens, escrita junto a Terry Pratchett y que fuera llevada a la televisión. La serie American Gods también surge de su libro homónimo, y ambas están disponibles en Prime Video. En Netflix, mientras tanto, está la película Stardust: el misterio de la estrella, basada en otro de sus trabajos.

Volviendo a Estudio en esmeralda, el arte de la adaptación está a cargo del brasileño Rafael Albuquerque, con colores de Dave Stewart, mientras que el guion es un trabajo conjunto de Albuquerque y Rafael Scavone.

La historia comienza con un encuentro muy familiar, a partir del cual un astuto detective es capaz de deducir toda clase de información acerca de un recién llegado, con quien rápidamente desarrolla una amistad. Este último, veterano de guerra, tuvo en Afganistán un encuentro cercano con una criatura de las profundidades, que Albuquerque dibuja en toda su tentacular monstruosidad. Salió de allí con un dolor crónico y un estrés postraumático de máxima intensidad.

Después de dejar bien planteada la mecánica y la química entre los dos hombres y de dar más pistas de la mente prodigiosa del detective de la calle Baker, se introduce el misterio. Un integrante de la realeza fue asesinado y la habitación quedó bañada con su sangre color esmeralda. En el mundo creado por Gaiman los seres humanos viven desde hace siglos bajo el yugo de los Grandes Antiguos, y alguien despachó con crueldad a uno de ellos.

La aventura, presentada con eficaz simpleza por los dibujos de Albuquerque, transcurre entre visitas a la reina (“la llamaban Victoria porque nos había derrotado en combate hace setecientos años”) y despliegues de ingenio detectivesco (“que mi amigo fuese un maestro del disfraz no debería haberme sorprendido, y aun así me sorprendía”). Como ocurre en esta clase de narrativas, los protagonistas van recorriendo un camino hacia atrás y descartando sospechosos, mientras se va revelando la relación de opresión entre la casta gobernante y el pueblo... que no es muy diferente a la que han establecido siempre humanos sobre humanos.

Estudio en esmeralda es una historieta un poco conversada de más, que no saca verdadero jugo a las bondades únicas de esta expresión artística. Eso no significa que el resultado final sea menos disfrutable. La pluma de Gaiman está presente en cada dibujo, y Albuquerque sabe que incluso en una obra de estas características puede impactar con lo que muestra y con lo que decide ocultar.

El final, como en muchas creaciones del mencionado escritor, incluye una interesante vuelta de tuerca, que será mejor recibida por aquellos que tengan un conocimiento mayor de la mitología de Sherlock Holmes. De todos modos es un cierre redondo, que le da al libro la capacidad de ser leído y disfrutado al menos en una segunda oportunidad. Al tratarse de una obra relativamente corta, la coqueta edición en tapa dura incluye bocetos de los personajes. La obra se defiende sola, pero con un poco de cuerpo se destaca mejor en los estantes de una librería.

Los amantes de cualquiera de los dos mundos intersectados deberían prestar atención a esta historieta. Pero incluso aquellos que apenas hayan leído de lupas y de bichos con nombres difíciles de pronunciar (y de tipear) disfrutarán esta adaptación y quizás salten hacia alguna de las recopilaciones de cuentos. Hay un relato del Santo Grial, que saldrá como historieta en un futuro, que vale muchísimo la pena.

Estudio en esmeralda. De Neil Gaiman y Rafael Albuquerque. Planeta Cómic, 2021. 96 páginas.