El epigrama es una composición breve que expresa un pensamiento festivo o satírico. Sus raíces se remontan a la Antigüedad grecolatina, pero también fue cultivado durante muchos siglos en la poesía castellana, por ejemplo por nombres tan ilustres como Francisco de Quevedo.
En la contratapa de su libro Doble de riego, Andrés Olveira deja sólo la frase “este libro pesa aproximadamente 150 epigramos”. Teniendo en cuenta que el número de páginas del poemario, sin contar frontispicios y demás, es de 75 páginas, y contando que la mayoría de las páginas son ocupadas por dos composiciones, la cuenta da “aproximadamente” ese número, excepto por unas pocas páginas en las que hay un solo texto.
Olveira no sigue aquí las formas utilizadas para el epigrama en castellano (dos a 12 versos en metros regulares), pero a nivel semántico hay una clara orientación hacia su definición, más allá de la forma. Se trata de versos libres muy breves cuya intención, por lo general, se orienta hacia el humor desde el principio, desde el primer texto, titulado “Intro”: “La introducción / es una planta / de la familia / de los/prolegómenos”. Todas las composiciones tienen título, y muchas veces el título “juega” como parte de la broma, de una forma a veces muy sutil, como en “Común” (“Conocí / a un cliché / en una / convención social”) o “Bulling” (“Siempre / me dijeron / que soy/ bien parecido. / A un error”).
Muchas veces se alude a realidades muy actuales, como las nuevas tecnologías de la comunicación y sus terminologías: “Yo me pregunto / hashtag cuándo / seguiremos / poniéndonos / etiquetas”, dice el texto titulado “#”. Pero también hay lugar para lo histórico o lo atemporal. Es el caso de “Coquetos” (“Los próceres / mueren / de perfil / posando / para / moneda”) o “Velo liviano” (“Cuando / el viento / está de luto / se viste / de cenizas”) y no pocas alusiones a la mitología grecolatina.
Aunque el resultado no es siempre parejo, se trata de una reinvención de formas clásicas que de algún modo las revitaliza y resignifica. Y además de su humor fino y sutil, se encuentran bien sostenidas por un sobrio pero original diseño.
Por su parte, en Las primeras cosas, Pablo Constanzo propone enfocarse en lo que surge, lo que irrumpe, lo naciente, sea un amor o un mundo nuevo. Dividido en seis secciones, el libro incluye textos de contenido erótico así como de marcada posición política. Todos están hilvanados por la percepción asombrada de lo nuevo, lo que nace. Estas dos vertientes, lo erótico y lo político, se aúnan en el texto número 2 de la sección “Vibraciones”: “Fundar un mundo, fundarlo / hipnotizar al péndulo de su hipnótica / que se destelle la fuerza contenida / y el talismán se enlace en lo que brota”. Y es que, en definitiva, desde la visión que transmiten estas páginas, el poder actúa directamente sobre el deseo: “El poder es siempre un estiramiento. / Tensar el deseo. Dislocar su centro”. Así, lo erótico está íntimamente entretejido con la idea de libertad: “Ni Dios ni amo. / Sólo la magia, horizontal, de lo entrelazado. / Ni rey ni esclavo / sólo ser libre por coronarme a tu lado”.
El yo lírico exulta vitalidad; si bien hay momentos para cierta melancolía o nostalgia (sobre todo en la sección “Los agujeros”, donde todos los textos circulan en torno a cierta idea de ausencia), no la hay para la desesperación, para el tedio o la desesperanza. Incluso en poemas de fuerte tono de denuncia, como los que componen la sección “La sed negra”, siempre existe la posibilidad (y la necesidad) de un escape o una reinvención. Por cierto, la denuncia no cae nunca en el panfleto ni en el proselitismo, puesto que el poeta logra dar una idea del poder, si se quiere, casi arquetípica. No se señala tanto un sistema como al poder en sí mismo. (“Es en el látigo / donde reposa / toda violencia”).
No obstante, no es que no haya un lugar para lo antiguo, o lo inmemorial. Muchas veces, estos nacimientos o irrupciones vienen empujados por fuerzas arcaicas, en tanto son una expresión del impulso vital mismo. (“Estamos hechos de una sangre atrapada / (...) que querría ser parte del viento / y unirse a lo incierto”).
El libro tiene un código QR que conduce hacia la plataforma bandcamp, en la que el autor ha dejado algunos de los textos en formato audio y un elegante trabajo de ambientación sonora de Bruno Boselli. También se destaca el diseño visual, a cargo de Darío Marroche.
Las primeras cosas. Pablo Constanzo. Montevideo, edición de autor, 2021, 82 páginas. Doble de riego. Andrés Olveira. Montevideo, Astromulo, 2021, 80 páginas.