Los libros que compilan entrevistas a escritores tienden a conformar un género en sí mismo. Además de los publicados póstumamente, ajenos a la voluntad del escritor, que no sólo no pudo imponerle el corte final al opus sino, ni siquiera, determinar si tamaño tomo debería existir, están aquellos libros de entrevistas preparados por los propios autores, que se integran a pleno a sus bibliografías.
Como ejemplos de la primera categoría pueden mencionarse Una poesía del futuro. Conversaciones con Juan L Ortiz (2008), un volumen de entrevistas con el poeta entrerriano durante sus años finales, y Una forma más real que la del mundo (2016), que compila reportajes con el escritor Juan José Saer desde su irrupción en el panorama literario argentino en la década del 60 hasta 2005, el año de su muerte, publicados ambos por la editorial argentina Mansalva. En la segunda categoría, en la que la decisión editorial recae plenamente sobre el autor, sin la injerencia del editor o el albacea de turno, entran libros como Llega el rey cuando quiere. Conversaciones sobre literatura (2018), del francés Pierre Michon, oportunamente comentado en estas páginas; Viaje al centro de la fábula (1981), del hondureño nacionalizado guatemalteco Augusto Monterroso (que afirmaba que “la entrevista es el único género literario que nuestra época ha inventado”); y, desde luego, uno de los puntos más altos en la materia: Opiniones contundentes (1973), del maestro ruso Vladimir Nabokov, en el que empieza afirmando: “Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño”.
En una nueva categoría vendría a inscribirse el libro Diálogo con mi sombra. Sobre el oficio de escritor, del cubano Pedro Juan Gutiérrez (1950), en el que no hay entrevistas agrupadas póstumamente ni ordenadas en vida por el autor, sino que es el propio escritor el que se entrevista a sí mismo, en un interesante desdoblamiento de la herramienta conversacional, que puede leerse como una suma de ensayos, como una autobiografía lineal o como una novela.
Mucho se ha escrito sobre el autor de Trilogía sucia de La Habana (1998), El rey de La Habana (1999) y Animal tropical (2001), machacando especialmente en el rótulo de “el Bukowski de La Habana” o en la comparación con Henry Miller, autores de los que Pedro Juan Gutiérrez es el primero en deslindarse (“Como si me quieren comparar con los soldados masáis que dan brincos. Me da igual. Pero no tengo nada que ver con ellos”), asimilándose con mayor justeza a Truman Capote o al Ernest Hemingway cuentista, como para ponerse a biografiarlo en este articulillo. Copiosamente premiado, traducido a varias lenguas y sostenido fenómeno de ventas, conviene subrayar, sí, que Pedro Juan Gutiérrez ha sido un autor tardío, que publicó su primer libro de ficción a los 48 años, habiéndose dedicado antes al periodismo, actividad marcada a fuego no sólo en las conversaciones que componen Diálogo con mi sombra sino en la propia deriva vital del autor, que encontró en la práctica del oficio (como cronista, corresponsal o mero articulista) las marcas propias de una escritura que luego expandiría a sus cuentos y novelas.
Organizado en secciones temáticas –“Los inicios”, “Realidad y ficción”, “Centro Habana”, “Sexo”, “Oralidad”, etcétera–, las conversaciones entre Pedro Juan Gutiérrez y Pedro Juan a secas avanzan en una línea cronológica desde el nacimiento en Matanzas, su llegada a La Habana, el tiempo del servicio militar obligatorio, los estudios universitarios de periodismo, los largos años dedicados al oficio, sus inicios en la escritura de ficción, la consagración a partir de la publicación de Trilogía sucia de La Habana en Anagrama, las traducciones, las giras de presentaciones internacionales, los vaivenes de la fama, y la madurez como escritor de la mano de la inevitable madurez del cuerpo. El divismo que por momentos asume el entrevistado al contar algunos aspectos de su vida como autor famoso siempre está intervenido por un humor socarrón, cuando no escatológico, que tiende a desmitificar la consabida parafernalia que rodea al mundillo editorial internacional.
Un elemento temprano determinó la posterior conversión en escritor de Pedro Juan Gutiérrez, destacándose como un peñón al que vuelve una y otra vez. Se trata de la importancia de la oralidad durante sus primeros años, especialmente en la conjunción de conversaciones que escuchó en las casas de sus abuelos en Matanzas, donde “no había electricidad, solo tenían una radio de baterías que se ponía poco, casi nada. Para ahorrar la batería, obvio. Entonces la gente hablaba. Todos hacían cuentos. Todo el día, pero sobre todo por las noches. Creo que en los primeros dieciséis años de mi vida, que fue el tiempo en que iba allí a pasar largas vacaciones, escuché cientos de historias de todo tipo”.
El estamento oral se adensaría en la escritura de sus libros no sólo a través de la herencia de las historias de aquellos viejos analfabetos de Matanzas, sino también en la preocupación (casi una obsesión) por el uso del argot centrohabanero de un modo coherente y absolutamente libre. Así, por ejemplo, cuenta cómo incorporó nuevos hallazgos del habla del momento a la escritura de una novela, a partir de la simple conversación con una novia de entonces: “Cuando estaba escribiendo Animal tropical cada unos pocos días Gloria usaba alguna forma nueva. Por el estilo de: ‘Échate el play...’, que equivale a: ‘Escucha esto...’ Y yo inmediatamente lo incorporaba en el texto”.
De agilísima lectura, pródigo en anécdotas, semblanzas y chismes varios sobre el ambiente y el oficio de la escritura, Diálogo con mi sombra puede leerse con independencia del conocimiento previo de la obra del escritor, oficiando incluso como un aliciente a su eventual abordaje.
Diálogo con mi sombra. Sobre el oficio de escritor. De Pedro Juan Gutiérrez. Anagrama, España, 2021. 240 páginas.